15/05/2024 21:10
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Muy apreciados estadistas del NOM:

            En dos anteriores cartas les he agradecido todo lo que hacen por instalar de manera definitiva el NOM (Nuevo Orden Mundial) sistema, visión o agenda por las que los humildes vasallos aquí enumerados tácitamente nos encontramos inmersos en un plan magistral que: a) nos asegura nuestros derechos y, b) nos garantiza nuestra pertenencia al orbe estructurado. Y con ello, adiós a las naciones, adiós a las culturas propias, adiós a la raigambre en una sociedad, y bienvenido la moda unisex que se amolda a cuanto ser se perciba humano, ya que con ello se acaba todo particularismo, todo color local, toda belleza íntima, y se impone la igualdad homogénea de la fealdad propia de los despachos públicos.

            Pero lejos de mí retornar a lo ya dicho. Esta tercera misiva tiene por fin abarcar otros aspectos en los que la obra por ustedes llevada a cabo se destaca.

            Al régimen económico imperante, que establece un sistema de países productores de materias primas frente a un pequeño conjunto de países productores de materias elaboradas, y que tanto beneficio da a las multinacionales sin patria, a ese régimen se le agrega un sistema o conglomerado industrial militar que requiere, obviamente, de un gendarme. Me resulta más que interesante confirmar que si las bombas caen en un lado del mapa son buenas, pero que si parten de un estado no alineado al sistema mencionado son expresiones de un totalitarismo diabólico que vienen a confirmar que el mal es el objetivo contra el cual luchan los buenos. En castellano simple: si el que dispara es el gendarme, es justicia; sin es el otro, pues estamos ante un malhechor terrorista. Sé que esto es más viejo que el pan de ayer, pero recordarlo (Al menos para este pobre cronista y para algunos de sus lectores) deviene materia de imperecedera ética. ¿Qué qué es la ética, m preguntarán los gobernantes de turno completo? Ah, podría solucionarles el dilema si los enviase a leer a Sócrates, Aristóteles, Epicuro, Zenón, los neoplatónicos o Kant pero he decidido ejercer mi paniaguado rol docente para facilitarles el tracto intelectual. La ética era una disciplina filosófica que se planteaba qué es el Bien, qué es el mal, cómo obramos bien, y cómo no lo hacemos. O, si lo prefieren, uno de esos intríngulis a los que los griegos – siempre ociosos – se dedicaban mientras tomaban sol en el ágora. Quizás quienes pensaban esas abstracciones vivían en una sociedad radicalmente corrupta, por lo que sentían que debían hacer algo que mutase esa situación. Pero, mis queridos estadistas, eso ya no es posible. Y en ese sentido, también debe dirigirse nuestro agradecimiento. Porque la banalización de todo lo trascendente – es decir, reaccionario, aristocrático, refinado, sutil o elevado – es otro acierto de sus políticas.

            Como el párrafo anterior me quedó demasiado extenso, y los expertos en narratología aconsejan brevedad en la era del Homo videns, acortaré los próximos.

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            Otro aspecto en el cual centrarme para agradecerles su tarea denodada en favor del establecimiento del NOM es aquella que llevan a cabo desde las universidades financiadas por sus capitales, sobre todo en lo que se llamaba ciencias sociales, o ciencias del espíritu. El sistema de investigación parcelado, acotado y fragmentario resulta un elemento brillante para la destrucción de toda cosmovisión: que los doctorandos se dediquen a dos versos de Eurípides, a un libro de la Política de Aristóteles o al uso de los participios activos en la obra de un novelista contemporáneo nos llena de expertos en nada. De esa manera, todo intento por sobreponerse a los medianos niveles de la tradición del pensamiento o de la literatura, en sí se convierte en imposibles lógicos. Quien estudia una baldosa de Chartres jamás llegará a darse cuenta de que tiene ante sí una catedral.

            Y un último tema, por hoy. Debemos agradecerles por el espectáculo perpetuo que montan cada vez que debemos elegir entre un gerente de izquierdas (¿?) o uno de derechas (¡!). Lo que se deja en evidencia ante esos cruciales cambios en los estados del NOM es el triunfo máximo de la sofística. Ah, perdón, quizás no sepan de qué se trata la sofística. Bueno, les prometo ocuparme en otra carta de ello. Aunque como bocadillo de camino les dejo esta frase de Platón: “Allí donde no existe la belleza, gobiernan  los sofistas”. Búsquenla en las Leyes.