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Está claro que entre China y Rusia existe una relación histórica de “amor-odio” basada en intereses geopolíticos y económicos.
Los dos países han sido aliados para crear un frente común ante Occidente pero históricamente han sido grandes enemigos a la hora de defender sus límites fronterizos y sus intereses económicos.
El afán expansionista de Rusia hizo que en el siglo XVII se propusiera avanzar por Siberia, lo que tuvo como resultado el tratado de Nerchinsk entre China y Rusia fijando con ello la frontera entre ambos países.
En 1969, Rusia (entonces Unión Soviética) y la República Popular China estaban en guerra. Un enfrentamiento por una isla fluvial en el rio Ussuri les llevó a disputas bélicas.
En el sentido contrario, Stalin ayudó a Mao a ganar la guerra civil china y así, siendo aliados a mediados del siglo XX, ambos se comprometieron a defender su comunismo frente al capitalismo representado por EEUU.
En la actualidad y a raíz de la invasión Rusa a Ucrania, China expresó su “amistad sin límites” a Rusia y se negó a condenar esta agresión.
China ha seguido manteniendo una ambigüedad estratégica. Por un lado ha seguido culpando del inicio de conflicto a la expansión de la OTAN en Europa.
Por otro lado, no ha tenido prisa por ayudar claramente a Moscú.
China ha visto como esta “amistad sin límites” le ha traído consecuencias negativas tales como la reducción de ventas de sus productos en Europa por las dificultades económicas derivadas de la guerra en Ucrania.
El no expresar abiertamente la condena a la actual situación bélica en Ucrania le ha llevado a tener problemas comerciales con EU, que no olvidemos, sigue siendo su principal socio comercial.
Esta situación ha hecho que la retórica de China haya cambiado y ,así, se ha pasado de tener una relación de” amistad sin límites “ con Rusia, a tener “una relación basada en la no alianza, la no confrontación y la no agresión a terceros”.
En España no somos ajenos a los cambios y a las ambigüedades políticas.
Solo hay que recordar la posición inicial de Pedro Sánchez ante una posible alianza con Podemos (“no dormiría por las noches”). Del odio se pasó al amor y así, Podemos pasó a ser el principal recurso para que el PSOE llegara al poder. Esta “bonita amistad” se ha ido diluyendo y ahora se están tirando los platos por la cabeza.
Las comparaciones son odiosas pero la realidad es la que es.
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