14/11/2024 06:09
Getting your Trinity Audio player ready...

Diego Fusaro (Turín, 1983) es profesor de Historia de la Filosofía en el IASSP de Milán (Instituto de Altos Estudios Estratégicos y Políticos) donde también es director científico. Consiguió el doctorado en Filosofía de la Historia en la Universidad Vita-Salute San Raffaele de Milán. Fusaro es discípulo del pensador marxista italiano Costanzo Preve y del renombrado Gianni Vattimo. Es un estudioso de la Filosofía de la Historia especializado en el pensamiento de Fichte, Hegel y Marx. Su interés se orienta hacia el idealismo alemán, sus precursores (Spinoza) y sus seguidores (Marx), con un énfasis particular en el pensamiento italiano (Gramsci o Gentile entre otros). Es editorialista de La Stampa Il Fatto Quotidiano. Se define a sí mismo «discípulo independiente de Hegel y Marx».

¿Por qué un libro titulado La muerte del trabajo?

Hemos elegido titular el libro La muerte del trabajo porque el liberalismo o el turbo-capitalismo, como se le llama, también se caracteriza por esto, por una masacre de clase gestionada unívocamente desde arriba, por el señor global elitista, contra las bases, es decir, contra el servidor nacional popular. En esencia, asistimos desde 1989 hasta hoy a una regresión constante de las condiciones de trabajo, que se convierten cada vez más en trabajo explotado, mal pagado y precario, funcional sólo a la explotación capitalista y al enriquecimiento limitado de las clases patronales sin fronteras. En resumen, la era de la muerte de Dios es también la era de la muerte del trabajo.

Si muere el trabajo, ¿hacia que tipo de sociedad vamos?

Nos dirigimos rápidamente hacia una sociedad en la que la base sigue siendo la especulación financiera por parte de una aristocracia financiera, como la llamaba Marx, que vive parasitariamente de la especulación bancaria y de las estafas bancarias. El trabajo, allí donde todavía existe, es cada vez más explotado, con la consecuencia de que, gracias al juego de la competitividad global, los trabajadores europeos pierden sus conquistas sus derechos y experimentan cada vez más condiciones laborales similares a las de los países del tercer mundo. La globalización no difunde los derechos sino que por el contrario los erosiona en nombre de la competitividad global ; si usted el trabajador español tiene que competir con el trabajador bangladesí, no serán sus derechos los que se trasladen a Bangladesh sino que serán las condiciones bangladesíes las que se le impongan a usted que debe ser competitivo en el mercado global.

¿Qué es el llamado turbocapitalismo y qué fines tiene?

En mi trabajo, lo llamo turbo-capitalismo para distinguirlo cuidadosamente del viejo capitalismo fabril de Borghese estudiado por Marx y Gramsci. El turbocapitalismo es un capitalismo post-burgués y post-proletario, basado en el nihilismo financiero, en el tránsito de la infeliz conciencia burguesa a la feliz inconsciencia post-moderna, en el tránsito del proletariado antagónico es resistente al nuevo precariado que lo sufre todo en silencio con «resiliencia», la palabra mágica de la neolengua liberal. La palabra turbocapitalismo no es sólo una invención lingüística, sino que designa una etapa diferente de desarrollo del capitalismo, como ya había intentado demostrar en mi libro «Minima mercatalia». Filosofía y capitalismo» de 2012

LEER MÁS:  José Andrés Calderón: “Los rosarios en Ferraz son para restaurar la unidad católica en España". Por Javier Navascués

¿La generalización del trabajo-basura es la abolición de la clase proletaria?

La clase proletaria hace tiempo que dejó de existir, tanto en el plano de la conciencia de clase, es decir, de la clase en sí, como desde el punto de vista de la existencia concreta, es decir, de la clase en sí. El lugar del proletariado que tenemos hoy es el precariado, como intenté mostrar en mi libro «Historia y conciencia del precariado». El precariado es una clase no en sí misma y no para sí misma, una especie de mosaico magmático y no coherente, una agrupación indefinida de subjetividades explotadas condenadas a la extorsión del trabajo excedente. Esto no es un accidente, ya que es el resultado de la reorganización del capitalismo en forma autoritaria y disciplinaria después de 1989. El acontecimiento trágico a partir del cual toma forma la nueva estructura del capitalismo todo desequilibrado a favor de las clases dominantes es el fin de la Unión Soviética y por lo tanto el año horroroso del derrumbe del muro de Berlín En primer lugar, a partir de ese año el capitalismo y desinhibido, ya no tiene rivales para tomar todo, todo derecho y toda conquista de las clases trabajadoras que empiezan a ser cada vez más masacradas y sin piedad por el capital

¿Cómo el teletrabajo y el trabajo precario contribuyen a ello?

El teletrabajo contribuye en gran medida a todo esto y es, de hecho, un momento esencial en la reorganización disciplinaria del mundo del trabajo por parte del capital después de 1989. Se pretende que el teletrabajo sirve para proteger a los trabajadores de la pandemia, pero en realidad su objetivo es otro: de hecho, el teletrabajo es uno de los muchos ejemplos de cómo el discurso de la pandemia es sólo la superestructura que justifica la reorganización autoritaria del neoliberalismo. Esto es lo que intenté analizar en mi libro «El capitalismo golpista global y el gran reseteo». En resumen, con el teletrabajo desaparece la sociabilidad y sólo quedan átomos telemáticos distantes e inconexos, lo que imposibilita la constitución de la conciencia de clase. Con el teletrabajo desaparece la división entre tiempo de trabajo y tiempo de vida, pero también entre espacio de trabajo y espacio de vida, ya que potencialmente el propio hogar se convierte en un lugar de producción de plusvalía y, por tanto, es colonizado por el capital. Por último, con el teletrabajo, el capitalismo de la vigilancia penetra en los hogares de los trabajadores, que serán cada vez más vigilados incluso en su espacio vital. En resumen, se escribe teletrabajo pero se lee reorganización disciplinaria del mundo del trabajo.

¿Por qué el objetivo es desarraigar y desunir los pueblos?

El neoliberalismo no tolera la persistencia de subjetividades comunales y corales, sean pueblos o clases, naciones o comunidades, estados o iglesias. Se promueve la subjetividad putativa y la del individuo. Comienza el consumo superior, migrando porque está en permanente movimiento en el plano liso del mercado global. La identidad se percibe como algo negativo que hay que derribar porque el hombre sin identidad es el sujeto ideal, el que puede llenarse de cualquier identidad de consumo sin tener una identidad propia que resista: y lo que he tratado de demostrar en mi libro «Defender lo que somos. Las razones de la identidad». Por eso, las identidades son también hoy una fortaleza de resistencia contra la nada de la civilización del mercado, esa nada que se expresa bien en el horror de la cultura de la cancelación, que no es otra cosa que el nihilismo que intenta borrar toda la civilización occidental.

LEER MÁS:  Blas Piñar y el desastre de Cuba

¿Por qué muy pocos veían la maldad intrínseca del capitalismo?

El capitalismo gana precisamente porque consigue convencer a su causa y atraer a su proyecto incluso a aquellos que, es decir, la mayoría, tendrían todo el interés en impugnarlo y en desprestigiar los modos de producción estructurados de forma diferente. La fuerza magnética del capitalismo es ante todo antropológica. De hecho, el capitalismo no nos pide más que ser la peor parte de nosotros, la parte que todas las epopeyas y todas las religiones habían intentado disciplinar: el capitalismo nos pide que seamos codiciosos y cínicos, despiadados e individualistas, en definitiva, nos pide que seamos la peor parte de nosotros. Platón diría que el capitalismo, que él tampoco conocía, es el triunfo del caballo negro y toma el relevo del caballo blanco y del auriga. Al fin y al cabo, ¿qué trata de hacer el discurso capitalista desde Mandeville hasta Adam Smith si no puede rehabilitar con sofismas lo que antes se consideraba y condenaba como vicios y ahora son virtudes en la medida en que como vicios privados garantizan la prosperidad de la sociedad de mercado? La paradoja en la que vivimos es que realmente percibimos el capitalismo como un destino ineludible, hasta tal punto que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
Suscríbete
Avisáme de
guest
0 comentarios
Anterior
Reciente Más votado
Feedback entre líneas
Leer todos los comentarios
0
Deja tu comentariox