EL JARDÏN BALDÍO
Cruzo por las oscuras torres de la patria
y al llegar a sus ruinas melancólicas
vierto mis lágrimas. Sobre la postergada
belleza de sus restos veo las pobres hierbas,
el paso raudo de su edad lozana,
los fieles dioses de piedra y alaridos. Arden
bajo la luna tristes muros, altas
soledades, y se ha desvanecido
la promisoria primavera. Años
de perfidias han hecho que los ojos
sólo vean densas nubes de plomo,
flores muertas en eterna espera.
Una tierra que fue siempre sagrada se sumerge
en la danza de un futuro incierto
y nadie alza la voz para acallar el canto
de los grillos, para alejar el cráneo
de la bestia que nos trae y nos lleva
del insomnio al silencio, pero la sangre nunca
olvida. Un río de fango anega
los silenciosos cementerios donde duermen
las víctimas, cruza como un relámpago
por nuestras horas. Fuerza feroz, el agua zumba
sobre el mundo. Ángeles sin luz ni movimiento
se aproximan al baldío jardín donde leemos
rencores y reproches. Con lentitud se asoman
y nos miran: atados a la rueda,
sin flores, junto al puñal y la pira,
brillantes de martirio, sed y lágrimas.
Voces nocturnas de demonios mecen
nuestro propio dolor, nuestra miseria,
el sinuoso vértigo que traza
unas huellas de impureza y maldad.
En la celda del destino, el barro
y la codicia que somos pretende
liberarse. Bien y mal, seculares
raíces que nos turban mientras llega
la médula de hondas claridades,
el héroe místico que nos socorra.
Autor
- Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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