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Para que estas dos negaciones, tan explícitas como voluntaristas, puedan en un futuro convertirse en la doctrina vital de actuación de las multitudes soberanas de una Nación, es condición indispensable que desde un punto de vista político el ciudadano llegue al convencimiento de que no hay más que un principio:— la soberanía del hombre sobre sí mismo y la necesidad de asociar estas soberanías con sus semejantes para desarrollar una vida en común, en sociedad— que culmine en la creación  de una Nación, con o sin Estado.

La evolución de las sociedades humanas es compleja, llegando a ser en la mayoría de las ocasiones tempestuosa y sangrienta; teniendo presente la máxima de que “hay tantos vicios en la virtud de un hombre como agujeros en el manto de Diógenes”,—- recordemos la Anfictionía, el Areópago griegos, donde se reunían para un buen gobierno los escogidos, los sabios, los ancianos;—- en defecto de lo anterior, sin pretender enmascarar las nostalgias y añoranzas del pasado de la Grecia clásica, es desde todo punto de vista imposible, no comparar aquellos doctos, sapientes y honestos representantes del pueblo con nuestros elegidos, seres despiadados que se mueven en el inframundo del engaño, de las tinieblas, de la holganza, del nepotismo, de la codicia, fantasmas del trilerismo material y moral que no se ocupan del verdadero progreso de la Nación, que ignoran la idea, la palabra y al ciudadano, que no se cuidan más que de la satisfacción de sus apetitos individuales, y cuyo objetivo principal es el alcanzar el poder a costa de cualquiera que sea el obstáculo que se les interponga, ya sea ético, intelectual o divino.

Y no es menos cierto que como en la masonería existen en las escalillas de los políticos diferentes grados de perversión y deterioro de la idea política, aprendiz, compañero, maestro, según sean de un rito u otro, es decir que engrosen las filas socialistas, comunistas, populares………; el que sin duda figura en el cuadro de honor de la alta traición a España es “aquel que detesta a la serpiente por celos del oficio”

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Las especies que componen la odiosa política española es tan variada que parece que hayan sido engendradas en la mismísima botica del infierno, donde hay de todo y para todos, formulas magistrales elaboradas con el fin último de destruir la convivencia, aniquilar la dignidad del ciudadano, sembrar la discordia y el odio, empobrecer la sociedad o atentar contra la integridad territorial de España.

Una de las especies más numerosas es aquella que está revestida con el armiño de la estupidez, sin una sola mancha de inteligencia.

No hay que pasar por alto, la especie de los adoradores del Partido-Estado, los que quieren obligarnos a entrar en el fabulado y engañoso paraíso por medio del terror, de la sectaria propaganda, de la eliminación de la propiedad  ( no tendréis nada, pero seréis felices), de la instalación de la miseria global y del hurto de la soberanía del yo.

El socialismo español con sus agrios y nefastos antecedentes, el comunismo y el totalitarismo universal, seguirán mientras no se lo impidamos, en el intento de alumbrarnos con la falsa, lúgubre y oscura luz de sus doctrinas criminales.

¡Alerta! Honrados y exprimidos contribuyentes, trabajadores “al lado de la mano que da, está la garra que quita”

España necesita con urgencia tranquilidad, reposo, trabajo, tiene sed de paz y armonía social, extremos que nos han sido arrebatados por esta feligresía socio-comunista, requiere sin demora espulgarse de esta plaga de parásitos que nos atormentan a diario.

Las multitudes tienden a la obediencia. Es preciso removerla, animarla con el beneficio que les reporta su libertad, con hechos tangibles y determinantes que  no susciten especulación alguna o que no exciten   la hueca y banal palabrería de los políticos o de sus satélites mediáticos, con actos u obras consistentes y de fácil comprensión por la población.

No podemos olvidar la especie de aquellos que podemos denominar como “gladiadores de lucha ciegos” o bien “gallos de pelea”; normalmente estos se caracterizan por ser los líderes, los cabecillas de formaciones políticas mayoritarias que pretenden conquistar el poder para revertir, en su caso, el proceso revolucionario dirigido desde La Moncloa.

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El gladiador ciego, Andabata, es aquel que por omisión, inocencia o candidez es incapaz de haber hecho un estudio serio y riguroso del oponente, sale a la arena con un equipamiento distinto, de lo cual se desprende que el combate no es justo ni equilibrado; así que, en la mayoría de los casos el gladiador se convierte en el bufón, en el animador que en los intermedios reglamentados del combate entretiene a la multitud.

Algo parecido sucede con las peleas de gallos, por causas y motivos diferentes, entre otros, por falta de entrenamiento o acondicionamiento físico, ocurre que el gallo con “poca casta” huye de la pelea, se escapa del palenque.

También como pasa con el gladiador referido, el gallo entra en el cercado con los espolones naturales, mientras que su enemigo los tiene reforzados con carey, hueso o acero para herir más fácilmente al adversario.

Es fácil deducir que estos lideres de la lucha política han de reciclarse y reflexionar al respecto de cómo quieren combatir al adversario, de no hacerlo así, perderán sin remisión el respeto y los votos de los que confían en él, y lo que es más grave, España continuará sumida en el caos revolucionario abanderado por la chusma gubernamental y demás enemigos de la Nación.

No quiero concluir sin poner de manifiesto que España demanda protección; la espada protectora no se desenvaina sino cuando se asesina el derecho, el progreso, la razón, la civilización o la verdad, en esencia cuando se conculca la constitución y se compromete su misión; por tanto, hay que estar muy despierto cuando se pretende trocar la espada por una daga roma y desportillada.

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REDACCIÓN