No, señora Limón. Yo no me conformo con que usted haya pedido disculpas a través de las redes sociales, ese instrumento infantiloide e inútil que se utiliza ahora para justificar los errores propios. Usted ha dicho lo que ha dicho. Y dicho queda. Ya no tiene solución. Usted se ha burlado de las personas que sufren Alzheimer y de sus familiares. Sí, señora Limón, esa cruel enfermedad que tantas vidas se ha llevado por delante y que tantas familias está destrozando, algunas para siempre.
Usted, señora Limón, es una miserable que pertenece a un partido formado mayoritariamente por miserables, un partido que no respeta a los muertos, porque profana sus tumbas, pero es que tampoco respeta a los vivos porque humilla su memoria y quiere controlar sus conciencias.
Sé de lo que hablo, señora Limón, pues la enfermedad de Alzheimer se cruzó en el camino de una de las personas que más he querido en la vida; apenas había cumplido los cincuenta años. Fue perdiendo poco a poco lo mejor que tenemos las personas, es decir, nuestros recuerdos, o sea, aquello que nos evoca lo que hemos sido y también lo que somos. Pero es que además perdió la palabra, y los movimientos hasta que, luego de una cruel agonía, se marchó, ya para siempre: tenía cincuenta y siete años. Esa persona nunca vio cómo sus hijos culminaban sus estudios con éxito. Esa persona nunca pudo disfrutar viendo cómo esos hijos se abrían camino en la vida a nivel profesional. Esa persona nunca conocerá a sus nietos, si es que alguna vez los tiene. Esa persona, señora Limón, era mi esposa.
Para que se imagine cómo me he podido sentir yo hace unos días al oírle a usted, so pretexto de insultar a Núñez Feijóo, mencionar la palabra maldita, de esa enfermedad maldita que ha arruinado mi vida y, además, lo hizo usted con sarcasmo, para así hurgar más en la herida. Una enfermedad neurodegenerativa que se llevó a mi mujer, dejando un vacío inmenso en mi corazón, además del alma muy sensibilizada para todo lo relacionado con esta terrible patología, como no podía ser de otra manera.
Por cierto, señora Limón, déjeme que le cuente una anécdota que viene aquí que ni pintiparada: trabajé en un colegio del que me tuve que ir, vía concurso de traslados, porque el director, en connivencia con la presidenta de la Asociación de Padres, me hicieron la vida imposible, atacándome por dónde más me dolía, es decir, aprovechando la debilidad que me producía el estar al cuidado de mi mujer. ¿Sabe usted de qué partido eran tanto el director como la presidenta de la Asociación de Padres? Sí, señora Limón, ha acertado usted: eran de su mismo partido político, un partido formado mayoritariamente por miserables, como ustedes tres.
Ya termino, señora Limón. Yo podría perfectamente cagarme ahora en sus muertos más frescos, para desahogarme, pero eso yo no lo haré nunca, porque todos los muertos (los suyos también, señora Limón), se merecen un respeto, y si yo los insultara, me estaría comportando como un miserable. Y yo no soy eso. Usted, señora Limón, sí lo es.
Autor
- Blas Ruiz Carmona es de Jaén. Maestro de Educación Primaria y licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Tras haber ejercido la docencia durante casi cuarenta años, en diferentes niveles educativos, actualmente está jubilado. Es aficionado a la investigación histórica. Ha ejercido también el periodismo (sobre todo, el de opinión) en diversos medios.
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