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-Ay, madre, escucha. Doblan las campanas, madre, y qué triste doblar. Jamás lo fue tan lastimero. Jamás. Jamás. Pero, madre, dime ¿por quién, madre? ¿por quién doblan las campanas?
-Doblan, hijo, por quien yace inerte ya, exhausta, sin remedio, y exhala su último hálito, su postrer palpitar.
-Dime, madre, dime más.
-Doblan hijo, por quien fue por todos ultrajada, herida, mancillada, abandonada, por quien fue por todos, sí, por todos, traicionada, que es de todas las palabras la peor, la más infame que nadie pueda pronunciar.
-Y… cómo madre, cómo fue eso, cómo puede alguien merecer tan infausto y mísero final.
-No, hijo, no, que no lo merece, que no es su culpa, no, y ahí radica lo peor, porque jamás dio motivo para tal, no. Que fue siempre inocente, buena, honrada, valiente, la mejor. No, hijo, no, que no lo merece, que no.
-Ay, madre, qué injusticia entonces se le hace.
-Créeme, hijo, créeme, que nunca la hubo ni habrá mayor. Que ella no dio, sino todo lo contrario, razón para tanto mal como se le ha hecho, para tanta traición, propia sólo de cobardes, de mal nacidos, como nunca, como jamás, se vio.
-Pero, madre, dices que yace inerte, exhausta, dices que exhala su último hálito, su postrer palpitar, luego muerta no está. Entonces, madre, aún hay solución, aún queda esperanza. Aún…
-Calla, hijo, calla, que es tal su situación, que sólo un milagro puede salvarla.
-Ah, madre, que pena, que triste, que fatal condición me dices, pues tú me has enseñado, madre, que los milagros o se buscan y trabajan con fe y tesón, o Dios, Nuestro Señor, no los concede sin que de nuestra parte pongamos alma, vida y corazón.
-Así es hijo, así es, bien dicho.
-Ay, madre, escucha, cómo doblan ahora aún más si cabe esas campanas. Escucha, como hieren al viento, y qué silencio sepulcral no embarga. Escucha, madre, qué lamento tan oscuro, tan profundo, tan funesto. Ay, madre, ay, que parece que quien yace, ya estuviera muerto.
-Sí, hijo, sí. Qué gran dolor, cuánto dolor sin cuento, jamás se vio tanto lamento, que final tan lastimero, peor aún si cabe más, porque quien muere, hijo, de manera tan injusta, nunca lo mereció.
-Ah… pero dime madre, dime por quién doblan las campanas, por quién doblan de forma tal, que jamás doblaron ni doblarán más.
-Pues doblan, hijo, por España, por tu Patria, por mí… Y tú, hijo, tú eres quien me mata, quien me das tan triste final, quien de forma tan vil e injusta, conmigo acabas.
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MAGNIFICO
¡¡¡ Un 10 como una casa !!!
Completamente de acuerdo.
Viva España
Arriba España