20/05/2024 23:55
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Desde instituciones médicas como el Colegio de Médicos de Madrid o la Organización Médica Colegial, por ejemplo, sus presidentes se han manifestado en contra de la decisión del Gobierno de establecer una lista de médicos «objetores» a la realización de abortos. La Ministra de Igualdad opina que, siendo un derecho legalmente recogido, los médicos no pueden negarse a tal práctica. Y los representantes de los médicos apelan al derecho de objeción de conciencia, a que es una práctica en la que la ética de cada médico decide (más allá de lo que recogía el Juramento hipocrático) o incluso a pronunciarse abiertamente en contra de esa actividad como práctica médica, porque de hecho a los médicos en general no nos han formado para eso. Se habla, si acaso y condescendientemente, de hacer una lista de sanitarios que no tienen objeción a practicar abortos, entre otras cosas porque sería más corta y además los que figuren ahí serían los que propiamente tienen que poner objeción a su conciencia. Se esgrimen razones hasta de índole laboral por cuanto los figurantes en las listas (en uno u otro sentido) tendrían ventajas o desventajas para contrataciones, diferencias arbitrarias de sueldo (con incentivos o con penalizaciones) o incluso restricción de libertades. En definitiva, se pretende, una vez más, desunir la sociedad, fracturar el colectivo, esta vez sanitario, crear una polémica más donde no debería haberla y sembrar odio y división, algo que desde el Gobierno están bien aleccionados.  

Más allá de la cuestión del aborto y a la luz de lo que llevamos vivido, la protesta de los representantes de los médicos surge haciendo valer su autoridad para decidir sobre esas cuestiones de índole médica. Según su parecer, el Gobierno se inmiscuye en el quehacer médico y le dice, por imposición, qué tiene que hacer, cuál va a ser su obligación. ¿No tiene esta situación ya un precedente muy claro y abonado? Porque la iniciativa de «vacúnese a todo el mundo» se llevó al margen de los más elementales criterios médicos. Nunca en la historia de la medicina se aplicado el mismo remedio invariablemente para todo el mundo. El quehacer del médico posee la exclusiva potestad para la indicación, contraindicación o no indicación de cualquier medida diagnóstica, preventiva o terapéutica. La prescripción es facultativa, siempre es el médico, y solo el médico, el que prescribe y las instituciones médicas han velado celosamente por ello, abriendo ahora tímidamente la mano a la prescripción por parte de enfermería. Siempre…, hasta hace bien poco, donde la instalación de «vacunódromos» donde se administraban inyecciones innecesarias e indiscriminadas, sin informar a los que acudían de los posibles efectos secundarios, como la lex artis ad hoc exige, ha puesto de manifiesto la falta de autoridad para el ejercicio ético de nuestra profesión. Porque las instituciones que ahora protestan contra la ministra han participado en esas campañas, no solo de «esto para todos», niños o embarazadas, daba igual, sin miramientos, y además elaborando comunicados en los que señalaban a los médicos que no veíamos correcta esa práctica como irresponsables o delincuentes, contrarios a la deontología a los que habría que ver cómo penalizar.  

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Esos mismos que instaban a una práctica irregular, atípica, totalmente cuestionable desde el ámbito de la ciencia y de la ética, los que han bendecido los «vacunódromos» y nos los han puesto en nuestros Colegios profesionales, incluso sin que los políticos lo exigiesen, por iniciativa propia, son ahora los que protestan a la ministra por el atropello de nuestras atribuciones como médicos. La autoridad se pierde cuando no se defiende y entonces otros cantamañanas dicen lo que debemos hacer. Si los médicos no supimos alzar la voz para decir que aquí mando y decido yo que soy la autoridad, veremos en breve «abortódromos» o «eutanasiódromos» en los Colegios de Médicos por imperativo legal y anuencia de los que los presiden.  

PS. Artículo dedicado especialmente a quienes, desde la más completa ignorancia de la medicina, sostienen que la vacunación tiene que ser obligatoria para poder ejercer como médico. 

Autor

Doctor Luis M. Benito
Doctor Luis M. Benito
Luis Miguel Benito de Benito, médico especialista de Aparato Digestivo desde 2000 y Doctor en Biología Celular. Licenciado en Filosofía. Máster en Dirección Médica y Gestión Clínica por el Instituto de Salud Carlos III y Experto Universitario en Derecho Sanitario y Ciencias Forenses por la UNED. Facultativo Especialista de Área del Hospital Universitario de El Escorial y Director Médico de la Clínica Dr. Benito de Benito desde 2011. Autor del libro "Coronavirus. Tras la vacuna" ISBN 978-84-9946-745-0
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