
Como consecuencia de la desapego de buena parte de la ciudadanía con un bipartidismo lastrado por la corrupción sistémica de los dos grandes partidos nacionales que se alternaban en el poder, el 15 de mayo de 2011 se celebró en Madrid una multitudinaria manifestación que culminó con una acampada en la Puerta del Sol. De esta forma, sorprendentemente espontánea, surgió el llamado Movimiento 15-M, el cual habría de remover los propios cimientos de la estructura de poder establecida durante la Transición, mediante una adecuada canalización de la indignación acumulada en el seno de la sociedad española como consecuencia de los continuos desmanes cometidos por la clase política dirigente.
Impulsado por la curiosidad me acerqué por aquellos días a la Puerta del Sol para comprobar in situ en qué consistía exactamente aquella ola de espíritu inconformista y beligerante. Una vez allí, rodeado por las numerosas y destartaladas tiendas de campaña instaladas sin orden ni concierto en tan emblemática plaza madrileña, pude observar a una gran cantidad de jóvenes soñadores de mirada franca y sonrisa abierta, que de forma un tanto pueril pensaban que podían cambiar el mundo, sin todavía saber que habría de ser el mundo el que les cambiaría a ellos. A su vez, junto a esta tropa de idealistas muchachos, también pude ver a hombres de diferentes edades, todos ellos de aspecto mugriento, rictus amargo y mirada torva, así como a mujeres de edad difícil de precisar, que aunaban el maltrato genético con una vestimenta premeditadamente estrafalaria, quizás porque en el fondo de su ser latía la necesidad de esconderse del mundo sin ser capaces de renunciar del todo al contacto humano. En definitiva, tras asistir a lo largo de la tarde a distintas reuniones de carácter asambleario comprendí que de aquella heterogénea muchedumbre donde las ideas escaseaban no podía salir nada bueno para el futuro de España.
En cualquier caso, este movimiento de indignados tuvo la virtud de aglutinar a sectores muy diversos de la sociedad española, cristalizando este furibundo estado de ánimo en enero de 2014 con la fundación de Podemos, un partido político de extrema izquierda que, a rebufo de la marea antisistema, reivindicaba su capacidad para revitalizar la democracia y mejorar la calidad de vida de los españoles. Sin embargo, ya desde el primer momento resultó evidente que con un programa político como el suyo -basado en la ideología woke, el intervencionismo estatal y el enfrentamiento social- ambas aspiraciones, por estar fuera de su horizonte de posibilidades, no eran otra cosa que brindis al sol. Entre los principales fundadores de Podemos se encontraban Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero, todos ellos profesores de Ciencias Políticas, así como otros personajes de menor importancia, como la okupa Carolina Bescansa o el anticapitalista Miguel Urbán.
Tan solo un año después de su fundación Podemos alcanzó un rotundo éxito al lograr en las elecciones generales de 2015 el 20,68% de los votos y con ello 69 diputados. A partir de ese momento el apoyo ciudadano a la formación morada comenzó a decrecer paulatinamente, de tal forma que en las elecciones generales de 2019 ya había perdido a la mitad de sus votantes, si bien el indecente tactismo político de Pedro Sánchez permitió a Podemos entrar a formar parte de un Gobierno de coalición con el PSOE. Sin embargo, a pesar de tan privilegiada posición, el retroceso de Podemos continuó imparable, de tal forma que en las pasadas elecciones generales de 2023 -ya subsumido en Sumar, esto es, en una coalición de partidos de extrema izquierda liderada por Yolanda Díaz- tan solo obtuvo 5 diputados.
En este descenso de Podemos a los infiernos de la irrelevancia política han jugado un papel determinante, por un lado, la defensa de unas líneas programáticas tan disparatadas que solo podían contribuir a la progresiva descomposición moral y económica de la sociedad española y, por otro lado, la permanente incoherencia entre las consignas proclamadas con vehemencia desde el partido y la actuación particular de sus principales representantes.
Así, P. Iglesias, cuando era tan solo un arribista político con afán de notoriedad, llegó a manifestar en uno de sus habituales exabruptos dialécticos que jamás abandonaría el barrio obrero que le vio crecer, entre otras cosas porque entendía que los políticos que vivían en casas de más de 500.000 euros no eran personas de fiar. Sin embargo, nada más alcanzadas las mieles del éxito, P. Iglesias se compró una mansión ubicada en una urbanización de lujo de Galapagar valorada en más de 600.000 euros. Tal muestra de cinismo marco el comienzo no solo de su declive político, sino también del declinar electoral de Podemos, ya que tan garrafal error estratégico fue entendido, incluso por muchos de sus más acérrimos simpatizantes, como una traición en toda regla a los ideales de justicia social que constituían el esqueleto formal de su atrabiliario discurso panfletario.
Por su parte I. Errejón está siendo juzgado por un presunto delito de agresión sexual a la actriz Elisa Mouliaá, mientras que J. C. Monedero ha sido acusado por una alumna de la Universidad Complutense de Madrid por acoso sexual continuado. A este respecto cabe señalar que en ambos casos se dan dos curiosas paradojas. La primera paradoja radica en que después de haberse postulado ambos como eximios adalides del feminismo en su modalidad queer, resulta que en realidad no eran más que unos depredadores sexuales que se aprovechaban de su posición dominante para intimidar a las mujeres y satisfacer sus lujuriosas inclinaciones. A su vez, la segunda paradoja viene dada por el hecho de que sus actividades predatorias eran conocidas desde hace años por los principales dirigentes tanto de Podemos como de Sumar, a pesar de lo cual optaron de forma vergonzosa por mirar hacia otro lado y ocultar los hechos debido a que ambos personajillos eran considerados “activos políticos” de suma importancia para trasmitir a la ciudadanía las bondades de sus esperpénticos planteamientos. De esta forma, lo que en público era “solo sí es sí” y “hermana yo sí te creo” en privado se convirtió en “hermana si te agrede sexualmente uno de los nuestros calla por el bien de la causa”, demostrando de esta forma que la hipocresía más radical constituye una de las principales señas de identidad de una extrema izquierda anclada en sus prejuicios de clase.
No obstante, si bien la extrema izquierda se maneja con absoluta desenvoltura entre la proclamación de la virtud y el ejercicio del vicio, es necesario reconocer que el PSOE ha convertido la actividad delictiva en un auténtico arte. Así, por poner un ejemplo de plena actualidad, en la época en la que José Luis Ábalos fue ministro de Transportes de P. Sánchez, secretario de Organización de PSOE y portavoz del grupo parlamentario socialista, se desarrolló una trama de corrupción en la que estaban implicados la plana mayor tanto del Gobierno como del partido socialista. Básicamente, el enredo consistía en el cobro de jugosas comisiones ilegales por la venta de mascarillas durante la pandemia, es decir, que mientras los españoles convivían a diario con la muerte los socialistas traficaban con aquello que podría ayudarles a salvar la vida. Pero, no contento con llenar sus alforjas con un dinero obtenido ilícitamente, J. L. Ábalos también se permitió el lujo de vivir a cuerpo de rey, lo cual no constituiría ninguna deshonra si no se diera el hecho de utilizar para ello el dinero de todos los españoles. Así, nuestro deplorable putero contrató los servicios de una señorita de compañía, de nombre Jésica, la cual ha declarado en los juzgados que, a cambio de sus favores sexuales, J. L. Ábalos tuvo a bien proporcionarle un lujoso piso en la Plaza de España, un trabajo fantasma en dos empresas públicas y numerosos viajes a distintas ciudades del mundo con todos los gastos pagados, lo cual ciertamente constituye un tren de vida al alcance de pocas damas.
En definitiva, si es usted una persona no sujeta a código ético ni ideología alguna y además es capaz de disfrutar de los placeres mundanos sin que la corrupción le amargue la existencia, mi recomendación es que se afilie al PSOE y no se preocupe de nada más, ya que si tiene la desgracia de que le pillen realizando alguna fechoría P. Sánchez le indultará o Cándido Conde-Pumpido declarará la nulidad del juicio…y es que en los miserables tiempos que corren no hay nada como ser socialista de carnet para hacerse millonario sin dar un palo al agua.
Autor

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Rafael García Alonso.
Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, Especialista en Medicina Preventiva, Máster en Salud Pública y Máster en Psicología Médica.
Ha trabajado como Técnico de Salud Pública responsable de Programas y Cartera de Servicios en el ámbito de la Medicina Familiar y Comunitaria, llegando a desarrollar funciones de Asesor Técnico de la Subdirección General de Atención Primaria del Insalud. Actualmente desempeña labores asistenciales como Médico de Urgencias en el Servicio de Salud de la Comunidad de Madrid.
Ha impartido cursos de postgrado en relación con técnicas de investigación en la Escuela Nacional de Sanidad.
Autor del libro “Las Huellas de la evolución. Una historia en el límite del caos” y coautor del libro “Evaluación de Programas Sociales”, también ha publicado numerosos artículos de investigación clínica y planificación sanitaria en revistas de ámbito nacional e internacional.
Comenzó su andadura en El Correo de España y sigue haciéndolo en ÑTV España para defender la unidad de España y el Estado de Derecho ante la amenaza socialcomunista e independentista.
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