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El Gral. Villarroya Vilalta ha dimitido después de haber sido cogido in fraganti dando uno más de sus muchos malos ejemplos. Con todo, casi lo peor ha sido la perorata que nos ha soltado al irse, la cual no tiene desperdicio.
Villarroya ha dicho que «desde que asumió hace un año sus responsabilidades como JEMAD, uno de sus principales ejes de trabajo ha sido que las Fuerzas Armadas se acerquen al resto de los ciudadanos y sean mejor comprendidas». Pues no. Su único «eje de trabajo» debió ser siempre hacer que las FF.AA. cumplieran con sus esenciales misiones que son: garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional (Art 8º de la Constitución). Y por ser todo ello mandato directo del pueblo soberano a sus FF.AA, por figurar en el preámbulo de la Carta Magna, lo es, en caso de necesidad –y por desgracia vuelve a ser el caso, valga la redundancia–, por encima de quien sea y a toda costa. Luego el Gral. Villarroya nunca debió ser JEMAD, ni General, ni… tal vez militar, porque no tenía ni idea de cuáles eran sus misiones… o las fue olvidando conforme ascendió.
Ha dicho que «falta aún mucho por comprender de la idiosincrasia y forma de trabajar de los ejércitos”. Pues no. Lo que nadie que sea español de verdad podrá nunca comprender de la idiosincrasia actual y forma de trabajar de los militares de hoy, es que lleven décadas mirando al tendido o haciéndose los locos, cuanto más lejos de España mejor, mientras se lleva a cabo la destrucción sistemática y premeditada de la patria, de la nación, de España. Lo que ya ningún español que lo sea y así se sienta puede comprender es que sigan considerando la disciplina y la obediencia como sumisión, y la neutralidad como inhibición.
Ha afirmado que su trayectoria profesional ha sido «honesta y dominada por el espíritu de servicio y de amor a España durante sus 45 años de carrera militar». Pues no. Lo que ha hecho Villarroya ha sido dedicarse durante 45 años a «hacer la carrera», a velar por sus ascensos, a callar, a no dar problemas, a mirar para otro lado. Algunos ejemplos recientes fueron su absoluto mutismo cuando Robles pateó ilegal e injustamente al Vicealmirante Fernández de Córdoba, cuando cesó al jefe de gabinete del JEME por un whataspp y, para qué decir, cuando persiguió con saña a los firmantes de la declaración en defensa de la figura histórica y militar del Generalísimo, llegando a empapelar a varios de ellos, hazaña vergonzosa que le valió, eso sí, el puesto de JEMAD a los pocos meses –así es como se asciende y se llega–, tras haber demostrado una vez más su forma de entender el «espíritu de servicio y el amor a España».
Ha afirmado que actuó «de acuerdo a los protocolos establecidos y con la única finalidad de preservar la integridad, continuidad y eficacia de la cadena operativa de las Fuerzas Armadas, ha tomado recientemente decisiones que considera acertadas». Pues no. Si se leen ustedes dichos protocolos es evidente hasta para el más lerdo que Villarroya miente cual bellaco. O sí, si tenemos en cuenta que desde su punto de vista lo importante era preservarse él y los que le rodean antes que nadie, porque él y los suyos son esa cadena operativa a la que alude, son los importantes, los imprescindibles, y a los demás que les den porque no son ni él ni los suyos, son la parte débil, prescindible, de esa cadena, son los subordinados, los que nada importan para un jefe de la catadura de Villarroya.
Afirma que «nunca han pretendido aprovecharse de privilegios no justificables». Pues no se lo cree ni él. Su carrera con algún ascenso «extraño», su servicio de taxi aéreo al rey a la fuga, su sumisión hasta lo repugnante a Cospedal y para qué decir a Robles, etcétera, son ejemplos patentes de que siempre se ha aprovechado cuanto ha podido de su posición y privilegios, si no, de otra forma, no habría llegado a donde lo ha hecho.
Dice que su asunto “está deteriorando la imagen pública de las FAS». Pues no. Porque la imagen de ningún colectivo puede nunca verse deteriorada porque surjan en él ovejas negras; otra cosa es si el colectivo las ampara. La única imagen que se ha deteriorado ha sido la de esa oveja, o sea, la de Villarroya, que ha quedado como un sinvergüenza total, así como los que junto a él han actuado igual: el Tte. Col. de la Guardia Civil ya cesado, y los Gral,s Francisco Braco, jefe del Mando de Operaciones, y Fernando García González-Valerio, jefe del Estado Mayor Conjunto; estas dos últimas ovejas negras aún andan emboscadas a ver si pasa la tormenta.
Y dimite Villarroya “con la conciencia tranquila”. Pues no. Dimite para quitarse de en medio, huye, corre y escapa, algo que parece estar de moda, porque reconoce su culpa. La conciencia no la puede tener tranquila porque simplemente no la tiene, la fue matando poco a poco cada vez que no cumplió con su deber por dedicarse a «hacer la carrera», cada vez que calló, que no dio problemas, que obedeció hasta la sumisión, que guardó la neutralidad inhibiéndose, que no cumplió con lo ordenado en el Art. 8º de la Constitución, que puso sus intereses personales por encima de los de la patria, la nación, el pueblo español, el honor y la dignidad, como ha hecho al vacunarse.
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