Pues ya me dirán cómo resolvemos la cuestión, porque desde el punto de vista más lógico y racional no parece posible que un hombre al que no hay vicio que no se le atribuya, ni virtud que no se le niegue, pueda estar cargándose el Estado de derecho en España. Y decir Estado de derecho, es decir la democracia.
Ahora bien, como esto no es posible, deberíamos apostar por la causa mayor, y la mayor no es otra que nuestra deficiente, fraudulenta y corrupta democracia. Bien es cierto que un sistema que se sustenta mediante el voto de todos los ciudadanos, incluidos los extranjeros, es un sistema que está abocado al fracaso. Dicho esto, se necesita una Jefatura de Estado con poder de ejecución y resolución, y que la representación del ciudadano se canalice a través de las unidades naturales de convivencia.
Y ojo con meterse con más miembros de su familia para forzar su dimisión, porque ya me dirán si no sería irónico que un tipo que se está cargando España: dividiendo hasta extremos preocupantes a los españoles, doblegando al Poder Judicial e interfiriendo en todas las instituciones del Estado, tuviera que irse precipitadamente, y no a su tiempo, por los presuntos chanchullos de su esposa y puede que también de su padre. Irónico que ahora también agregarán a la lista a su suegro, un honrado y virtuoso empresario que arriesga su capital creando puestos de trabajo y dando satisfacción a sus clientes.
Lo dicho, o Pedro Sánchez es un fenómeno de la naturaleza, o nuestra democracia no puede ocultar lo que es: deficiente, fraudulenta y corrupta.
Autor
Últimas entradas
- Actualidad11/08/2024¿Quiénes celebran el 18 de julio? Por Pablo Gasco de la Rocha
- Actualidad13/07/2024El esfuerzo por sobrevivir comienza a ser titánico: Se Acaba La Fiesta y la Corona pone a dar consejos a las Niñas. Por Pablo Gasco de la Rocha
- Actualidad09/07/2024Los tres Mosqueteros de la CEE contra los españoles y los inmigrantes. Por Pablo Gasco de la Rocha
- Actualidad09/07/2024Sr. Marlaska, nadie va a prohibir que le siga haciendo la cena a su “marido”. Por Pablo Gasco de la Rocha
El socialismo, como toda la izquierda, es violencia. Así lo establece Karl Marx en su manifiesto comunista de 1848, y así lo han creído y practicado todos los líderes marxistas de todos los continentes y tiempos, especialmente desde Lenin. Solo la violencia, y la mentira, puede darles el poder por medio de revoluciones sangrientas, guerras civiles revolucionarias sangrientas, golpes de estado sangrientos, frentes populares izquierdistas sanguinarios y terroristas, engaños, mentiras, división, manipulación, pero siempre violencia, violencia física, violencia psicológica, violencia intimidatoria, violencia verbal y escrita, violencia doctrinal, violencia mediática y legal. La izquierda es violencia y odio a todo lo bueno, sano y santo. Y solo la violencia y la mentira puede darles el poder, porque nadie en su sano juicio puede ser socialista en serio, solo vendiéndose a sus falsos doctores políticos líderes.
El socialismo es desigualdad. La desigualdad es fomentada por los que precisamente hablan de igualdad. El socialismo destruye la competencia, que es el mecanismo de redistribución de la renta y de la riqueza más eficiente, natural y sensato, el que está más en concordancia con el libre albedrío que Dios nos ha otorgado para el desarrollo de nuestros talentos donados por Él. Bien sabe todo el mundo que la competencia libre de intervención es precisamente la que redistribuye la renta del modo más eficiente y natural, la que genera verdadera igualdad. Por eso siempre se han afanado los perversos anticristos en limitarla. Y los socialistas son los más empedernidos en destruirla, generando sus privilegios políticos y prohibiendo todo tipo de sana libertad.
El socialismo destruye el libre albedrío, aniquila la iniciativa individual y colectiva voluntaria, desincentiva todo esfuerzo, roba al pobre para dárselo al rico, inutiliza a la fuerza al que quiere ser útil. ¿Por qué? Pues porque su estrategia en democracia es comprar votos, generar una situación de absoluta necesidad de votarle o morir en caso contrario, es decir, no dar alternativa al más pobre, pues es con el más pobre con el que más se ensaña.
Para el socialismo el hambre es un arma política, como el desempleo involuntario prolongado y sin término. Los jóvenes solo pueden ser ganados para la izquierda privándoles de poder llevar una vida normal trabajando, ahorrando, desarrollando su talento y su capacidad, formando una familia cristiana, teniendo hijos, siendo normales y no paniaguados para juegos electrónicos a subvención. Cuanto más desesperada y famélica esté la población, cuanto más se hayan recortado sus oportunidades y su libre albedrío, más dependientes se harán del voto cautivo, especialmente si no tienen la dignidad que Dios nos garantiza por la fe, por eso el socialismo es esclavista. Este voto exige mucho despilfarro, muchos impuestos desincentivadores y liberticidas, mucha esclavitud fiscal, mucho gasto público sin control para comprar voluntades electorales, luego mucho endeudamiento, cada vez a un tipo de interés mayor, pues el riesgo de prestar a un país crecientemente socialista es enorme y los inversores ricos exigen cada vez un tipo de interés mayor para poder prestar al socialismo.
La deuda pública, incontrolada en los gobiernos socialistas para comprar votos, hacen muy ricos a los inversores (fondos de inversión, fondos de pensiones, grandes inversores, ricos, en general, incluso extranjeros tipo Soros, Gates, etc.) y también poderosos (capaces de imponer sus criterios a gobiernos, como el aborto, la ideología lgtbi+, la ideología de género, la tiranía ecológica medioambiental, la agenda genocida 2030…), mientras que empobrece a los más pobres, coartados por la falta de oportunidades y sometidos a esclavitud dependiente socialista, que han de afrontar el pago opresivo del servicio de la deuda pública creciente, pues los impuestos siempre se trasladan hacia los más pobres, que son los que los acaban pagando, pues las empresas trasladan toda la carga fiscal a clientes y a trabajadores, aparte de que con socialismo tienen mucha menor competencia, nadie quiere invertir en un país crecientemente socialista. Por eso, en contra de la gran mentira que propagan los izquierdistas de todo el mundo, la izquierda, el socialismo y el comunismo, hace muy ricos a los ricos y muy pobres a los pobres, generan divergencia de rentas entre naciones (el caso de las naciones del antiguo bloque soviético respecto a las occidentales, especialmente España con Franco, es escandaloso. Eso sí, convencieron con sus mentiras al resto del mundo de justo lo contrario) y entre individuos, es decir, desigualdad creciente, empobrecimiento de los más pobres y enriquecimiento de los más ricos progresistas.
El socialismo mata, genera desigualdad, empobrece a los pobres y enriquece hasta el extremo a los muy ricos y poderosos. El socialismo es desigualdad, pero tiene la diabólica capacidad seductora de hacer creer justo lo contrario a las mentes más débiles, las de los que no aman a Dios, las de los ateos (una mente atea es una mente enferma), o, al menos, generar tal desesperanza en la gente que les obligue a apoyarles en las urnas al no creer que exista alternativa alguna (ateísmo cerril, fanático, integrista y que no atiende a razones). El socialismo es la muerte en cuerpo y alma, la autodestrucción de la criatura de Dios, del hombre y de la mujer, la desesperación, el ateísmo, la soberbia cerril incapaz de rectificar, el vacío, la enfermedad de mente, cuerpo y alma, la negación de Dios, de Cristo crucificado, incluso la enemistad insensata con Él, el odio a todo lo bueno, sano y santo. El socialismo destruirá el mundo conocido si Dios no lo impide antes. El socialismo es el castigo que el mundo merece por haber ofendido tanto a Dios Nuestro Señor.
Pero además, el socialismo es contra natura. Odia a Jesucristo Nuestro Señor y todas sus enseñanzas. De hecho ha tratado inútilmente y estérilmente de destruir la Santa Iglesia Católica Apostólica allí donde ha sido implantado, incluida España en los años treinta del siglo pasado. Ha derramado sangre católica por océanos, pero la Santa Iglesia Católica Apostólica, para tormento interminable socialista, ahí sigue, zarandeada y haciendo agua, pero sigue, amenazada continuamente, pero sigue. No logran acabar los socialistas con el amor a Dios sobre todas las cosas. Y eso les desespera hasta lo impensable. ¿Puede haber algo más contra natural que odiar a Jesucristo Nuestro Señor y su Palabra transmitida en los santos Evangelios, su Iglesia, la Católica Apostólica, sus santos y santas, sus mártires y sus ministros fieles (no los socialistas o conservadores o políticos, esos no son de Cristo) y sus fieles no consagrados?
Es una cosa de manicomio.
Que el Señor enseña a no jactarse a son de trompeta de las buenas obras, a que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, a no llevar cuenta del bien que hacemos, pues no lo hacemos nosotros, sino que somos meros siervos inútiles que ningún mérito tenemos, el socialismo enseña justo lo contrario con su potentísima y seductora propaganda que engaña a más de la mitad de la población de la tierra con sus potentísimos medios de comunicación-engaño (casi todos, y los que no lo son, sin darse cuenta casi también difunden socialismo), seduce a los más débiles y limitados mentalmente (al rechazar la fe, pues quien no tiene fe no razona de modo sano, sino enfermo. La soberbia envenena y ciega) como la serpiente sedujo a Eva en el Paraíso, se jactan cual fariseos de todo lo que hacen aparentemente bien (casi siempre enseñan el mal como algo bueno y el Bien como algo malo, retrógrado, anti progresista, oscurantista, etc., pecan contra el Espíritu Santo, Espíritu de la Verdad, el que conduce a la Verdad plena, luego se hacen acreedores de la condena eterna), eso sí, sin sacrificio personal alguno, es decir, se atribuyen ellos el mérito ajeno, promueven la «visibilidad», el narcisismo, la egolatría, el querer ser el centro, el endiosamiento de la propia criatura, el «mi vida es mía y solo mía y hago con ella lo que me plazca», etc. Ya han engañado incluso a papas, cardenales y obispos con la socialista (moderada) doctrina social de la (anti) iglesia, que también defiende el socialismo democrático (social democracia) y la intervención política (le llaman principio de subsidiariedad, así de refinados son en el engaño y de retorcidamente oscuros) aparte de otros garrafales errores y engaños.
Que el Señor enseña que el matrimonio es indisoluble, que es adulterio divorciarse, el socialismo encabeza la lista demoníaca multitudinaria y mayoritariamente aplastante (como los que se dirigen a la perdición eterna por la amplia puerta y el ancho camino de la perdición) de la totalidad de partidos políticos democráticos en pro del «derecho» a divorciarse como un «gran avance» del progreso…sí, del progreso hacia la animalización del ser humano, a la bestialización, al zoologismo, al rechazo contundente de la dignidad infinita dada por Cristo y por nadie más a toda la humanidad con su santísima Encarnación y Pasión. El socialismo odia la familia, la paternidad, la maternidad, el amor conyugal, el amor paterno-filial, la vida misma. El socialismo, pues es falsa doctrina, levadura envenenada, eso sí, muy amasada y consumida, para desgracia presente y eterna de sus víctimas. El socialismo animaliza a la criatura hecha a imagen y semejanza de Dios, de hecho, lo que persigue es convertir la en una bestia similar a los ángeles caídos. El socialismo es fiel vasallo de satanás. Y no hace falta ser uno de esos cobardes teólogos tan reputados que temen afirmarlo públicamente porque tienen mucho respeto a su reputación académica vaticana, más que a Cristo mismo.
Que el Señor sana a los enfermos, cura a los endemoniados, multiplica panes y peces, resucita a los difuntos, cura hemorroísas, leprosos, ciegos, sordos, y hace tantos milagros que ni todos los libros del mundo tendrían espacio para describir, el socialismo niega todo milagro por muy evidentísimo que sea y muestra al mundo el fruto de su satánica ideología cuyos males serían interminables también de describir y enumerar. De hecho, atribuye maldad a Dios y a las Sagradas Escrituras con propaganda tipo «La religión es la causa de todo mal, de las guerras en «nombre de Dios», de la falta de «progreso», del atraso y el oscurantismo, de la enemistad con la «ciencia», la «ilustración» el «racionalismo», el positivismo, el cientificismo,….». No solo niegan a Cristo como los fariseos, los socialistas, sino que incluso elevan la ley, sus legistas escribas socialistas de la «legitimidad» del socialismo haga lo que haga, corrompa lo que corrompa, asesine a quien asesine y robe lo que robe, su democracia (para el socialismo, solo el propio socialismo es democracia, lo otro no lo es. Si esto no es totalitarismo fariseo socialista, nada lo es), nada es más importante que su ídolo democracia socialismo. Todo lo que vaya contra el socialismo y sus jueces de impunidad al socialismo, es inconstitucional, incluida la defensa del no nacido frente al aborto tan socialista. Así, no es de extrañar esa plena coincidencia de fariseos que, constatando las obras de Cristo, que solo Dios puede hacer, le reprochaban hacerlas en sábado, es decir, de modo inconstitucional y antidemocrático de la época, toma ya.
Para el socialista, el socialismo, es decir, la democracia tal como la entienden y la entendía su homónimo Lenin y Stalin, está por encima de todo. Amarás la democracia sobre todas las cosas, que es lo mismo que decir, serás un idólatra o serás muerto.
Que el Señor enseña que seremos libres por medio del conocimiento de la Verdad («conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres»), que todo el que comete pecado es esclavo, el socialismo enseña justo lo contrario, que la libertad es el socialismo, nada menos, que el pecado es libertad, que el homosexual, el pervertido, la prostituta, el adúltero, el afeminado, el drogadicto, el heroinómano, el cocainómano, el degenerado, el violador (al que por cierto tienen predilección por dejar siempre suelto, es muy socialista eso de violar, de socialistizar o colectivizar a la mujer como medio de producción de placer público sin «compromiso»), etc., es muy «libre» de serlo. Y enseñanzas satánicas similares son las del socialismo.
Que el Señor enseña a sus fieles sobre la Resurrección, el socialismo enseña con todo tipo de engaño y mentira que «no hay ni Dios ni otra vida después de ésta», es decir, su soberbia le lleva al límite extremo de contradecir la misma Revelación, eso sí, todavía no se han puesto de acuerdo sobre el Año de Gracia, a quién se ha de rendir culto, pues su soberbia y su egolatría les impide nombrar a alguien al respecto pues todos quieren ser los objeto de culto público, eso es muy socialista. El socialismo representa un ateísmo integrista, fundamentalista, radical y visceral que supera en fanatismo a todo integrismo musulmán terrorista. Antes se convertirá al catolicismo un miembro de Bokko Haram que un socialista, con toda seguridad, pues uno es como es por pura ignorancia, mientras que al otro no le es asignable aquello de que no sabe lo que hace, pues bien que lo saben.
Que el Señor enseña a perdonar para ser perdonado, el socialismo se empeña, casi cincuenta años después y ausente ya las generaciones que lo vivieron, en reavivar el odio a Franco y a su España católica y patriota, por supuesto que nunca perdonada por el socialismo, inventando una versión propagandista embustera sin tasa cargada de odio y revanchismo sangriento sobre los acontecimientos de los años treinta del siglo pasado, teniendo a sueldo a embusteros sin alma académicos, bien pagados, bajo el título de «historiadores» y sacando una ley de engaño y envenenamiento democrático, para revivir la guerra civil revolucionaria de sus predecesores de entonces. Para el socialismo no hay perdón que valga, ni piedad. El socialismo es el carácter impío por excelencia. El odio del socialismo no tolera la misericordia. El socialismo es impío e inmisericorde, especialmente con la Iglesia Católica y con los que no son socialistas.
Que el Señor enseña a amarse unos a otros como Él nos ha amado, el socialismo enseña a engañarse, mentirse, manipularse y ser hipócritas unos a otros. Ni entre ellos se dicen la verdad, se mienten, se apuñalan por la espalda o de frente, se venden unos a otros, se odian, se purgan sin otro límite a sus vidas que el miedo a ser ellos asesinados, como en tiempos de Lenin, Stalin, Mao Tse Tung y, ahora, Xi Lin Ping, entre sus homónimos socialistas. Nada hay de amor en el socialismo, el amor, como la verdad, son enemigos mortales para el socialismo, por eso se afanan tanto en ocultar todo a la población y en dar la imagen justo contraria a la verdad, pues la verdad es mortal para el socialismo. Si se es socialista, se odia el amor y la verdad. Tal cual.
Que el Señor enseña que el juicio consiste en que vino la Luz al mundo (el propio Señor) y que los hombres prefirieron las tinieblas a la luz porque sus obras eran malas, el socialismo enseña a arrojar tinieblas en todo lugar donde impera. Nada hay más oculto a los ojos del mundo que un país socialista. ¿Se conoce realmente lo que ocurre en Corea del Norte, en China y en otros infiernos socialistas y lo que ocurrió en ellos en el pasado desde 1917, o el socialismo se ha encargado de echar tinieblas, ayudado por otros, sobre la URSS desde Lenin y luego sobre todos los demás países?¿Quién busca las tinieblas sino el socialista?
Por estas y muchísimas otras razones, un católico, un fiel verdadero a Cristo, jamás puede ser, en coherencia e íntegramente, socialista de ningún tipo. El socialismo es la ideología de satanás, es la ideología del odio a Dios y a todas sus criaturas.
¿Y qué hay de cierto en eso de que el socialismo es bueno para el obrero, para el trabajador o «proletario», hablando en términos materiales?
Dejando de lado la experiencia histórica, de la que los socialistas no quieren ni oír hablar ni que se aclare al público en general de todas las naciones, de los países del este de Europa bajo el infierno soviético comunista y de la propia satánica Unión Soviética, donde los trabajadores sobrevivieron como sobrevivieron si sobrevivieron (no pocos no lo hicieron, todavía queda por explicar 60 millones de muertos con registro civil en Moscú y ningún dato sobre paradero o fecha de muerte en un país que era una cárcel un gigantesco gulag de terror, muerte, esclavitud, hambre, holodomor y todo tipo de males, que no permitía al obrero salir voluntariamente destino al «infierno» occidental de «explotación obrera», emigrar sin más), realmente, ¿el socialismo es bueno para los trabajadores?¿Qué hay de verdad en esto?
Si un trabajador experimenta una subida de sueldo debido a que un sindicato o un gobierno socialista lo ha impuesto, su riqueza personal aumenta mientras no suban más los precios. Se podría decir que si su poder adquisitivo aumenta por acción del socialismo, sale transitoriamente beneficiado. Pero, ¿y los que no han visto aumentado su sueldo? Si la subida de salarios es generalizada, bien, no hay privilegios, pero si solo afecta a los afiliados a sindicatos del socialismo, sería un privilegio intolerable, salvo para el socialismo.
Ahora supongamos que se sube el salario más que lo que suben los precios. El trabajador está mejor, qué duda cabe. Pero el trabajo se hace más oneroso, algunos empresarios tendrían que liquidar su empresa y mandar al paro a muchos obreros, pues no podrían soportar el elevado coste laboral provocado por la subida de salarios. Como esto es justo lo que la experiencia muestra que ocurre, el socialismo beneficia a unos a expensas de otros, genera desigualdad, aunque repitan trillones y trillones de veces que ellos están para generar igualdad, para «que nadie se quede atrás» (cada vez más víctimas del socialismo se quedan atrás o en la fosa). Ni que decir tiene que si a un determinado salario más bajo, los trabajadores en paro podrían tener alguna oportunidad de ser contratados, si el salario sube, sus oportunidades quedan recortadas todavía más, especialmente por la esclavitud que implica la negociación colectiva, toda una barrera a la libertad laboral, toda una dictadura opresiva de rigidez criminal hasta el extremo y propia de anticristos malnacidos. Por todo ello, el socialismo beneficia a unos a expensas de otros con su rigidez laboral. De hecho, algunos trabajadores se conformarían con un salario menor, pero el socialismo le niega incluso ese salario menor, llevándole a la más absoluta miseria e indigencia. Pero eso no es problema para el socialismo, ya que los más pobres son todavía minoría frente a los socialistas.
¿Y qué decir de las empresas? Pues las que pueden encarar la subida de sueldos impuesta, por paradójico que pueda pensarse, pueden resultar muy beneficiadas, pues la rigidez salarial es un gran impedimento para un aumento de competencia en su mercado, reduce competidores (unos por liquidación, otros por desinversión hacia otros países de menores salarios o más libertad, otros por encontrar en este mercado laboral una barrera a la entrada en él, además de la legislación socialista). Por eso, el socialismo NO perjudica a los empresarios y sí puede beneficiarles sobremanera al apartar competencia de ellos y permitirles vender más caro sin perder clientes o beneficios. Si, además, los empresarios son pro socialistas (por muy incoherente que resulte, no lo es moralmente y en términos de puro y duro negocio. Hay empresarios socialistas, y no solo el tal Hidalgo de esa línea aérea de Plus Ultra, sino muchísimos más, a los que en términos de negocios, interesa mucho el socialismo), es muy probable que el freno a la competencia libre se haga mucho más sólido con leyes socialistas, tan enemigas de la libre competencia y tan arbitrarias, incluso rompiendo la unidad del mercado dentro de España (caso de Vascongadas y Cataluña por razones de socialismo cómplice del odio a España y de los empresarios antiespañoles de allí).
Pero aún así, supongamos que la empresa, tras habérsele impuesto una subida salarial, no despide a ni un solo empleado. Ceteris paribus, sus beneficios podrían verse reducidos a no ser que pudiese traducir la subida salarial en una subida de precios de su bien o servicio, es decir, trasladar el sobrecoste laboral a sus clientes. Si la demanda de esa empresa es lo suficientemente rígida, la pérdida de clientes o ventas será insignificante ante la correspondiente subida de precios, y la subida salarial será íntegramente pagada por los consumidores (totalidad o no de la población). Al fin y al cabo, la explotación a la que tanto alude el socialismo, no es sino sufragada por el cliente, que es el que paga el precio final, luego es el consumidor el explotado, el que paga coste laboral y «plusvalía», y no el trabajador, que resulta co-explotador con su patrón. La falacia marxista de la explotación del trabajo queda bien patente en este caso. Además, el socialismo, una vez más, beneficia a unos a expensas de otros. Y si el bien o servicio es básico o absolutamente necesario para la vida (no superficial o de lujo o de capricho), el socialismo genera desigualdad claramente, beneficiando a unos, no precisamente los más pobres, a expensas de los más pobres, los consumidores que lo son porque necesitan consumir lo más básico o morir.
El caso es que las organizaciones políticas y sindicales socialistas jamás han predicado en lugar y tiempo alguno con el ejemplo, como sí hizo Owen, Proudhon y otros «utópicos» que acabaron arruinados, o como han intentado tantos cooperativistas trabajadores dueños de su empresa. Nunca se juegan su dinero emprendiendo y creando esas maravillosas empresas que aplicarán todas y cada una de sus reivindicaciones para los obreros que seguramente agradecerían mucho y en las que con toda seguridad estarían dispuestos a trabajar para siempre, no indefinidamente, sino para siempre y forever and ever. Esto del socialismo es judía hipocresía farisea de predicar sin dar ejemplo. Por eso el socialismo es uno más de esos engendros judíos fariseos del siglo XIX cuya peste dura hasta hoy. Nadie puede negar que el socialismo y sus centrales sindicales, poseen recursos enormes para emprender. Han robado mucho con el consentimiento de los no socialistas. Ya incluso no hablan de abolir la propiedad privada, pues son grandísimos propietarios y no se pegan un tiro en el pie ni en la cabeza. Pero hoy, más de dos siglos después de surgida la peste socialista, todavía esperamos que den ejemplo en sus propias empresas que todavía ni han creado ni tienen intención aparente de crear, para dar ejemplo a los demás de cómo no se explota a los trabajadores, para darle una lección a esos mercaderes explotadores vampiros que explotan al proletariado inmisericordemente según la leyenda socialista (con el consentimiento de los propios obreros socialistas o de izquierdas que no paran nunca de quejarse de que les hacen algo por el ano con los pantalones bajados y no paran de ir puntualmente a la empresa a bajarse los pantalones, como sádicos adictos, qué cosa más rara, que manera de ser más esclava. Es como si el socialismo hiciese a sus adictos esclavos sin querer ser libres jamás, como si les encantase que les esclavizaran). Así que bien cabría decir: «socialistas del mundo, emprended». Pero nada, se ve que prefieren que sean otros los que emprendan, el socialismo no ha nacido para dar de comer al hambriento, sino para jactarse de obligar a otros a que lo hagan, generando tanta hambre como pueden. Mala doctrina. Pésimo ejemplo. Todavía espera el mundo las empresas, pequeñas, medianas, grandes y multinacionales socialistas, en las que toda reivindicación sea atendida y que den ejemplo a todos los explotadores de cómo se trata al obrero. Que prediquen con el ejemplo, que medios no les faltan de tanto robo y corrupción. Felicidades, eso sí, al coletas, que ha emprendido montando un restaurante para rojos (tal cual) en Madrid. Eso es lo que deben hacer, y dejarse de ser esclavos socialistas siempre.
Y luego, los socialistas dicen que un trabajador que no es de izquierdas es un trabajador tonto. Se jactan de listos e inteligentes los socialistas. No crean empresas, no emprenden, no pagan sueldos, viven de subvenciones multi millonarias y privilegios cada vez más escandalosos, generan desigualdad entre trabajadores privilegiados (enlaces sindicales, por ejemplo, que so pretexto sindical, no dan un palo al agua y hacen cargar a los demás con más trabajo en cada empresa, el que ellos deberían desempeñar. Ni los señoritos trabajaban menos en sus cortijos), generan desigualdad entre trabajadores socialistas y desempleados, cercenan oportunidades de empleo, condenan a los jóvenes al paro, no digamos a los mayores, arruinan empresas, benefician a los empresarios socialistas y a los que le quitan la competencia, generan una raza de trabajadores egoístas hasta el extremo insensibles a la pobreza de otros solo interesados en que les suban el sueldo cada día de poder ser posible y de no esforzarse ni para encender el ordenador, eso sí, apelando siempre a la hiper usada «solidaridad», cual rabinos del sanedrín honrando a Dios en vano, psicópatas, impíos, inmisericordes, amedrentadores de sus compañeros no sindicados (y sindicados en otros sindicatos), fuerza de terrorismo blando, huelguistas a capricho, destructores de la convivencia laboral, destructores del empleo de otros con sus huelgas, capataces déspotas de la fuerza laboral, mafiosos de plantillas, enchuferos de los suyos, corruptos a reventar a base de cocaína, bernis, putiferios y mariscadas, sembradores de cizaña, colegas del patrón mercader socialista a conveniencia de ambos, jugadores trileros y tahures del pan de muchos otros trabajadores, solidarios del trabajador despedido con el «si te he visto, no me acuerdo», asesinos de desempleados, genocidas abortistas y de toda causa satánica…Una auténtica raza en el sentido estricto de la palabra. Eso son los listos socialistas frente a sus tontos víctimas que tan cristianamente tienen que soportarlos como compañeros a no ser que la revolución se vuelva algún día contra los revolucionarios.
El caso es que el socialismo se auto refrena en sus propias reivindicaciones de modo sospechosamente incoherente con su ideología. No exige un salario mínimo de, digamos, 5000 euros al mes, qué demonios. Ni exige 3 meses de vacaciones con 15 pagas íntegras. Ni exige una jornada laboral 3.5, es decir, trabajar solo de 3 a 5 de la tarde, para no madrugar tras una noche socialista de parranda tras otra, muy socialista. Ni exige 100 días moscosos al año o bajas laborales por partido de fútbol de su equipo favorito y de la selección, aunque no guste el fútbol, o por otros «deportes de interés nacional», especialmente en sus modalidades femeninas feministas, o pausas de 20 minutos por hora para fumar, o entrar y salir media hora después y antes respectivamente, baja retribuida durante un mes por duelo por defunción de la mascota o de parientes de hasta 5º grado de consanguinidad. Este tipo de reivindicaciones son tan socialistas, tan propias de esos «derechos» de los listos socialistas, que no se entiende porqué no las reivindican. Total, no son ellos los que han de pagarlas, ¿por qué no las piden y las imponen? Además, no tienen oposición, por lo que se ha podido ver en la experiencia de los últimos ochenta años a nivel mundial y de los últimos cincuenta en España.