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El que siembra vientos, recoge tempestades.
A veces, algunas veces, los pueblos y las personas se olvidan de que el presente no es producto de un ensalmo repentino, de que el presente es el resultado de pequeñas y grandes renuncias, de pequeñas y grandes aceptaciones, que es resultado de un proceso, y en ese olvido, algunas veces, los culpables quedan solapados por la vorágine de la actualidad aplastante, creando una momentánea amnesia secuencial.
Pero cuando eso hacemos, perdemos una de las cualidades fundamentales del ser humano para entender el presente, y nos hacemos débiles a los vientos de moda, a la inmediatez que nos ciega y limita, camino seguro de injusticia.
La situación social actual en España (moral, cultural y política), es resultado de una degradación progresiva, que fuimos ignorando o tolerando, a pequeñas dosis de veneno que fue enrareciendo cada vez más nuestra vida. Nos fuimos acostumbrando a vivir con la decadencia moral continua, artera, medida. Toda esa degradación (casi sutil, aunque para algunos no tanto) del ser de España, comenzó a finales de 1975, y se sentenció en 1978.
El adoctrinamiento en la utopía feliz de la libertad absoluta que traía la novísima democracia liberal coronada, rindió sus frutos, todo el que la negara sería tildado de inmovilista cruel.
Y nos ‘obligaron’ creer en la arcadia feliz que llegaba, que lo toleraba todo, que lo perdonaba todo… que lo confundía todo; por fin podríamos ver sin censura, a todo color, todas las mujeres en porretas que quisiéramos, se había terminado la opresión, por fin podíamos ser mariquitas abiertamente, sin ser censurados por una sociedad intolerante. ¡Qué felicidad!
Nos enseñaron a creer en una patria dividida por las autonomías, en una patria sin Dios, en una patria sin raíces ni moral, donde el estado del bienestar (material, claro) sería proveído por el liberal nuevo Estado sin responsabilidades personales.
Nos enseñaron a creer en ese mundo de feliz utopía donde la monarquía abrazaba al comunismo y le abría, magnánimo, las puertas en la participación en el nuevo gobierno, de la que había sido tan injustamente relegado. Los máximos responsables de establecer una república en España, los socialistas (bueno, así se dicen), eran los más felices amigos del rey de España.
Un rey bueno y ‘campechano’, venía a liberarnos de un oscuro dictador; un régimen opresor sería relegado por la arcadia feliz del gobierno del pueblo. El 23 de febrero, los negocios turbios, los pagos a las amantes… los elefantes, nada parecía importar, todo se le dispensa al jocundo y campechano monarca.
Después, ya puestos en el ensueño, nos dijeron que el monarca podía casarse con quien quisiera, también con una republicana de dudosa vida, era la felicidad total. Todo es posible en la libérrima democracia liberal.
La utopía se desmorona, la libertad se somete: impuestos draconianos (hay lugares en que más vale no heredar); leyes supresoras de la inteligencia y la razón; jubilados sin pensión justa; ausencia de cortesía y respeto; altanería; obscenidad; medios públicos al servicio del poder; censura; incultura; una casta política abrumadoramente numerosa… y para remate de tanta inmundicia, de tanta felonía, la invasión extranjera (especialmente islamista) más peligrosa de la historia, por falta de dignidad y vergüenza nacional para impedirla.
Los ladrones y mamarrachos siguen saliendo en las urnas, y los desharrapados (física y moralmente), los incultos, los inmorales, los inexpertos, siguen ganado terreno en la triste España sin ventura, abandonada de sus propios hijos.
En esta lamentable y dramática situación, única en nuestra historia por atonía moral, y, faltos de recursos, hastiados de la injusticia, muchos españoles se reúnen en torno de representantes del sistema culpable de la tragedia.
Porque, que nadie se engañe, muy pocos políticos, desde el rey al último vasallo, se salvan de la indignidad y el contubernio, de la traición a España. Al faltar la selección de los mejores, sustituida por la tiranía de la muchedumbre, los representantes son la ruina de España.
La monarquía, que debió ser el garante y catalizador de los destinos de España, todo lo consintió por ‘imperativo legal’, por ‘respeto’ a la democracia y a la Constitución, entes de razón casi sustitutos del sentido de la patria, del juicio y del honor.
Al desligarnos del proceso histórico, corremos el riesgo de crear nuestros propios mitos; necesitados de héroes, nos convencemos de nuestras propias ilusiones.
Al final, no se trata de elegir o defender un sistema político u otro, todos deben ser de circunstancia al servicio de la patria, se trata de volver a elegir a España.
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«Los ladrones y mamarrachos siguen saliendo en las urnas, y los desharrapados (física y moralmente), los incultos, los inmorales, los inexpertos, siguen ganado terreno en la triste España sin ventura,»
Habria que preguntarse los motivos por los que los españoles votan y apoyan a lo peor de cada casa, el porque de que la gentuza se haga con el poder y desde el destroce la vida y la hacienda de los que, cuatro años despues,vuelven a votarles.
Todo apunta a que la democracia Liberal solo sirve para empobrecer a unos(los mas) mientras enriquece a los menos( los politicos).
Cuando los representados pasan fatigas y hambre mientras los representantes se forran es que algo va rematadamente mal.
Y si a eso le agregas que los pisoteados son los que les dan el poder a los que los pisotean…ya es de psiquiatra
En la vida de las naciones los ciclos históricos se repiten de forma casi automática. El péndulo de la Historia de España ha pasado de un extremo, el anterior a 1.975, hasta el otro, la tercera década del Siglo XXI. La democracia liberal es un traje que no le queda bien al pueblo español porque siempre degenera en una democracia dirigida por los más demagogos y los menos preparados. Es necesario volver a un sistema político que esté basado en la meritocracia, en el que solamente los más cualificados puedan ocupar los cargos de dirección de los asuntos públicos.
En cuanto al enriquecimiento de los políticos, si bien sus emolumentos son demasiado altos en comparación con los salarios de la mayoría de los trabajadores y el número de políticos es muy superior al de otros paises europeos con poblaciones similares a la de España, el problema principal es la creciente desigualdad económica entre una élite de millonarios, que aumentan sus fortunas a pesar de las sucesivas crisis económicas, y la inmensa mayoría de la población española que ve como su poder adquisitivo se va reduciendo año tras año. La culpa de esa desigualdad es del capitalismo salvaje que se ha instalado en España a partir de la llegada de la «democracia liberal».
Y también de los 500.000 políticos «profesionalizados», que no profesiones, que no paran de subir los impuestos, y cobrar por todo, hasta por respirar, como ya denunciaba en su día el gran Quevedo…
En la mayoría de los casos, por no decir en todos, son gentuza…
El problemón de España es moral e intelectual. España no ha sabido reinventarse y tampoco ha sabido salvar lo que de bueno había en la tradición cribándola o pasándola. a odres nuevos. El falso dilema paralizante de España se da entre el anquilosamiento del carca facha y la desintegración mental y la disipación de todo el abanico de tentaciones y locuras degeneradoras a las que España ha claudicado. Estar en contra del régimen del folleto del 78 no es lo mismo o no debiera serlo que ser un nostálgico del franquismo y de la España de los curas, de una España mejor en su conjunto pero no lo suficientemente buena tampoco en relación a su propio potencial y esencia idearia.
Para poder superar este falso dilema al que aludo se necesita un esfuerzo de reflexión profunda, de meditación, de búsqueda de la verdad, así como de autocrítica profunda, que pueda alumbrar la creación de una nueva España partiendo de un nuevo pensamiento más elevado, más perfecto, más heroico y más ilustrado. Se trata también de superar una España que, al margen del contenido ideológico de unos u otros en sus cocos, supere el lastre de la envidia, la pereza mental, la falta de exigencias y las moralinas de un color u otro. Una iglesia española autocéfala y una teología renacida de pe a pa, ariosófica por más señas, serían clave porque el bajo astral español es el resultado de la exaltación de la pseudovirtud y el resentimiento semíticos revestidos y transvestidos de virtudes «cristianas».
Sólo una nueva nobleza y, dentro de ella, una nueva monarquía sociobiológicamente superiores, con poderes místicos y sanadores, puede reconectar el destino cósmico de España con las fuerzas celestes. La mono-arquía que tenemos es del ¡Hola! y con la Leti es ya de tabloide. Un linaje real auténtico sería la flor de un entramado sanguíneo nacional que aglutine las mejores virtudes de un pueblo. Es decir, sería otra cosa muy distinta de lo que tenemos.
No creo que la Historia sea pendular y de hecho estamos casi – o tal vez de lleno – en un punto de no retorno, entre otras razones porque ya no habrá españoles.
Muy buen comentario en conjunto, que más bien parece un artículo y extraordinariamente bien escrito – innecesario decir que infinitamente mejor que la mayoría de con que nos castigan periodistas y pseudo-literatos «de reconocido prestigio». Si bien confieso mi ligero desconcierto ante la mención a la ariosofía – de la cuál nada sabía – y un desconcierto mucho mayor relacionado con «el bajo astral español» o «el destino cósmico» y «las fuerzas celestes». Aunque lo que yo comprenda o deje de comprender no sea en absoluto relevante…
Gracias.
Digamos que un buen comentario debiera ser el germen de un artículo y un buen artículo debiera ser el germen de un libro. Por eso es imperativo ser conciso y decir mucho sin escribir apenas.Conceptismo explayado.
Muy bien comentado, le mando un sincero abrazo.
Así es, le mando un cordial saludo.
Es correcto, le mando un cordial saludo.
Es verdad que, en esta ocasión, con casi un veinte por ciento de inmigrantes y una sociedad acomodada en un mórbido presente, sin patriotismo ni criterio, la dramática y pervertida baja natalidad de nacionales, será una dificultad difícil de superar, nunca antes parte del problema nacional. Le mando un cordial saludo.
Con mi agradecimiento por sus palabras, le mando un cordial y respetuoso saludo.