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Hoy día 1 de mayo, a las tres y media de la tarde, aproximadamente, se cumplirán ochenta y cuatro años desde que el cuerpo del capitán de la Guardia Civil, Santiago Cortés González, muy maltrecho, era sacado de los sótanos del Santuario de la Virgen de la Cabeza en una camilla portada por cuatro milicianos; iba cubierto el capitán con una manta. Su destino era el “hospitalillo de sangre” que los rojos tenían instalado en las Viñas de Peñallana, en concreto, en la llamada Viña San Francisco. Mucho tiempo tardó el pobre capitán en llegar a su destino, demasiado tiempo… pero esa, desde luego, es ya otra historia.

 

Al día siguiente, 2 de mayo, Santiago Cortés entregaba su alma al Creador, tras haberse cubierto de gloria en lo alto de Sierra Morena. Atrás quedaban ocho meses y veinte días defendiendo heroicamente el Santuario de la Virgen de la Cabeza, escribiendo una Gesta que me ha cautivado desde que tengo uso de razón, y que aún hoy, cargado ya de años y de achaques, me sigue conmoviendo cada vez que pienso en ella, cada vez que leo algo sobre ella, cada vez que contemplo las fotografías que sobre el Santuario y su Epopeya tengo en mi archivo, unas fotografías que a veces parece como si quisieran hablarme. Es algo increíble.

 

Nadie se va a acordar hoy del capitán Cortés, ni de sus guardias civiles, ni de aquellos paisanos, mujeres, ancianos y niños, que decidieron un día atrincherarse en Sierra Morena y desde allí dar el grito de rebelión, para defender sus vidas, también las vidas de los familiares de sus compañeros de armas que ya se habían pasado a las filas nacionales en las primeras semanas del Alzamiento, para defender el honor del Cuerpo al que pertenecían, en definitiva, para defender a España, sí, he dicho bien, a España.

 

Y digo que nadie se va a acordar hoy de los Héroes del Santuario, porque vivimos en una sociedad idiotizada por la televisión, víctima de un sistema educativo infame que en los últimos años sólo sabe producir analfabetos funcionales, una sociedad, por consiguiente, en la que los ideales sublimes no tienen cabida.

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Pero el problema del olvido para con todo lo referente a la Gesta de la Guardia Civil en el Santuario de la Virgen de la Cabeza, no es de ahora. Desde lo que se ha dado en llamar el “advenimiento de la democracia” (vaya expresión, parece el parto de los montes), la actitud de la propia Guardia Civil, como Instituto Armado, como Cuerpo, o como quieran ustedes llamarlo, para con los Héroes de la Virgen de la Cabeza, ha sido vergonzosa (la actitud, digo), ruin, miserable y todos los adjetivos afines que ustedes quieran añadir. Sí, en los últimos cuarenta años, es decir, desde el “advenimiento de la democracia” (algunos pronuncian esta pomposa expresión con unción de divinidad, como si hablaran de la venida del Espíritu Santo), tan sólo he escuchado a un director general de la Guardia Civil pronunciar unas palabras de respeto dedicadas a los Héroes del Santuario. Este director general se llamaba (se llama, porque vive todavía), don Arsenio Fernández de Mesa y Díaz del Río, y estuvo al frente del Benemérito Instituto desde 2011 a 2017.

 

D. Arsenio Fernández de la Mesa

Resulta que en 2012, en concreto del 24 al 29 de septiembre de dicho año, se llevaron a cabo en Jaén capital diversos actos como homenaje a la Guardia Civil, bajo el lema “168 años al servicio de la sociedad española”. Se inauguró un monumento, hubo un ciclo de conferencias, concierto de música, desfile, misa en la Catedral, etc. Tuvo lugar también un acto institucional en el Aula Magna de la Universidad de Jaén, con asistencia de numerosas autoridades.

 

Asistió a este acto, como es obvio, el ya citado director general de la Guardia Civil, don Arsenio Fernández de Mesa, quien, en un momento de su discurso, tuvo el gran detalle de decir que, “al celebrarse el acto en Jaén, no se podía olvidar que, relativamente cerca, en el Santuario de la Virgen de la Cabeza, reposan los restos de un puñado de intachables guardias civiles y sus familiares, a los que jamás dejaremos de honrar y recordar”.

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Hasta donde llegan mis escasos conocimientos, creo que la cosa se quedó ahí, es decir, en un simple gesto del director general, que no llegó a materializarse en nada concreto. Pero es algo es algo.

 

Y yo hoy hago mías las palabras del señor Fernández de Mesa, y afirmo emocionado que, mientras viva y me acompañen las fuerzas, nunca dejaré de acordarme de los Héroes del Santuario de la Virgen de la Cabeza, nunca me cansaré de honrar su memoria, aunque sea a través de un sencillo artículo periodístico cada primero de mayo, como este que han leído ustedes hoy.

Autor

Blas Ruiz Carmona
Blas Ruiz Carmona
Blas Ruiz Carmona es de Jaén. Maestro de Educación Primaria y licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Tras haber ejercido la docencia durante casi cuarenta años, en diferentes niveles educativos, actualmente está jubilado. Es aficionado a la investigación histórica. Ha ejercido también el periodismo (sobre todo, el de opinión) en diversos medios.