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El título de esta semblanza juega, a propio intento, con el equívoco. Al ser la lealtad una virtud que encarece el amor de un hombre y una mujer, podría creerse que se trata de una historia en la cual el amor es sublimado por la lealtad.

Y sin embargo se trata, como comprobará el lector, de algo diametralmente distinto: es la grandiosa y titánica lucha de un hombre que debe elegir, entre su gran amor, y la lealtad debida. Entre el corazón y la razón. O dicho de otra forma, entre el amor y el honor.

El dramático desenlace pondrá en evidencia la talla moral de Luigi Gatti, ejemplo que además de suscitar admiración, como cualquier otro hecho histórico de abnegación sublime, es un ejemplo más necesario hoy que nunca en una España que ha olvidado o ha renegado de las lealtades debidas.

Si hace más de dos mil años, los historiadores romanos dejaron constancia a sus coetáneos de la admiración que les producía la que llamaron Fides Ibérica –la lealtad al caudillo– profesada los pobladores de Hispania, parece oportuno que sea ahora la historia de este «romano» del siglo XX (en el concepto histórico, porque había nacido en Milán) la que sirva de ejemplo a los españoles del siglo XXI de esa fides que han olvidado, y que tan grande hace a los pueblos, causando admiración y respeto en todo hombre cabal a lo largo de la historia.

Matilde Tomassi

Gral. Alfredo Gatti

Luigi Gatti Tomassi nace en Milán el 18 de julio de 1913. Hijo de Alfredo Gatti (militar profesional, que llegó a general de división del ejército italiano y fue Gobernador Militar de Nápoles) y de Margarita Matilde Tomassi, nacida el 10 de julio de 1885.

Como puede comprobarse en la abundante documentación que conservan sus hijos. Luigi Gatti estudió derecho e ingresó en el ejército. Era un consumado atleta que practicaba numerosos deportes. Con tan solo quince años arriesga su vida y salva de morir ahogados a dos bañistas que estaban siendo arrastrados por la corriente según consta en un Attestato di Benemerenza fechado en Pesaro el 8 de julio de 1928 y por lo que el ministro de marina le concede una condecoración fechada en Roma el 29 de abril de 1930. Igualmente entre su documentación figura el diploma de concesión por Mussolini de la Medalla al Mérito Deportivo firmada en Roma el 17 de septiembre de 1939. En su extenso currículo deportivo, figuran también numerosos premios y participación en eventos, como el atlético de Budapest el 15 de junio de 1930. También asiste a diversos cursos de perfeccionamiento donde de forma sistemática obtiene la calificación de ottimo y ottimo con elogio.

Felicitación por un salvamento

Por otra parte, también consta en el diploma de concesión de la Estrella al Mérito Deportivo que era –como ya se ha dicho– un deportista consumado y muy completo pues se consigna que: practica atletismo, esgrima, remo, equitación, ciclismo, motociclismo, automovilismo y es piloto aéreo.

Como licenciado en derecho, se integra en la milicia universitaria, siendo clasificado el primero del curso para oficial bersaglieri. También se gradúa en ciencia social y política, con la máxima calificación y obtiene las más altas notas en jurisprudencia. Pero además Luigi Gatti, aún tiene tiempo a pesar de su juventud, para colaborar en varias publicaciones como «Il Pópolo `Italia» periódico que fundó Benito Mussolini tras ser despedido en 1914, como director, del diario «Avanti!» que era el periódico oficial del Partido Socialista italiano.

En 1936 Luigi Gatti llega a España formando parte del Corpe Truppe Voluntarie (Cuerpo de Tropas Voluntarias, conocido por el acrónimo CVT) llegando a Cádiz con el primer contingente de unos tres mil hombres, al que pronto se sumarán otros cuatro mil, además de material de guerra. Incluidos artillería de campaña, auto ametralladoras y aviones.

Luigi Gatti durante la guerra española

Es preciso decir que, a mediados de octubre de 1936, dos meses antes, ya habían desembarcado en Alicante los primeros contingentes de las Brigadas Internacionales (concretamente el día 12 de octubre) y el Gobierno de la República había elegido Albacete como base para organizarlas, por su mejor situación en relación con los diferentes frentes en que se combatía.

También es importante anotar que el 22 de octubre ya estaba constituida en Albacete la primera Brigada Internacional, denominada «IX Brigada Mixta» y que a principios de noviembre ya estaban formadas y equipadas dos: la IX y la XI. De hecho, el día 7 de noviembre, las Brigadas Internacionales tras desfilar por Madrid, comenzaron su despliegue para defender la Capital. Precisamente el día que se inician las «sacas» y subsiguientes matanzas de los presos confinados en las cárceles de Madrid.

Las tropas italianas del CTV se estrenan en Málaga y se estrellan en Guadalajara.-

Desembarcado en Cádiz con los primeros contingentes italianos, el teniente Gatti participa en la toma de Málaga. Fracasado el asalto a Madrid por la llegada de las Brigadas Internacionales, el mando nacional decide una operación que le permita recuperar la iniciativa, y aprovecha la llegada de los contingentes italianos para acometer la toma de Málaga.

Diploma de concesión de la Cruz de Guerra a Gatti

Se ha tratado de saber dónde estuvo encuadrado el teniente Luigi Gatti y cuál fue su participación en la batalla, pero hasta la fecha no ha sido posible encontrar en el Archivo Militar de Ávila algo similar a su hoja de servicio. Tal vez se pudiera hallar en Italia algo parecido a la «declaración jurada de vicisitudes» que forma la esencia de nuestras hojas de servicios. Pero aunque ello pueda ser muy interesante para trazar su biografía, excede de la intención de esta semblanza. Igual podría decirse de la falta de información sobre su presencia en la siguiente batalla de Guadalajara (8-22 de marzo de 1937) a la que se hará referencia más adelante. Pero esto no es relevante pues la esencia de estas líneas es de caracter humano, no militar.

En esta primera intervención del contingente italiano durante la toma de Málaga ya surgieron las primeras reticencias españolas hacia las tropas que, de manera tan generosa, venían en su ayuda.

No obstante, la encomiable ayuda que venía a prestar el CTV, la arrogancia de los italianos dio lugar a los primeros desencuentros con los nacionales. Ciertamente es disculpable que los integrantes del CTV se sintieran orgullosos de “su victoria” en la primera acción en que tomaron parte, rememorando sin duda el famoso vine, vide, vincit de Julio César en las Galias. Pero no cabe duda de que esta actitud molestó sobremanera a los españoles.

Si la toma de Málaga fue la entrada en combate del CTV y su gran éxito inicial, poco tiempo después tendría lugar el primer fracaso en la llamada batalla de Guadalajara que minó mucho el prestigio de los italianos, ante ambos combatientes.

La que se conoce como «Batalla de Guadalajara» fue el último gran esfuerzo para rodear la capital de España privándola completamente de sus líneas de comunicación lo que hubiera asegurado su caída.

Los efectivos totales del CTV pueden estimarse en unos 30.000 hombres, cifra similar a la que se encontró enfrente. A estos contingentes habría que sumar unos 8.000 hombres del general Moscardó y una cantidad similar a las órdenes de Cipriano Mera en las fuerzas republicanas.

Luigi de servicio como bersaglieri en España

Con grandes dificultades, debido a la superioridad de la aviación republicana –que tenía mucho mejores aeródromos y más cerca de la zona de operaciones– y la superioridad también de medios acorazados (carros de combate frente a las auto ametralladoras del CTV), el 8 de marzo tuvo lugar el avance de las Divisiones italianas a caballo de la carretera Zaragoza-Madrid mientras que las unidades del general Moscardó les cubrían el flanco derecho. La infernal climatología de ventisca y aguanieve, que convirtió los campos en barrizales impracticables para los vehículos, unido al exceso de medios de este tipo para prácticamente una sola vía de comunicación y el que no pudieran abandonarla porque quedaban clavados en el fango, produjo un embotellamiento general que no solamente dificultó o imposibilitó la maniobra, sino también la necesaria alimentación de la batalla con reposición de municiones.

No obstante, haciendo frente a los numerosos y cada vez más fuertes contraataques de las cuantiosas reservas que el mando gubernamental empleaba para detener el avance del CTV, sus unidades habían conseguido progresar, no tan rápidamente como esperaban, hasta alcanzar Brihuega el día 11, el de máxima penetración nacional.

Entre el 19 y el 23 de marzo continuaron los ataques sobre las posiciones italianas, en un evidente intento de embolsar las cuatro divisiones legionarias. Propósito que no pudieron cumplir debido a la tenaz resistencia de la Littorio, que se batió denodadamente, hasta que el día 24 quedó definitivamente fijado el frente.

No puede negarse que el propósito de la ofensiva nacional, ocupar Guadalajara y de ser posible llegar hasta Alcalá de Henares, quedó frustrado y por ello se trataba de un fracaso.

Después del revés sufrido por el CTV, corrieron por la zona nacional diversas canciones poco edificantes, y preciso es decirlo, tremendamente injustas, para con unos hombres que habían venido en auxilio de los sublevados arriesgando sus vidas por ellos, y que muchos perdieron.

A la vista de lo hasta aquí expuesto, sería comprensible que tales mofas partieran del bando republicano, pero resulta inaudito que la mofa fuera de las tropas nacionales.

Luigi Gatti con Serrano Suñer en Madrid

Porque no estamos hablando de «crítica» sino de auténtica mofa sin paliativos, como lo demuestran las letras de las canciones que, para mayor escarnio, se cantaban con la música de la canción italiana «Faccetta Nera».

También circularon chascarrillos como que los italianos al oír la orden de ¡A la bayoneta! entendieron ¡a la camioneta! Lo ya reseñado relativo a las canciones con que en la zona nacional se zahirió a los voluntarios italianos del CTV, parece poner de manifiesto que además de por ser algo jactanciosos, también suscitaron celos entre los españoles por su éxito con las mujeres. Tal hecho parece desprenderse de la recomendación de que las españolas no se enamoren de los italianos, lo que sugiere que «ligaban» bastante.

Y viene esto al caso, precisamente, porque el protagonista de esta historia Luigi Gatti, se casó con una bellísima y adinerada española, y desde luego no sería el único voluntario que lo hizo. Entre la documentación que conserva Titina Gatti, figura un carta fechada en Génova el 15 de marzo de 1945 que dirige a su madre la pamplonesa Josefina Moso Tamborra diciéndole que ella también se casó con un legionario, capitán de artillería que había conocido en Calahorra y que nada más terminar la guerra se fueron a vivir a Italia.

Luigi Gatti se enamora y casa en España

Pilar Moras

Luigi Gatti conoce en Logroño y se enamora de una española, Pilar Moras Vicente y se casa con ella al finalizar la guerra.

Pilar Moras nace en Filipinas, en la ciudad de Bais (Zona de Bisallas en la Isla de Negros). Su padre era oriundo de Cegama (Guipuzcoa) donde el abuelo era jefe de estación del FEVE (ferrocarril de vía estrecha). Al morir éste a temprana edad, sus tres hijos varones, Benito, Evigio y Enrique emigraron a Filipinas donde trabajaron en la Compañía de Tabacos logrando hacer una considerable fortuna. Evigio Moras se casó en Filipinas con Brígida Vicente, que tenía algún ascendiente filipino u oriental. El matrimonio tuvo en Filipinas tres hijas, Dorotea, Pilar y Angelita, las tres de deslumbrante belleza. Cuando las niñas llegaron a la pubertad los padres decidieron regresar a España, posiblemente pensando en el futuro matrimonio de sus hijas. Dorotea Moras Vicente casó con un médico militar, Angelita, la pequeña, con otro militar, Miguel Exquiu Sazatornil, natural de Daroca, y Pilar con Luigi Gatti, el apuesto voluntario del CTV que había conocido en Logroño durante la guerra española.

Evigio Moras al regreso de Filipinas, había comprado una magnífica finca agrícola «El Priorato» en Cihuri, Rioja alta.

La familia vivía en Logroño en una gran casa que se había hecho famosa por sus fiestas de sociedad, pues como ya se ha dicho, la familia era lo que entonces se llamaba «pudiente». En Logroño se había creado un «hospital de sangre».

Precisamente en la casa de Evigio Moras y Brígida Vicente estaba alojado un general italiano y con motivo de una visita que le hace el teniente Luigi Gatti, conoce a Pilar la segunda de las hijas del matrimonio, que aparte de las tres citadas tenían otros tres hijos varones. Ya se ha dicho que Pilar era de una belleza deslumbrante –al igual que sus hermanas– y el bizarro oficial italiano también era un joven apuesto como puede observarse en las fotos que acompañas este trabajo. El caso es que nada más conocerse, ambos debieron quedar prendados. Lo que vulgarmente se llama un flechazo, pues desde entonces Luigi mantiene el contacto epistolar con la que ya considera su novia, y en cuantas ocasiones puede, vuelve a Logroño para verla.

Luigi y Pilar

Ya en esta etapa de su trayectoria militar en la guerra de España, se incorpora en el norte a las tropas del general Solchaga para hacer de enlace entre las españolas y las italianas. Toma parte en la Batalla del Ebro y entra con el ejército nacional en Tarragona, Barcelona y Gerona.

Los enamorados quieren casarse en la primera ocasión en que Luigi vuelva del frente a Logroño en algún permiso, pero el padre de Pilar impone la condición de que el matrimonio no tendrá lugar hasta que finalice la guerra. Debe convenirse que su prevención a la rápida boda que reclamaban los novios era muy lógica, tanto para cerciorarse de que el joven oficial italiano iba en serio y que al finalizar la guerra no olvidaba a su hija regresando a Italia (donde tenía novia), como para conjurar la posibilidad de que los avatares bélicos la dejaran viuda recién casada.

Por su parte Luigi también tuvo que superar las reticencias de su familia en Italia pues estaba prometido precisamente cuando la relación con Pilar Moras parece que iba en serio, la madre de Luigi, Matilde Tomassi se opone a la boda con la española porque, entre otras razones, la novia italiana tenía título nobiliario.

Todo pone en evidencia que el «flechazo» había sido certero, pues Luigi Gatti vence todos los obstáculos; la reticencia de su futuro suegro y la oposición de su madre. Y así vemos que desde Tarragona escribe una carta a su novia:

Mi adorada Pilarín: Tanto tiempo sin verte, tanto tiempo sin oír tu voz es un sufrimiento indecible. Créeme, nunca como ahora soy convencido que tú me eres indispensable, que tienes que ser la luz que iluminará el camino de mi vida, así como eres la reina de mi corazón. En estos días hemos luchado fuertemente, muchas veces he dejado mi puesto por marcharme de patrulla con los valientes soldados de Navarra; así he sido el primero en Tarragona. Y mientras que con mi moto corría entre los tiros de los guardias de asalto rojos, no pensaba en buscar gloria, pero solo ser digno de tu amor. Por mi es muy dificole, más tu ¿por qué escribes tan poco? He dicho a mis padres de buscarme un anillo que te llevaré, si me será concedido volver a ti, mi Pilarín, victorioso y feliz. Pilar, mi adorada, no puedes saber cuánto infinitamente te quiero, así como mi pensamiento es cerca de ti, mi invisible amor. Te apreto fuerte, fuerte a mi corazón. Gino tuyo siempre. Recuérdame cariñosamente a todos y un abrazo a nuestros padres.

En esta carta escrita desde el frente, se comprueba que, a pesar de su dominio del castellano, no es su lengua materna, como lo evidencia algunas expresiones que se han querido mantener en su redacción original. Pero en cualquier caso se pone de manifiesto que es la carta de un enamorado.

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La magnífica boda de Pilar y Luigi

Luigi Gatti (Gino en la intimidad) cumple con su promesa de matrimonio y con la exigencia impuesta por don Evigio, el padre de la novia, pues se casa nada más terminar la guerra. Indudablemente a los enamorados se les había hecho muy dura la espera, ya que la guerra finaliza el 1º de abril de 1939 y se casan en Logroño el 11 de mayo, cuarenta días después, en la parroquia de Santiago el Real. El ágape tiene lugar en el Gran Hotel pues la boda es «por todo lo alto». Luigi Gatti se casa con el uniforme de gran gala con la faja azul de Saboya. Son los padrinos un tío de la novia, Enrique Urbina y la italiana Rafaela Lantina. También asiste la familia de Gatti llegada desde Italia. El enlace es recogido por diversos medios de tirada nacional como la Vanguardia de Barcelona del 11 de mayo; y con el título de “Boda distinguida” también se hace eco de la noticia el diario “Nueva Rioja” de Logroño.

Los felices novios

Asisten a la boda destacadas personalidades italianas, jefes militares y políticos del Partido Fascista. Es testigo por parte del novio Starace, ministro Secretario del Partido Fascista, y entre asistencias personales y representadas figuran: el general Gambara jefe de las Fuerzas Legionarias Italianas, el doctor Mesasona, vicesecretario del Partido Fascista, el general Bollino, jefe de Estado Mayor, Dantini, Ministro de corporaciones, el general Amicco, el general jefe de la escuadra aérea, Conde de Mandi y el general Serra.

Nada más celebrarse la boda, el matrimonio se traslada a Italia y antes de cumplirse cinco años del enlace, ya tiene tienen tres hijos. Alfredo el mayor, al que le ponen el nombre de su abuelo paterno nace el 7 de mayo de 1940 en Roma. Umberto, nacido también en Roma el 24 de septiembre de 1941 y cuyos padrinos son Umberto de Saboya –el que luego sería efímero rey de Italia por el que se le pone dicho nombre– y María Rosa Gatti hermana del padre.

Finalmente, el 23 de enero de 1943 nace en Treviso, donde Luigi Gatti es el gobernador militar, el tercero de los hijos, una niña a la que ponen el nombre de Matilde, aunque siempre será Titina.

Luigi con su perro en Logroño

En Italia Luigi Gatti desarrolló una fulgurante carrera militar y política como hombre de confianza de Umberto de Savoia, del que además será amigo personal. Tras la liberación de Mussolini de su confinamiento en el Gran Saso y posterior creación de la República Social Italiana (RSI) Gatti se adhiere el 28 de octubre de 1943 a la República Social Italiana. Como prefecto de segunda clase se traslada a la ciudad de Treviso donde ocupa el cargo de regente hasta el 22 de junio de 1944.

Posteriormente pasaría a ser un alto cargo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Saló, desempeñando el importante puesto de Prefecto (gobernador civil y militar) de Milán entre el 23 de junio 1944 y el 2 de abril de 1945. Es por esta época cuando Mussolini lo elige como su secretario particular y la relación profesional se trasforma en afecto personal y lealtad a la que fue fiel hasta el final de sus días.

Luigi con sus hijos Alfredo y Umberto

En septiembre de 1942 el matrimonio Gatti se había desplazado a España en visita oficial organizada por su amigo Antonio Elola Olaso, dejando en Italia a los tres hijos. Previamente Luigi había hecho otro viaje oficial a España en julio de ese año, en el que se había entrevistado con Serrano Suñer (con el que mantenía amistad desde sus tiempos de legionario del CTV durante la guerra) tal como está documentado en el ABC del 24 de julio de 1942. Igualmente sabemos por los visados de su pasaporte, que realizó otro viaje a España, en el que entró por Port Bou el 25 de mayo y salió por la misma frontera el día 28 del mismo mes en el año 1944.

En 1945, ante el cariz que tomaban las cosas, y lo que ya se preveía como inminente derrota de la RSI, Luigi Gatti pidió permiso a Mussolini para llevar a su mujer y a sus hijos a España para dejarlos en casa de sus suegros dando su palabra de honor al Duce de que una vez que dejara a salvo su familia regresaría a Italia. Para ello consiguió una ampliación o prórroga de visado en su pasaporte que le extendió el cónsul de España en Milán con fecha 21 de abril de 1945.

Luigi, Pilar y Titina, la menor de sus tres hijos

La familia realizó el viaje en coche atravesando Francia y penetró en España por la frontera de Port Bou. Una vez dejó a su mujer y a sus tres hijos en Logroño, en casa de sus suegros, bajó a Madrid para tener una entrevista con su amigo Serrano Suñer –y posiblemente también con Franco– para tratar su proyecto de traer a Mussolini a España y tras tenerlo durante unos meses escondido en algún lugar de las fincas de sus suegros, facilitarle el escape a Argentina o Chile. Este plan, referido a sus hijos por Pilar Moras la viuda de Luigi Gatti, también lo atestigua Romano Mussolini hijo del Duce que cuando el entrevistador le pregunta si se podría haber salvado su padre, responde: Claro, Luigi Gatti y mi hermano Vittorio tenían preparado un hidroavión que le habría llevado a España, donde contaba con el apoyo del Generalísimo Franco y desde donde se habría trasladado a Sudamérica. Según el plan, al llegar el hidroavión a la costa española, algunos empleados de la esposa de Gatti –que era española y tenía una gran finca agrícola en el centro del país– hubieran trasladado a mi padre en auto- móvil a un lugar seguro.

El hecho es que cuando Luigi Gatti se trasladó a España para poner a salvo a su familia, los jerarcas fascistas que aún acompañaban a Mussolini dieron por seguro que no volverá a Italia, pues resultaba evidente que ya estaba todo perdido.

Luigi a la izquierda. Umberto II de Saboya en el centro

Pero Luigi Gatti, cumpliendo la palabra empeñada, regresaría a Italia. A partir de ese momento solo podemos saber de sus vicisitudes siguiendo el rastro de los últimos días del Duce, al que acompañó lealmente hasta la muerte. Aunque en lo esencial todos los textos coinciden en la narración de los últimos días de Mussolini y sus compañeros de infortunio (siendo sin duda el más completo el del nº 14 de la revista Historia y Vida) se ha seguido fundamentalmente la narración del fascículo nº 85 de «La Segunda Guerra Mundial», publicado como separata por el diario ABC, por ser la más concisa, completándola cuando se hace necesario con las referencias de otras fuentes o los testimonios de sus hijos.

El final de Luigi Gatti

Luigi a la izquierda de Mussolini

Tras un largo periodo de calma en el frente italiano, en abril de 1945 los ejércitos aliados se lanzaban a la ofensiva final. Al concluir el invierno de 1944 los aliados habían logrado romper la «Línea Gótica» y ya no tenían frente a ellos defensas naturales sólidas. Las fuerzas enfrentadas eran muy similares, pero la desproporción de medios era abrumadora a favor de los aliados: dos a uno en artillería, tres a uno en medios acorazados… y treinta a uno en fuerzas aéreas. De hecho, esta enorme superioridad aérea era la razón del ya imparable avance de los aliados. Las fuerzas aéreas aliadas habían aprovechado su enorme superioridad para destrozar las líneas de abastecimiento de los ejércitos alemanes.

La acción de los partisanos también influyó aunque en mucha menor medida, siendo su principal contribución al esfuerzo bélico aliado el obligar a distraer tropas y recursos del Eje para tenerlos controlados. El jueves 19 de abril de 1945 cuando los aliados se encontraban en plena ofensiva final en Italia y se hizo evidente que todo estaba perdido; Benito Mussolini, que con su gobierno de la República Social Italiana (RSI) –la conocida como República de Saló– se había instalado a orillas del lago Garda en Villa Feltrinelli, se dirigió a Milán.

Beato Mons. Alfredo Ildefonso Schuster

En principio su pretensión fue organizar en Milán una defensa numantina, el Stalingrado de Italia, el Alcázar de Toledo del fascismo italiano. Pero el arzobispo de Milán, Ildefonso Schuster, le disuadió de ello para librar a la ciudad y a sus habitantes de una destrucción completa. Se analizaron otras posibilidades. Resistir el avance aliado acogiéndose al reducto de la Valtellina, zona alpina de difícil acceso y fácil defensa, limítrofe con Suiza y Austria, organizando un «Reducto Nacional» como el ideado por Hitler en la Alta Baviera. Era un viejo proyecto que no se había materializado, pues ni se habían hecho obras de fortificación, ni se habían acumulado recursos, armas y municiones. También se contempló la posibilidad de escapar. Tamburini, jefe de la policía, habló sobre la posibilidad de hacerse con un avión o un gran sumergible para escapar a la Patagonia o al Gran Chaco… Mussolini, al oírlo, exclamó triste e incrédulo: –¡Julio Verne!

Más posibilidades tenía un plan mucho más realista de su secretario particular, Luigi Gatti, –lo sabemos por el hijo de Mussolini– de utilizar un hidroavión para trasladar a Mussolini a España y luego facilitarle su traslado a la Argentina. No sabemos si todo eran castillos en el aire o si el hidroavión estaba realmente esperando en algún lugar del lago Como y allí se dirigía Mussolini cuando fue interceptado.

Clara Petacci

El 25 de abril Mussolini solicitó una entrevista con representantes de la resistencia bajo del patrocinio del arzobispo de Milán. Supo entonces que el general Karl Wolf, comandante de las SS en Italia, había iniciado contactos con los norteamericanos y los partisanos para acordar un cese de las hostilidades a cambio de que se permitiera a las tropas alemanas el repliegue hacia Baviera. Al mismo tiempo se enteraba de que las unidades estadounidenses se encontraban ya a menos de sesenta y cinco kilómetros de Milán. Decidió entonces el Duce dirigirse al norte, encaminándose al lago Como… ¿habría hidroavión esperándole? El convoy lo formaban unos treinta vehículos encabezados por el Alfa Romeo de Mussolini. En otro vehículo similar, con matrícula española, viajaba su amante –Clara Petacci– con su hermano. Dos camiones de las Wafen SS escoltaban la comitiva. Al llegar a la localidad de Como esperaba la llegada de los tres mil Camisas Negras leales que le había prometido Alessandro Pavolini para defender el reducto de la Valtellina, que como ya sabemos solo existía en proyecto. Como los camisas negras no llegaban, Mussolini decidió continuar solo con su séquito por la carretera del lago pero los alemanes se lo impidieron. Finalmente, todo el convoy, con la escolta alemana, salió para Menaggio. Sabemos que en la comitiva estaba Luigi Gatti y que de alguna manera asumía funciones de seguridad pues en la casa de Emilio Castelli, un jefe fascista local donde se alojaron ordenó a los conductores que dispersaran los vehículos pues la concentración podría atraer las sospechas de la Resistencia. Tras descansar tres horas en Menaggio, el convoy se dirigió a Grandola lo que hace suponer que se trataba de un movimiento para despistar a la Resistencia que ya controlaba la zona, o bien que se pretendía cruzar la cercana frontera con Suiza. De madrugada tres de los ministros fascistas intentaron cruzar la frontera provistos de pasaportes falsos, pero dos de ellos fueron detenidos por la guardia fronteriza suiza que hacía causa común con los partisanos. El tercero regresó a Grandola con la noticia, comprendiendo la imposibilidad de usar esa ruta de escape. Entonces Mussolini intentó escapar con Claretta Petacci y alguien más de la comitiva ¿Luigi Gatti? ¿en busca del hidroavión?… Pero la escolta de la SS, que montaba guardia delante del edificio donde se alojaban, se lo impidió.

Alessandro Pavolini

En las primeras horas del viernes día 27 llegaba, por fin, Pavolini a Como. Sus noticias suponían el final de toda esperanza de resistir para el Duce, pues en lugar de los tres mil hombres prometidos, Pavolini solo había podido reunir veinte fascistas fieles. Entonces Mussolini decidió unirse al convoy de una unidad de comunicaciones de Luftwaffe que en virtud del acuerdo alemán alcanzado con los aliados y la resistencia, se retiraba a lo largo del lago Como hacia Insbruk. Su intención era alcanzar, bajo la protección alemana, Merano, en la frontera con Austria… ¿O esperaba un hidroavión en algún recodo del lago? Lo segundo parece poco probable, pero no se puede descartar de forma rotunda.

Pavolini hizo parar el convoy para que Mussolini se trasladara del Alfa Romeo –que conducía personalmente– a un coche blindado de la comitiva, pues todo el territorio estaba ya en poder de los partisanos. En efecto, al poco de partir el convoy alemán, era detenido por un grupo de partisanos con bandera blanca que habían barreado la carretera con un árbol. Manifestaron que las instrucciones que tenían del capitán Barbieri, de la 52 Brigada Garibaldi, eran terminantes: solo podían continuar el viaje los alemanes; los italianos debían ser detenidos. Entonces el subteniente Fallmayer, jefe del convoy de la Luftwaffe se trasladó hasta el puesto de mando de los partisanos, en Dongo, para negociar el que los italianos pudieran llegar hasta Austria, pero como precaución adicional, por si no lo conseguía, aconsejó a Mussolini que se ocultara con un capote y un casco alemán entre los soldados de uno de los camiones.

Pero los partisanos ya tenían conocimiento de que en el convoy iba Mussolini, por la información de un ciclista que lo había visto dentro del coche blindado en el que viajaba antes de subirse al camión. Los partisanos dejaron pasar a los camiones alemanes seguidos por el Alfa Romeo con matrícula española, que fue el único vehículo no alemán al que dejaron pasar y que al parecer conducía en ese momento Luigi Gatti que además de hablar perfectamente español iba provisto de documentación española. Al llegar los vehículos a Dongo fueron registrados por los partisanos en busca de italianos, y en el tercer camión uno de los partisanos, Giussepe Negri, vio en el fondo de la caja un soldado alemán que parecía dormido. Al preguntar a sus camaradas por él, le dicen que está borracho, pero Negri no les cree e informa a su superior, el comisario político de la brigada Urbano Lazzaro. Cuando este se sube a la caja del camión, zarandea al soldado dormido sin resultado. Entonces le increpa ¡camarada! y al no obtener respuesta le grita –¡Excelencia!…– finalmente utiliza la fórmula oficial: –¡Camaliere Benito Mussolini!– Y entonces el Duce se incorporó diciendo; –¡Sí, soy Mussolini–. Lo bajaron, pues, del camión para llevarlo en un vehículo de los partisanos a la prefectura de Domo.

Luigi Gatti durante la Ii Guerra Mundial en Italia

A los vehículos alemanes y al Alfa Romeo conducido por Luigi Gatti les permitieron seguir hacia Insbruk, según el acuerdo alcanzado entre el mando alemán y la 52º Brigada «Garibaldi» al cesar las hostilidades, con el compromiso de las fuerzas alemanas de abandonar Italia.

Y entonces Luigi Gatti, que hasta ese momento se ha expresado en español y ha mostrado a los partisanos su documentación española, se identificó –hablando en italiano– como secretario personal de Benito Mussolini, pidiendo que lo llevaran con él.

Los partisanos enviaron un mensaje a Como informando de la captura del Duce y solicitando instrucciones. El jefe de los partisanos de Dongo, Pier Luigi Bellini delle Stelle decidió trasladar a su prisionero a un lugar más seguro en prevención de una eventual operación de rescate. Con esa intención lo trasladaron a Germasino, pequeño pueblo de difícil acceso que se encuentra tras las montañas que se elevan al norte de Dongo. Para entonces los italianos que iban en el convoy interceptado en Dongo ya habían sido identificados, entre ellos Clara Petacci y su hermano. Cuando Petacci se entera que Mussolini también está arrestado, tras haberlo localizado en la caja del camión alemán, pidió que la llevaran junto a él, mientras que a Luigi Gatti una vez que se identificó como secretario particular del Duce, no le permitieron seguir junto a él y lo enviaron detenido a Como, con el resto de los prisioneros italianos.

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En la madrugada del día 28 de abril Mussolini, acompañado ya por Claretta, a la que atendiendo sus ruegos la han conducido hasta él, fue trasladado a la granja De María en Mezzegra dondepasaron la noche juntos en un dormitorio que les habilitaron los dueños de la casa, mientras quedaron custodiando la puerta dos partisanos. A las once de la mañana mientras desayunaban los prisioneros llegó la noticia de que Como había sido ocupado por los americanos de la 1ª División Blindada. Todo parecía indicar que el captor de Mussolini, el conde Pier Luigi Bellini, con el traslado del Duce y Claretta a la recóndita granja De María (propiedad de un lugareño que había servido en numerosas ocasiones de enlace y dado cobijo a los partisanos) pretendió evitar una operación de rescate por parte de fascistas leales, e impedir que Mussolini cayera en manos de los americanos. De hecho cuando dejó a los prisioneros en la granja De María encargó a los dueños que los trataran bien, les dieran algo de comer y les dispusieran una habitación para pasar la noche.

el comunista Walter Audisio (a) Coronel Valerio

Y aquí seguimos literalmente lo publicado en la separata del ABC.

«Pero a las cuatro de la tarde se presenta en la granja, a bordo de un vehículo, Walter Audisio alias Coronel Valerio, oficial de enlace comunista con el Comité de Liberación Nacional, con órdenes, según manifiesta, de trasladar a los prisioneros a Milán. 

Walter Audisio había formado parte de las Brigadas Internacionales durante la guerra de España y le acompañaban en el coche los partisanos Aldo Lampredi alias Guido Conti y Michele Moretti alias Pietro Gatti. Apenas han recorrido un kilómetro, Walter Audisio ordena detener el vehículo a la puerta de la Villa Belmonte ordenando a Mussolini y a Claretta que bajen del coche. Al comprender que iban a matarlo, Claretta se abrazó a Mussolini suplicando a Audisio clemencia. Sin embargo, Audisio anunció que Clartta resultaría herida si no se apartaba de Mussolini. 

Cargó el subfusil ametrallador y apretó el gatillo sin que nada sucediera. Enfurecido sacó la pistola del cinturón, pero también se encasquilló. Ya completamente irritado pidió el arma de Moretti un subfusil francés MAS del calibre 7,65 mm y abrió fuego sobre los prisioneros matando a Claretta con la primera ráfaga. Mussolini gritó que quería que le dispararan sobre el pecho, pero Audisio le obligó a volverse de espaldas. Cuando finalmente disparó, Mussolini se volvió recibiendo la ráfaga a la altura del pecho y muriendo en el acto. 

Eran las cuatro y diez de la tarde del 28 de abril de 1945. Tras recoger los casquillos -diez en total- Audisio dejó a sus hombres a cargo de los cadáveres, regresando inmediatamente a Dongo. Al llegar a Dongo Audisio ordenó el fusilamiento de todos los jerarcas fascistas capturados en la carretera de Musso. Fueron divididos en tres grupos, de acuerdo con su importancia. En el primero compuesto por ocho hombres, figuraban Alessandro Pavolini, secretario general del Partido Fascista; Fernando Mezzasoma, ministro de Cultura Popular; Paolo Zerbino, ministro de Interior; Augusto Liverani, ministro de Comunicaciones; Paolo Porta, inspector del Partido Fascista; Francesco Barracu, secretario del Consejo Fascista del Norte de Italia; Idreno Utimperghe, comandante de una brigada de camisas negras y Vito Casalinuovo, ayudante del Duce. 

En el segundo grupo estaba Nicola Bombacci, fiel amigo de Mussolini, Luigi Gatti, secretario personal del Duce; Mariano Nudi, presidente de la Asociación de Agricultores Fascistas y Ruggero Romano, ministro de obras públicas. 

En el tercer y último grupo. Figuraban destacadas personalidades del Régimen, entre ellas Ernesto Daquanno, periodista; Alfredo Coppola, presidente del Instituto de Cultura Fascista y Pietro Calistri, capitán de aviación. Marcello Petacci, hermano de Claretta, quien Audisio pensaba que era Vitorio, el hijo de Mussolini, saltó al agua y fue abatido por el propio Audisio.»

Cadáveres de Mussolini (con su cabeza totalmente destrozada) y de Clara Petacci

Es preciso decir que nunca se sabrá exactamente como fue la muerte de Mussolini y Claretta Petacci. Las narraciones se basan en las declaraciones de testigos y actores en los primeros días, existiendo diferencias entre los testimonios.

Después, tras el sórdido desenlace de las muertes, se cerraron las bocas. Ya no fue posible ni a periodistas ni a investigadores obtener nuevos testimonios, ni siquiera cotejar los aportados intentando encontrar luz en las discrepancias de los relatos. Así pues, existe una versión según la cual Mussolini y Claretta Petacci fueron ejecutados de un tiro en la nuca mientras dormían con ropa de cama, y luego vestidos con sus ropas, pues no se apreciaban los disparos. Sin duda la versión más verosímil es la ejecución por Walter Audisio en la puerta de Villa Belmonte, y no se entra en analizar las razones de esta afirmación por no alargar el trabajo.

El domingo 29 de abril todos los cadáveres fueron trasladados a Milán, a la Piazzale Loreto, en un camión volquete y fueron descargados en el suelo como si fueran mercancía. La chusma arremolinada se ensañó con los cuerpos, golpeándoles y disparándoles, mientras otros los profanaban, llegando a orinarles encima. Luego fueron colgados por los pies de la marquesina de una gasolinera, como si fueran reses en una carnicería. Las fotos que lo atestiguan siguen produciendo el bochorno y la indignación de cualquier persona que las contempla. La violencia es consustancial con la naturaleza humana en cualquier enfrentamiento a vida o muerte… pero la profanación del cadáver del enemigo, solo puede surgir del corazón podrido de los más miserables seres humanos.

Este tipo de actos, tan execrables como inhumanos e innecesarios, han sido siempre seña de identidad del marxismo-leninismo, sea en su versión socialista o comunista. En España, en la zona roja, y antes también, fueron asimismo habituales de parte de militantes del PSOE y del PCE; modernamente hemos asistido a la profanación de la sepultura de Franco, una prueba más de la obsesión que padecen los que no creen en el alma y en el más allá eterno. (Fotografía de la revista Panorama 10)

Hoy en día Italia se avergüenza de aquella infamia, que ni oculta, ni olvida, ni justifica. Así, en la portada de la revista PANORAMA del 10 de noviembre del 2005, podemos ver al pie de la foto, con los cadáveres de Mussolini y Claretta Petacci colgados boca abajo, el título de un artículo en páginas interiores de Massimo D´Alema: Mussolini non doveva essere ucciso.

Tras haber seguido hasta aquí los últimos días de Luigi Gatti y sus camaradas, con el sórdido final que les aguardaba tras su muerte, tratemos de imaginar ahora la que sin duda fue para él una muy difícil decisión.

Luigi Gatti había regresado a España y ya estaba a salvo en la casa de sus suegros, con su mujer y sus tres hijos de corta edad. Precisamente él, por su encumbrada posición como secretario particular del Duce, conocía perfectamente la situación. Las armas italianas estaban virtualmente vencidas y solo cabía esperar el desplome final, con la consecuente firma de un armisticio o rendición. Se abría pues ante él un futuro incierto que desde luego no podía ser nada halagüeño para los dirigentes fascistas.

Pero cuando muchos ya daban muestras de cobardía, abandono y traición –como suele suceder en el umbral de cualquier derrota– Luigi Gatti permaneció fiel a su jefe hasta el final. De hecho, sabiendo que se acercaba la hecatombe, había pedido permiso al Duce para poner a salvo a su familia, pero también aprovecharía el viaje para tratar de salvar a Mussolini, facilitando su traslado a España para después de tenerlo escondido algún tiempo en alguna de las fincas de sus suegros, facilitarle el traslado a Chile o Argentina.

Gatti a caballo

Luigi estaba en España, en lugar seguro. Había conseguido llegar con su mujer e hijos. Sin duda alguna sus suegros, cuñados, todos sus amigos, le aconsejaron que se quedara en España, que no regresara a Italia, porque allí le esperaba la muerte o el cautiverio. Mientras que en España tenía paz, tranquilidad y un futuro económico desahogado junto a su familia. Pero Luigi no necesitaba que se lo contaran. Lo sabía. De ahí su terrible lucha entre el corazón y la razón. Entre sus sentimientos y la decisión a la que le obligaban sus lealtades. Y en esa titánica lucha entre su fortaleza de hombre de honor, y la debilidad propia de hombre enamorado, pesarían no tanto las razones de amigos y familiares, como los ruegos, súplicas y lágrimas de su mujer. Su adorada Pilarín, quien al verse incapaz de doblegar la férrea voluntad de «Gino» de volver a Italia para ser fiel a su caudillo, a sus camaradas y a la palabra empeñada, muy posiblemente recurriría –como toda mujer– a la artillería pesada. A la que es capaz de derrocar los más recios e inexpugnables muros en el corazón de un hombre: Quédate en España por favor, no vuelvas a Italia… Si no lo haces por mí, hazlo por tus hijos.

Tal vez estas terribles palabras le hicieron vacilar. No lo sabemos. Pero lo que sí conocemos son los hechos. Luigi Gatti cumplió con la palabra dada al Duce, y tras dejar a su familia asegurada en España, regresó a Italia para encontrarse con su destino: la muerte más honrosa a la que puede aspirar un hombre de alma grande…. inmolando la vida por su patria, por su caudillo, por sus ideas… y por la palabra de honor empeñada.

Pilar Moras nunca se lamentó de que su adorado Gino no atendiera sus ruegos. Siguió fiel al marido y a su memoria, sintiéndose orgullosa de él. Y cuando el tiempo serenó su dolor, transmitió ese orgullo a sus hijos. Muchas veces les hablaba de su padre, poniéndolo como ejemplo de pundonor, y solía concluir: Los hombres ya no son así de fieles y honestos.

Una incógnita como Epílogo

Marcelino Izquierdo Vozmediano, en su libro Bajo el Imperio de la Gestapo subtitulado Espionaje nazi en la Rioja durante la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, introduce, sin tener que ver nada con la Gestapo ni con el hilo conductor de su obra, unas referencias a la trayectoria de los voluntarios italianos del CTV en general y de Luigi Gatti en particular.

Todas las referencias a Luigi Gatti están basadas, según las notas a pie de página, en una entrevista que el autor tiene con Alfredo el hijo mayor de Luigi Gatti, celebrada en Logroño en julio de 2011.

Todo lo que refiere concuerda con lo que se expone hasta aquí, excepto cuando en la página 192 afirma «Por su parte, la familia de Luigi Gatti (Pilar Moras y sus tres hijos pequeños) permaneció refugiada en un convento milanés hasta que, finalmente, consiguió ponerse a salvo. Alfredo Gatti, el primogénito, que por aquel entonces contaba tan solo con 5 años, narraba que llegaron a la Rioja un mes después de que su padre fuera asesinado.»

Esto contradice de plano lo que manifiestan a quien esto escribe los otros dos hijos, Umberto y Titina, quienes sostienen que fueron traídos por su padre a España, viajando en coche desde Milán, y que entraron por la frontera de Port Bou el 22 o 23 de abril. Ellos eran muy pequeños (Umberto cuatro años y Titina tres) y puede que no tengan recuerdos nítidos, pero qué duda cabe que, a lo largo de su vida, en múltiples ocasiones, habrán escuchado a su madre el relato de aquel viaje. Titina precisa, incluso, que según decía su madre venían acompañados de una criada italiana que, al no formar parte de la unidad familiar, no dejaron cruzar la frontera, por lo que hubo de quedarse en la parte francesa, siendo recogida –supone– por su padre y llevada a Italia en el viaje de regreso que efectuó tras dejar a la familia en Logroño.

Pilar Moras con sus tres hijos ya viuda y en España

Como Pilar Moras falleció en Madrid el 15 de mayo del 2011 y Alfredo Gatti el 16 de julio del 2015,  ya no es posible recabar su testimonio para confirmar o rebatir lo afirmado en el libro. Por otro lado, la citada obra de Vozmediano entró en imprenta el 20 de noviembre de 2015 «justo 70 años después de que arrancara el juicio de Núremberg» como se manifiesta al final del libro bajo una foto de dicho juicio. Por ello el autor tenía la seguridad de que ninguno de ambos llegaría a leer el libro y por lo tanto no podrían refutarlo.

Umberto y Titina no albergan ninguna duda de cómo y cuándo fue el regreso de la familia a España y por ello quedaron muy sorprendidos cuando les referí lo consignado por Vozmediano.

Con independencia de que el pasaporte de Luigi Gatti parece confirmar lo que refieren los dos hijos que aún viven, sorprende que Alfredo Gatti en la entrevista no hiciera ninguna referencia a unos extremos que forzosamente tendría que haberle contado su madre a lo largo de su vida, tales como el nombre del convento milanés o detalles de la salida de Italia y viaje a España, que, sin duda, debió haber sido una auténtica odisea. Esta incógnita planteada como epílogo, permite aventurar una hipótesis que, por serlo, no es una afirmación.

Luigi Gatti, sin duda una historia de amor y lealtad

La honrosa muerte de Luigi Gatti, ha querido ser desvirtuada por Vozmediano que, como es tan común en muchos autores militantes de izquierdas, tratan de torcer los hechos para que estos aparezcan no como fueron, sino como ellos quisieran que hubieran sido, negando de esta forma el pan y la sal al contrario, con un dogmatismo sectario consustancial a su ideología.

Ya se ha dicho que esto es una hipótesis que pretende despejar la incógnita planteada. Si Marcelino Izquierdo Vozmediano, puede demostrar de forma fehaciente, con documentos que ofrezcan suficiente garantía, o con grabaciones de su entrevista con Alfredo Gatti, el hecho de que Luigi Gatti no trajo a su familia a España para a continuación regresar a Italia en cumplimiento de la palabra dada al Duce, no tendré ningún reparo en disculparme públicamente, reconocer su objetividad –que pongo en entredicho–, y agradecerle muy sinceramente su contribución al esclarecimiento de los hechos.

Finalmente decir que este trabajo es, y pretende ser, un homenaje a Luigi Gatti y a todos los fascistas italianos que coherentes con sus ideas, arriesgaron sus vidas –que muchos perdieron– por España: Una, Grande y Libre. Algo que es de estricta justicia cuando la infame ley 52/2007 (de la Memoria Histórica Parcial) que según proclama pretende contribuir a cerrar heridas todavía abiertas entre españoles, establece en su artículo 18º la concesión de la nacionalidad española a los voluntarios integrantes de las Brigadas Internacionales, mientras que no hace lo propio con los miembros del CTV al que se debe, al menos, igual reconocimiento que a los integrantes de las Brigadas Internacionales o a los combatientes alemanes que lucharon en la guerra de España.

A la espera de que la racionalidad imponga la derogación, o sustancial modificación, de la ley 52/2007, sirvan estas líneas de recuerdo y agradecimiento a los voluntarios del CTV en general y a Luigi Gatti en particular.

También para legítimo orgullo de los hijos de Lugi Gatti que aún viven, Umberto y Titina. Y para el nieto, Luis Alfonso López-Linares Gatti, hijo de Titina.

Artículo publicado originalmente en la Revista Ares