
Parece increíble lo que contemplamos, pero es real. Nadie, ni en la peor de sus pesadillas, lo hubiera soñado hace… ni siquiera tanto. Y lo peor, con todo, que ya es decir, es que sin temor a equivocarnos podemos asegurar que todavía no hemos tocado fondo o… que sí, pero que nos dedicamos con entusiasmo y afán a escarbar.
La izquierda muestra ya sin vergüenza alguna su cara real tras décadas de irla desvelando poco a poco para no espantar. La derecha tan estúpida y cobarde como corresponde a su estado natural. El separatismo, cual parásito infecto, campando a sus anchas como nunca jamás pudieron soñar. La monarquía –¡ay, mi General, que error, que craso error!– vacía, pura ficción, irreal, es decir, borbónica de cabo a rabo. El sistema judicial prevaricador hasta las trancas. Las FFAA confundiendo interesadamente disciplina y obediencia con sumisión y neutralidad con inhibición, huecas de patriotismo, carentes de valor, y cuanto más lejos del amo y del mulo, mejor. Algunos agentes del orden sean de la Malamérita o de la Policía antiNacional, encubriendo –y disfrutando– los más turbios negocios que jamás se pudo imaginar. La Iglesia en retirada desordenada sin un ápice de piedad para los fieles que corren enloquecidos como pollos sin cabeza. Y el pueblo, ah, el pueblo, viviendo el día a día como si no hubiera un mañana, tragando hasta lo indecible como si nada fuera con él, con la cabeza llena de pájaros, balando, aborregado, camino del matadero.
Hoy España, afligida, no es nada, o peor, pues es pasto de los mil buitres que vuelan en su derredor llevándose cada uno el trozo que más le interesa.
Hoy España nos duele profundamente, nos rompe el corazón y desgarra el alma hecha girones, pues jamás la vimos tan enferma y en peligro; y mira que hubo momentos.
España, nuestra Patria, la que todo lo hizo y lo más alto alcanzó como nadie alcanzará ya jamás, yace moribunda, agonizando, se diría que a punto de exhalar su hálito final. No hay paragón, no sabemos de un caso igual en la historia de la Humanidad. La que dio lecciones al mundo entero, nada aprendió.
¿Será verdad? Dios no lo quiera, aunque esta vez se lo merezca y para renacer tenga que sufrir años de purificación, pues ha perdido la mejor de las oportunidades que jamás tuvo, aquella que le dio el denostado Francisco Franco, brazo de Dios, junto con el sudor, sangre, lágrimas y trabajo de tantos españoles sin distinción ideológica y de pro que nos dejaron una herencia inmaculada, la misma que hemos dilapidado cual malos hijos y peor herederos.
Yo, sinceramente, hoy por hoy, no veo solución. Pero Dios no lo quiera, y no pequemos de desesperanza, que es el único pecado que no tiene perdón, y confiemos que sea Él quien salve a España, porque si es por los españoles de ahora… la cosa no tiene solución.
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