17/05/2024 07:18
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Las clases inductoras y toda clase de megalómanos y paranoicos opulentos, forman un Entramado que financia a dos bandas: izquierdas y derechas. Un estáblismen que comercia con la guerra y que por eso mismo considera la paz como un desastre. Ni la paz ni la salud interesan a los vendedores otánicos de arengas ni a los profesionales del mal.

Sin duda, resulta difícil acabar con las telarañas propagandísticas o ideológicas de estos oligofrénicos orgullosos de serlo, y conseguir que se vaya abriendo paso la verdad, pero por más que se ofrezcan máscaras doctrinarias que embellezcan las intenciones, al final aparecerán ante los ojos de todos, incluso de los más ciegos, sus auténticos manejos y objetivos. Ojalá que cuando esto ocurra no sea demasiado tarde.

Este período histórico dominado por el Imperio Profundo es una época de crisis que afecta al hombre en todas sus actividades – políticas, económicas, sociales, sanitarias, culturales, religiosas- y en toda su individualidad, en lo más hondo de su sensibilidad, de su esperanza y de su voluntad. Una crisis permanente, con cambios más o menos intensos y disimuladores, que no varían la tendencia pero que permiten la coexistencia de propensiones contradictorias no sólo en los propios individuos, grupos sociales y Estados, sino en el mismo Occidente e incluso en el mismo planeta.

Este Imperio Profundo o NOM ha surgido con aspiraciones decididamente ecuménicas y se ha implicado en una lucha sin cuartel contra las personas, los cuerpos, los géneros, las clases sociales, la religiosidad, incluso contra las soberanías ciudadanas y estatales. Es una batalla -bélica, ideológica y sanitaria- encarnizada, inclinada hasta ahora a favor de los psicópatas, porque a la humanidad, previamente adormecida mediante los cantos de sirena del hedonismo, le ha pillado de sorpresa, y aún no sabe si es mejor entregarse a la cultura tanática preconizada por los globalistas o rebelarse.

Nada hay menos universal que lo llamado cosmopolita o globalista. En las entrañas de las cosas, y no fuera de ellas, están lo eterno y lo infinito. No sabemos cómo se irán desarrollando los acontecimientos, ni si, como tienen programado los nuevos demiurgos, este gran salto hacia el vacío llevará incluso a la mutación de la especie, pero lo que sí nos tememos es que se efectuará, a favor de unos u otros, en medio de sangre, angustias y lágrimas, sin esperanzas ni alegrías.

La prueba más actual la tenemos en la llamada guerra de Ucrania. A los provocadores que integran el Partido de la Guerra Permanente, no les importa nada el pueblo ucraniano, ni el pueblo ruso, pues según sus cálculos en este planeta sobramos tres mil millones de seres humanos. Por eso Rusia no está luchando contra Ucrania, sino contra la OTAN, que es el instrumento bélico del NOM. Hay que tener claro que esta guerra no es sólo militar, sino sobre todo ideológica. Se han enfrentado dos modos de entender la existencia y el mundo. La pugna, hoy, aunque se efectúe mediante maquinarias de guerra, es una lucha del Bien contra el Mal.

En el conflicto ruso-ucraniano se oponen dos formas distintas de entender al individuo y a la humanidad: los creadores contra los destructores; la prudencia contra el resentimiento; la Verdad contra la Mentira. Lo que en Ucrania se está dilucidando es la capacidad de resistencia del mundo tradicional ante el decidido embate de la postmodernidad. Al precio de la sangre rusa y ucraniana, es decir europea, lo que las agendas globalistas están probando es si el hombre acepta o no la camisa de fuerza que le impone el Sistema. Y, en caso favorable, si se conformará con convertirse en un desclasado o exiliado existencial, o habrá que eliminarlo.

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Dejando al margen las inevitables contingencias sociopolíticas, las miserables adherencias temporales de toda biografía humana y de todo interés geopolítico, hoy Rusia representa, con su líder Putin, una luz en la oscuridad para todos aquellos seres humanos que alientan un mínimo sentido de la dignidad y de la libertad. Hoy, Europa, es deudora de Rusia, sin que la mayoría de sus ciudadanos lo comprendan; ítem más, con la mayoría de sus ciudadanos imprecándola. Porque la ciudadanía europea actual es un producto LGTBI. Algo monstruoso, dada la perversión de su significado.

Y ello, porque, en su mayoría, la actual sociedad europea no entiende la rebeldía sociocultural como un signo de prestigio o incluso de romanticismo, como podía ocurrir antaño, sino que, gracias a su naturaleza materialista, calculadora y hedonista, cualquier acto revolucionario contra el engranaje colectivo despierta absoluta indiferencia o desprecio. El instinto de rebaño, el miedo a la miseria, a la marginación o a la soledad pesan en ella más que su sentido de la libertad.

El caso es que el objetivo primordial del NOM consiste en transformar al ser humano de sujeto a objeto. Lo único que interesa al nuevo orden es el ejercicio utilitario de las multitudes que sobrevivan al programado genocidio, formadas por individuos previamente desnaturalizados.

Los seres humanos tendrán que perder su cualidad de personas para convertirse en instrumentos. Porque han sido desposeídos de su dignidad, de su albedrío. Para el nuevo orden el hombre sólo existe si se deja programar para provecho del Sistema. Es decir, sólo sobrevivirá si se deja utilizar por sus amos como función, admitiendo con ello su propia desnaturalización.

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Es obvio que estos dementes y desviados que nos dirigen, con el viento de la impunidad en la popa y a velas desplegadas, están dispuestos a no cambiar de derrota y a llevarnos así hasta el extremo de su locura, que no puede ser otro que el de arrojarnos contra los arrecifes. En ese mundo al revés que quieren implantar te están imponiendo ya por ley, amable lector, qué debes decir, qué debes hacer, qué debes pensar y hasta qué debes ser.

Y en el elenco de este drama creado por maníacos y ejecutado por vesánicos u oportunistas sin escrúpulos, figuran tus reyes, jueces, militares, educadores, sanitarios, informadores e intelectuales áulicos, todos ellos representando su papel al gusto de los libretistas, bien como primeros actores, caricatos, bufos, damas viejas o jóvenes, histriones o comparsas.

Los constructores del NOM han impuesto al hombre un nuevo destino, una nueva existencia. Y para sobrevivir en ella ha de olvidarse de que es portador de valores eternos: religiosos, morales, intelectuales y humanos. ¿Está el ser humano actual dispuesto a acogerse a la amnesia requerida? Esa pugna es, en el fondo, más allá de lo económico y de lo geopolítico, lo que representa el conflicto ruso-ucraniano.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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José Luis Fernández

Una cosa es el Nuevo Orden Mundial (NOM), que fue propuesto por el Presidente de EEUU George Bush (el padre del otro Presidente Bush) después de la disolución de la Unión Soviética, y otra cosa es el marxismo cultural del cual han surgido tanto la ideología LGTB como la ideología woke.
El conflicto en Ucrania ha sido instigado por los neoconservadores, que actúan dentro del Departamento de Estado de EEUU como un «estado profundo» y que influyen sobre las decisiones de los Presidentes norteamericanos en cuestiones de política exterior (sobre unos, como Biden, más que sobre otros, como Trump).
A Europa no le interesa seguir a ciegas la enloquecida estrategia de EEUU que consiste en desangrar a Rusia utilizando como títere al Presidente de Ucrania. Si la Unión Europea fuera un estado soberano tendría la fuerza necesaria para oponerse a los dictados de EEUU y para dejar claro que no le interesa tener a Rusia como un enemigo sino como un socio comercial y, si fuera posible, como un aliado, sin que eso significara romper los lazos históricos y culturales que nos unen a los europeos con los norteamericanos.
No tenemos que perder de vista que la principal amenaza para la supervivencia de la Europa de raíz cristiana no viene de Rusia sino de los paises islámicos, desde Turquía hasta Marruecos, y todos los paises de religión cristiana (tanto los católicos, como los ortodoxos y los protestantes) debemos unir nuestra fuerzas para hacer frente al desafío que se nos va a presentar en un futuro no demasiado lejano.

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