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“Llegué a París en el otoño de 1925. En la capital francesa, la gran bacanal de la pintura moderna alcanzaba su apogeo […] Eran ellos (los marchantes), y sus críticos de arte mercenarios, los que hacían y deshacían a los pintores, independientemente de su valor como artistas. […] Lujosas revistas eran financiadas expresamente para sostener una determinada pintura o un determinado género […] Dos de las mayores vergüenzas de nuestro tiempo son la tendencia al mal que se comete en materia artística –a la que no se opone ninguna autoridad, ni civil ni eclesiástica– y la especulación basada en la mentira […] y que se aprovecha de la ignorancia, la vanidad y la estupidez de los hombres de hoy […] Yo acuso abiertamente […] a la innoble ralea de los que han contribuido y aún contribuyen a hacer caer la pintura al punto en que hoy ha caído”[1].
Casi un siglo ha transcurrido desde aquel año 1925 que Giorgio de Chirico fijase tan crudamente en su memoria, y sus palabras sobre el surrealismo y el “movimiento moderno” siguen vigentes, como si el tiempo se hubiese detenido.
Recientemente, entre el 22 y el 27 febrero, hemos asistido en Madrid –otro año más– a una nueva edición de la muy mal llamada “Semana del Arte”, teniendo en cuenta que dicho cartel alude en exclusiva al “arte” moderno y contemporáneo. Un fantástico aquelarre compuesto por varias ferias simultáneas: ARCO, Art Madrid, JustMad, UVNT (Urvanity) Art Fair, Hybrid Art Fair, Artist 360, Flecha (Feria de Liberación de Espacios Comerciales Hacia el Arte)” y alguna otra.
“ARCO 2023” celebraba su 42 edición acogiendo 185 galerías de 30 países, y el presidente de IFEMA (sede de la muestra) afirmaba: “Madrid vuelve en el mes de febrero a convertirse en uno de los grandes focos de la cultura y el arte contemporáneo de Europa. Y ello, gracias a la celebración de ARCOmadrid y al acompañamiento que le otorgan las principales instituciones, museos y salas de arte de Madrid […]”[2] Un párrafo en el que se advierte una sibilina y engañosa asociación entre “cultura” y “arte contemporáneo” y, por otro lado, una dolorosa verdad relativa al respaldo institucional del evento. Respecto a lo primero, cabe observar que la cultura o es compartida o no es cultura, y pocos serán los desvergonzados que osen discutir que hay pocas cosas menos populares que el arte contemporáneo.
Y respecto a lo segundo, resulta evidente que toda esta farsa no sería posible sin la complicidad y colaboración activa de muchos en su financiación y difusión. Empezando por los distintos Gobiernos (Ayuntamiento, Comunidad de Madrid y Gobierno de España); siguiendo por instituciones culturales públicas como museos, tanto autonómicos (Centro de Arte 2 de mayo) como estatales (Museo Reina Sofía); pasando por los grandes medios de manipulación y propaganda (RTve, El País, El Mundo, ABC, radio 3); grandes bancos (Santander o CaixaBank) y hasta un buen puñado de empresas privadas.
En cuanto a los precios de ARCO, ArtMadrid, JustMad, o UVNT, la entrada general costaba 15 euros y para Hybrid Art Fair, diez euros y medio; con distintas reducciones para mayores de 65 años, desempleados, estudiantes, grupos y niños[3].
Dicho lo anterior, si este sarao se entendiera únicamente como un negocio restringido a unos pocos y “selectos” individuos tampoco habría mucho que añadir. Que cada cual invierta su tiempo y dinero en lo que quiera. O que lo tire o que lo queme.
Ahora bien, más allá de la burbuja de entretenimiento creada por y para ciertas oligarquías degeneradas, merece analizarse el empeño de dichas “elites” por extender –“democratizar” lo llaman– el “gusto” por el arte contemporáneo entre la plebe y, sobre todo, promover el culto a toda esta inmensa pantomima en las generaciones más jóvenes.
En algunos casos, por ejemplo la feria “Artist 360” (4ª edición), fundada y organizada por Moisés Bentata y Abraham Benzadón, este interés no pasa del mero afán de lucro. Atendiendo a sus propias palabras, no cabe duda de que su objetivo, apenas disimulado, es ampliar el caladero de pesca: “despertar la sensibilidad en todo tipo de público, entendido o no entendido […] tenemos obras desde 100 euros […] y de hecho tenemos un stand que se llama “artist-shop” donde pueden adquirir obras por menos de 500 euros”[4]. ¡Qué suerte!, ¿verdad?
Sin embargo, tanto afán por “sensibilizar” a los jóvenes en las nuevas tendencias –incluyendo la reducción del precio de las entradas a los niños por debajo de los 12 años–, entra de lleno en la figura penal de la perversión de menores.
En este sentido, Jaelius Aguirre, director de “Flecha 2023” (31 ediciones), afirmaba muy campanudo: “Lo que hacemos aquí es acercar el arte contemporáneo a donde está la gente, no intentar llevar a la gente donde está el arte contemporáneo y que entienda unos códigos y unos lenguajes muy complicados, sino que se lo ponemos fácil. Aquí se puede entrar sin pagar entrada, sin hacer cola”[5]. Vamos, que si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma. Lo cual tiene mucha gracia porque, asumiendo que el arte contemporáneo tenga “unos códigos y unos lenguajes muy complicados” –lo cual, sin duda, es mucho asumir–, no deja de resultar simpático eso de que el personal no tenga que esperar cola, cuando es más que evidente que, a pesar de los esfuerzos constantes por engañarla “instruyéndola”, parece un hecho indiscutible que “la gente” no se agolpa ansiosa para ver –ni mucho menos comprar– “arte” contemporáneo.
No obstante, por más que a la masa de los gentiles les cueste entrar por el aro y no respeten las patochadas posmodernas ni a los fantoches que las perpetran, no debe desdeñarse la influencia que los establecimientos para la exhibición del “arte” contemporáneo ejercen en la sociedad. Un efecto intimidatorio tan pernicioso como palpable en la difusión de ciertas doctrinas bajo el manto de la “cultura” y, concretamente, al amparo de la “Semana del Arte”.
Esto rezaba la página web de “Art Madrid’23, Feria de Arte Contemporáneo”, en su 18ª edición, celebrada en la Galería de Cristal del Palacio de Cibeles Madrid, sobre sí misma: “Programa Comisariado dedicado a artistas jóvenes como plataforma de visibilidad durante la semana del arte de Madrid, un evento por excelencia de arte contemporáneo a nivel nacional” (sic). Evitando hacer sangre sobre la redacción del párrafo, el texto continuaba: “Una edición más, –la coma detrás de “más” es gentileza del que suscribe– Natalia Alonso Arduengo será la comisaria encargada de llevar a cabo el programa, que girará alrededor del tema de la IDENTIDAD”[6]. Por supuesto, como bien supone usted, perspicaz lector, entendiendo “identidad” en el único sentido permitido, posible o tolerable para la lógica “woke” o “políticamente correcta”; es decir, “identidad” referida a cualquier “autopercepción”, adscripción o pertenencia de carácter sexual, pero jamás “identidad” aplicada a conceptos “insidiosos” como la comunidad nacional, una historia común, la moral cristiana o una cultura digna de tal nombre.
Para abrir boca, una de las “artistas” más destacadas por Art Madrid’23, Dela Delos, nos explicaba en Instagram su instalación titulada “El desvío” del siguiente modo: “Una palabra clave del proyecto es atracción, como esa fuerza que se dirige hacia sí misma, que arrastra y mueve en un contexto de espacio liminal limítrofe fuera de ese tiempo o contexto cotidiano” [7] (sic). Sin duda, un magnífico resumen no tanto de la obra como de la capacidad, alcances y limitaciones de la señorita Dela.
Pero en el portal digital de Art Madrid’23 se nos informaba también de la performance titulada “Desde donde escribo”, perpetrada por la “promesa de las artes” Alexia Sayagó, en los siguientes términos: “El teatro le permite rolear (sic[8]) cada personaje para abordar las tensiones que se dan entre el pensamiento individual y el colectivo, entre la primera persona del singular y la primera persona del plural. Pámpanos y cascabeles son, para Sayagó, individuos permeables, de identidad fluida, sin sexo ni género. Son cuerpos en movimiento que se afectan y afectan al lector/espectador”. Un párrafo memorable que no habla precisamente bien de su autor, pero que tampoco lo hace del público a quien va dirigido…
[1] Giorgio de Chirico, “Memorie della mia vita”. Primera parte (1945). En español, “Memorias de mi vida”, Editorial Síntesis, Madrid, 2004, pp. 151-152. En palabras del propio de Chirico, la ralea mencionada se desglosaba en “degenerados, canallas, hijos de papá, holgazanes, onanistas y abúlicos”. Op. Cit., p. 153.
[2] Prólogo del catálogo de ARCO. Documento completo: https://www.ifema.es/arco/doc/catalogo-oficial-arcomadrid/catalogoarco_2023.pdf
Página web de ARCO: https://www.ifema.es/arco/madrid
[3] En el caso de ARCO, ArtMadrid y JustMad, la tarifa reducida era de 8 euros, y para UVNT, 10 euros para estudiantes de menos de 26 años.
[4] Onda Cero, programa “La brújula de Madrid”, 20-02-2020: https://www.ondacero.es/emisoras/comunidad-madrid/madrid/audios-podcast/brujula-madrid/artist-feria_202002205e4ed7b60cf2547d2a2b384b.html
[5] https://www.youtube.com/watch?v=oNFMuySJVwI&t=102s
[6] Ingeniería social a través de la “cultura” impulsada por la Comunidad de Madrid desde hace años. Véase, entre otros muchos ejemplos, este vídeo de la artista Itzíar Okariz, referido a su exposición del 27 de octubre de 2017 al 21 de enero de 2018 en el Museo CA2M: https://ca2m.org/node/2830
[7] Página oficial: https://www.art-madrid.com/
[8] De rol o papel. N. del A.
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