18/09/2024 19:00
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P. Omar Sánchez de 57 años, trabaja hace 16 años como párroco en la Tablada de Lurín, una zona de Lima periférica.
Fundador y actual director de la Asociación de las Bienaventuranzas, institución que acoge actualmente a más de 300 residentes en abandono, con habilidades diferentes, enfermedades físicas y psiquiátricas y discapacidades físicas. Anhela ser santo. Madre Teresa de Calcuta es una de sus “santas amigas”.

¿Qué ha supuesto en su vida conocer a la Madre Teresa de Calcuta?

Tengo dos momentos en que la conocí. Antes de iniciar mi proceso de conversión, cuando me consideraba no católico. Y otro durante mi proceso de conversión y a lo largo de toda mi vida sacerdotal.

Dos momentos antes de iniciar mi proceso de conversión. Yo estudiaba en la Universidad en Lima, me preparaba para ser abogado y ella fue a darnos un mensaje. Realmente recuerdo poco del mensaje, pero recuerdo completamente su presencia llena de paz y armonía. La presencia de una mujer llena de “una vibra” (como se habla hoy) impactante, con una sonrisa y una mirada que traspasaban el alma.

¿Cuándo fue el segundo momento?

Y el segundo momento también antes de iniciar mi proceso de conversión estudiaba en Nueva York y vi un cartel de invitación a hacer un voluntariado en la casa que sus hermanas tienen en el Bronx. Yo estaba pasando un momento de profundo vacío y sin sentido en mi vida. Apareció ella y sus hermanas en mi vida a través de la misión de ayudar a los más necesitados sobre todo de amor. La experiencia fue transformadora, aunque para mi hasta ese momento era solo una experiencia de solidaridad, no de fe.

La otra, es su presencia desde el inicio de mi conversión ya a los 24 años, cuando ella se comienza a convertir en lo que yo llamo una “santa amiga”. Su presencia espiritual era permanente. Las visité en la casa que tienen en Lima, iba periódicamente a hacer voluntariado. Ella murió en 1997, yo entré al seminario en 1992. Pero durante todo ese tiempo su presencia espiritual era muy fuerte. Y mi vida estaba imbuida de su espiritualidad. Pero no fui yo directamente quien la buscó. Siento que fue Dios quien la ponía siempre en mi camino por la misión que años después me encomendaría. Una de las cosas que más me impresionaba era experimentar que yo era un joven afortunado, tenía todo, no me faltaba nada aparentemente y me sentía vacío. Y cada vez que la veía ella sin tener nada y cuidando a los mas pobres y abandonados, siempre irradiaba paz y felicidad. Yo quería lo mismo para mi vida.

¿Cómo influyó en su vocación?

Ella marcó todo mi proceso de conversión, descubrimiento de mi vocación, y proceso formativo. Leer sobre su vida, verla en videos, hablar sobre ella me ilusionaba y me emocionaba y me daba fuerzas para pensar en que algún día yo como sacerdote podría hacer lo mismo aunque esa no era la primera vocación de un sacerdote según mi proceso formativo. El anhelo profundo siempre de hacer algo por los mas pobres y amados por Jesús marcó todo mi proceso formativo y mi camino hacia el sacerdocio. En ese proceso cuando habían misiones de ese tipo yo siempre estaba dispuesto a participar. Yo me ordené sacerdote en el año 2000 y en ese momento estaba haciendo mi servicio pastoral en un hogar para niños en abandono, peligro moral y alto riesgo. Ahí vivía o trataba de vivir la espiritualidad del ”amor hasta que duela”. Considero a Madre Teresa una “santa amiga”, como a san Alberto Hurtado, San Francisco de Asís, San Vicente de Paul. Santos amigos que me acompañan siempre.

¿Por qué cree que usted tuvo también una nueva llamada dentro de su vocación inicial?

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Los planes ordinarios para un sacerdote diocesano son siempre atender una parroquia espiritualmente. Yo en el año 2007 llegué a una parroquia en la zona sur de Lima, una parroquia urbano marginal en una de las villas miseria de Lima periférica. Era una parroquia llena de vida y de problemas a la vez en un terreno bendito de mas de 7 mil metros cuadrados completamente vacío. Solo estaba el templo parroquial aun no terminado y una casita donde iba a vivir yo.

Tan pronto llegué, después de haber estado un año en la zona sur del Perú acompañando a los damnificados por el terremoto del 2007 y dos meses en Irak en una casa para niños mutilados por la guerra. Me buscaron 5 jóvenes ex alumnos mios del hogar donde yo había trabajado antes por 10 años y querían una oportunidad que sus familias no les podían dar. Eran familias destruidas por las drogas, la delincuencia o la desestructuración familiar. Ellos querían ser buenos hombres y yo no podía cerrarles las puertas. Todos eran ya mayores de edad de entre 19 y 22 años. Así que comenzamos una pequeña comunidad que atendía la parroquia. Ellos se encargaban de la limpieza, mantenimiento y atención de lo poco que había y yo veía el tema pastoral. De noche tenía que salir a hacer taxi porque los ingresos parroquiales no eran suficientes para 6 personas.

Un dia me llama una amiga religiosa del norte del Perú porque habían encontrado a un hombre adulto con retardo mental severo, parálisis de medio cuerpo y epilepsia y ellas tenían un hogar para niñas y no podían tenerlo. Así que busqué en Lima quien lo podía recibir y no encontré respuesta. La única casa que me dio una esperanza fue el Hogar de la Paz de la Madre Teresa. Pero al final iban pasando los días y no se concretaba el hospedaje, así que comenté en la mesa con los jóvenes que me acompañaban y uno de ellos me respondió: “Padre, le estamos preguntando a Dios que hacer y ya nos respondió. Vamos a recogerlo y lo cuidamos nosotros”. Fue una epifanía. Inmediatamente decidimos recogerlo y llegó a nuestra casa el día de San Luis María de Monfort y le pusimos de nombre Luis María. Es en ese momento que descubro mi vocación dentro de mi vocación: atender como Madre Teresa a los mas pobres entre los pobres o como ha dicho un periodista peruano en una entrevista: “cuidar de la basura del mundo”.

¿Cómo le ha enseñado la experiencia a ver en los mas pobres el rostro de Cristo?

Evangelio puro: “lo que hiciste por uno de ellos, mas pequeños, conmigo mismo lo hiciste” Ella lo hizo práctico, real, palpable, tangible. Y yo lo pude vivir estando con ellas, en sus casas, en los voluntariados que hacía. Pero eso solo sucede desde la fe. Antes de conocer a Jesús era solo una acción filantrópica, que me traía mas alegría a mí, me sentía orgulloso de ayudar a otro. Desde que conocí a Jesús, desde la fe la experiencia es completamente diferente, es agradecimiento puro, amor puro, es el privilegio de amar, de cumplir con el mandato de Jesús: “ámense unos a otros como yo los he amado”. Pero además desde la fe la experiencia se convierte como la de san Francisco de Asís, sobre todo para mí que fui criado en las mejores condiciones, “lo que antes detestaba, se convirtió en dulzura del alma”.

¿Qué consuelo ha experimentado en el servir al más débil?

Los consuelos, son como los secretos de los esposos, que no se comparten. Son como los secretos del gran Rey. Sin embargo hay consuelos humanos importantes como las miradas de personas que han sido abandonadas, despreciadas, tiradas a la basura, abandonadas en la puerta de nuestras casas y que en una mirada o a veces una sonrisa descubres la mirada y la sonrisa de Dios. Nuestro residentes son todos personas con habilidades especiales, discapacidad física o enfermedades psiquiátricas. Además de personas en fase terminal. Ellos están en nuestro hospital Misky Maria, que significa Dulce María en quechua y que la mística de ese proyecto es que esas personas reciban en sus últimos días el cuidado dulce y amoroso de la Madre de Dios.

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Hay consuelos indescriptibles: las conversiones antes de morir pidiendo recibir sacramentos, el cambio físico de las personas por el trato amoroso, devolverles la dignidad que una sociedad utilitarista e inmediatista les ha robado. Esos son los consuelos. Además esta el consuelo de la demostración que todos estos hijos de Dios cumplen su misión porque son capaces de mover corazones que se abren al amor, al compartir, a la solidaridad y a la generosidad.

¿Qué otras virtudes destacaría de Madre Teresa?

Hay una muy actual y necesaria. Que es ancestral y parte de la espiritualidad católica: ORA ET LABORA. En un mundo acelerado, que no tiene tiempo para nada, que está siempre ocupado, ella demostró con su vida y su acción que en el siglo XXI se puede ser un místico en medio de la vorágine del mundo. Ese don de piedad que ella tenía y, que ha dejado como legado para sus hermanas y todo el mundo, es algo que necesitamos enseñar al mundo entero. Y sobre todo que los hombres de hoy tenemos que vivir. Si no, pasamos de la actividad al activismo que es un peligro latente y muy peligroso porque llega un momento en que hacemos cosas “buenas” pero vacías de contenido y de valor salvífico.

¿Hasta qué punto hoy la Iglesia necesita entregas incondicionales como la de ella?

Para mi la entrega incondicional es un sinónimo de santidad. El mundo necesita santidad, visible y palpable, en todos los estados de vida. La santidad me lleva a la entrega incondicional a Dios, y si es verdadera espiritualidad y no simple espiritualismo, es también entrega incondicional al ser humano. Santidad en el trabajo, santidad en los centros de estudio, santidad en la vida ordinaria, santidad de esposos, santidad de novios… Santidad es siempre entrega incondicional. No conozco ningún santo que se haya entregado a medias a su misión. Tanto es así que la Iglesia esta llena de mártires desde los primeros siglos hasta hoy.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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