Lo demás fue una borrachera impresionante, como nunca las había visto. Exceptuando al “tío” Toby, que se mostró prudente y supo sujetarse, los demás bebimos como cosacos. Franqois, como pude saber en el transcurso del “viaje”, para olvidar su problema personal… “Mira, Johnny (¡y que mal me sonaba a mí que me llamara Johnny!) ¿sabes por qué viajo tanto? ¿sabes por qué bebo? Pues, te lo voy a decir… (y pedía otro whisky) Porque mi mujer me pone los cuernos con medio París y yo ya no aguanto más las sonrisas del otro medio París… (y pedía otro whisky). Yo comprendo, y esto te lo digo con el corazón en la mano, que tuviera un amante para paliar mis ausencias, pero ¡uno! no ¡veinte!… Esta vida es una mierda… ¡Y yo ya no voy más por París! , ¡A la porra París y mi mujer! , ¡A la porra todo el mundo! … ¡Yo soy demócrata y amo la libertad! , ¡Yo soy libre para hacer lo que me salga de los huevos!…” ¡Lo que hay que oir en este mundo de Dios!
El español bebía porque sí, porque se sentía lejos y porque cuando uno está bebido —según él— todo se ve más alegre y más bonito… Aunque, luego, cuando comenzó a tartamudear y a no hablar claro salió a relucir “su” problema… “Mira, Juan (a esas alturas yo ya le había dicho mi verdadera nacionalidad) mi problema es un “pro-ble-ma (y alarga tanto la palabra que casi no la termina) eminentemente po-lí-ti-co”… Yo comprendo que soy un tío ra-ro, pero lo que te voy a decir es la pura ver-dad-d: Es- pa-ña se va a la mier-da… aunque el Re-y haga fi-li-gra-nas con unos y con o-tros. Los españoles ne-ce-si-ta-mos mano du-ra-, sí, ma-no du-ra… y cuando se quieren hacer ex-pe-ri-men-tos ¡tor-ta- zo que te crió! … y otra vez a ma-tar-nos unos a otros. Yo te digo, por su-pues-to a tí-tu-lo perso-nal, que en esto no quiero compro- me-ter a mi perió-di-co, que Fran-co sería un ca-brón, pero que a los espa-ño-les nos enten-di-ó como na-die… ¡eso, lo ju-ro yo por mi ma-dre, que en paz des-canse! ”… ¡Qué barbaridad! ¡Y es que el español estaba como una cuba! , como se dice por Córdoba…
Bueno, y yo bebí a conciencia, porque quería emborracharme. Ese algo interior que siempre va conmigo quería emborracharse y sanseacabó… Y hasta creo que no me quedó nada en la cartera, pues le conté a Vicente hasta lo de Angelita…
¡Lo que es un borracho! Pero, sobre todo, y esto sí que lo recuerdo bien, les hablé de Córdoba tanto y tanto que acabé llorando como un crío…
Así que recorrimos todos los “tugurios” de Jamestown cogidos del brazo y cantando de todo. Un triduo explosivo y romanticón. Pues, mientras Francois cantaba la Marsellesa, Vicente cantaba el “Cara al Sol” y yo el tango ese que dice “Volver con la frente marchita…”. ¡Un espectáculo! Pero, hay ocasiones que el hombre se muestra así y así hay que aceptarlo. Somos humanos y aunque nos disfracemos de fríos por dentro va la procesión. Podemos disimular, y todos disimulamos, hasta que un día se rompe la máscara y explota todo lo que llevamos guardado y “aguantado”.. ¡Y especialmente cuando uno sabe que está a dos mil kilómetros de la costa más cercana! … ¡Fuera máscaras!
En fin, que el día de hoy me lo he pasado en la cama, sin salir ni a la calle. Durmiendo y duchándome; durmiendo y duchándole… Entre arrepentido, cabreado, amorriñado, ilusionado, alegre, triste, sincero, mentiroso, meditabundo, ansioso, viajero, amante, padrazo, caballero, traidor, traicionero, cansado… ¡Y como telón de fondo: Longwood! , ¡Y más allá Napoleón! … ¡Y todavía más allá de Napoleón, Córdoba! ,
¡Siempre Córdoba! … Bueno, pues me he puesto y he escrito a mi hermano Antonio para decirle que sí, que acepto lo de la boda y que ya no hay quien me detenga… ¡Que voy y que no hay más que hablar! ¡Que quiero ir y sanseacabó! …
¡Que treinta años son muchos años!
¡Y que no quiero beber más!
¡Hasta que no beba en las Tendillas! “ ¡¡¡Sire, si París bien vale una misa; Córdoba bien vale una borrachera!!!”
Mañana sale para Río el “Princesa Isabel” y ya he reservado mi pasaje… ¡Aquí está todo visto! .. La “cumbre secreta” no ha sabido guardar nada en secreto y las cosas están bien claras: las “potencias” asistentes (Angola, Kenia, Zambia, Zaire, Mozam- bique, Uganda, Tanzania, Madagascar y Malawi) han acordado apoyar hasta sus últimas consecuencias al “Frente de Liberación de Rhodesia” y en consecuencia se han comprometido a respaldar (con armas y con dinero) todo un plan subversivo que tiene como meta implantar un gobierno negro en Salisbury tras arrojar del país a los blancos de Ian Smith. Por supuesto, cuentan con el apoyo bajo cuerda de la Unión Soviética y con la “vista gorda” de Washington… El plan consta de tres fases: a) Campaña sicológica en los medios de Comunicación Social más importantes del mundo: desde el “New York Times” hasta “Pravda”, pasando por “Le Monde”, “Corriere della Sera”, “El País”, “L’Humanité”, etc., etc., etc… b) Boicot aéreo y por tierra para todo tipo de mercancía, y c) Agitaciones laborales y estudiantiles, como paso a una acción guerrillera en toda línea. Asimismo las “potencias” asistentes han acordado llevar el tema Rhodesia a la próxima conferencia de la OUA (Organización de la Unidad Africana) que se celebrará en Isla Mauricio… Así, pues, las horas de los blancos en África están contadas. Este otoño será “otoño caliente” para Rhodesia y la República de Sudáfrica (porque también el gobierno de Pretoria tendrá problemas “gordos” para finales de agosto y comienzos de Septiembre).
En fin, que ya he preparado mi “confidencial” para el “Jefe y señor” y no tengo otra cosa que hacer sino esperar a que “levante anclas” el “Princesa Isabel”… ¡Y en cinco días en Río! Luego, a Caracas. Si Angelita puede, y quiere, hasta podemos pasar un día en el espléndido “Hotel Bolívar”, junto al puerto de La Guaira. Aunque parezca raro allí ha sido donde he comido la mejor paella de mi vida… ¡Claro que el jefe de la cocina era de Santa Pola (Alicante)!
Esta tarde vino a buscarme el periodista español. Vicente Cano estaba ¡también! algo disgustado por el “espectáculo” de la otra noche. Es lo bueno que tiene una borrachera en gente normal: ¡qué después viene el arrepentimiento y los propósitos de enmienda! Cano me habló de su ajetreada vida periodística, de la sensación de soledad que se siente cuando se viaja continuamente y se vive en el meollo de los conflictos humanos. Según él (¡y me lo dice a mí precisamente!) a la postre uno se vuelve “apátrida”, desarraigado, desnaturalizado, ciudadano del mundo y no de un país en concreto… Aunque, como era de esperar, la conversación desembocó en España. Vicente me habló largamente de la situación política actual, de lo que estaba pasando en el país desde la muerte de Franco.
—Mira, Julián —me decía— quizás la impresión que te diera la otra noche fuese demasiado pesimista… Ya sabes que cuando se bebe al final siempre surge el pesimismo… Pero, la realidad es que España está viviendo unos momentos de gran peligro. Tú sabes muy bien que salir de una Dictadura es siempre difícil y más si el Dictador ha sido un hombre como Franco, que digan lo que digan, ha hecho más cosas buenas que malas. Los españoles nos habíamos acostumbrado a caminar hacia adelante sin preocuparnos poco ni mucho en los problemas de cada día… y con su muerte, de golpe, esos problemas se nos han venido encima con aires de urgencia. España —y lo repito: digan lo que digan— está como esas familias numerosas que de pronto se quedan sin padre… ¡Por supuesto que saldrá adelante! … pero, de momento, es inevitable que cunda el desconcierto. Ahora, todos nos miramos los unos a los otros como diciendo “bueno, ¿y quién saca ahora las castañas del fuego?”. Porque el problema no es sólo que desaparezca el cabeza de familia, sino que a eso hay que unir la falta de recursos… ¡Ya sabes: donde no hay harina, todo es mohína!
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¿Y el Ejército? ¿ qué opinan los generales?… ¿es cierto que ha habido algunos intentos de “golpe”?… ¿están politizados los oficiales jóvenes?… —le pregunté yo.
—De “golpes”, nada. El Ejército, hasta ahora, se mantiene totalmente unido y constituye la tranquilidad de todos. Los altos mandos militares han dicho, y repetido mil veces, que no hay que preocuparse, que todo lo que está sucediendo es normal y que, efectivamente, hay que adaptarse a la nueva situación que ha creado la muerte de Franco, pero sin traumas ni saltos en el vacío ni aventuras insensatas… A lo más que llegan —como me decía en mi último viaje a Madrid, un general del Alto Estado Mayor— es a contemplar con una sonrisa abierta el “sarampión” que vive parte de la clase política. En cuanto a los oficiales jóvenes ¿ qué te voy a decir? Supongo que habrá variedad de opiniones, distintos enfoques, pero siempre a nivel individual… ¡Bueno, ya sabes lo que es el Ejército en cualquier país!… Este año hubo cierto revuelo porque detuvieron y juzgaron a unos cuantos oficiales que decían pertenecer a la UMD (Unión Militar Democrática), pero según mis informaciones la cosa no tuvo mayor alcance.
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¿Y la Oposición? ¿ qué fuerza tiene de verdad el Partido Comunista? —insistí yo.
—Mira, a la llamada Oposición le ha pasado como al resto del país: que les ha cogido en bragas. Ningún partido tiene aparato de organización, ahora es cuando están “trabajando” a marchas forzadas. Yo creo, particularmente, claro, que a la larga el partido que más posibilidades tiene es el Socialista, pero ¡ojo! siempre y cuando no se identifique con el Comunista, pues —y aquí insisto: digan lo que digan— el pueblo español —o la gran mayoría, como quieras— tiene miedo al comunismo. Sobre todo los que conocieron la guerra de mayores o de pequeños… ¡la clase media que Franco ha favorecido no está —eso te lo aseguro— por correr la aventura comunista!
—Sin embargo, se les teme… —apunto yo.
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¡Claro que se les teme!… ¡Como en otros tiempos se temía a los jesuitas!… Porque los españoles saben que los comunistas no se conforman con poner los pies… que se les da un dedo y luego quieren la mano, y después el cuerpo, y después la cabeza… Mira, si los españoles están de acuerdo con algo es en afirmar que “efectivamente, muerto Franco, el país tiene que cambiar, tenía que cambiar, pero no hasta el comunismo”. También están muchos de acuerdo en que hay que limitar de algún modo los abusos del capital y los posibles “matesas” que haya o pueda haber en el futuro… La gente lo que quiere es seguir progresando, vivir bien, y tener más libertad para criticar a los gobernantes. Por eso te digo que yo le veo porvenir al Partido Socialista… ¡lo que nadie quiere, nadie, es meterse otra vez en follones de orden público, ni bombas, ni muertos en las calles! … Luego, claro, hay una minoría disconforme con su situación social, que es la que ha caído, quizás, en las redes comunistas. Pero, esto era inevitable. Donde el Comunismo tiene y ha tenido siempre su “chance” ha sido en la clase menos favorecida: obreros en paro, obreros con sueldos bajos, jornaleros sin sueldo fijo… y, pienso, entre la juventud universitaria… éstos por su mayor politización y por sus inquietudes de todo tipo.
—Si ahora mismo hubiese elecciones libres ¿ qué pasaría?
—Pues, mira… (y hace una ligera pausa) ahí es donde yo creo que radica el problema. Porque me da la impresión de que todos tienen miedo a las elecciones. La derecha porque a pesar del bienestar, de los recuerdos de la guerra y del franquismo, no saben cómo podría reaccionar ese alto porcentaje de votantes que nunca han votado; la izquierda, porque a pesar de todo lo que se escribe y se dice en los círculos más politizados, tienen miedo a un fracaso estrepitoso, pues no olvidan que el español de por sí es conservador… ¡aunque lo que tenga que conservar sea la miseria!, por aquello de “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer! ”.
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¿Y amnistía? ¿habrá amnistía para los presos políticos?
—Mira, Juan, no te engañes. La amnistía —tal y como la han planteado las fuerzas de la “oposición” y principalmente el Partido Comunista— sólo es un medio para conseguir un fin. Porque todos los políticos saben muy bien que ésa es una bandera de mucho gancho y que cae bien. Para ellos la amnistía es la ruptura; es decir, abrir las cárceles un día al atardecer y esa misma noche echarlo todo por la borda: caída del Gobierno, cierre de las Cortes, quema de símbolos franquistas, formación de un gobierno Provisional, las masas en la calle, etc., etc. Y eso te aseguro Juan que no va a pasar. Yo sé que habrá amnistía, y no ha de tardar mucho. Pero, una amnistía ordenada y de acuerdo con las leyes, nada de alegrías callejeras… Además, y ya lo veremos, habrá trabas para los delitos de sangre…
—También en el “otro lado” —le apunto tímidamente— hubo “delitos de sangre” y no pasa nada…
—Juan, no seas ingenuo: en todas las guerras —y más en las civiles— ha habido siempre vencedores y vencidos…
—Pero, precisamente de lo que se trata ahora es de olvidar “aquello” e iniciar una nueva etapa, una etapa de reconciliación nacional.
—Sí, si eso está muy bien sobre el papel, pero ¿tú crees que
los vencedores de la guerra van a perdonar a Santiago Carrillo, o a “La Pasionaria”, o a Líster, o al “Campesino”? … Eso sería pedirle peras al olmo y y eso no puede ser.
—Salvo que se produzca un 25 de abril…
—Pero, de eso estate seguro: en España no habrá ningún 25 de abril… A lo más que pueden llegar los “franquistas”, de verdad, es a olvidar, pero si se les quiere chulear… Y mira que están cediendo: porque si hace un año a la Oposición le aseguran que iban a llegar donde han llegado ya se dan con un canto en los dientes….
Después saqué el tema de la Monarquía y del Rey Don Juan Carlos… pero en esa cuestión Vicente Cano, redactor, enviado especial de “ABC”, me pidió comprensión. Y sólo dijo:
—Comprenderás que trabajando en el “ABC” no quiera comprometer a mi periódico. Ahora bien, a título personal, sí puedo decirte mi opinión… Yo pienso que Juan Carlos es un hombre muy preparado para la política y que seguramente será un buen Rey… ya lo está siendo. Como pienso que la única salida que tenía la Dictadura —tal y como se habían planteado las cosas— era la Monarquía. ¿Te imaginas la situación de España, a la muerte de Franco, si no hubiese existido la figura de Juan Carlos, es decir de la Monarquía? … El problema no lo veo a nivel de Jefatura del Estado, sino más abajo, en la clase política, en las Instituciones, en el pueblo…
Luego, me invitó a cenar y nos marchamos.
Para estar más solos y no tropezarnos con el francés nos fuimos a una vieja taberna del puerto, donde cenamos tranquilamente. Fue entonces cuando yo aproveché, ya en confianza, para contarle la historia de mi hermano Alejandro y preguntarle si lo conocía. Vicente me dijo que no le conocía personalmente, pero que había oído hablar de él como miembro destacado del Partido Comunista…
—Sí, eso ya lo sabía… pero ¿siguen estando perseguidos los comunistas en la España actual? —le dije yo.
—Hombre —me contestó él— todavía tienen problemas, pero yo creo que a partir de ahora las cosas les vendrán de cara.
Hay muchos comunistas que están y se mueven en libertad… Él ¿ dónde reside ahora?
—Pues, si te digo la verdad, no lo sé. En estos treinta años sólo me habrá escrito diez o doce veces, más en los últimos tiempos, y cada vez lo hizo desde un sitio distinto… Barcelona. Oviedo, Sevilla, Toulouse, París… Yo le tenía que enviar mis cartas con nombre supuesto y a la dirección que él me daba en su carta, cada vez distinta…
(En ese preciso momento entró en la taberna donde estábamos el francés y ya tuvimos que cambiar de conversación. Francois Duvalier nos dio las “últimas noticias” de la “Cumbre secreta”: “Idi Amín se ha peleado con Homo Kennyata y se retira de la coalición”, “La guerra se adelanta: Mozambique lanzará sus tropas contra las de Rhodesia dentro de unas cuantas semanas”, “Se ha acordado dotar a la guerrilla interna de cohetes Sam-7”… Así pues, la cena se prolongó y otra vez le dimos repaso a todos los problemas africanos, a las elecciones norteamericanas, al Mercado Común europeo y cien cosas más, en las que mis interlocutores de esa noche, como es natural, estaban sobradamente impuestos. Luego, nos despedimos y Vicente Cano me dio un fuerte abrazo y su dirección en Madrid por si alguna vez le necesitaba “para lo que sea”. Me quedan ocho horas que estar en Santa Elena. A pesar de todo, creo que ha merecido la pena venir hasta este “infierno” del que sí se puede salir.
¿Volveré aquí alguna vez en mi vida? Probablemente, nunca. Es normal. Pero ¿ quién sabe?… Tampoco Napoleón Bonaparte pensaría nunca venir hasta aquí y ya ven. Es la vida… con sus sorpresas y sus misterios.
Efectivamente. Santa Elena vista desde lejos es un enorme portaaviones, o —como me dijera Julia —un gran ataúd. Son dieciséis kilómetros de largo por nueve de ancho. Oscura, casi negra. Sin ninguna nota en el paisaje que indique que allí hay vida. Sólo los tremendos acantilados cortados en vertical y una especie de neblina que la cubre como si quisiera esconderla a la mirada de los curiosos. Los libros de geografía dicen que es la cresta de una cordillera que atraviesa el Atlántico de norte a sur (otra cresta serían las Azores), pero cualquiera sabe… ¿Y por qué no podía ser ciertamente un ataúd puesto allí por la diosa Fortuna para recibir un día a Napoleón, el más amado de sus hijos? … Porque ¿qué lugar habría ocupado Santa Elena en la Historia si no hubiese llegado hasta allí Napoleón Bonaparte? …
Ahora que la estoy perdiendo de vista (desde la cubierta del “Princesa Isabel” y a barlovento), no tengo más remedio que levantar la mano para decir un adiós postrero a mi amigo Toby, con quien he estado charlando hasta el último minuto ¡Pobre Toby! … Al despedirse de mí no pudo contener las lágrimas y me abrazó como si nos conociéramos de toda la vida. La amistad es así de caprichosa. Porque yo también he sentido cierto escozor al separarme. Y, sin embargo, sé que ya nunca más volveré a verle… Toby me contó esta mañana que hace muchos años estuvo dos días en Cádiz y que incluso tuvo un romance con una sevillana que estaba allí de paso. Recordaba con exactitud dos cosas: una, que se llamaba Macarena; dos, que quería enseñarle a bailar por sevillanas. ¡Pobre Toby! Y, sin embargo, ya ves, el hombre es feliz enterrado en vida en ese enorme ataúd… Según él cuando navegaba, por todos los mares del mundo, siempre estaba contando los días que le faltaban para regresar a “su” isla… Y es que en el fondo todos tenemos “nuestra” isla y aunque sea pequeña, y aunque parezca un ataúd, es “nuestra” isla… porque para cada uno esa isla es la más bonita, la mejor, la más bella, la que tiene más encanto… Para Toby Santa Elena es “su” isla; para mí mi isla es Córdoba… ¡y ya podamos estar donde estemos que la más bonita de las islas será “nuestra” isla! … Adiós Toby, adiós amigo mío, adiós compañero… Yo te aseguro que haces bien: no abandones nunca tu isla de Santa Elena… aunque tengas que morar con el espíritu de Napoleón, aunque desde lejos parezca un ataúd, aunque esté ahí perdida en el océano… ¡Adiós!
— Y ahora, Sire, me gustaría hablar de lo que según me dicen los que bien me conocen, Su Majestad recuerda mejor que nadie: las batallas en las que participó y los caballos con los que entró triunfante en las grandes capitales del Imperio de “Los Estados Unidos de Europa” estuvo a punto de materializar.
— Uh muchacho, eso sería como volver a empezar y han pasado muchos años y muchísimas batallas para recordarlas todas y una a una… Oh, y muchos más los caballos con los que tuve que vivir. Por cierto, le habrán dicho lo que yo tengo a Gala, que yo nací físicamente a lomos de un caballo, pues sí, no se ría, yo nací a lomos en la que mi madre iba montada cuando, con mi padre y mis hermanos nacidos huíamos de la dictadura que llegaba a Córcega en busca de la libertad que nos daba Francia. Justo cuando subíamos el Monte Cinto a mi madre le dio por parir y ni a mi padre que iba al lado le dio tiempo a sujetarla. Caí en manos de “Romi” la señora que por orden expresa de mi padre, no podía faltar ni un milímetro de mi lado hasta que diese a luz y sujeta a la montura iba cuando yo caí en sus brazos, llorando ya como un becerro.
— Bueno, Sire, es verdad que yo ya tengo anotadas algunas frases de sus seguidores y algunas incluso ya han pasado a la Historia.
— Ah ¡eso está bien! ¿Cuáles fueron esas palabras?
— Pues la primera fue la que pronunció subido a las pirámides de Egipto: “Soldados, fijaos bien en estas piedras. ¡Mil años de Historia nos contemplan!”
— Ja, ja, ja no hombre, no, parecido pero no fue así. Es cierto que yo aquel día montaba una yegua de color negro azabache heredera lejana de las “5 de Mahoma” que le habían regalado el Jaque El Bky, también descendiente del Profeta. Pero, también es cierto, que con aquel hermosísimo animal me acerqué a la pirámide e intenté subir lo más alto que pude, para que me oyesen bien los soldados que aquel día estaban gloriosos de felicidad. Porque El Cairo, y con El Cairo, Egipto ya estaba en nuestras manos.
— Sire, ¿y es cierto que salió victorioso el 18 de Brumario por lo que le dijo su hermano Luciano cuando ya casi estaba perdido y como Presidente de “los 500”? (Asamblea Nacional y Convención): “Hermano tenéis ¿juráis ante esta espada que os pongo sobre vuestro corazón que por encima de todo y de todos defenderéis a Francia, a la Libertad, a la Igualdad y a la Fraternidad?. Porque si no lo hacéis, ahora mismo os mato”.
— Bueno, bueno, parecido pero no tanto. Aunque es verdad que lo estoy cumpliendo, porque antes que la Revolución y la Convención y la Asamblea Nacional está Francia… y por ello aunque yo no sea defensor de ella, he prometido tener en un rincón VIÉNDOLA, PERO NO UTILIZÁNDOLA, una guillotina. Así que todos los franceses lo tengan presente: o Francia o guillotina.
Pero amigo español, dejemos las frases y recuérdeme algo de mis batallas. Le aseguro que según mis propios datos desde el sitio de Tolón, en el que entré de Teniente y salí de General, con 24 años habré participado en más de 1.000.
— ¿Y entre esas recuerda usted bien la de Waterloo?
— Oh, no, por Dios, no caiga usted en el error que han caído todos mis historiadores, de los malos lo esperaba, de los buenos no. Porque no cayeron en la cuenta de que Napoleón Bonaparte no estuvo en Waterloo. Sí, sí, sí, sí, sí. Napoleón no estuvo en Waterloo.
En Waterloo hubo un pobre diablo al que le habían robado el arma su mujer y madre de su hijo y su hijo mismo… un Napoleón a quien habían abandonado aquellos mariscales a los que encumbró y les dio todos los honores y las riquezas de este mundo. ¿De qué? ¿De qué habría vencido el emperador Ruso? (un Alejandrito que estaba enamorado de mi espada) ¿O un general Bruche que ya le temblaban las piernas solo de escuchar mi nombre? ¿De qué habría esperado el ataque decisivo porque estaba lloviendo y el terreno estaba enfangado el Napoleón que ya llevaba dos días en la antesala con dos victorias aplastantes (Ligny y Fleurus)?… y para más inri el mensaje del Emperador de Austria, Francisco I, anunciándole que no le devolvería en vida a su mujer y a su hijo.
Aquella noche según el Mariscal Bertrán, uno de sus acompañantes en Santa Elena, no paró de llorar en toda la noche.
— Sire, ya solo me queda hablar con Su Majestad de sus caballos y de sus mujeres.
— No me haga reír… aunque a decir verdad, han sido los grandes amores de mi vida: amores humanos y amores divinos… y te voy a hablar poco de los primeros y menos de los segundos. Tal vez porque, aunque a la Historia o a la intraHistoria hayan pasado muchas, la verdad es que yo solo tuve dos grandes amores: Desiree, la mujer que me descubrió y me enseñó el camino del amor, guapísima, que conocí de estudiante y sería la que me dio el último adiós cuando ya había comenzado el viacrucis que me hicieron vivir desde Fontainebleau a Santa Elena. Y Josefina, mi primera mujer, y mi primera Dama de Estado y mi maestra en casi todo.
Y nunca olvidaré que con Marengo entré por primera vez en Viena y vencí a los Emperadores (Austria, Rusia y Prusia) el día de AUSTERLITZ, la batalla más importante no solo de mi vida, sino, y seguro que nadie se atreverá a desmentirme, vivió y vivirá el mundo entero.
Entrevista en exclusiva con Napoleón para España. Por Julio Merino
Autor
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Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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