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Corría marzo de 2020 y éramos libres y aún no conocíamos el miedo. La inconsútil dictadura del terror estaba por venir y entonces todo cambió súbitamente y un proyecto de ingeniería social y control mental sin precedentes comenzaba a ponerse en marcha. El primer Golpe de Estado global jamás perpetrado, legando una Nueva Normalidad delirante y un Gran Reseteo aberrante. Iniciando un punto sin retorno que nos haría elegir: o “conspiracionistas” (véase el excelente Manifiesto Conspiracionista) o integrados. Con la publicación del último libro de Frank G. Rubio, Pensamiento envenenado. Covidistopia y Estado Terapeutico (editorial Manuscritos, 2023), llega la obra de referencia en nuestra lengua para los primeros.
“Nos encontramos en los inicios de una crisis de gran magnitud, similar a la que tuvo lugar entre 1914 y 1945”
Sin ambages de ningún tipo: todo en nuestro mundo es ya una distopía. Hemos sufrido una labor de gestión del comportamiento colectivo –en plata: manipulación– nunca antes proyectada. Tras el confinamiento pleno a lo largo de más de tres meses de un tercio de la población mundial, la paranoia y la inteligencia se han vuelto indisociables. La mayor parte de la prensa eligió su bando: el de la propaganda; en el camino, casi la totalidad de la población se sumió en un pozo de mentira del que aún sigue sin retornar. No sólo en ese aspecto la situación se asemejó a lo ocurrido en 1914: el virus como guerra y la información elevada a la categoría de arma. También nosotros estábamos en un ambiente de pre-guerra, sin saberlo; solo que antes de Ucrania, llegó la guerra interna, silenciosa, de las noticias; campo de batalla programado contra los enemigos de la versión oficial: los autodenominados “verificadores” versus los mal llamados “negacionistas”. Esgrimiendo, desde el poder político y financiero, las peores artimañas que el mundo Occidental ha visto desde el estalinismo y el mccarthismo: represión líquida pero una vez más implacable.
“Todo comienza a ser terrible y al mismo tiempo risible”
Nadie, apenas un puñado de alternativos, parecía estar en el bando de la valentía y la verdad. Sus nombres son conocidos en el mundo de la disidencia: Fernando Paz, Fernando Genovés, Ernesto Milá, Fernando del Pino Calvo-Sotelo y Fernando López-Mirones, entre otros. De entre todos ellos, Frank G. Rubio destaca ahora como “enemigo público número uno” por haber escrito la obra más redonda sobre la pandemia. No está solo en su bando: Peter Handke o Giorgio Agamben han señalado igualmente la desnudez del Biopoder. Desde un marco intelectual propio, utilizando una terminología no poco novedosa, escapando de cualquier camarilla insulsa y limitada de esas que tanto abundan en estos días de disidencia paniaguada y ramplona. El pensamiento envenenado no puede ser combatido con más pensamiento envenenado, sino con un derroche de libertad, inteligencia y rigor.
“Haber aguardado meses para escribir este texto me ha permitido tomar una distancia más que necesaria y poder acceder a nuevos y decididos datos”
Recuerdo llamar por teléfono a mi tío, el editor Francisco Arellano, en junio de 2021. Yo acababa de empezar a escribir en prensa digital y le solicitaba el teléfono de un amigo y colaborador suyo, Frank G. Rubio, con el que llevaba coincidiendo años en los actos de La Biblioteca del Laberinto S.L., y que yo había redescubierto en los últimos meses por sus lúcidos artículos sobre la COVID, en un tiempo y un país donde reinaba la más neblinosa espesura de la sombra. Más tarde, en diciembre de 2022, fui yo el que llamó a Frank G. Rubio para confirmar la inesperada noticia con la que nos despertamos ese día: Francisco Arellano había muerto en el Hospital Universitario La Paz. Al primer ingreso hospitalario de semanas atrás se le había sumado un nuevo ingreso, fatal, a causa del Coronavirus… Una negligencia (¿?) médica (que) le costó la vida.
“Estamos ante un nuevo totalitarismo, como lo fueran el comunismo y el nazismo”
Los artículos de Frank G. Rubio me llevaron hasta él. Esos mismos artículos que, revisados y seleccionados, componen la segunda parte de Pensamiento envenenado. Covidistopia y Estado Terapeutico. Me atrevo a decir que en esas páginas están algunos de los momentos más lúcidos del pensamiento contemporáneo: “Hemos iniciado el tránsito hacia una postdemocracia científica en la cual la política deviene superflua. La emergencia de la Nueva Atlántida requiere miedo inducido y uso sistemático del marketing y la propaganda para mejor llevar a cabo la demolición controlada de las naciones. Son esenciales la destrucción económica y psicológica de los habitantes”. En apenas 300 páginas el autor es capaz de sintetizar una investigación que, tanto en el aspecto de la documentación como en el de la metapolítica, a otro le hubiera llevado al menos el doble de espacio en lograr lo mismo.
“Todo en gran medida es parta ya de un vasto simulacro”
La primera parte del libro es un profundo estudio sobre la realidad que hay detrás de la vacunación masiva de la población y de la brutal imposición de confinamientos a lo largo y a lo ancho del mundo. Establecer una dictadura de terror, generar servidumbre estatalista, empobrecer a la población o crear un marco de mentiras generalizadas son solo algunas de las técnicas que Frank G. Rubio desgrana en su libro, haciendo gala de una amplia documentación —generalmente, informes médicos trazados por figuras de la talla del Premio Nobel Luc Montagnier—, una prosa refinada y personal, y sobre todo un sentido del humor mordaz y corrosivo que recuerda la obra satírica de Quevedo sin empequeñecer un ápice. Contar la verdad, confirma la lectura del libro, no está reñido con provocar las más salvajes carcajadas. El arte del insulto persiste, y esa es una de las pocas noticias positivas que tenemos.
“La deshumanización generalizada de las prácticas médicas ha sido uno de los vectores básicos que han posibilitado una auténtica e injustificada mortandad”
La fórmula de la “sociedad abierta” (K. Popper) para mejor imponer la “Doctrina del Shock” (N. Klein) es muy sencilla: crisis económica, debilitamiento inmunológico, aceleracionismo tecnológico y un incremento drástico del control. Todo ello ha confluido en la maniobra del Coronavirus, la primera pandemia de cuya existencia se ha tenido que convencer a la población construyendo un relato “sentimental” mediático donde las imágenes directas de lo ocurrido jamás se han emitido. Entre la caída de la URSS y la Guerra de Ucrania, el enemigo principal del atlantismo anglosajón ha sido interno; con el 11S mediante –si bien la tupida red de control es anterior–, los atentados de autoría cuestionable en suelo occidental han aumentado, y a la alerta antiterrorista del capitalismo de la vigilancia le siguió la alerta virológica del Biopoder en curso. Sea efecto de la paranoia o fruto de los investigadores de lo que subyace al Simulacro, han sido los “conspiracionistas” aquellos que han sufrido el exilio interior forjado a base de “pasaportes covid” y demás estigmas equivalentes.
“La covidstopía es posible gracias a la corrupción de las instituciones globales, la promoción de datos falsificados, una ciencia fraudulenta al servicio de las corporaciones farmacéuticas y de determinadas políticas de Estado, junto con la difusión de propaganda a gran escala”
El pensamiento envenenado que da título al libro es precisamente lo que permite el establecimiento de una Covidstopía sustentada en el relato falso de los mass media y la falsa custodia de un Estado terapéutico, cuyo modelo y dirección es, no lo olvidemos, el Sistema totalitario chino: “La memoria es corta y las masas viven sumidas en una intensa ahistoricidad, sometidas mediante el trance hipnótico televisivo al pensamiento único (incluyendo el izquierdismo que se ufanaba de combatirlo) o enervadas, en el caso de sus más bisoños representantes generacionales, con la mostrenca interactividad de los videojuegos y las redes sociales. Los cuadros dirigentes medios, incluso los altos, entregados a un actualismo en el que el componente mediático también es decisivo, custodian la Granja como podrían hacerlo perros y gatos. Nos vamos a enterar si queremos participar en una guerra de verdad”. En nuestras manos sostenemos, sonrientes, la Historia de la pandemia contada por su satánica majestad el diablo.
“Cuando tomemos conciencia de que vivimos como colectivo en la estela de un gran fracaso, y que este fracaso es el de la Modernidad, entonces será probablemente ya demasiado tarde. El secreto y exigencia de nuestro siglo, desarticulado en un magma de tiempo pulverizado por nuestra fusión con lo virtual, es el terror… Ninguna otra cosa le corresponde a esa marioneta del Día Anterior que es el último hombre”
Nuestro actual paradigma está conformado por el Biopoder; y ante todo ha sido esculpido a su antojo. La biología, a estas alturas –y como antes ocurrió con la sociología o la estadística–, es más una ideología que una ciencia “social” o moral. Los enemigos de la verdad en nuestros días son de sobra conocidos: Anthony Fauci, Fernando Simón, Bill Gates, Salvador Illa, George Soros, Klaus Schwab y tantos otros. Pero Frank G. Rubio, algo así como un Robert Anton Wilson español –e incluso, en cuanto que profeta “patafísico”, un Guillaume Faye que no teme decir lo que piensa, ni se esconde detrás de pseudónimo alguno para abrir fuego contra los mayores sinvergüenzas de nuestro tiempo–, demuestra saber bien que estos siniestros fantoches son meros “engranajes” de lo que se avecina: la Tercera Guerra Mundial, la imposición del IV Reich “salvífico” y pacificador, y una Parusía realizada a modo de Simulacro para mejor imponer la vuelta de los Descatalogados a los mandos del orbe… Aunque para saber más acerca de qué hablamos cuando hablamos de los Patrocinadores o de los citados Descatalogados, no tendrán otra que leer el libro. No se preocupen: lo terminarán de un tirón, y después no podrán volver a dormir tranquilos en mucho tiempo.
“La Ciencia ha adquirido entre nosotros, los ciudadanos del siglo XXI, un estatuto que para sí habrían querido los teólogos medievales y la gente que se servía de ellos para sus enjuagues y fines”
(El autor, por cierto, estará firmando ejemplares en la Feria del Libro el viernes 9 de junio; y presentará la obra en el Café Ajenjo de Madrid el jueves 15 de junio.)
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¿La distancia se «toma»? Puede, yo jamás me he expresado así ni he sentido la menor necesidad de ello, dada la riqueza y variedad de verbos adecuados. Sí estoy razonablemente segura de que no existe algo llamado «decidido dato». Usted debería recordar «haber llamado por teléfono» porque si recuerda «llamar por teléfono», es porque va a tener que hacerlo. Y lo dejo ahí, agotada ya con unos ridículos párrafos, porque yo no sé de qué planeta han salido ustedes, que se expresan en camelo con tanto desparpajo, si bien, dado que ya son mayorcitos ( y con tíos editores ), alguien más malicioso que yo lo calificaría de negligencia ( pues a nadie se le ocurriría pensar en la desfachatez, ¿verdad? )
La distancia se puede «tomar» como se puede «mantener» o «guardar».
Mi abuela falleció hace muchos años pero yo «recuerdo estar a su lado». No se me ocurría decir «recuerdo haber estado a su lado».
Lo de «decidido dato» sí reconozco que me rechina un poco pero es una licencia que se puede conceder sin necesidad de ponernos estrictos cual profesor de lengua enfadado con el mundo