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Las Repúblicas Españolas

Reproduzco un texto que escribí hace algunos años sobre las Repúblicas españolas y me gustaría que lo leyese el Excmo. Señor Don Pablo Iglesias, Vicepresidente Segundo  del Gobierno y líder de Podemos y representante de Venezuela en España.

Se sabe que la Reconquista terminó con la entrada de los ejércitos cristianos a la ciudad de la Alhambra y con aquellas palabras que le dice la Reina madre al Rey Boadil: “Sí, hijo, llora, llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”. Pero, pasaron los años, pasaron casi 8 siglos y España ya no era la de los Reyes Católicos ni la del Imperio donde ya no se ponía el sol.

La Guerra de la Independencia de 1808, las guerras civiles entre liberales y carlistas o los reinados desastrosos de Fernando VII e Isabel II la habían llevado otra vez a una encrucijada vital.

Cuando se inician los años 60 (siglo XIX) la Monarquía ya hacia agua por todas partes y se hundía entre la corrupción política, económica y social y los escándalos amorosos de la Reina. Su caída era, pues, cuestión de tiempo. Y eso llegó en cuanto unos generales (Serrano y Prim) y los mandos de la Marina (almirante Topete) se sublevaron al grito de «¡España con honra!» en Cádiz. La Reina Isabel, la de los tristes destinos, huyó al exilió de París y vino una Monarquía Democrática y Constitucional, con un Rey (Don Amadeo de Saboya) elegido por el Parlamento, cosa que sucedía por primera vez en la historia española.

Pero, tampoco aquello cuajó, por el asesinato nunca aclarado del general Prim, a la sazón Presidente del Gobierno y D. Amadeo abdicó, tan solo dos años y dos meses después, tras decir aquellas palabras que pasaron a la Historia:

«Ah, per Bacco, io non capisco niente. Siamo una gabbia de pazzi»

(«No entiendo nada. Esto es una jaula de locos»)

«Dos años largos -decía en su carta de abdicación- ha que ciño la corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de la paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles; todos invocan el dulce nombre de la patria; todos pelean y se agitan por su bien, y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible afirmar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar remedio para tamaños males. Los he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla. Me voy de España».

Ese mismo día (11-3-1873) las Cortes Generales (Congreso y Senado) proclamaron la Primera República Española. Curioso: aquellas Cortes, con una mayoría absoluta monárquica, trajeron una República. O sea, que por primera vez sucedía un «milagro a la española», porque España se acostó monárquica y se levantó republicana.

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¿Y qué fue aquella República?. De entrada una guerra civil política, porque enseguida se enfrentaron los que querían una República Federal y los defensores de una República Unitaria y Centralista.

Y la prueba de ello fue la despedida que tuvo el Presidente, Don Estanislao Figueras, el primero de los 4 que se sucedieron en 11 meses con estas palabras rotundas y en catalán:

«Senyors, ja no aguanto més. Vaig a ser-los franc: estic fins als collons de tots nosaltres».

«Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!».

( y sin pensarlo dos veces se fue a la estación, cogió un tren y se bajó en París.)

Pero, aquello ya era algo más que un guirigay político. Porque, ya se sabe, cuando el Gobierno Central no gobierna y las Cortes se pierden en discusiones absurdas, los pueblos se sublevan y rompen con todo. Así resurgieron los Reinos de Taifas de antaño, aunque ahora se les llamaran Cantones. En los primeros meses de República se declararon independientes los siguientes Cantones:

*Cantón de Alcoy.                                      *Cantón de Algeciras.

*Cantón de Alicante.                                  *Cantón de Almansa.

*Cantón de Andújar.                                   *Cantón de Bailén.

*Cantón de Béjar.                                       *Cantón de Cádiz.

*Cantón de Camuñas.                                 *Cantón de Cartagena.

*Cantón de Castellón.                                 *Cantón de Córdoba.

*Cantón de Granada.                                  *Cantón de Gualchos.

*Cantón de Jaén.                                         *Cantón de Jumilla.

*Cantón de Loja.                                         *Cantón de Málaga.

*Cantón de Motril.                                      *Cantón de Murcia.

*Cantón de Orihuela.                                  *Cantón de Salamanca.

*Cantón de Sevilla.                                     *Cantón de Tarifa.

*Cantón de Torrevieja.                               *Cantón de Valencia.

¿Y cómo terminó aquel guirigay político? Pues, como siempre terminan las cosas cuando un Gobierno no gobierna, una clase política se dedica a discutir el sexo de los ángeles, la corrupción se apodera del Estado y el pueblo pasa hambre. Porque un día, cuando ya se trataba de elegir al quinto Presidente de la República, el General Pavía mandó entrar en las Cortes a un pelotón de Guardias Civiles para echar por las ventanas a los señores diputados. Aquella misma jornada el General Serrano ocupó provisionalmente la Jefatura del Estado. Y decimos provisionalmente porque poco más de un año después otro general, el general Martínez Campos, dio un Golpe de Estado, se cargó la República, restauró la Monarquía y les devolvió la Corona a los Borbones.

Y LLEGÓ LA SEGUNDA REPÚBLICA, la de 1931.

¿Y cómo llegó? Vamos a analizarlo, aunque sea muy de pasada. Está claro que la Monarquía hacía otra vez agua por todas partes, tan solo 56 años después de su retorno por la fuerza y que el Borbón don Alfonso XIII se había quemado con la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). Está claro que la simiente republicana había retoñado y que los monárquicos, una vez más, no estaban por la labor de defender a un Rey en la picota. Sin embargo, nadie podía pensar que por unas simples elecciones municipales fuera a derrumbarse el edificio y a pesar de ello sucedió lo imprevisto. Los republicanos no ganaron las elecciones del 12 de abril de 1931, salvo en las grandes ciudades, y no todas, pero supieron «vestir el muñeco» y aprovecharon el desconcierto y la desilusión del propio Rey, quien 48 horas más tarde salió de España, vía Cartagena, hacia el exilio. ¿Se imaginan ustedes, por poner un ejemplo, al Presidente Zapatero dimitiendo y retirándose a León, aun habiendo ganado cuantitativamente las ya próximas elecciones municipales del mes de mayo del 2011, por haber perdido en Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia o Bilbao? ¿Se imaginan ustedes al Presidente de Andalucía dimitiendo por haber perdido las alcaldías de las ocho capitales andaluzas?

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El hecho es que el Rey Don Alfonso decidió abandonar España, dejando atrás sin saber lo que les podía pasar a la Reina y a sus hijos, y que aquella misma tarde se proclamó la Segunda República.

Y esto sí que fue como una opereta. Según contó después uno de los protagonistas, Miguel Maura, en un buen libro («Así cayó Alfonso XIII») cuando los miembros del Comité Revolucionario, que acababan de salir de la cárcel, discutían la política a seguir hasta las elecciones generales a él mismo se le ocurrió dirigirse, con los demás miembros, al Ministerio de la Gobernación para probar fortuna y ver si se hacían con el Poder. ¡Y la cosa resultó! Porque cuando llamaron a las puertas del viejo palacete de la Puerta del Sol y el oficial de guardia preguntó «¿Quién llama?» el señor Maura (hijo del conservador y monárquico don Antonio Maura y hermano de un Ministro, todavía, del Rey) respondió: «Abra al Gobierno de España», el oficial abrió las puertas de par en par y a los pocos minutos el andaluz Alcalá Zamora (en ese momento sólo Presidente del Comité Revolucionario) salió al balcón del edificio de la Puerta del Sol y proclamó sin más la Segunda República y se bamboleó la nueva bandera ( la de la franja morada).

En resumen: que la Primera República se proclamó en una votación parlamentaria y la Segunda por unas elecciones municipales. Simplemente. Democracia Pura.

Camarada Pablo, si esto es lo que usted quiere para España y si ésta será la República que usted quiere imponer ¡pobre España!… y si encima la hace usted comunista, ¡apaga y vámonos!

Pero, no olvide cómo terminaron y dónde sus camaradas “revolucionarios” y su Dictadura del proletariado de 1936.

Y por si acaso no lo sabe bien le recomiendo con urgencia la nueva novela de mi admirado Arturo Pérez Reverte “Línea de fuego”… y comprobará cómo terminan en España los ensayos comunistas.

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REDACCIÓN