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Cuesta trabajo aceptar que los españoles -la mayoría nacional, ellos y ellas, por lo que han venido diciendo hasta ahora las urnas- no comprendan el volumen; la medida exacta del mal que se nos viene suministrando a generosas cucharadas, desde que se instaló en nuestro país este remedo, de remedos de Democracia, exagerando la mucha cantidad que ya venía recibiendo, del suministro de tan repelente brebaje, en los últimos once años. Algo que siempre que ha habido cambio en «La Moncloa», parecía imposible pudiera ocurrir.

En la primera parte -como en el fútbol- de esta última década con propina, el desgraciado gobierno de don Mariano Rajoy, dejó perfectamente claro que la descomposición, eso que huele tan mal, es algo endémico instaurado de forma hereditaria en el alma de este sistema político, el día 25 de julio de 1976.

En la segunda parte, inacabada, como la famosa sinfonía de Schubert -posiblemente en el «tiempo de la basura»- el resultado de sus consecuencias, que mucho nos afecta a todos, se nos ofrece una mierda de espectáculo, como si se tratara del ¡Mayor Espectáculo del Mundo! que se ha montado, como si el local fuera de su propiedad, en el Circo político de la Carrera de San Jerónimo el «guapearas del Ramiro». El insufrible esperpento a oferta de animales pedorros bípedos balbucientes; innobles payasos a quienes Dios no les proveyó de la más mínima gracieta, pero que cobran en euros, como si fueran juntados humanos. Para que el daño sea más notorio, además de ser asistencia preceptiva, nos es obligado a todos los habitantes de este país, a costearlo. Desde el más rico, hasta el más pobre, a través de impuestos directos e indirectos. Unos al comprar el piso de lujo o el chalezote tan en auge entre el rojerío patrio; el yate; el avión; el coche de alta gama; o el acojonante gasto que debe ser mantener a «entretenida; entretenido; o entrete… no sé que» -todos cuantos viven del folleteo clandestino-.

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Los demás, en muchísimos casos renunciando a productos de primera necesidad, y los más pobres, también han de contribuir al comprar la barra de pan más barata con la exigua limosna que hubiera recibido en todo el día ejerciendo la mendicidad, puesto de trabajo tan fomentado por el elenco Monster, que encabeza el «guaperas del Ramiro».

Autor

Eloy R. Mirayo
Mi currículum es corto e intranscendente. El académico empezó a mis 7 años y terminó a mis 11 años y 4 meses.
El político empezó en Fuerza Nueva: subjefe de los distritos de C. Lineal-San Blas; siguió en Falange Española y terminó en  las extintas Juntas Españolas, donde llegué a ser presidente de Madrid.