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El 12 de junio de 1975 murió en Villacastín (Segovia), en un accidente de tráfico, Fernando Herrero Tejedor, a la sazón Ministro Secretario General del Movimiento y uno de los hombres con más futuro del Régimen de Franco, que ya hacia aguas por todas partes. En ese momento yo era Director de “Pyresa”, la Agencia de la Prensa del Gobierno, que dependía de la Secretaría General de la que era Ministro el fallecido. Naturalmente, su muerte fue un mazazo para aquella España nerviosa ante el cambio político que se avecinaba.

Bien, pues aquella noche, ya casi de madrugada, nos acercamos al Palacio del Senado donde se velaban sus restos, Cristóbal Páez, el Director del “Arriba”, Pedro Rodríguez, el columnista más aplaudido de aquellos años y yo, con la intención de darle el pésame a sus familiares y recabar más información sobre el fatal accidente de tráfico que le había producido la muerte. Allí nos encontramos con José Solís, el que había sido ministro de Franco durante muchos años, aunque esa noche no sabía todavía que sería el sustituto de Herrero… y allí paseando por uno de los pasillos del Senado en cierto momento le preguntó Pedro Rodríguez: “¿Y Suárez? ¿Qué va a ser de Suárez ahora que ha muerto su padrino?”. “Pobre Adolfo – dijo a bote pronto –, con la desaparición de Fernando, Suárez ha muerto políticamente… Adolfo ha llegado a ser lo que es (en ese momento era Vicesecretario General del Movimiento, o sea, el segundo en el Ministerio) gracias a Fernando”.

¡Ay, está claro que Solís no era precisamente un Profeta!… Luego, muerto ya Franco, y cuando ya era Adolfo Suárez Presidente del Gobierno, cada vez que nos veíamos yo le tomaba el pelo y le recordaba su profecía y él siempre me respondía lo mismo: “Joder, paisano (Solís era de Cabra y yo de Nueva Carteya, dos pueblos casi hermanos de la provincia de Córdoba), no me lo recuerdes, que me corto la coleta de profeta