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Nosotros, los patriotas, debemos recuperar en nuestras proclamas, acción y sentimiento el recuerdo y memoria del doctor Félix Rodríguez de la Fuente, manoseados por la banda ecologista de los anti caza y anti agricultura como puede observarse sin ir más lejos, en la página web de “WWF” España.
En momentos de invasión socio-cultural por parte de la horda vegana, anti-caza y globalista, hemos de alzar como bandera el nombre de un patriota conservacionista como Félix, que hizo de los montes y las águilas de España la unión crisálida de los niños con su Patria.
Cuando Félix recorría los paisajes de España y retrataba el encanto singular de nuestra fauna y nuestras gentes, prendía en su mirada la juvenil alegoría, el amor por el terruño y el ansia por la divulgación. Gracias a sus espacios televisivos como “El hombre y la Tierra”, los españoles eran conectados con su entorno a través de las palabras y el tono de un siempre lúcido y magnético Félix.
El régimen franquista, lejos de censurarle y aplacarle como afirman las izquierdas ecologistas manoseadoras de su figura, lo apoyó sin censura alguna ni represión de ningún tipo. Le abrió la Televisión y aplaudió su éxito.
Eran tiempos de desarrollismo acelerado en los años 60 y 70, en los que España poseía ciertos usos de descuido con el medio natural, tal vez desmesurados aunque comprensibles en una España de intenso desarrollo urbanístico e industrial que se recuperaba de una trágica involución histórica acelerada por el fracaso de la II República y la guerra contra el comunismo (1936-1939). En ese marco de circunstancias, Félix puso la voz contra procesos de contaminación de aguas, de vertidos indiscriminados o de deforestaciones para procesos urbanizadores excedidos.
Su voz fue oída y recogida. El ICONA (Instituto para la Conservación de la Naturaleza) y el IRYDA (Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario), tomaron nota. Las Tablas de Daimiel, Doñana, Monfragüe o el archipiélago de Cabrera se convirtieron en espacios protegidos. El último alcalde franquista de la ciudad de Valencia, Miguel Ramón Izquierdo, en su primer pleno como mandatario de la capital del Turia, en 1973, protegió el espacio natural de “El Saler” y lo apartó, por su voluntad, de la estrategia de construcción urbanística masiva que se pretendía efectuar, logrando coadyuvar a uno de los más importantes espacios verdes y de referencia turística del Mediterráneo español.
El régimen franquista, decidido por la conservación del medio español conformando poderosos pulmones verdes, había logrado estimular la política de repoblación forestal más ambiciosa de Europa occidental. De 800 hectáreas al año repobladas en 1940, había pasado a 1.855.000 hectáreas al año en 1975.
La preocupación personal de Franco por la naturaleza era tan evidente que la extensión de sistemas de irrigación y obra hidráulica mediante pantanos (más de 500 construidos durante su mandato) y conversión de hectáreas de secano en regadíos, había logrado crear más de 300 pueblos “de colonización” sobre 2.700.000 hectáreas de regadíos que convirtieron por ejemplo, a parte de la Extremadura seca y desvaída, en verde y agraria, fertilizando y desarrollando más de 174.000 hectáreas de esta región de España al calor del “Plan Badajoz”, entre otros.
La ley de caza de 1970 contempló muchas de las pretensiones de Félix Rodríguez de la Fuente, incluyó un catálogo de especies protegidas y mantuvo para las gentes de los pueblos la tradición y la costumbre de la caza tratando de erradicar el uso de venenos o las prácticas de furtivismo en las que algunos desalmados siempre incurrían. El franquismo no sólo aplaudió, sino que legisló para proteger la fauna, conservarla y promoverla.
Félix Rodríguez de la Fuente promocionó una sana cultura naturalista de la que los mandatarios franquistas se hicieron eco. Por ello, y sin problemas, se formaron movimientos naturalistas y para el medio ambiente que nada tenían que ver con la patulea antinuclear, anti consumo de carne o anti diesel que hoy estamos viviendo y que reclama como “predecesor” suyo a Félix Rodríguez de la Fuente. Mienten. Nada más lejos de la realidad.
Hoy, los enanos morales del ecologismo amamantado, que roban nuestra alimentación e imprimen en una Agenda internacional (la 2030), el fin de nuestra ganadería y de la ingesta de carne, lacayos de la religión climática de las élites, no dudan en empuñar el nombre de Félix Rodríguez de la Fuente y manosearlo para fabricar un icono a su medida que jamás fue tal.
No hubo un Félix ecologista, ni un Félix de ‘Green Peace’. Hubo un Félix que defendió al hombre y al medio; a la caza como valor de equilibrio y control; al agricultor y al ganadero; a la Patria como valor intrínseco sin dejar de exigir, como era lógico, el civismo higiénico y cuidadoso sobre las aguas y los suelos; ese civismo que no tienen los guarros que con motivo del orgullo LGTB convirtieron recientemente a Madrid y a otras ciudades en un estercolero.
Hoy somos amenazados por el páramo desértico y desertizador de centenares de miles de hectáreas destinadas a placas fotovoltaicas. Nuestros ganaderos claman estérilmente contra su propia extinción. La caza es criminalizada por ONGs matoniles, y por las acémilas urbanitas de los “huertos ecológicos”. Todo ello es blanqueado y promocionado por el ecologismo untado y marxista, servidor de los plutócratas; un movimiento liberticida y anti rural que se apropia con insistencia de un Félix que nada tuvo que ver con ellos ni tendría que ver ahora.
España en definitiva, entra en el bucle donde Bill Gates y Jeff Bezos, servidos por la mamporrera izquierda globalista, son maestros de ceremonia en el exterminio del medio rural español que Félix siempre defendió.
El ejemplo de Félix Rodríguez de la Fuente es la antítesis y el reverso ante tanta porquería hedionda como la que hoy somete a España y que quiere robarnos hasta la carne y el agro. Su muerte en Alaska en 1980 resultó tan cargada de incógnitas enormes, como enormes fueron sus desplantes hacia los partidos políticos que trataron de seducirlo o ficharlo. Su oratoria hipnótica dejaba en pañales a todos los dirigentes partidistas de la época, con la honrosa excepción de Blas Piñar cuyo talento ante el micrófono ha sido junto con el de Félix el mayor, tal vez, en los últimos 50 años de la historia de España.
Amigo lector: veamos en Félix a uno de los nuestros, a un honrado y humilde hijo de España que trató de canalizar a generaciones de jóvenes fuera de la pestilente degeneración con que los movimientos comunistas ecologistas e internacionalistas amenazaban a España con la llegada de la democracia.
Félix murió. Su memoria y su ejemplo deben ser rescatados por y desde la óptica del patriotismo, y dar la batalla contra los que desde posiciones globalistas, ecoveganas y animalistas tratan de apoderarse de su figura. No lograrán su empeño. Su mentira no desbancará la Verdad, que nos pertenece.
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