17/05/2025 20:52

No deis a los perros lo que es santo; no echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen” (Mt., 7, 6), 

A lo largo de los tiempos históricos podemos constatar que siempre hubo la tentación irresistible de ocultar las esencias de una doctrina de un colectivo a los no iniciados. Los primeros cristianos ocultaban celosamente sus misterios más profundos de la fe tanto a los más íntimos (catecúmenos) como a los no iniciados (paganos). La obligación era no revelar los secretos.

En nuestro tiempo, justamente, todo lo contrario. No tanto la acción de desvelar secretos y misterios. No. Lo que tenemos es la inexistencia de cualquier misterio que proteger. La banalización es extraordinaria porque todo se vierte en una sicalipsis sin fin y permanente. En otras palabras: a diferencia del hábito que implica la disciplini arcani, no hay misterios que proteger porque ya no existen misterios, todo está exhibido en un lenocinio digital.

La mejor manera de ocultar algo ya no es a través de la fórmula del silencio sino de la verborrea, del exceso, de la excrecencia de información. Exceso de información que, automáticamente y al instante, produce desinformación (esa incapacidad estéril que provoca la neutralización de las dotes intelectuales tendentes a producir una idea, una articulación sintagmática, una comprensión analística).

Lo podemos comprobar, y está por doquier, con la perfecta elaboración de una sociedad diseñada en torno a la simulación total, a su duplicidad y a su réplica infinitesimal. La tendencia hacia la construcción de una ‘realidad’ virtual compleja elimina cualquier trance de misterio quedando todo reducido al código que lo organiza como una realidad paralela (el misterio podría residir en la programación, lugar de donde se escapa por su ausencia de trascendencia y estar sometida a una estricta lógica formal).

La operación a que se somete todo ‘misterio’, en el imperio de la lógica digital, es jugar con un misterio que, en realidad, ha dejado de existir, misterios que no solo abastecen al mundo de los cultos esotéricos sino que afectan también a los ritos, a las ciencias, a las ideologías… Detrás de todas ellas, si hubiera alguna sustancia o cosa de valor, no es más que su profundo vacío y una carcasa, un hado de misterio artificial que lo mitifica. No existen misterios sino la operación formal externa que le dota de una apariencia de misterio. Pura impostura.

¿Por qué no hay misterios artificiales cuando nos dirigimos hacia el orden digital? Porque la primera y principal función del orden digital no es otra que la de protegerse y ocultarse porque ya no existe nada detrás de esos misterios que no sean misterios técnicos y que operan como impostura, efectos de artificialidad pura.

Así, pues, lo artificial busca protegerse en primera instancia mediante su propia artificialidad técnica y operativa e impedir que se desvele que su finalidad es presentarse como un nuevo orden de los sentidos que quedan, en última instancia, reducidos impulsos electrónicos. Y ahí es donde agota sus esfuerzos: en la prodigalidad de la ilusión cibernética.

Pero también podemos ver este asunto desde varias perspectivas, más analógicas, que conducen a la misma situación que es la de la pérdida de los misterios:

-Todo misterio analógico, que implica un acto de creencia, se enfrenta a una indiferencia total. La conciencia se vence ante la complejidad.

-Todo misterio analógico está en función de un ‘deseo de saber’ que se opone a un universo de ignorancia vital significativa y total. La conciencia se vence ante lo desconocido, de todo aquello que no es descifrable en términos de razón práctica, empírica y material.

Todo misterio, por ejemplo en esa dimensión del arte moderno donde aun parece sobrevivir, en efecto, carece de misterios por carecer de valores que no sean sino para servir únicamente a sus propios fines de especulación estética ilimitada.

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Así, cuando el misterio escasea lo mejor es producirlo en todas las instancias, personales y objetivas, mediante la ficción y la ilusión. Y la máquina de producción de ficción e ilusión reside, en su parte principal, instituida en el orden de lo digital, en el horizonte del diseño y puesta en práctica de universos sensoriales impulsados por máquinas electrónicas avanzadas (el metaverso, por ejemplo, es su más reciente hito pero no el último). El Hombre convertido y reducido en sensor orgánico de impulsos eléctricos (punto de conexión por donde discurre la información, se almacena, se emite, se recibe…).

Por tanto, habría sido la política en la historia reciente desde el Renacimiento la que se ha constituido en el centro de los misterios del ejercicio del poder y que ha elaborado sutilísimos misterios sobre su misma razón de ser (todas las teorías del poder actuales proceden de ese horizonte teórico sobre el poder al margen de una explicación de origen divino). De esa teoría política creadora de arcanos ilimitados en torno al poder político como, verbi gratia, por qué el Estado somete, por qué el ciudadano acepta el poder del Estado, los efectos del poder político, etcétera, todo eso ¿en qué ha quedado? Absolutamente en nada. Mejor dicho, estamos ante la sustitución de la teoría política por la ficción técnica del poder.

Ya no hay misterios en la política. La prensa ha podido hacer una labor de desvelamiento importante, sin duda. Pero son los propios políticos los que han hecho la labor más significativa al poner al descubierto su indecencia y, sobre el plano de la realidad en que se mueven, que todo su universo de apariencias no es más que una construcción de ficciones perfectamente diseñadas y producidas que se agota y resurge. Nos han desvelados los supuestos secretos del poder político: es decir, que es nada, nada diferente a la naturaleza de lo que mueve a las pasiones y vicios materiales que alimentan la ambición, la desmesura, el odio, la venganza, la soberbia, la avaricia, la lujuria, la envidia, la pereza, etcétera.

España Mayo de 2025. Tenemos un Gobierno que se bate por perpetuarse. Muchos espectadores ceden a la ficción de que está siendo saboteado (no es necesario apuntar al saboteador porque cada uno puede inventarse el suyo) o que está echado inmisericorde al poder judicial para ser devorado. Una ficción que va más allá de cualquier ámbito racional y que se ha producido como la tinta del calamar para ‘escapar’.

La lectura del asedio de un Gobierno ‘democrático’ quiere sostenerse sobre la idea interpretativa de que se está produciendo de forma manifiesta un golpe de Estado. Pero el auténtico golpe de Estado ya se dio por el sistema de partidos políticos hace lustros.

Cuando descendemos hasta los receptores de estas ficciones (a quienes se les trata de ofrecer el ‘misterio’ de los sucesos que explican los hechos), a la mínima interrogación que les hagas, no saben explicar ni un mínimo eso del sabotaje (cuando es ineptitud del Gobierno e ignorancia de ellos mismos) o de la judicialización (cuando no es más que el eufemismo que trata de proteger los delitos clamorosos de corrupción).

El efecto que se busca con la propalación de lo qué está ocurriendo es construir ‘un misterio’ inexistente pero que explica e interpreta por qué el Gobierno está asediado. No hay fuerzas extrañas que controlen el orden de los sucesos, fuerzas que están dentro del propio ámbito del poder. Estamos ante un parto político: la lenta y agónica venida, en estado de metamorfosis, desde la crisálida primitiva hacia el mismo tipo de Gobierno pero con otro color y olor. De lo mismo a lo mismo pasando por una ficción encubridora.

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La justificación o la ilusión que sostiene todo el sistema político es mejorable o puede recuperarse, lo constituye el siguiente paralogismo: no es la estructura la que pervierte el sistema sino algunos de sus elementos, que es lo mismo que confundir la parte con el todo. Y de este modo, creyéndose el misterio más blindado de la política posmoderna fomentado por el sistema de partidos políticos, piensan esos ‘entendidos’ que la estructura (política) puede salvarse eliminando (regenerando) algunos de sus elementos (de ahí la referencia vivificadora respecto de algunos de los partidos porque, piensan, que son partidos sanos, no contaminados, inmaculados… y que por sí mismos pueden generar el total sistema de partidos políticos). Es una ficción delirante.

Sigo sosteniendo lo mismo y respecto a este sistema de partidos políticos descarnado: el PSOE y los partidos que lo sostienen (y son coyunturas) están enloquecidos y se han entregado en un proceso irreversible de lenta pérdida o degradación de los servicios públicos lo que se produce en el mismo instante en que el Estado de Bienestar entra en fallida en occidente. Es conveniente y necesario, sin paliativos, que esto alcance sus últimas y máximas consecuencias porque toda la realidad, también la política, está sujeta a los procesos de reversión y nada escapa a ese principio.

¿Es que buscamos premeditadamente el ‘mal’ para el conjunto de los que viven en esta sociedad? Se ha idolatrado este Estado dispensador porque en apariencia se fundamenta en cortocircuitar todo proceso de reversión y se pretende perpetuo. Se trata de un Estado corrompido que es reflejo del sistema de los partidos políticos y que, a su vez, es el reflejo de una sociedad enteramente corrupta en lo espiritual y en lo material (porque adolece de lo primero abunda en lo segundo). Es dudoso que esta clase de sociedades corrompidas puedan subsistir frente al advenimiento de los grandes procesos mundiales y en las mutaciones tecnológicas estructurales que se avecinan indómitas.

Y este gobierno de enloquecidos (socialistas y quienes le apoyan) está dotado perfectamente de las capacidades necesarias y de las condiciones para “cargarse España”, llevando a término la Agencia 2030. Los otros políticos alternativos, también, sin duda, pero operarán en una dinámica mucho más lenta y son más parsimoniosos.

Sería preciso observar el espectáculo de cómo el Estado de tiranos democráticos cae y se hunde y arrastra a todos los que viven a cuenta de este Estado que produce lacayos y vividores. Que nadie ni piense ni espere que un partido del régimen (el PP con o sin Vox) venga a solucionar ese estado de cosas reversible.

Finalmente el único arcano vigente en materia política ya está al descubierto: que el sistema de partidos políticos tiende a la destrucción, lenta o acelerada, de todo el Estado asistencial y que por su propia razón de ser es su corolario.

Al no haber misterios que velar (no solo en el universo de las verdades políticas) se produce un pavoroso desgarro ontológico, ese inexplicable descreimiento profundo, total y radical, tanto en lo personal como en lo colectivo que cuestiona de modo sistemático y perfecto todos los principios y todo el sentido de verdad que asiste a la política posmoderna .

¿No será ese hecho radical el que genera la indiferencia insoportable de que estamos encauzados hacia el final de los tiempos analógicos?

José Sierra Pama

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Jose Sierra Pama
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