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Si el planeta Tierra es hoy sólo una presa que se disputan los plutócratas, esos tiranos sin más ideología que la fiduciaria, que se sirven de esbirros con doctrinas multiuso, España, a su vez, es hoy un territorio donde los corruptos gobiernan impunemente a golpes de decretos y leyes abominables, mientras el corregidor los firma y mira para otro lado.
Frente a ellos, una multitud silenciosa paga sus impuestos y ve cómo se enriquecen los traidores, los traficantes de influencias y de virus y vacunas genocidas, y los mercaderes de mascarillas, drogas, guerras y negocios multinacionales, y de un dinero público que se permiten el lujo de manejar, apropiándoselo, porque «no es de nadie».
Una multitud inerte, incapaz de hacer el inventario detallado de las mangancias y perversiones de aquellos; incapaz de arrancarles sus credenciales y salvoconductos, y que mientras soporta con asombrosa resignación la desigual dureza de Hacienda, entiende y hasta vota y saluda a todos los «don nadie» que arramblan con sus ahorros y patrimonios.
Una masa anónima que encumbra a los miles de vulpejas acogidas a sagrado bajo el poder de las instituciones que han usurpado, chantajeado o comprado, y que cada mañana nos sorprenden con un nuevo escándalo, una nueva abominación, una nueva indecencia.
España es hoy un gran patio de Monipodio, en el que la historia de los líderes y ministros frentepopulistas -y los de sus cómplices- cobra todo su sentido y su más expresivo relieve. Así, reflejo de sus gobernantes, los hijos de la actual España se hallan prisioneros de un raro destino. Duermen o vegetan ante la esclavitud que los arruina, olvidando la antigua rebeldía, la necesaria rebeldía.
España es hoy, mayoritariamente, un pueblo contrahecho que acepta que sus instituciones estén infestadas de canallas y que, privado en la práctica de su rey, se muestra ostentador o indiferente ante una monarquía sin vigor o directamente desleal. Un pueblo que, en su despreocupación suicida o en su incuria cultural, también ignora que cuando los señores huyen o se desentienden, son encadenados o muertos los vasallos que se han mostrado fieles o complacientes con los cobardes o los traidores.
Un pueblo que, de la mano de dichos señores, culpable de pavura, de anomía y de abulia, está humillando con su afeminamiento a una patria a la que sólo creen deber la existencia, y ni siquiera eso. Ese es el pueblo que, según VOX, quiere votar. ¿Para qué?
Autor
- Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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