22/11/2024 01:56
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Intentaré dejar de lado consideraciones ideológicas y políticas. Apuntaré a señalar solamente algunas de las actitudes humanas que de forma habitual aparecen a lo largo de la historia y que se repiten como parte de su condición. Nada más lejano que ponerme en el rol de juez, sino simplemente observar cómo las masas por naturaleza carecen de principios fuertes, firmes y responsables. Lamentablemente también los individuos padecen del mismo problema. Algunas veces consigo entender ciertas motivaciones, la mayoría de las veces no. Si hay algo que me produce rechazo es la traición, la hipocresía, la cobardía, y el oportunismo por parte de los hombres.

No es lo mismo la traición que el oportunismo, ni tampoco la hipocresía que la cobardía, pero se cruzan y relacionan inevitablemente ante otro acto negativo como la deslealtad. Ante ella opongo su valor positivo: la lealtad y su hermana, la fidelidad. La carencia de estas virtudes me repugna.

La falta de principios y valores lo vemos a diario y en todos los ámbitos. Me canso de ver y escuchar a mujeres y maridos despechados destrozar a sus ex parejas en charlas con amigos. De renegar del ex equipo de fútbol, partido político o religión por donde se haya estado y abominar del propio pasado. Probablemente quienes caen en ello no sean conscientes de que, al renegar de su pasado, lo hacen de sí mismos, evidenciando que, si se hace una vez, lo más probable es que se repita.

Esta crítica no significa que alguien no pueda cambiar de opinión o postura ante algo, cosa lógica, sana y normal, sino que quién cambia de bando o abandona sin reconocer o asumir el propio rol jugado en la construcción del “monstruo” con el que pretende acabar, se invalida y se engaña a sí mismo. Todos cometemos errores, tirios y troyanos, jefes y subordinados.

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A nivel social en España se los conoce como chaqueteros, en Italia como voltagabbana y en Argentina, como los que cambian de camiseta, o simplemente tránsfugas, y ahí están por todos lados recordando lo miserable que puede ser el ser humano: Bruto, apuñaló a su padre Julio Cesar, Judas entregó a Nuestro Señor Jesucristo, el conde Don Julián, pactó con el enemigo musulmán. Estos son solo algunos ejemplos de traidores por conveniencia cambiando de bando. La línea entre la traición y el cambio de chaqueta es muy delgada.

Viene a mi memoria un ejemplo histórico de ello sucedido durante el siglo pasado: Dino Grandi y Galeazzo Ciano en el Gran Consejo Fascista del 25 de julio de 1943 y el cadáver de Benito Mussolini colgado por los pies en Piazzale Loreto, por parte de muchos voltagabbana que poco tiempo antes le hacían el saludo romano. Del fascismo al antifascismo sin escalas.

En este siglo recientemente hemos visto la brutalidad y humillación para acabar con la vida de Muamar el Gadafi en Libia. El hombre más poderoso y admirado durante décadas por su pueblo, repentinamente fue masacrado y vejado brutalmente. Este tipo de actos nos recuerdan la miseria y la maldad de los oportunistas que carecen de principios y escrúpulos.

Sin entrar en juicios de valor hacia ninguno de los personajes históricos mencionados, subirse al carro del vencedor, hacer leña del árbol caído, celebrar el triunfo del campeón de la Liga, o afiliarse al partido que gana las elecciones, no es de hombres con valores y mucho menos renegar de donde se haya estado en algún momento de la vida.

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Hoy vemos como se hace antifranquismo militante por parte de los nietos de régimen y como abogan por imponer una república ante el anacronismo de una monarquía corrupta, como si se solucionasen con ello todos los males que sufren los españoles. Ahora los juancarlistas piden la cabeza del rey y todos son republicanos.

No es cuestión de defender a ningún personaje político del pasado o presente ante el vilipendio porque no tiene sentido ni ellos lo necesitan. Tampoco de defender un régimen o sistema político de gobierno ante otro. Simplemente no me gustan y me producen un profundo rechazo los oportunistas, los traidores y los cobardes que siguen la corriente. A los traidores Dante Alighieri les reservó el último círculo del infierno, el noveno, donde se padecen los más terribles sufrimientos.

No será la primera vez que me encuentre en el lugar incorrecto, il lato sbagliato, o en el bando perdedor, pero nunca me dirán chaquetero, voltagabbana o tránsfuga porque nunca tuve la intención de conocer el último círculo de la Divina Comedia. Al fuego del infierno se lo combate con la fidelidad.

Autor

José Papparelli