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In memoriam de Florentino García Siller y de todos los niños asesinados por ETA
El 10 de enero de 2011, ETA, que ni se rendía ni abjuraba de su trayectoria, y mucho menos se arrepentía de nada, con descarada arrogancia le anunciaba al Estado español, la segunda fase de su lucha, un “alto el fuego”, consciente de que había completado la primera fase y que ahora se imponía otra, la política, ambas con el mismo fin: la independencia de todo lo que consideran el País Vasco. El comunicado que no lleva a equívocos señalaba textualmente:
“El proceso democrático debe superar todo tipo de negación y vulneración de derechos y debe resolver las claves de la territorialidad y el derecho de autodeterminación, que son el núcleo del conflicto político. Corresponde a los agentes políticos y sociales vascos alcanzar acuerdos para consensuar la formulación del reconocimiento de Euskal Herria y su derecho a decidir, asegurando la posibilidad de desarrollo de todos los proyectos políticos, incluyendo la independencia […] ETA ha decidido declarar un alto el fuego permanente y de carácter general, que pueda ser verificado por la comunidad internacional. Este es el compromiso firme de ETA con un proceso de solución definitivo y con el final de la confrontación armada. Es tiempo de actuar con responsabilidad histórica. ETA hace un llamamiento a las autoridades de España y Francia para que abandonen para siempre las medidas represivas y la negación de Euskal Herria”.
Desde entonces han pasado muchas cosas. Para empezar, y tras las consabidas excarcelaciones de los asesinos que simularon dolor por el daño causado, la presencia de ETA no sólo en las instituciones del Estado, sino como socios imprescindibles del Gobierno de España, liderado por Pedro Sánchez, un tipo que pasará a la historia por haber profanado los restos mortales de Franco. ¡Ahí queda eso!, que es tanto como si un miembro de la extinta Fuerza Nueva se hubiera cargado a Santiago Carrillo… ¡Casi nada!
ETA, que ni se rendía ni abjuraba de su trayectoria, y mucho menos se arrepentía de nada, con descarada arrogancia le anunciaba al Estado español, la segunda fase de su lucha… Lo estamos viendo en prime time, miembros de ETA o afines a la banda alzados sobre un montón de cadáveres como buitres que median entre su precariedad moral de origen y su vida actual de señorías. Pero de los muertos, ¿qué? ¿Qué de los hombres, mujeres y niños asesinados, doblados en la tierra para siempre, por las bombas y las balas? De esos, ¿qué?
Pues, seamos sinceros, de esos nada, por más veces que se cante La muerte no es final, se organicen congresos o se den premios a sus deudos. De esos nada, porque ya ni siquiera son ruido en los telediarios.
La acción terrorista de ETA sobre el conjunto de la sociedad española es algo que forma parte de la crónica en sepia de este país, a cuya corrección política le horroriza que se traiga al recuerdo, que hasta podría ser penalizado con la nueva “ley de memoria democrática” por el próximo presidente socialista, porque lo del PSOE es una carrera de relevos que comenzó en Felipe González y ha continuado en Pedro Sánchez. Con todo, lo que acontece a muchos no nos pilla de sorpresa a tenor de la respuesta que el Estado español dio a esa acción terrorista
Asombrado ante los casi 1.000 asesinados, el montón de heridos -muchos de ellos de por vida-, el éxodo masivo de miles de personas de su lugar de origen y las pérdidas económicas, lo que se constata hoy, es un relato condescendiente que reniega del pasado pasando página. Como lo hacía Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio, asesinado por ETA, junto a la hermana del terrorista José Ignacio Zabala (1), paseando juntas, casi de la mano (El Mundo, 27 de noviembre, 2022), en una clara muestra de equiparación indigna, sucia e improcedente por parte de Consuelo Ordónez, en cuanto al imposible trato preferencial a quienes han tenido, por filosofía de vida, el asesinato de todo aquel que no pensase como ellos, como fue el caso de José Ignacio Zabala, pese a que la dignidad de las víctimas tiene que estar por encima de los terroristas.
Nos quejamos, comentamos y escribimos de esto y de lo otro. Hemos olvidado lo fundamental, aquello que por veraz no deberíamos olvidar jamás… “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra” (Winston Churchill).
Dejemos a los muertos en paz, no creamos que hablamos por ellos porque ellos no hablan, sólo piden justicia, memoria y oraciones. Todo lo demás que se haga en su nombre, será de nuestra exclusiva responsabilidad. Aunque lo hagan sus más directos familiares.
- Al margen de que su muerte fuera un asesinato execrable.
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