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Luís Gregorio Gutiérrez Santamarina, que así es como se llamaba realmente nuestro protagonista de hoy, era oriundo de Colindres (Santander), donde nació a principios de enero de 1898.
Estudió Derecho en Oviedo para luego trasladarse a Madrid donde abandonó sus estudios académicos y por fin fijó su residencia definitiva en Barcelona, allí se integró rápidamente en los más importantes círculos de la intelectualidad catalana, forjando una gran amistad con Max Aub, lo que posteriormente le salvó la vida.
En la capital catalana inició su actividad literaria, viendo la luz su primera obra, un libro sobre la Legión Española, «Tras el águila del César», que nadie ha podido superar por la realidad y crudeza de las escenas legionarias que narra, y que curiosamente fue censurado tanto por la República como por el régimen del General Franco.
En 1933 escribe su libro «Cisneros» el cual llega a las manos de José Antonio, el Jefe de la Falange queda impresionado, y de inmediato ordena a sus camaradas catalanes que busquen y contacten con el escritor del libro. Gran es la sorpresa de José Antonio cuando por fin le dicen que Luys Santamarina ya era uno de los primeros militantes de la Falange catalana.
Su muy activa militancia política le obligó a abandonar su actividad literaria, pronto por su arrojo y valentía prácticamente se convierte en el líder de los estudiantes falangistas del SEU de Barcelona, y a principios del 36 los dirige en un enfrentamiento en la Universidad contra estudiantes separatistas.
También asume la dirección de los incipientes obreros falangistas que procedían a encuadrarse en las CONS.
A pesar de todo, Luys no está bien considerado por los Jefes oficiales de la Falange catalana, tanto Roberto Bassas como Jefe territorial y José Rivas como Jefe local de Barcelona intentan ningunearlo ya que no les gusta que se haya convertido en el referente de los estudiantes universitarios, para ello le achacan vivir prácticamente en los ambientes nocturnos más turbios de la capital catalana, acompañado siempre de ex legionarios y pistoleros del Sindicato Libre, lo que por cierto, en ningún caso era falso.
El 19 de julio de 1936, ante la extraña pasividad de la Jefatura de la Falange catalana (Bassas y Rivas), que no se unen al alzamiento armado contra el Frente Popular, Luys Santamarina asume de inmediato el mando de la Primera Línea de Barcelona y junto con apenas 80 falangistas entra en los cuarteles de Pedralbes donde son armados.
Luys nombró a los Jefes de la escasa milicia falangista, de entre ellos escogió a José María Poblador, antiguo fundador de las JONS de Ramiro Ledesma, que había abandonado la disciplina de la Falange y que gracias a una visita de Manuel Hedilla a Barcelona a finales de la primavera del 36 retornó a las filas azules. Como su lugarteniente fue nombrado Santiago Martín Busutil.
Las tres Centurias de la Primera Línea barcelonesa, «la Roja, la Azul y la Amarilla», escasamente consiguen encuadrar a unos 80 militantes, que junto con unos pocos requetés y tropas del Ejército intentan tomar Barcelona, pero la superioridad de los anarquistas junto con el apoyo de la Guardia Civil, desactivan el levantamiento. Los falangistas que no han quedado muertos en los combates o que no han podido escapar después de que se rindieran los mandos militares, son hechos presos y en un principio encarcelados en el «Vapor Uruguay».
El día 21 de julio gran parte de los falangistas sublevados fueron introducidos en las bodegas del buque Uruguay y repartidos en los sollados 3 y 4, allí estaba Luys que seguía ostentando la jefatura moral de los falangistas.
Hacinados y hambrientos estuvieron hasta el 8 de noviembre cuando fueron trasladados al Castillo de Montjuich.
Durante su estancia en el barco prisión superaron dos intentos de envenenamiento colectivo, así como palizas y torturas de todo tipo, sus guardianes se enrabietaban cuando los presos falangistas subían a cubierta y saludaban brazo en alto a navíos italianos o alemanes que pasaban a su lado.
A pesar de todas las penalidades, Félix García Teresa, hermano de Fernando un Jefe de Centuria de la Falange catalana, junto con Pidemunt y Luys Santamarina compusieron un himno para que fuera cantado diariamente por los presos falangistas, los que formados en dos filas y bajo un yugo y flechas pintado en un mamparo, alzaban diariamente sus voces altivas contra el cautiverio que sufrían.
El himno estaba compuesto de los siguientes versos:
«Decidiste derramar tu sangre por esta España,
que unos traidores con saña intentaron desgarrar.
No te sientas humillado, si enseguida no has vencido,
tú la culpa no has tenido de que te hayan traicionado.
Solo cuando llegó el día que a las balas cayó el Jefe,
sentiste dentro del alma la frialdad de la muerte,
mas mirando a los luceros donde acaudilla su gente,
brazo en alto, mano abierta, gritaste, fiero: «Presente».
(Esta segunda estrofa se debe exclusivamente a Luys Santamarina y nació cuando ya estaban presos en el Castillo de Montjuich al ser conocedores del fusilamiento de José Antonio).
Desde entonces, la Falange catalana siguió cantando esa brava canción a la que llamaron el «Himno del Uruguay».
A partir de ese momento Luys pasa sus días de cárcel en cárcel, llega a la Modelo de Barcelona, luego a una prisión en Sabadell, también pasa por Figueras y Vich, da con sus huesos en el penal de Chinchilla en Albacete, años después escribirá sus recuerdos en aquella prisión de frío casi siberiano.
Por fin, es trasladado a Valencia, donde en la cárcel de San Miguel de los Reyes y conocedor del avance y cercania de las tropas nacionales, logra sublevar a los presos falangistas, que junto con quintacolumnistas valencianos, consiguen increíblemente hacerse con el control de la ciudad de Valencia.
Cuando entraron las primeras avanzadas del Ejército Nacional, fueron recibidas por Luys Santamarina y sus camaradas de Falange, todos ellos luciendo sus queridas y casi olvidadas camisas azules, ante la sorpresa del mando militar.
Pero entre cárcel y cárcel, Luys fue sometido por la justicia roja a tres juicios sumarísimos, en los tres fue condenado a muerte, pudiendo evitarla gracias sobre todo a la intervención de su amigo y escritor republicano Max Aub y de otras amistades anarquistas.
En recuerdo de dichas condenas, Luys siempre llevaba justo encima del bolsillo izquierdo de su camisa azul, un emblema de su invención en el que figuraban tres calaveras y bajo cada una de ellas sus dos tibias cruzadas, emblema totalmente antireglamentario que Luys lució con orgullo hasta el fin de sus días junto con el escudo de la Falange Catalana adornado con el lema «MORTUI MORITUROS SPERANT» (que significa «los muertos esperan a los que van a morir» en clara alegoría a los Caídos de la Falange).
Al acabar la guerra, Luys volvió a su actividad literaria y a su alrededor se agruparon los intelectuales catalanes falangistas de la época, fue durante muchísimos años el Director del último periódico editado por la Falange de José Antonio y llamado «Solidaridad Nacional».
Durante toda su vida guardó las esencias de la vieja Falange y aunque obviamente colaboró con el Movimiento, realizó una ácida crítica intelectual a la pérdida de la revolución nacional-sindicalista.
De Luys podíamos decir, como dijo José Antonio ante el doncel de Sigüenza (al que calificó del primer falangista de la historia) que empuñó las armas y las letras en la defensa del proyecto revolucionario ideado por José Antonio como un viejo Capitán de los Tercios.
Unos dijeron que era un viejo loco acrata azul, otros que era un poeta vividor rodeado de pequeños delincuentes, de él también se dijo que era asiduo del «lumpen» nocturno barcelonés, pero NO IMPORTA, es verdad que Luys Santamarina no encarnó el retrato del típico falangista ortodoxo en sus formas, pero pocos en la historia de la Falange pueden mostrar un historial de servicios tan amplio y aguerrido como el de Luys Santamarina, por eso hoy le recordamos con el viejo grito de la Falange.
(Fotografía absolutamente inédita de Luys Santamarina, tomada en el Monasterio de El Escorial en noviembre de 1939 a la espera de la llegada del féretro con los restos de José Antonio.
Sobre su bolsillo izquierdo se ve perfectamente el emblema de las tres calaveras correspondientes a sus tres condenas de muerte.
Bajo el yugo y flechas porta las dos estrellas plateadas de Consejero Nacional de la Falange , puesto al que había sido designado por José Antonio, cuando en ese momento ya no existía ese cargo.
Del archivo de los Guardianes de la Memoria Azul)
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