22/11/2024 01:20
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Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña, Catedrático de Historia Medieval en la Universidad CEU San Pablo, habla con El Correo de España sobre su último libro, «Compasión. Una historia» (CEU Ediciones)
 
Rafael Nieto. Hay palabras que han desaparecido del lenguaje habitual, en la calle, en la prensa y en los parlamentos. «Patria», por ejemplo. «Perdón» (salvo en discusiones de enamorados). Tampoco se suele hablar de la compasión. Pero más allá de su sentido estrictamente religioso, el profesor Rodríguez de la Peña ha elaborado un interesantísimo estudio de tipo histórico acerca de la compasión con el que, de alguna manera, nos es más fácil comprender cómo puede actuar el hombre respecto a personas extrañas dependiendo del contexto en el que se enmarca esa relación social. 
 
 

¿Qué le ha movido a escribir este libro?

Tres razones: en primer lugar, el hecho de que el actual abuso del discurso de la víctima y de la solidaridad, utilizado tanto en contextos de sufrimiento extremo como en situaciones banales, puede estar provocando una banalización y una desvalorización de la compasión. En segundo lugar, la constatación de que no es un tema que haya sido estudiado desde la perspectiva histórico-filosófica en la que yo lo he hecho. Finalmente, he querido poner en valor el papel del hecho religioso, el de algunas religiones en concreto, en el nacimiento de las éticas de la compasión, algo que en la actual sociedad secularizada conviene recordar.

¿Puede decirse que la compasión (entendida del modo más amplio posible) ha estado siempre presente en el corazón humano?

No. La compasión con los extraños no es un hecho biológico, es una conducta aprendida, es una ética resultado de la evolución de la civilización y de la espiritualidad. No hay que confundir compasión con empatía.

¿Quiénes fueron, antes de Jesucristo, los mayores defensores de la dignidad humana como argumento para la compasión?

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Sócrates en la Antigüedad griega, Isaías en el Israel de los profetas, Buda en la India, Confucio y Mozi en China.

Vd. ofrece una visión histórica de Jesús, es decir, Jesús profeta, pero no «Dios hecho hombre». Pero, ¿realmente se puede entender el tratamiento que hace Jesús de la compasión dejando a un lado que era el mismísimo Dios?

Mi libro es un estudio histórico-filosófico. Personalmente soy católico, pero no he querido introducir consideraciones teológicas porque entonces hubiera sido otro el planteamiento. Mi libro está dirigido a lectores creyentes y no creyentes, cristianos y no cristianos. Se trata de una historia de la ética de la compasión en la que subrayo el elemento espiritual, no es una historia de la redención.

Vd. dice (y coincido) que las religiones siempre han sido un freno para la crueldad y la violencia. Y sin embargo, los MCS suelen transmitir justo la idea contraria, ¿a qué se debe?

A un relato histórico nacido en la Ilustración que identifica la religión como la principal causa del fanatismo y es bien sabido que el fanatismo es el alimento de la violencia política. Lo que sucede es que la religión no ideologizada, la religión auténtica, particularmente la cristiana en Occidente, es un factor decisivo en la difusión de la empatía hacia el que sufre, al más débil, la víctima. La religión ideologizada puede causar fanatismos, ciertamente, pero es una anomalía del hecho religioso, no es lo que lo define y ni siquiera es lo más común. Además, se da el caso que las ideologías seculares han generado un fanatismo genocida que multiplica por diez los efectos del fanatismo religioso en número de víctimas. El mundo secularizado es el mundo de los genocidios, basta echar una ojeada a la historia del siglo XX.

¿Hay algún rasgo permanente entre la crueldad de un cromagnon con un semejante hace millones de años, con la crueldad de un joven que hoy, en pleno siglo XXI, se ensaña con alguien solo por ser diferente o pensar de otra manera?

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El rasgo permanente es la condición humana en estado de naturaleza, por la que los seres humanos solo tienen empatía hacia el sufrimiento de aquellos a quienes se le ha enseñado a ver como ‘persona’ y no enemigo o presa. Harán todo el daño necesario para conseguir sus objetivos porque son ciegos al sufrimiento de ese ser humano cosificado o despersonalizado, es como si fuera una cucaracha. Esto es la crueldad: dañar, oprimir, explotar, violar, torturar a otro ser humano para servirse de él como si fuera una presa o una cosa. Obteniendo algo a cambio de esa crueldad. Pero otro nivel de crueldad sería el ensañamiento, hacer daño por el placer de hacer daño sin obtener ninguna ventaja, esto es algo que se da raramente en el ser humano y que obedece más a patologías psicológicas.

Autor

Rafael Nieto
Rafael Nieto


Nació en Madrid en 1975. Es Doctor en Periodismo por la Universidad San Pablo CEU. Ha dedicado casi toda su vida profesional a la radio, primero en Radio España y desde 2001 en Radio Inter, donde dirige y presenta distintos programas e informativos, entre ellos "Micrófono Abierto", los Domingos a las 8,30 horas. Ha dirigido la versión digital del Diario Ya y es columnista habitual de ÑTV en Internet. Ha publicado los libros "España no se vota" y "Defender la Verdad", "Sin miedo a nada ni a nadie", "Autopsia al periodismo". Esta casado y tiene un hijo.

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