Según relatan sus biógrafos, cuando Josep Pla llegó a Nueva York, en 1954, sus amigos lo acompañaron a visitar las amplísimas avenidas y los innumerables rascacielos de Manhattan. Y, ante el derroche de luces e iluminaciones, exclamó asombrado: “Y todo esto, ¿quién lo paga?”. Hoy, ante el derroche de recursos públicos —tanto crematísticos como no pecuniarios (valores, principios, legalidad, estado de derecho, etc.)— del manirroto Pedro Sánchez, para conservar cuatro años más su poltrona de la Moncloa, los españoles podemos y debemos preguntarnos, como Josep Pla, “y todo esto, ¿ quién lo paga?”. Vayamos por partes y por derecho.
Terminado el escrutinio de las elecciones del 23J y a pesar de haberlas perdido, el psicópata yonqui del poder, Pedro Sánchez, empezó a remover Roma con Santiago para asegurarse cuatro años más en la Moncloa. Para ello, no dudó en dejarse extorsionar por aquellos que tienen la sartén por el mango: los partidos periféricos minoritarios de las mal llamadas CC.AA. “históricas”. Y, por eso, el “inquiokupa” de la Moncloa no sólo ha prometido —aunque todavía no se conoce con exactitud la totalidad de sus concesiones— el oro y el moro a sus extorsionadores, sino que ya ha empezado a pagar alguna de las facturas por su permanencia en la Moncloa. Esto constituye todo un acto de “autonepotismo” (uso del cargo y de los recursos públicos para asegurarse la poltrona de Presidente del Gobierno de España, al margen del principio de mérito y capacidad, y del estado de derecho). Sin ánimo de ser exhaustivos, ilustremos lacónicamente algunas de las contrapartidas de Pedro Sánchez a sus extorsionadores.
Las concesiones de Pedro Sánchez a los chantajes nacionalistas
Conocido el escrutinio de las elecciones del 23J, los nacionalistas periféricos (EH Bildu, PNV, ERC, Junts, BNG) vieron, en la necesidad de apoyos de Pedro Sánchez para mantenerse en la Moncloa, la gran ocasión para dar jaque mate al Estado de derecho y a la unidad de España. Y no la dejaron escapar, reuniéndose con el “inquiokupa” de la Moncloa en diferentes patios de Monipodio.
Sin entrar en detalles, en estas rufianescas reuniones, Pedro Sánchez hizo una serie de promesas no pecuniarias a Cataluña. Por un lado, prometió una “ley de amnistía” para todos los implicados en el proceso independentista de Cataluña y en el golpe de estado de octubre de 2017. Además, se comprometió a propiciar un “referéndum de autodeterminación” de Cataluña, así como una “ley lawfare” para meter en cintura al poder judicial. Por otro lado, ofreció un “trato singular” o “relaciones bilaterales”, con mediadores nacionales o internacionales, que implica el reconocimiento del estatus de nación para Cataluña.
Ahora bien, el derrochador Pedro Sánchez también ha empezado a aflojar los cordones de la bolsa de los recursos públicos para gastar, como dicen en El Bierzo, a grifo abierto y atender al chantaje de sus extorsionadores. Citemos, a título ilustrativo, algunos de estos chantajes.
En primer lugar, está la compra de pinganillos, para que los diputados puedan hablar en euskera, gallego y catalán en el Parlamento. Esta medida fue ilegal, ya que se implementó antes de que se modificara el Reglamento del Congreso. Fue, además, una medida discriminatoria para los diputados que han mostrado el deseo de hablar en aragonés, asturiano y aranés. Por otro lado, carece de toda lógica y no tiene nada que ver con las necesidades comunicativas. En efecto, se va a traducir del catalán, euskera y gallego al castellano. ¿Y por qué no, si hubiera un real problema de comunicación, del vasco al catalán y gallego; o del catalán al vasco y gallego; o del gallego al catalán y vasco? Todo esto es un despropósito, un simple postureo y un despilfarro de recursos.
En segundo lugar, está el peaje frustrado del estatus del gallego, vasco y catalán como lenguas cooficiales de la UE, exigido por Junts. Para vencer la lógica resistencia de la UE, España se apresuró a prometer que asumiría el coste: unos 132 millones de € anuales. Pero, ni por esas. Para la UE, se trata de una propuesta precipitada, no argumentada y algo que no es urgente ni prioritario.
Debemos citar también la red de embajadas(?) de Cataluña por el ancho mundo. Después del cierre provisional, con la aplicación del art. 155 de la Constitución, la Generalidad de Cataluña ha vuelto a las andadas, reabriendo y ampliando aún más la red. La última, en noviembre de 2023, en Corea del Sur. Y en estas fruslerías se fueron, en 2021, más de 90 millones de €.
Por otro lado, hay que referirse a los derroches económicos, durante más de 40 años, por mor de la normalización(?) lingüística del sistema educativo y de la sociedad catalana, mediante la “inmersión lingüística”. ¡Tantos recursos humanos y económicos gastados en este capítulo para que, al cabo de varias décadas, los resultados positivos no se vean por ningún sitio, pero sí los negativos! En efecto, según los sucesivos informes PISA, así como las evaluaciones nacionales y catalanas, las competencias lingüísticas en castellano y catalán, los niveles en lecto-escritura, en matemáticas, en conocimientos enciclopédicos, etc. dejan mucho que desear. A lo que hay que añadir el lógico fracaso y abandono escolares, la repetición de curso, etc.
Para no cansar enumerando otros muchos despilfarros económicos, es obligado subrayar la condonación (15.000 millones de €) de una parte de la astronómica deuda (450.000 millones de €) de Cataluña, hija pródiga donde las haya. Y, por supuesto, hay que citar el maná de los fondos “Next Generation” de la UE: Cataluña, como no podía ser de otra manera, ha sido la primera receptora (hasta ahora, el 18% del total de los fondos para España).
Ante este derroche de recursos públicos y como reza ese aforismo popular del “culo veo, culo quiero”, las otras CC.AA. díscolas no han dudado en exigir el mismo trato dado a Cataluña. Y no sólo eso. Como uno de los hermanos Marx que siempre quería “dos huevos duros más”, también han aumentado y diversificado, conociendo el talón de Aquiles de Pedro Sánchez, las exigencias-chantajes.
Y todas estas extorsiones, ¿ quién las paga?
En la lista inconclusa de concesiones (cf. “ut supra”), unas son despilfarros de cuantiosos recursos públicos, despilfarros que fragilizan y contribuyen a poner en entredicho las cuentas públicas y el estado de bienestar. Otras (amnistía, referéndum, independencia, etc.) atacan las bases del Estado de derecho, lo que provoca un peligroso quebranto de la democracia, de la seguridad jurídica, etc., preludio de todo tipo de arbitrariedades y de un arriesgado cambio de régimen.
“Y todo esto, ¿quién lo paga?”, podemos y debemos preguntarnos. Todo esto lo pagarán los españoles honestos, leales, ejemplares, decentes, virtuosos y respetuosos con la legalidad vigente, víctimas de un “Estado anti-Robin Hood” y de un yonqui del poder. Por un lado, al tener que satisfacer los chantajes de las CC.AA.-hijas pródigas, la inmensa mayoría de los españoles veremos incrementados los impuestos, para hacer frente a los despilfarros, generadores de déficit y de deuda galopantes. Y, por el otro, deberán arrostrar problemas sin cuento al haber sido degradado el estado de bienestar y el estado de derecho, que tanto costaron crear. Como dijo alguien de cuyo nombre no puedo acordarme, “a veces es necesario y forzoso que un hombre se sacrifique por un pueblo, pero nunca que un pueblo entero deba sacrificarse por un hombre”.
© 2023 – Manuel I. Cabezas González
6 de enero de 2024
Autor
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Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas.
Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada.
Departamento de Filología Francesa y Románica (UAB).
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Una de las características de las democracias es la irresponsabilidad total de los gobiernos ante su gestión económica. No rinden cuentas, pueden gastar como jamás lo harían con su propio patrimonio. Y la tendencia, como es de esperar, es al despilfarro electoralista. Se ha intentado establecer, sin éxito, una regla de gobierno consistente en el presupuesto equilibrado (no gastar más de lo que se ingresa), pero no ha funcionado en democracia porque, primero, no garantiza que no se suban gradualmente los impuestos cada vez más (incluso creando nuevos impuestos), y segundo, cualquier excusa ante una recesión, implicaría un aumento de deuda pública que haría insostenible esa regla, pues obligaría a aumentar los impuestos futuros cada vez más. Además, si ocurre lo contrario, que se ingresa más de lo que en un principio se necesita gastar, el excedente no empujará a reducir impuestos o reducir deuda acumulada, sino a aumentar el gasto público. Es una norma en las democracias. Por eso tienden hacia el socialismo, inexorablemente. Además, hay que tener en cuenta que una democracia no sobrevive sin votos. Y los votos no son personas convencidas ideológicamente (cosa imposible), sino compradas, como el cliente compra a la puta (y no pocos votantes alegan que no les queda otro remedio, que si ganan los otros, mueren de hambre. El socialismo genera la trampa mortal de la dependencia sin alternativa). Esa es la trampa democrática que acaba en socialismo (autodestrucción) inexorablemente. Pero esto, a los demócratas, que solo viven para esta vida terrenal, no les importa, por eso sobrevive la democracia. El largo plazo, como afirmaría Keynes, es el plazo en el que todos estaremos muertos, por eso no hay responsabilidad ninguna con respecto al presupuesto público. Y los políticos tienden, como siervos de satanás y mentirosos que son, a no renunciar nunca a obtener el poder, por lo que no pondrán freno alguno a un gasto y unos impuestos crecientes.
La única solución antes del socialismo, que sería la autodestrucción de toda una nación que lo padeciese (la historia está plagada de ejemplos), además de marcar moralmente a generaciones venideras en el sentido más negativo (ej. Rusia actual), sería una INSUMISIÓN FISCAL generalizada, que, obviamente acarreará una muy dura oposición, pero que es estrictamente necesaria. De lo contrario, socialismo y muerte.
INSUMISIÓN FISCAL porque toda la población tiene que poder decidir, sin que otros lo hagan impositivamente sobre ellos, en qué partidas se gasta el dinero que su trabajo ha generado, sea como asalariado, como empleado público o como empresario o profesional. Ha de decidir cada cual de modo responsable, libre, en conciencia y sin imposición de ningún tipo, cuánto paga, con qué periodicidad, a qué tipo de institución paga o a qué partida de gasto público, en qué modalidad paga (efectivo, activos reales o financieros, riqueza o trabajo, a modo de trabajo voluntario sin retribuir). Si la fe se propone, la gestión pública no se impone (de lo contrario la fe es totalmente incoherente. Y a Dios no le agrada la hipocresía). Robar es siempre pecado mortal, ofensa gravísima a Dios haga quien lo haga, el César, el Rey, el emperador, el Estado o el gobierno. Robar no es dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, etc. y por ese proceder deja Dios sentir su Ira sobre las naciones. Por todo ello han de suprimirse todos los impuestos y cotizaciones a la seguridad social (que ha de ser voluntaria). Los impuestos solo generan odio, guerras, sangre, resentimiento, ruptura de naciones, y toda una cantidad enorme de males. Hay que suprimir los impuestos. Y no hay excusa. Los gobiernos, además de las donaciones, pueden subsistir con empresas públicas que operan en sectores estratégicos donde la libre competencia es prácticamente nula (electricidad, combustibles, autopistas, aeropuertos, correos, telecomunicaciones, etc.). De hecho, España, en tiempos de Franco, apenas tuvo impuestos (ni IRPF, ni Sociedades, ni Sucesiones y Donaciones, ni IVA, ni muchos otros que hoy sí que padece la población como un robo intolerable).
Sustituir impuestos por donaciones (caridad cristiana exigida por Dios mismo) somete a los gobernantes a una fuerte restricción presupuestaria, a un límite verdadero de su poder y a un escrutinio de los donantes (población general), que ante una mala gestión de sus donaciones, optarán por otro gobierno. Sin ser este sistema perfecto (la cizaña de la tierra nos acompañará hasta el fin del mundo), al menos, introduce un elemento de libertad, garantía frente a la opresión y de control del poder por parte de toda la población (y no al revés, una población esclava y partidaria con sus votos de la esclavitud en la trampa democrática y socialista), no de grupos de presión que siempre buscan su propio interés (partidos políticos) a costa de los demás, incluso aunque intenten engañar a los demás con lo del «bien común» (no hay más bien común que la fe en Cristo, pero no hay mayor don de Dios despreciado, por desgracia. Y bien que lo saben teólogos, papas, cardenales, obispos, curas y toda persona con sentido común. El bien común verdadero es el amor a Jesucristo Nuestro Señor, pero convénzase de ello a la cizaña de la tierra…). Además, sustituir impuestos por donaciones hará que la población no sea tan irresponsable y tan hipócrita. La caridad cristiana jamás estuvo proscrita en lugar y tiempo alguno. Y todo el mundo puede ser caritativo, porque todos vivimos gracias a la infinita caridad que Dios tiene con nosotros.
Por todo ello, no queda más remedio que recurrir a la INSUMISIÓN FISCAL generalizada, para transigir a esa convivencia sin robo como forma de vivir.
Esto de la INSUMISIÓN FISCAL dirán la inmensa mayoría que es una locura, propio de lunáticos, algo así como apagar el sol. Pero no se dan cuenta que en algún momento en un futuro cercano, siguiendo la tendencia actual, el estado dará de quiebra, porque el banco emisor no pagará las pensiones indefinidamente, y entonces sí que tendremos un problema de quiebra, pues la recaudación no puede subir indefinidamente. La gente dejará de trabajar, se cerrarán empresas, porque nadie quiere trabajar como un esclavo para pagar los votos de los poderosos con su dinero, con el dinero obtenido con el sudor de su frente. El socialismo es hambre y miseria generalizada, no respeta incentivo alguno a trabajar ni a hacer las cosas bien y mejor.
Ya se han dado múltiples casos en toda la historia de INSUMISIÓN FISCAL. España perdió Portugal e Hispanoamérica (excepción de Cuba, Filipinas y Puerto Rico), por culpa de la presión fiscal creciente de corruptos válidos y políticos. UK perdió USA por lo mismo. Los impuestos han generado guerras y ruptura de naciones, desincentivo a salir de la pobreza, hambre, muerte, opresión… Lo del «estado del bienestar» es una estafa propagandística que ha costado sangre y muerte silenciada interesadamente para enaltecer a los privilegiados que sí han logrado ese tan aclamado «bienestar», casi todos adscritos a sindicatos, patronales, partidos políticos y logias de la satánica masonería. Todo el mundo lo sabe. Y detrás de lo que hay en Cataluña actualmente no es patriotismo «catalán», cosa ridícula por otra parte (el que no ama a su patria, en este caso España, no ama a ningún terruño, por mucho que diga y alegue haber nacido en él y hablar otra lengua toda su vida. Eso será malquerencia del paleto acomplejado o del cacique corrupto, pero no patriotismo. Si no se quiere a España, ni se quiere a Cataluña, ni a Gerona, ni a Palamós, ni a nada de nada). Lo que hay detrás del antiespañolismo catalán y vasco también, durante décadas, es interés puramente económico que implica no pagar impuestos al resto de España por parte de esas dos regiones que han logrado su riqueza gracias al esfuerzo de siglos de todos los españoles, que ahora se vuelven contra quienes les han promovido a su riqueza actual. Esa es la madre del cordero y no parafernalias subvencionadas con esteladas ni ikurriñas.
Así que INSUMISIÓN FISCAL o que todo el mundo se atenga a las consecuencias. El pan para hoy y hambre para mañana no es solución.