22/11/2024 21:49
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El Cap. J. L. P., jefe de una de las Compañías del Bón. Inf. Protegida (BIP) ‘Uad Ras’ II del Rgto. Inf. «Asturias» nº 31, uno de los dos de Infantería que forman la BRIAC «Guadarrama» XII con sede en El Goloso, en el marco de una marcha de instrucción por la sierra madrileña, penetró en el Valle de los Caídos, llegó con su unidad hasta su explanada delantera y en sus escaleras, rodilla en tierra, hizo que su guión y hombres fueran bendecidos por el pater.

De inmediato, qué casualidad, los medios de propaganda separatistas y los marxistas-leninista rebuznaron como es su costumbre perfectamente coordinados como corresponde al aparato de agitprop de la antiEspaña de hoy, de ayer y del futuro, tan rancia, toxica, acomplejada y demencial como siempre pues no tiene remedio.

Enseguida, la ministro de Defensa, Margarita Robles, como ya nos tiene acostumbrados, “fusiló” al Capitán cesándole del mando de su unidad. Lo cual ha sido aplaudido hasta con las orejas por la jauría rojo-separatista siempre sedienta de sangre; de ahí su reconocida historia criminal tanto en España como en el resto del mundo, capaz sólo de producir toneladas de miseria y ríos de sangre.

La oposición, la derecha, como siempre: silencio cómplice y cobarde, acomplejada, confusa, sin saber qué hacer y, por ello, no haciendo nada que es lo que la antiEspaña más desea y más le favorece.

Hasta aquí nada nuevo bajo el Sol. Nada distinto de lo que llevamos décadas soportando. Pero…

Pero hay algo que por desgracia tampoco parece ser nuevo bajo el Sol y que es, a mi parecer, lo peor de todo, lo más hiriente, lo que más facilita a la antiEspaña su avance: la inhibición, sumisión, cobardía y falta de dignidad y valor de los mandos militares implicados en este asunto, como en otros similares antes, que son: el jefe del Bón –y por ello jefe directo del Capitán–, el jefe del Rgto. y el Gral. Jefe de la BRIAC que no debieron nunca acatar la decisión de la ministro o, en su caso, dimitir irrevocablemente.

Porque ante una posible falta hay primero y siempre una presunción de inocencia y además un procedimiento para dirimir responsabilidades al que hay que ajustarse estrictamente para evitar, precisamente, la cacicada, el mando dictatorial y totalitario, para qué hablar del sectario ideológico como el de Robles. Hay, además, que tener muy en cuenta que a cada falta le corresponde una pena que debe estar en proporción, nunca desproporcionada. Y hay más: corresponde al jefe directo del Capitán llevar a cabo dicho procedimiento en su totalidad. Dejar, como han dejado estos mandos, que la ministro se inmiscuya en sus funciones es desautorizarse, quedar en evidencia y por inútiles, considerarse incapaces, en resumidas cuentas permitir que les haya quitado el mando más incluso que al Capitán; que desde luego es lo que se merecen mucho más que éste. Y por ende y una vez más también se lo ha quitado a la cúpula militar, lo que tampoco es nuevo bajo el Sol.

Defensa y nuestras FFAA están infiltradas desde hace décadas por la misma revolución casposa, decadente y antinacional que asola a España: la de la antinacional e impenitente antiEspaña rojo-separatista –radical y probadamente antidemocrática–, que campa a sus anchas no por su audacia, sino por el silencio cómplice y cobarde de los otros; de todos los otros. Ejemplos como este ya van demasiados; en realidad no debió haberse producido ninguno si ante el primer intento se hubiera actuado como debe ser. Pero como no se hizo, se ha instaurado en las FFAA el terror propio de esa revolución. Se espera del favor y se teme de la arbitrariedad. Para hacer carrera o se unen a ese cáncer o se inhiben cobardemente. Cunde la falta de compañerismo y abunda el cínico corporativismo. La envidia en vez de la alegría por el progreso ajeno. El cumplimiento de la norma sin adelantar de la propia voluntad e iniciativa. Lo políticamente correcto, el género degenerado y el feminismo antifemenino son dogmas de fe. Todos miran al “gran hermano” que habita en el ministerio. Eso sí, todo bien cubierto por una espesa capa de postureo de cara a la galería para engatusar incautos.

Autor

Francisco Bendala Ayuso
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