13/05/2024 00:53
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Había que ir a verla y, tras varias semanas en cartelera, fui. Nobleza, orgullo, historia e identidad obligaban. Además, lo hice con el absoluto convencimiento de que esa moderna y casi imperiosa necesidad de ponerse de rodillas no iba conmigo ni el cine era el lugar idóneo para ello a pesar de que, por el sentimiento de culpabilidad tan manido hoy en día, el paripé de ofendiditos y odiadores no entiende de protocolos y mucho menos de respeto. Con el ridículo y sus lagunas históricas, además del continuo consumo de leyenda negra, les basta. 

Ni que decir tiene que, desde mi punto de vista, las hazañas de aquellos héroes y los gestores de sus empresas han supuesto una inmensa e irrepetible obra de grandeza para la historia y desarrollo de nuestra humanidad independientemente de la perspectiva desde donde se mire. Y si a alguien le ofende o siente vergüenza por ello, ya sabe: reclamaciones al maestro armero o, si resulta más sencillo, a seguir nutriendo su ignorancia con los falaces postulados de turno.

Hablamos, hemos de reconocerlo de pie y henchidos de admiración, de lo que era el mundo en la Edad Media y en lo que evolutivamente se convertiría con el paso de los siglos y el imponente despliegue de medios y acciones de nuestra gran Nación. Al César lo que es del César.

El documental «España, la primera globalización» nos presenta una doble vertiente. Por un lado, la de los nostálgicos recuerdos para los que somos conocedores y aún nos enorgullecemos de las grandes gestas de España como aquel Imperio que, en extensión y poder, no tenía parangón en el orbe hasta el punto de no ponerse el sol en sus vastos territorios. Por otra parte, el histórico y educativo enfoque que tanto nuestros alumnos de jóvenes generaciones y los habituales consumidores de odio han de conocer desde una atalaya alejada de la mentira y, con rigor académico, sustentada en la verdad histórica que combate a «hunos» y «hotros», los de dentro y los de fuera.

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Aunque pueda ser una pesadilla para muchos, nacionales y foráneos, la Historia de España no admite dudas a pesar de un destacado grado de complejidad por su grandeza y el relato antagónico que, como un martillo pilón, se ha preocupado única y exclusivamente de percutir contra el enemigo a batir, nosotros, como fiel reflejo de la impotencia de naciones a las que, paradójicamente, no se les ha aplicado la misma vara de medir en juicios ad hoc exentos del trato y esa persistente intensidad inquisitorial derrochada contra España. 

Seguramente, ha sido cuestión de intereses creados, de esa contagiosa envidia que corroe a todo aquel que la utiliza como arma arrojadiza contra sus enemigos. Y, sin duda, siempre han proliferado adeptos a este acoso y derribo, a la vil causa de intentar suplantar u ocupar el primer puesto en aquella ejemplar colonización hispana emprendida allende los mares.

Sin embargo, también hubo lugar a las sombras y, para infame consuelo de adictos al odio a España, a la oscuridad cuando nuestros enemigos apagaron la luz de la verdad en un intento de ensombrecer la realidad de unos hechos enarbolando la bandera de la falsedad junto a aliados que, durante siglos, han sabido ver y atacar la debilidad de nuestros regidores a la hora de defender un relato histórico incomparable con el inexistente o de nivel principiante en cualquier otra nación del mundo.

A través de cualificados expertos y la evidencia de rotundos comentarios, el documental arremete contra la propaganda sibilinamente gestada en el mundo anglosajón o los Países Bajos hasta el punto de haber logrado que muchos descendientes de aquellos pioneros y aventureros españoles hayan interiorizado un inconcebible sentimiento de culpabilidad. No cabe la menor duda de que las «aventuras» coloniales de esos archienemigos se aproximan más a la indignidad que a las medallas que pretenden colgarse. Consejos vendo que para mí no tengo.

Además, el humilde y laborioso trabajo del director José Luis López-Linares y las sólidas aportaciones de María Elvira Roca Barea, Pedro Insua o Marcelo Gullo, entre decenas de entrevistados, ofrecen nuevas interpretaciones sobre el período histórico de los Reyes Católicos, la llegada a América y su impacto global, desde Occidente a Oriente, señalando causas y culpables de ese pesebre de hispanofobia del que muchos hacen uso para abrevar su odio y rencor hacia España y su gloriosa Historia con, en muchos casos, el millonario beneplácito de infames subvenciones públicas mendigadas por los de siempre.

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A lo largo del documental, hay ejemplaridad en testimonios y pruebas como el testamento de Isabel I, la labor de Hernán Cortés (y doña Marina) contra los aztecas, los planes de Carlos I en lo referente a los derechos de los habitantes de nuevos emplazamientos, el impecable trabajo jurídico de Francisco de Vitoria, la excepcionalidad del mestizaje, las rutas y viajes de Magallanes y Elcano, la expulsión religiosa de los judíos o los brillantes logros de la Universidad de Salamanca anticipándose a descubrimientos matemáticos, técnicos o científicos que, años después, gozarían de admiración mundial en otros ámbitos como consecuencia de las habituales carencias de gestión y promoción de los «dueños» de nuestros designios.

Al final, la historia ahí está y España contribuyó a escribirla con letras y renglones de oro; con la valía, bravura y determinación de hombres y mujeres que se atrevieron a dar el paso definitivo para que el mundo acortara sus distancias y diferencias, esas que algunos se empeñan a, en pleno siglo XXI, seguir ampliando bajo el sucio, dudoso e infame estigma de la manipulación.