23/06/2024 20:02

Casares Quiroga asume la Presidencia del Gobierno en nombre del Frente Popular (que tiene Mayoría Absoluta en el Congreso de los Diputados)

Un Presidente del Gobierno que solo tiene un objetivo: acabar con todo lo que no sea de Izquierdas

 

Casares Quiroga (Presidente del Gobierno): …. antes de seguir adelante quiero dejar bien claro cuál es la postura de mi Gobierno, Gobierno que desde hoy voy a presidir. Porque quiero que quede bien claro que ante cualquier grupo, partido, o asociación de partidos que se pongan frente al Gobierno y la República, nosotros, mi Gobierno SERÁ BELIGERANTE y actuará con ellos como verdaderos enemigos. En la República no habrá huecos para los enemigos de la República.

Responden las Derechas:

Señor Casares Quiroga, S. S. creo que ha formulado en la tarde de hoy un concepto que jamás se había expresado desde el banco azul; desde luego, está en plena oposición con otros que no hace mucho profería el Sr. Azaña. Su señoría ha dicho que frente al fascismo el Gobierno es beligerante. Yo me he aterrado un poco al oír la frialdad con que S. S. lo decía y el calor con que los Sres. Diputados que acompañan al señor Presidente del Consejo acogían la afirmación de que el Gobierno se siente beligerante frente a un grupo de ciudadanos españoles. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Que le atacan.) Yo recuerdo que en una crisis habida durante el anterior bienio una autoridad jurídica de la República, al evacuar su consulta, había formulado en contra de aquel Gobierno la acusación de que era beligerante en la represión de la revolución de Octubre. He aquí, Sr. Casares, cómo S. S. viene a suscribir ahora el concepto que mereció tan franca y tan justificada repulsa de aquel ilustre consultado por el Sr. Alcalá-Zamora. El Gobierno nunca puede ser beligerante, Sr. Casares Quiroga; el Gobierno debe aplicar la ley inexorablemente, y a todos. Pero el Gobierno no puede convertirse en un enemigo de hombres, de compatriotas, cualquiera que sea la situación en que éstos se coloquen, porque para castigar la delincuencia, para eso existen las leyes y un Poder judicial, que es el encargado de aplicarlas y de sancionar a los que las infringen.

Yo considero que se comete una impostura y se realiza una mixtificación enorme y solemne de la doctrina, no de la doctrina de Mussolini o de Hitler —no se trata de personalizar—, sino de la que genéricamente se llama fascismo, al presentarla como reducto o baluarte del capitalismo; nada de eso. El fascismo ha mutilado al capitalismo como ningún otro país burgués. En Inglaterra, en Bélgica, en Holanda, en Suiza, en los Países Escandinavos, aun gobernando como gobiernan los socialistas en varios de éstos, el capitalismo tiene prerrogativas que ha suprimido el fascismo en Italia o en Alemania. Hablaba, lo he citado antes, del Banco de Estado; es uno de los propósitos del partido socialista del Frente Popular francés estatificarle en cierto modo. Pues yo os digo que Italia ha estatificado el Banco de Italia hace unos cuantos meses. ¿En qué país burgués se ha mutilado el interés del capital, el interés de los dividendos, señalando un tope máximo, más que en Italia y en Alemania? ¿En qué país burgués de democracia parlamentaria se ha llegado, como en Alemania y en Italia, a la nacionalización de las industrias, especialmente de las de guerra? (Rumores.—Un señor Diputado pronuncia palabras que no se perciben.) De las industrias de guerra y de otras. (El Sr. Alonso González: Ya sabemos que lo es su señoría.) Pero aunque sean las de guerra, habrán de reconocer SS. SS. que eran industrias que operaban a base del capital privado y han sido expropiadas por el Estado. El fascismo en este sentido representa un movimiento de integración que se opone al socialismo en cuanto suprime la libertad individual por suprimir la propiedad individual, y al capitalismo en cuanto corrige los excesos y abusos del capitalismo; ni más ni menos. Me interesa dejar constancia de esta evidente conformidad mía con el fascismo en el aspecto económico, y en cuanto a lo que pudiera decir en el político, me callo por el motivo que antes he indicado al Sr. Casares Quiroga. (Un Sr. Diputado pronuncia palabras que no se perciben.) Hace falta ingenio para interrumpir, Sr. Diputado. (El Sr. Alonso González: Ya sabemos que lo es S. S.; pero no tiene el valor de declararlo públicamente.) Yo tengo valor para decir lo que pienso, y S. S. menos que nadie puede prohibirme la expresión legítima de mi pensamiento. Su señoría es una pequeñez, un pigmeo. (El Sr. Alonso González: Yo soy tanto como S. S. aquí y en la calle.—El Sr. Gamazo: ¡Cállese, hombre; cállese!—Rumores.—El Sr. Alonso González: ¡Aquí y fuera de aquí! ¡Vamos fuera a verlo!—El señor Presidente reclama orden.—El Sr. Alonso González: Su señoría es un chulo.—Un Sr. Diputado: ¡Es que no se puede aguantar tanta chulería!—El Sr. Alonso González: Yo voy solo a todas partes y S. S. lleva pistoleros.) La política económica está mediatizada… (El Sr. Alonso González: Su señoría es un asalariado del capitalismo.)

El Sr. PRESIDENTE: ¡Orden, Sr. Alonso González! Siéntese S. S. (Entre fuertes rumores, el Sr. Alonso González pronuncia palabras que no se entienden.) ¡Orden! No interrumpa el debate, Sr. Alonso González.

El Sr. ALONSO GONZÁLEZ: Vosotros tenéis el deber de callar y debéis callar.

El Sr. PRESIDENTE: Me voy a ver obligado a llamar a S. S. al orden por primera vez.

El Sr. ALONSO GONZÁLEZ: Me callo por su señoría, pero no por esos individuos, a los que no respeto aquí ni en ninguna parte. Estamos pecando de tolerantes. (Fuertes rumores.)

El Sr. PRESIDENTE: ¡Orden, orden! Siéntese S. S., Sr. González. (El Sr. Alonso González hace ademán de dirigirse contra el Sr. Calvo Sotelo. Seguidamente abandona el salón en unión de varios Sres. Diputados.)

Habla Calvo Sotelo

El Sr. CALVO SOTELO: Decía, Sres. Diputados, que la política económica del Gobierno está condicionada, además, por la política de autoridad, y así como en aquélla se da la paradoja de que controlan una economía burguesa elementos que indiscutiblemente son enemigos de esa economía, así en la política de Gobierno y de autoridad se produce el fenómeno igualmente paradojal de que corresponda la iniciativa, el control, la tutela, o como queráis llamarlo, a partidos que tienen por consigna, aunque temporalmente puedan parecer apaciguados, la destrucción de la esencia de ese mismo Estado burgués.

Hoy día el principio de autoridad está a los pies de los enemigos jurados del Estado español; el principio de autoridad se resquebraja, lo mismo en las localizaciones rurales que en sus esencias de tipo nacional. Una gran parte de España, unos cuantos millones de españoles viven sojuzgados por unos déspotas rurales, monterillas de aldea, que cachean, registran, multan, se incautan de las fincas, parcelan y dividen la tierra, embargan piaras de ganado, centenares y millares de reses (se me han denunciado casos concretos, como uno de 3.000 reses ocurrido en Sevilla), individuos que realizan toda clase de funciones gubernativas, judiciales o extrajudiciales, con total desprecio de la ley, desacatando a veces las órdenes de la autoridad superior, pisoteando los Códigos vigentes y no reconociendo otro fuero que el del Frente Popular, que lleva trazas de convertirse en una especie de derecho divino, ante el cual todos han de prosternarse de hinojos. Vivimos en un régimen de taifas de la anarquía, en un cantonalismo asiático, y de ello encontramos ejemplos de todos los estilos: el del alcalde de un pueblo manchego, creo que Malagón, que dicta un bando haciendo saber que todos los vecinos tienen la obligación de entregar las armas que tengan en su poder, con excepción de los afiliados al Frente Popular. (Rumores.) Y del alcalde de un pueblo de Levante, que corta los hilos del teléfono de la casa-cuartel de la Guardia civil para que no pueda acudir en socorro de quienes la llamen, y el del alcalde de un pueblo extremeño, que ha invadido la finca de una dama cubana, dando lugar a una reclamación que no sé si habrá llegado ya al Ministerio de Estado, y el del alcalde de Fuentelapiedra, que en estos últimos días ha organizado y acaudillado personalmente un motín encaminado al incendio de las iglesias, y el de los alcaldes de Cambre y Vimianzo, en la provincia de La Coruña, que han acordado (aunque es de suponer que no lo consigan) expropiar sin indemnización, uno de ellos un viejo castillo y el otro una casa particular. Los ejemplos de esta índole que yo pudiera citar serían innúmeros; pero más grave que esta desmoralización del principio de autoridad en los medios rurales españoles es la desmoralización del principio de autoridad en sus esencias. Se están esfumando el sentido de la responsabilidad, el principio de la jerarquía y, sobre todo, el concepto de la autoridad, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, el de la autoridad.

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Yo podría presentar algunos casos en demostración de esto que afirmo. Vea S. S. uno como ejemplo. (El Sr. Álvarez Angulo: Alcalá.—Otro Sr. Diputado: Lo de Alcalá ya lo veremos.—Ru-mores.) En un pueblo de la provincia de Granada, Pinos Puente, muere, de muerte natural, un guardia civil, y los sepultureros, por presión de los elementos marxistas, se niegan a abrir la fosa y tienen que abrirla los compañeros de ese guardia, y a los tres particulares, únicos paisanos que acompañan al entierro, les apalean brutalmente los extremistas de la localidad.

¡Principio de autoridad! Trescientas iglesias por lo menos han sido incendiadas desde el 16 de Febrero (Protestas.) y sobran dedos de la mano para contar las personas a quienes se les ha exigido alguna responsabilidad por estos hechos. En cambio, conozco casos concretos: se ha detenido injustamente a muchas personas; sé de un muchacho, de Valladolid, Villapecellin, que lleva más de dos meses en la cárcel, sin que haya sido interrogado todavía, y está allí por el horrendo delito de que al cruzarse en las calles de Madrid con una manifestación “jubilosa” del Frente Popular se le ocurrió gritar ¡Viva España! (Rumores y protestas.) ¿Dónde está la autoridad, señor Casares Quiroga?

El hecho de que S. S. haya ido al Ministerio de la Guerra me invita a mí a hacer un escudriñamiento un poco más íntimo en ese problema de la autoridad. Yo siento vivamente la salida del Gobierno del que fue Ministro de la Guerra, general Masquelet; no he cruzado con él la palabra en mi vida y creo que ha cometido algunos yerros en su gestión ministerial; pero es un general del Ejército y un general, so pena de tropezar con algún insensato, si lo hay, capaz de suicidarse en aras de una homicida aberración antinacional, al frente de un Departamento como el de Guerra, en momentos neurálgicos para el orden público de España, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, sería siempre un dique magnífico, probablemente irrebasable, contra la anarquía, porque sabría interpretar el deber patrio y en aras del deber patrio el deber militar, que consiste en servir lealmente cuando se manda con legalidad y en servicio de la Patria, y en reaccionar furiosamente cuando se manda sin legalidad y en detrimento de la Patria. (Fuertes rumores y protestas impiden oír al orador.—El Sr. Lara: El Sr. Calvo Sotelo está invitando a la indisciplina.—Varios Sres. Diputados: ¡Es un absurdo!) Y yo, cuando he visto la presencia de su señoría en el Ministerio de la Guerra, he tenido que pensar qué secretos motivos habrá que pudieran justificarlo. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Ninguno; no tengo secretos, señor Calvo Sotelo.) En qué motivos públicos y notorios, de orden político, podría fundarse esa designación. Su señoría ha aludido hoy a una de las facetas de su temperamento, quizá sea una de las más destacadas, la de la energía, en un sentido casi policíaco, preventivo y represivo, según sea menester, que es, en efecto, una de las características primordiales que definen la personalidad política de S. S.; su señoría es la mano dura de la República —estos días lo han dicho los periódicos más afectos a la situación—, la mano fuerte de la República. ¿Para qué va S. S. al Ministerio de la Guerra? ¿Para actuar como cirujano en el seno del Ejército o para actuar como cirujano con el Ejército en el seno de la sociedad? (Rumores.) He aquí un dilema muy interesante, incluso una pregunta muy interesante que yo formulo en términos dubitativos, aun cuando su señoría, en parte, me daba la respuesta en las palabras que pronunciara al posesionarse de su cargo, cuando exigía a los militares todos el cumplimiento de la disciplina, pero el cumplimiento de la disciplina alegre; alegre, gozosa y jubilosa. (Rumores.—Muchos Sres. Diputados pronuncian palabras que no es posible entender.)

Como no soy hombre de efectismos, mucho menos de equívocos y muchísimo menos de circunloquios o rodeos, he de decir que estoy un tanto impresionado cutánea, no espiritualmente, después de haber oído a S. S. las ponderaciones a su propósito de defender la República contra no sé qué ataques, contra no sé qué peligros. Afirmo a S. S. que si a la República amenaza algún peligro está en las filas de los republicanos. (Risas.) Cuando S. S. quiera hablar serenamente, seriamente, de los peligros que acechan a la República habrá de mirar más que enfrente al lado, y al lado siniestro. (El Sr.- Ministro de Estado hace signos de extrañeza.) No, Sr. Barcia; S. S. es la bondad personificada. (Risas.)

Su señoría tiene derecho a pedir disciplina alegre, aunque, como dijo D. José Ortega y Gasset, la República tiene un perfil agrio y triste; pero para eso es menester que S. S. en particular y el Gobierno todo y las instituciones del Estado, desarrollen una política que prestigiando los altos intereses morales y espirituales de la Nación y fortificando el principio de autoridad, estimule la satisfacción interior en el seno de las Corporaciones armadas.

¡Autoridad en los cuartos de banderas! Evidente; pero también autoridad en la calle. Yo aprendí el concepto de autoridad al lado de un maestro cuya memoria honraré siempre: el general Primo de Rivera. (Protestas.) El general Primo de Rivera, confesando el ejercicio de una dictadura, que muchos que se llaman demócratas ejercitan y visten con las galas ficticias de una democracia cuyos preceptos infringen diariamente, ejerció la autoridad haciéndose respetar del rey, que jamás le negó la firma de un proyecto de decreto, cosa que ha ocurrido en la República (Protestas.), haciéndose respetar de la clase nobiliaria, y ahí está un Diputado que pertenece a la Grandeza de España, que recordará cómo fue sancionado por el general Primo de Rivera: el conde de Romanones. (Risas y rumores.—El señor Figueroa y Torres pronuncia palabras que no se perciben.); haciéndose respetar del propio Ejército, en cuyo seno había forjado su espíritu (Muchos Sres. Diputados interrumpen, sin que se entiendan sus palabras.—Un Sr. Diputado: Que hable Artillería.); como lo prueba —lo iba a decir— que después de dictado aquel decreto, que entonces me pareció inoportuno y erróneo —por cierto—, pero que, dictado, no había más camino que cumplirlo, relativo al ascenso en las escalas del Ejército, lo hizo cumplir rigurosamente, aun a trueque de tener que disolver ese Cuerpo y de imponer sanciones durísimas a algunos militares; y se hizo respetar de la clase obrera y del socialismo español, que colaboró con la Dictadura (Protestas.), como atestiguan los cargos desempeñados por el Sr. Largo Caballero, el señor Llaneza y otros.

El Sr. PRESIDENTE: Señor Calvo Sotelo, su señoría ha usado excesivamente del tiempo reglamentario. Yo le ruego que ponga fin a su discurso o que, por lo menos, se ciña a los términos del debate.

El Sr. CALVO SOTELO: Si el Sr. Presidente, que está tan riguroso y puntual en el recordatorio del tiempo reglamentario, hubiera cortado un tanto las interrupciones colectivas que he sufrido (Protestas.), ya habría terminado; pero voy a concluir inmediatamente.

Voy a concluir diciendo que este concepto del principio de autoridad, mejor dicho, no este concepto, este ejercicio —son cosas distintas concepto y ejercicio; S. S. puede tener y tiene un concepto distinto del origen y de la razón de ser filosófica; pero en cuanto al ejercicio no hay diversidad de doctrina posible—; este ejercicio del principio de autoridad, digo, es el que hace falta ahora; principio de autoridad sobre todo el país; autoridad sobre el tricornio, sobre el fajín, sobre la espuela, a sabiendas de que los llevan hombres que tienen un escrupuloso culto al deber de la disciplina, bien está; pero haya también autoridad en la calle, frente a los Sindicatos, frente a los Comités que proporcionan a S. S. votos y ambiente político, porque si falta para esto, no la hay moralmente para lo primero; y por las calles se grita “¡Muera España y viva Rusia!”. (Grandes protestas.—Varios Sres. Diputados: Eso es falso.) Lo he oído yo (Continúan las protestas. El Sr. Presidente reclama orden.) ¿Dónde está la autoridad? El Ayuntamiento de Bilbao acuerda suprimir la placa que da el nombre de plaza de España a una plaza. ¿Dónde está la autoridad? En Peñarroya cinco ingenieros fueron secuestrados en el fondo de una mina durante varios días. ¿Dónde está la autoridad, que no los pone en libertad inmediatamente? (El Sr. Bolívar: ¿Dónde está la autoridad, que no los ha metido ya en la cárcel?) En Turón es delegado gubernativo Fermín López (Rumores.), amnistiado, de los condenados a muerte por los sucesos habidos en Turón (Rumores.) en la revolución de Octubre, y este delegado gubernativo, al cumplimentar el telegrama circular que ordenó la detención de todas las personas que considerase sospechosas para el régimen o para la tranquilidad social —no recuerdo, mejor dicho, no sé cómo estaba redactado textualmente—, se ha permitido detener a once o doce personas de Turón y entre ellas figura (La Sra. Ibarruri pronuncia palabras que no se perciben.) José Gómez Fernández, el mayor de los diez hermanos huérfanos de José Gómez, empleado de la Hullera de Turón, asesinado durante aquellos sucesos por los que fue condenado a muerte el hoy delegado gubernativo. ¿Dónde está la autoridad, Sr. Casares Qui roga? Yo la pido sobre todos y para todos; la pido en nombre de la ley; lo que no puedo aprobar, lo que no puedo aplaudir es que haya autoridad sobre unos y no sobre los demás; eso es contrario a toda la significación de S. S., a todo el espíritu de la Constitución, a todo el programa del Frente Popular y hasta al decoro público, Sr. Casares Quiroga.

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Ahora ¿qué perspectivas se deducen de esto, y concluyo ya? (Fuertes rumores.) Me enorgullece sentiros molestos por lo que digo (Exclamaciones.), porque si no sería señal de que no cumplía con mi deber. ¿Cuáles son las perspectivas económicas y las perspectivas políticas de esta situación, que es lo fundamental?

Perspectivas económicas, rapidísimamente. (La Sra. Ibarruri pronuncia palabras que no se perciben.) Perspectivas económicas, sintéticamente: Primera, decrecimiento de los ingresos del Presupuesto; en el primer trimestre, veintitantos millones menos que el año pasado.

Segunda, crecimiento del paro forzoso; en Febrero se llegó a la cifra más alta de estos últimos tiempos por causas en parte estacionales, pero no dudéis que el paro forzoso aumentará pese a la política estatal de las obras públicas, por una razón muy sencilla: porque por cada obrero que el Estado coloque, quedarán en la calle tres o cuatro de los colocados por iniciativa privada. (Rumores.)

Tercera. Contracción de consumo que producirá un marasmo económico, que se está sintiendo ya y que, como ha ocurrido siempre en todos los procesos de la depauperación de un pueblo —en los últimos años de la postguerra se han producido muchos casos, y no es una novedad para nadie—, ha comenzado por las clases profesionales y liberales, que constituyen el grado más alto de las clases medias. Preguntad a cualquier abogado, médico, notario, registrador, escritor o literato, de los que pertenecen a este nivel de las clases medias, y todos responderán —aquí hay algunos que lo podrían hacer si el deber político no les pareciese incompatible con esa sinceridad— que están disminuyendo sensiblemente sus ingresos, y ello significa el comienzo de una crisis de índole económica que nunca conoció España con tanta intensidad.

Cuarta. La dificultad para las emisiones de Deuda, sin las cuales no podréis vivir, y no podréis vivir sin apelar al crédito, porque el impuesto no da lo suficiente para cubrir los gastos ordinarios y porque sobre éstos —lo ha anunciado el Sr. Casares Quiroga— necesitaréis los extraordinarios en la lucha contra el paro. Si para el Presupuesto normal habéis de emitir 500 ó 600 millones de pesetas, ¿de dónde vais a sacar el dinero, además del preciso para las emisiones extraordinarias por otros 500 ó 600 millones? (Varios Sres. Diputados: ¡De donde lo haya!) Conste que no soy burgués gran propietario, como muchos de los que me interrumpen. (Grandes protestas.—La Presidencia reclama orden.)

Quinta. Depreciación de la peseta, depreciación progresiva, aunque no oficial todavía, y que difícilmente cortaréis con medidas por el estilo de las que acaba de adoptar el Sr. Ministro de Hacienda, siguiendo la pauta de otros pueblos, porque, como ha dicho un político francés, es tan difícil poner barreras al dinero como puertas al campo, y las Bolsas negras se encargarán, por desgracia para España —yo lo lamento tanto como el Sr. Ministro de Hacienda y como todos vosotros—, de dar facilidades para que salga furtivamente nuestra moneda, cotizándola con depreciación cada vez mayor.

Sexta. Aumento de la circulación fiduciaria. (La Sra. Ibarruri pronuncia palabras que no se entienden.) En el último balance del Banco de España llega a 5.490 millones, que es casi la cifra más alta desde hace muchísimos años, e incluso supera ya a la altísima que había registrado la circulación fiduciaria en 1931, en los primeros meses de la República.

Séptima. Como consecuencia de esa depreciación de la peseta, acompañada de inflación, un proceso de encarecimiento de la vida que no habrá posibilidad de evitar, un marasmo económico progresivo y una total desintegración del régimen económico de la sociedad española actual en sus elementos integrantes.

Estas son las perspectivas económicas. Por consecuencia, en el orden económico, depauperación; en el orden espiritual, odio; en el orden moral, indisciplina; en el orden político, esterilidad; en el orden nacional, disgregación.

Señor Casares Quiroga, yo no veo un horizonte más risueño, y compadezco a S. S. por la empresa que tiene sobre sus hombros; S. S. miraba a aquellos grupos (Señalando a las minorías socialista y comunista.) y suspiraba, pidiendo una sonrisa y reclamando aplausos (Grandes risas.), y yo le digo que si S. S. les da todo lo que piden, logrará su colaboración; pero, cuando se lo niegue, aunque sea por exigencias, por conveniencias de la Patria, cosechará su ingratitud violenta, y si se lo otorga, entonces cosechará la maldición de la España inmortal. (Aplausos.)

Contraataca la Prensa del PSOE y del Gobierno

El discurso íntegro del señor Casares Quiroga como nuevo Presidente del Gobierno lo hemos solicitado pero hasta ahí llega, por lo que se ve, la censura ya instalada a día de hoy. Fue el discurso de INVESTIDURA y el que marcó la cortísima Legislatura, ya que solo duró hasta el 18 julio, un mes después, que ya empezó la Guerra Civil.

Igualmente estuvo muy duro “El Socialista” al día siguiente contra la Derecha. Estaba claro que ya no había Partidos ni urnas ni elecciones. Había un Frente Popular, había una agrupación de Partidos todos de políticas marxista-Leninistas y revolucionarias y las elecciones ya no eran tales, ya era un PLEBISCITO a favor o en contra de la Unidad de España. Las Izquierdas, el Frente Popular, quería una España PLURINACIONAL y las Derechas, desunidas como siempre, querían una España unida y centralista…. y eso fue su perdición.

Por su parte el Diario Libertad tampoco se anduvo por las ramas. “El Libertad” era el otro periodico del PSOE, el que dominaba el Secretario General y Presidente, Francisco Largo Caballero. Aunque en este momento todos luchaban por lo mismo: por desbancar a las Derechas y expulsarlos de la República. “Si no quieren nuestra República que se vayan”

Por la transcripción

Julio Merino

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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Observador

Lo típico y propio de la democracia liberal. «Tengo mayoría luego puedo hacer lo que me dé la gana. Y todo lo que haga es muy democrático porque tengo mayoría» «las leyes no importan porque la mayoría democrática es de orden superior a las leyes» «y si las leyes no se ajustan a mis intereses, que son los de la mayoría y por tanto son los auténticos intereses democráticos, pues se cambian y se hacen nuevas leyes y si por lo que fuere no es posible se saltan las leyes y se actua como si no existiesen» «porque la ley verdadera soy yo y mi partido porque tememos la mayoría y esa es la única y verdadera ley democrática» esto es el sistema liberal y lo que fue las 2. Repúblicas y el Régimen 78

Juan Antonio

Efectivamente, Observador. En la Democracia Liberal no existe el Imperio de la Ley. Porque la ley está en función de los partidos y las mayorías. «tengo mayoría, pues puedo hacer tabla rasa de las leyes que no me gustan, eliminarlas o incumplirlas, y hacer nuevas leyes conforme a mis preferencias». La ley es parte del sistema de juego liberal, está sometida y en función de los intereses de las oligarquías partitocráticas sometido todo ello a supuestas mayorías. No hay ley como elemento por encima de todo y de todos, Ley como Bien de orden superior y por lo tanto no sometida a juegos de mayorías ni a intereses oligárquicos y partitocráticos. El cacareado, por la democracia liberal, como «Imperio de la Ley» en manos del Sistema y del Régimen, es una falacia, una mentira. Y ejemplos podríamos poner muchos, muchos y muchos.

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