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Aunque en la actualidad se esté celebrando el torneo de Wimbledon, el más importante sobre hierba, este texto no trata de tenis.

El “caso Wimbledon” fue un episodio muy interesante en la jurisprudencia internacional, recogido, entre otros, por el intérprete y traductor Paul Schmidt en su magnífica obra “Europa entre bastidores”[1]. Los hechos pueden resumirse como sigue:

1.- En marzo de 1921, un barco inglés bautizado como “Wimbledon” es contratado por una compañía francesa para transportar material de guerra desde Salónica hasta la ciudad libre de Danzig[2]. Dicho armamento está destinado a las tropas polacas en guerra con Rusia.

2.- En virtud de su neutralidad en el conflicto ruso-polaco, Alemania impide el acceso del buque al Canal de Kiel[3].

3.- Tal decisión motiva la protesta del embajador francés, que exige la revocación de la prohibición de tránsito invocando el artículo 380 del Tratado de Versalles, que estipula específicamente que el Canal de Kiel “deberá estar abierto a los navíos de guerra y mercantes de todos los países en paz con Alemania”[4].

4.- Esta cuestión motiva un litigio que tiene que ser dirimido por el recién creado Tribunal Internacional de la Haya[5]. Recordemos: Por un lado, las obligaciones dictadas a Alemania en el Tratado de Versalles. Por otro, según el Derecho Internacional, “ningún país neutral podía permitir el transporte por su territorio de municiones o armas con destino a un beligerante o de tropas en su apoyo”[6].

5.- El juicio se celebra en 1923 y el 17 de agosto de ese año se pronuncia la sentencia[7]. El Tribunal da la razón a Francia e Inglaterra frente a Alemania, siendo ésta condenada a pagar 140.000 francos en concepto de daños y perjuicios por la demora derivada del desvío del barco, que llegó a su destino teniendo que alcanzar el mar Báltico por los estrechos de Skagerrak y Kattegat[8].

Para muchos se evidenció que leyes básicas del Derecho Internacional podían ser relegadas por unas normas de carácter político tan coyunturales como las impuestas en Versalles. O, si se prefiere, que la Política se imponía al Derecho y Alemania se tenía que doblegar, una vez más, ante los vencedores de la Gran Guerra.

Dejamos al margen que el “Tratado” de Versalles, cuyo estricto cumplimiento invocaban en marzo Francia e Inglaterra a propósito del Canal de Kiel, fue infringido por los franceses el mismo año –siete meses antes– de dictarse la sentencia, al ocupar la cuenca del Ruhr el 11 de enero de 1923.

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Dando un gran salto en el tiempo, un siglo después, el 24 de febrero de 2022, Rusia invade Ucrania tras una escalada en los enfrentamientos entre ambos países iniciada en 2014.

Empujados por Estados Unidos y la OTAN –a su servicio–, España y otros miembros de la citada organización deciden abastecer a una de las partes, Ucrania, con material militar ofensivo, destinado, como es propio de este tipo de armas, a matar. En este caso, matar rusos. Un acto hostil en toda regla contra Rusia jaleado abierta y unánimemente por la prensa y los partidos políticos, y asumido, por supuesto, automáticamente, por esa masa informe conocida como “la ciudadanía”. Con entusiasmo o resignación, pero sobre todo, de forma irresponsable e inconsciente. La idea es sencilla: Rusia es el agresor, Ucrania la víctima. Unos son los malos, y los otros, los buenos.

Por lo visto, parece que nadie se haya parado a pensar que incluso suponiendo que las cosas sean tan simples y que nos asista la razón, toda la razón, o incluso teniéndola, aún así, Rusia podría considerar un acto hostil que España suministre armamento a un enemigo de Rusia en guerra con ésta. Y que, tal vez, Rusia podría actuar en consecuencia. Sin embargo, por algún extraño motivo, nuestra posición en la guerra de Ucrania no genera preocupación entre la población ante una posible represalia. Y esto es realmente curioso, porque hace no tanto la opinión pública “se” movilizaba, precisamente, por lo contrario. Recordemos algunos hechos:

1.- El 11 de marzo de 2004 una serie de atentados en Madrid provocó 193 víctimas mortales.

2.- Tras una intensa campaña de intoxicación[9], muchos españoles interiorizaron que los atentados fueron una represalia por el apoyo del Gobierno de Aznar a la invasión de Irak. La conexión de ambos hechos parecía “lógica” y, aunque no se pudo demostrar[10], al menos una parte de la opinión pública asumió la mencionada secuencia acción-reacción como la explicación más plausible. Así se expresaba no hace mucho Eulogio Paz, presidente de la  Asociación 11-M Afectados del Terrorismo, el 2 de mayo de 2020: “El Gobierno de Aznar, del Partido Popular, de su partido, Sr. Casado, nos llevó a la guerra contra Irak y a cambio recibimos el atentado”[11].

Dejemos a un lado que ahora gobierna el PSOE con los comunistas y separatistas. Los mismos PSOE & Co. que se alinearon bajo la pancarta del “No a la Guerra”[12] cuando estaban en la oposición contra Aznar. Olvidemos que todos ellos alimentaran la idea de la causa-efecto para justificar su asalto al poder en 2004 “explicando” el atentado del 11-M como venganza por la guerra de Irak. Olvidemos todo eso. Y, sin embargo, sorprendentemente, apenas veinte años después de unos hechos que a pesar de todo no podemos olvidar, el caso es que ya no se teme respuesta alguna por nuestra participación en una guerra lejana… Y una desmemoria selectiva impide establecer las mismas conexiones que hace tan poco a muchos parecieron lógicas.

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Qué cosas.

[1] Europa entre bastidores. De Versalles a Nüremberg, 1949, Ediciones Destino, Barcelona, 1952, pp. 22-28.

[2] El pasillo de Danzig permitía la salida al mar de Polonia y separaba Prusia Occidental y Oriental.

[3] Paso que comunica el Mar del Norte con el Mar Báltico atravesando Schleswig-Holstein, al norte de Alemania y sur de Dinamarca.

[4] Parte XII, Puertos, vías fluviales y ferrocarriles, Sección VI, Cláusulas relativas al Canal de Kiel, Artículos 380-386. Artículo 380: “El Canal de Kiel y sus accesos serán mantenidos libres y abiertos a las naves de comercio y de guerra de todas las naciones que se hallen en paz con Alemania, en condiciones de completa igualdad”. Tratado de Paz entre las potencias aliadas y asociadas y Alemania firmado el 28 de junio de 1919 en Versalles. Primera edición española traducida por Enrique Díaz Retg. Editorial A. L. S. A., Barcelona, 1919, pp. 303-305.

[5] Tribunal Permanente de Justicia Internacional, creado en 1921.

[6] Convenio V de la Segunda Conferencia de Paz de la Haya del 18 de octubre de 1907, Capítulo I, De los Derechos y Deberes de las Potencias Neutrales, Artículos 1-10: http://www.cruzroja.es/principal/documents/1750782/1852386/Convenio_V_de_La_Haya_1907.pdf/f6d887f7-5270-43cd-8ad7-150142a0bbd7

 

[7] https://legal.un.org/PCIJsummaries/documents/spanish/5_s.pdf

[8] Al norte de la península de Jutlandia.

[9]  José Yoldi, “El juez vincula el 11-M con la guerra de Irak”, El País, 8 de julio de 2006: “Del Olmo […] ha confirmado que el ataque a los trenes fue consecuencia de la participación española en la guerra de Irak”. https://elpais.com/diario/2006/07/08/espana/1152309603_850215.html#?rel=listaapoyo

[10] Fernando Reinares, El Mundo: https://www.elmundo.es/especiales/11-m/investigacion-sentencia/5.html

[11] https://www.elplural.com/sociedad/victimas-11m-contestan-faes-aznar-llevo-guerra-irak-cambio-recibimos-atentado_238817102

[12] A la segunda Guerra de Irak (2003). No así a la primera Guerra de Irak (1990-91), que el PSOE en el gobierno entonces sí apoyó.

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Santiago Prieto