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Si los franceses, al saber del triunfo de Napoleón, en Austerlitz se enorgullecían de ser franceses, nosotros podemos también decir con orgullo: “Hemos tenido el honor de vivir en la España católica de Franco”.

Ideologías y personas son elementos bien dispares… Cada ideología filosófica o gubernativa, siempre habrá que juzgarla bajo el prisa y la norma de las finalidades y principios que defiende y persigue.

La historia es el testigo mejor de esto, cuando no se falsifica.

Si sus intentos desembocan, al fin, en la verdad objetiva (ley divina-positiva), que da paso inmediato a la justicia pública y privada, y que por lógica cosechará la verdadera paz en la tranquilidad de las conciencias -paz de Cristo, que “no es la que da el mundo”, (Jn, 14, y por ende, la verdadera “libertad de los hijos de Dios” (Rom, 8), podremos con toda propiedad aseverar que se trata del sistema perfecto querido por el Creador (primera causa de oda sociedad) para el correcto funcionamiento de dicho colectivo, nacional y mundial.

Si por el contrario, los criterios ideológicos del sistema se oponen a tal ordenamiento trascendente, no pueden menos de conducir al colectivo social al caos de la contradicción práctica, a la descomposición del tejido social y a la inexorable anarquía, por mucho que se disfrace de eufemismo jurídico y en ambigüedades semánticas que no hacen sino enmascarar el fracaso ideológico por estar envenenado en sus cimientos y no poder dar más frutos que los amargos.

La forma de camuflar sus sofismas e ineficacia, en estos casos particulares, es aducir las excepciones de incumplimientos y abusos de casos aislados, que nada tienen que ver con la entereza del guía, caudillo, general o líder representativo, tratando de empañar todo su sistema salvífico a costa del puñado de traidores o aprovechados que a la sombra de la mejor ideología siempre hay, mientras el colectivo se componga de elementos humanos.

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Eso también lo tuvo el Rey de Reyes, y Señor de los Señores, en el reducido grupo de los doce apóstoles y, por ello, no hay objeción a la santísima doctrina cristiana.

Autor

REDACCIÓN