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El término “Derechos sociales” lo domina todo. Es asombroso hasta qué punto el paradigma socialista lo ha atravesado todo, hasta el punto de que el Partido Popular se muestra claramente como una prolongación del PSOE. No hay más que ver cómo se comporta el PP en Ceuta para comprobarlo. Estoy convencido de que hay un pacto no explícito para entregar Ceuta y Melilla a Marruecos en un plazo no prolongado de tiempo. El Conde Don Julián que permitió el paso a la tropa musulmana en el 711 está de moda. Con la gracia y bendición de esta gente, España pronto será el último bastión derrotado y descompuesto de lo que fue la Hispanidad y ahora es la “Expanidad”. De la idea de lo que fue una gran familia de hermanos solo queda la herencia del abuelo: una casa desvencijada con las vigas apolilladas, a punto de venirse abajo, y el “sálvese quien pueda” como lema.

Es un caso digno de estudio la prevalencia de los “derechos sociales”, desplazando a codazos a los verdaderos derechos que son los de cada persona, los individuales.

Hay que considerar que en el espíritu y la letra de la Constitución, en la trastienda, rigen los derechos humanos. No hay más que hacer una lectura detallada del texto constitucional para entrever, incluso en su literalidad, la traslación de la letra y el espíritu de los convenios internacionales que protegen a cada persona en su individualidad y su dignidad, para comprobarlo.  Y, no se nos olvide, los derechos humanos no empezaron tras la Revolución Francesa que fue un baño de sangre y rodaron cabezas bajo la cuchilla de la guillotina a miles. No. Fue el espíritu cristiano tras una Reconquista que logró desterrar al Islam, cuyo eje de conducta no era precisamente proteger a los individuos y su libertad, el que extendió la idea de la dignidad intrínseca de cada ser humano por todo el orbe entonces conocido y creo un orden internacional regido bajo la consigna derivada del mandato de los reinos unificados de Castilla y Aragón, y el testamento de Isabel la Católica y las encomiendas derivadas de las Escuelas de Burgos y Salamanca, las que configuraron lo que hoy se conoce como Civilización Occidental.

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Todo esto viene porque el Secretario de Estado de “Derechos Sociales” nos envía a los pensionistas una carta en la que se renueva la temporada del Programa de Turismo (¿social?)  para el ejercicio 2021-2022. Y se acompaña dicha misiva con un “queremos que Vd. Pueda disfrutar de nuevo y con normalidad de una actividad más necesaria y merecida que nunca”.

Evidentemente no seré yo quien ponga en cuestión lo de merecida y necesaria. Si alguien tiene merecidos esos “derechos sociales” son las personas mayores, que vivieron la posguerra, levantaron España cuando estaba en ruinas por el robo organizado de Negrín y Prieto que se llevaron hasta el último residuo del tesoro nacional y del privado, y trajeron la concordia y la reconciliación con el pacto constitucional.  Tras cuatro décadas de trabajo duro para levantar la industria, la producción agropecuaria y pesquera, construir barrios, viviendas para que todo el mundo tuviera un techo donde vivir, y explotar los recursos mineros para sacar al país de la miseria, no seré yo quien ponga en duda esos derechos “sociales”.

Pero yo hay cosas que no entiendo, y tengo la culpa de no entenderlas pues tengo la manía de preguntarme sobre las razones de las cosas y dudar de todo.

Primera cuestión: Se nos dice que estamos en una quinta ola del famoso virus o de lo que sea, y que esta es más extensiva y contagiosa que la primera.

Segunda cuestión: Se nos dice que la gente de la llamada tercera edad somos los más susceptibles de sufrir las consecuencias letales de esa afección. Ya lo comprobamos en la primera ola de la pandemia, aunque no está claro si los ancianos murieron por el virus o por la desatención y desasistencia, que ya es incuestionable.

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Tercera cuestión: Se nos decía que la vacuna iba a retraer la pandemia y sin embargo, al parecer no es así, o al menos eso se nos dice por unos medios de comunicación que hacen de brazo de propaganda del Gobierno, provocando la verdadera afección de esta pandemia, que es la inoculación del terror y el desistimiento al ejercicio de los derechos (estos no sociales sino individuales).

Cuarta cuestión y final:  Si todo es tan grave y la quinta ola no parece remitir en principio, y nada nos asegura de que los aparatos de propaganda no nos traigan otra sexta ola… ¿Qué fundamento tiene que se nos ofrezca un nuevo programa de turismo “social” para las personas que más riesgo tienen de caer como moscas, si verdaderamente hay una pandemia reeditada como nos dicen? ¿Es que ya saben cuándo van a terminar las “olas”?

¿O se trata de otra cosa inconfesable?  Y créanme que yo no supongo nada.

Autor

Ernesto Ladrón de Guevara