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Pablo Marini, casado, 8 hijos, es licenciado en Filosofía (UNSTA) y licenciado en Educación religiosa (UFASTA). Durante más de 30 años se desempeñó como docente universitario dictando las materias de formación (Teología, Filosofía y Ética) en distintas universidades católicas. Autor de más de 10 libros, artículos y conferencias de esas disciplinas, también ha realizado investigaciones de política internacional. Ha ocupado cargos de gestión educativa de Nivel secundario en distintas instituciones educativas. Siendo también editor, estuvo a cargo de proyectos de libros de textos para colegios católicos. Actualmente sigue ejerciendo la docencia. Esta obra es el fruto de las charlas y conferencias que hace 20 años dicta sobre el tema.

¿Por qué decidió escribir un libro siguiendo el itinerario de la Pasión de Mel Gibson?

Hace 19 años, aproximadamente un año después del estreno en la Argentina (que fue el 25 de marzo de 2004), preparé una charla de la película, dividiendo la exposición en dos partes: un análisis cinematográfico y un análisis teológico. El film me había impactado como a tantos, pero enseguida me di cuenta de las posibilidades de evangelizar a través de esas imágenes tan potentes, y del tono marcadamente católico (a diferencia de tantas películas anteriores que casi siempre decepcionan) del enfoque de Mel Gibson. Además, me ayudó con sus sugerencias enriquecedoras el comentario (que luego, también, tomó forma de libro) del experto en cine y recientemente ordenado sacerdote católico Flavio Mateos (al que Uds. entrevistaron en alguna oportunidad) con el título de “El Triunfo de la Cruz” y que me permitió profundizar en varios de los puntos de mi charla. Posteriormente esta charla, que di a lo largo de los años con muy buena repercusión, me animó a escribir el libro.

¿Por qué le interesa ahondar en las motivaciones del autor y las fuentes que utilizó?

Como pasa siempre en la historia del arte (y qué duda cabe que este film es una obra de arte), así como se indaga en las motivaciones y fuentes del autor de una pintura, de una escultura, de una obra literaria, para entender mejor qué quiso decirnos el artista, qué mejor que hacerlo con las motivaciones de Mel Gibson. Además, al indagar sobre las fuentes (Sagrada Escritura, Tradición, revelaciones privadas, la Sábana Santa de Turín, el arte universal…), me permitió explicar mejor en el libro la riqueza de los enfoques del Director.

¿Por qué analiza los personajes en dos bloques: masculinos y femeninos?

No era obligatoria hacer esa distinción, pero es obvio que Gibson presentó esos bloques muy bien diferenciados. El de las mujeres (y no por ninguna concesión a lo políticamente correcto, sino porque la historia evangélica es clara al respecto) las presenta con actitudes valientes, piadosas, compasivas, llenas de amor y decisión. En contraste, las figuras masculinas (excepto Jesús, como es obvio), en general, no salen bien paradas: brutalidad, crueldad, son comunes en muchos de los personajes; cobardía, indecisión, dudas, traición en otros; odio, ofuscación, ceguera en varios más.

Pero me sorprendí a mí mismo de cómo, ahondando en los personajes, la riqueza de cada uno da pie para reflexiones interesantísimas sobre el tema de la verdad y la obligación que tiene el hombre de buscarla, siguiéndola hasta donde lo lleve a uno. Y las opciones que hizo Gibson respecto a cada uno de los personajes (tanto los femeninos como masculinos) son brillantes. Por ejemplo, la indiferencia frente a la verdad de personajes como Pilato o Herodes, y el cambio de ánimo de un personaje como el Cireneo, con el que tantos nos identificamos. Encima, Gibson tiene la virtud de poder definir de manera notable con pocos minutos en pantalla a cada uno de los personajes. Y, además, eligió actores poco conocidos en el cine de masas para evitar distracciones innecesarias. También, por supuesto, están incluidas en el libro, las historias de conversión de los actores, siendo el más conocido el caso de Pietro Sarubbi (“Barrabás”), quien después de haber cruzado su mirada en el mismo momento de filmar su escena, con el rostro de Jim Caviezel (“Jesús”) quedó totalmente conmovido, iniciando un sorprendente camino de regreso a la fe católica.

¿Por qué analiza la ambigüedad de la figura de Satanás y su complejo simbolismo?

La aparición de Satanás es uno de los grandes logros de la película. No es simplemente una figurita decorativa, como en tantas películas del género (en la miniserie de Zeffirelli, en “Jesús de Nazaret” ni siquiera aparece). En otras películas, se limitan a poner el episodio de las tentaciones y cuando aparece, o es ridículo, o causa indiferencia o lo reemplazan por una voz en off. Aquí directamente Gibson toma la decisión de ponerlo como ANTAGONISTA de Cristo y de la Virgen María. Y como usted señala, lo rodea de un halo de ambigüedad muy sugerente. Pero, además, lo presenta como un ser personal, “una inteligente voluntad de poder” sugiriendo una mente calculadora y fría, que de alguna manera parece tener la capacidad de influir, hasta cierto punto, en las acciones de los demás personajes. Rosalinda Celentano cumplió ampliamente con las expectativas que Gibson esperaba de un personaje tan difícil de plasmar artísticamente. Y no es un dato menor, que el filme presenta a la figura de Satanás en coincidencia total con la doctrina de la Iglesia sobre el tema. Ninguna presentación “jolidudense” ridícula, sino un papel ajustado a lo que la Iglesia ha enseñado: que el demonio, en definitiva, interesa solo porque es el enemigo del Reino de Dios y porque puede apartarnos de la salvación. Un acierto total del director.

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¿Por qué analiza otros elementos como la fuerza del idioma, de las miradas, de la música…?

Tres aciertos fabulosos de la película. Cuenta uno de los socios de Gibson en Icon Productions (Bruce Davey) que cuando el director les contó que quería hacer una película sobre Cristo hablando éste arameo, no se pusieron muy felices. Y Gibson les dijo: “Tal vez sea un idiota, o tal vez, un genio”. Davey confesó después, con las primeras tomas, que lo de Gibson era absolutamente genial.

Además, nos evitamos escuchar a Cristo diciendo “this is my Body”. Y les pido encarecidamente a los lectores que no cometan el “crimen” de escuchar las versiones dobladas al español. No solo se pierde muchísimo en cuanto al tono dramático de las escenas, sino que, además (no sé por qué), los responsables del doblaje han “falsificado” la traducción, cambiando totalmente en varias ocasiones el sentido de las frases dichas en arameo y en latín.

En cuanto a la música, el trabajo de John Debney es brillante. Logró un clima increíble, acompañando cada escena y representando cada personaje adecuadamente. Y pensemos que se trataba de ponerle música a escenas terribles como la de la flagelación.

Y dejo para el final el asunto de las miradas: todo el film “está lleno de miradas” (Flavio Mateos). Y en esa línea, la actuación de Jim Caviezel (“Jesús”) y de Maia Morgenstern (“Virgen María”) es impresionante. Pero los demás actores también no solo no desentonan para nada, sino que cumplen el marcado del director de manera tan fiel, que todo esto hizo de este film una especie de “hazaña cinematográfica”.

Aprovecho para agregar que el libro no elude ningún tema ríspido. Y dedico especialmente todo un apartado al “problema de la violencia” del film, en comparación, especialmente, con otras realizaciones del cine actual.

¿Cómo refleja la película la relación entre la Última Cena, el Calvario y la Santa Misa?

Nadie anteriormente había hecho algo así. Y esto Gibson lo ha logrado mediante el recurso de poner en paralelo –y en secuencia– escenas del Calvario en comparación con flashbacks de la película, pero, especialmente de la Última Cena. Gibson se atiene admirablemente a la teología católica sobre la Santa Misa, poniendo ante nuestros ojos la “anticipación sacramental” y su realización efectiva al día siguiente, el Primer Viernes Santo de la historia. Por eso el padre Di Noia, de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe decía asombrado: “Para muchos católicos que vean estas imágenes, la Misa nunca será lo mismo”. Además, deja en claro la identificación del sacrificio del Calvario con la Santa Misa, evitando lo que hoy se da en algunos ambientes católicos, contaminados de “protestantismo”, de reducir la Misa a una cena o un simple recuerdo.

¿Cómo se percibe el papel de María como Corredentora?

Es uno de los puntos “más católicos” del film, si no el más demostrativo de lo manifiestamente católica que es la película. En todas las demás realizaciones, la Virgen (estamos hablando especialmente del papel de la Virgen durante la Vida Pública de Jesucristo) se reduce a un “acompañamiento de estampita”, cuando no su figura es maltratada teológicamente, llegando a dar una idea totalmente equivocada de la figura mariana (por ejemplo, es famosa la chocante y desequilibrada escena de la Virgen María, interpretada por Olivia Hussey, en la miniserie de Zeffirelli, llorando de manera desconsolada y con llantos desgarradores sobre el cuerpo exánime de Su Hijo, sin un mínimo atisbo de fortaleza ni serenidad, y Zeffirelli, atribuyéndole, en cambio, de manera arbitraria ese temple y serenidad a María Magdalena (interpretada por la estupenda Anne Bancroft). Un error no solo cinematográfico (por la pobreza de la puesta en escena) sino un error teológico de bulto, que muestra la poca sensibilidad del director italiano hacia la teología y el sentir católico (a pesar de que él se declaraba católico). Compárese esa escena de la miniserie del italiano, con la fabulosa “Pietá” dinámica del casi final de la película de Gibson, con Maia Morgenstern perforando “la cuarta pared” y mirando directamente al espectador. Los sollozos ahogados en la sala de cine después de esa escena impresionante eran lo común que uno podía percibir y demostraba la grandeza del cine de Gibson. Todo en este film es “mariano”. Nunca se vio algo parecido. En el libro hago todo un análisis de cada escena y cómo expresan la verdad teológica profunda (aún no definida como dogma) de la Corredención. Es insuficiente todo lo que se pueda decir al respecto. Y es notable la escena en donde la Virgen, en paralelo, “se enfrenta” por así decir a Satanás, recordando también que “el linaje de la Mujer aplastará la cabeza de la serpiente”.

¿Cómo queda reflejada la actitud del pueblo judío y sus dirigentes religiosos?

Gibson tuvo que soportar “su propia pasión” perseguido implacablemente por toda una campaña en contra que quiso atribuir “antisemitismo” a la película. Hasta que Gibson pudo rechazar esas calumnias y acallar esas voces destempladas y fanáticas de grupos judíos (incluido The New York Times), pasó como un año, tiempo que se demoró en estrenar el film, cuando ya lo tenía casi concluido. Pero la verdad se abrió paso, y Gibson no solo refutó a sus críticos, sino todas esas calumnias e injurias terminaron sepultadas por el aluvión de éxitos y premios que tuvo la película en todo el mundo (salvo en Hollywood). Además, de que, como demostramos en el libro, las acusaciones eran totalmente infundadas, reconocido esto por críticos de todos los sectores, incluidos, por supuesto, periodistas judíos como David Klinghoffer del Jewish Forward, quien pidió que “se dejara en paz a Gibson” porque lo que él mostraba en el film no era ni más ni menos que lo que dice el Talmud judío y lo que decía en su momento el más grande filósofo judío del último milenio, Maimónides. “Así que, concluía, “si Gibson es antisemita, también lo es el Talmud y Maimónides”.

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Todos los críticos y periodistas católicos (incluso los que tienen sus reservas por cierto modernismo teológico) coincidieron en que el film trataba a los judíos, al pueblo y a sus dirigentes, en perfecta coincidencia como lo que muestran claramente los Evangelios y con lo que ha enseñado la Iglesia durante siglos, como no podía ser de otro modo.

¿Cómo valora la breve escena final de la resurrección, que deja con ganas de una segunda parte?

La última escena es lo que se llama un “epílogo” en sentido estricto, es decir, “la última parte de una obra, en la que se refieren hechos posteriores a los recogidos en ella”. Porque es un hecho posterior al tema central del film, es decir, la Pasión de Cristo. Pero, como señalamos en varias partes del libro y explicamos largamente, Gibson no debía de ningún modo omitirla por razones cinematográficas, pero, mucho más era necesario incluirla por motivos teológicos. Se explica, también, en abundancia, los motivos que llevaron a Gibson (guiado y asesorado teológicamente de manera brillante, como en todo el film) a desarrollar la escena de la manera en que la hizo, con ese “desinflado” de la sábana, todo acompañado por la oportuna banda sonora, para dar término a esta verdadera obra de arte.

¿Cuál su conclusión y valoración general de la película?

Como señalo en la Conclusión del libro, este film ha terminado resultando una verdadera hazaña cinematográfica, y una especie de “milagro teológico”. Hazaña, por la cantidad de dificultades, obstáculos, sinsabores, ataques, que sufrieron sus realizadores. Como ellos mismos indicaron, “hubo mucha interferencia” (y la principal, sospechamos, no fue humana). Pero también se beneficiaron con alguna “ayudita de Arriba”. Y es lógico que eso pasara, teniendo en cuenta que se celebró la Santa Misa en el set casi todos los días de filmación. Como me dijo alguien muy cercano, perspicazmente, “esta película resultó lo que resultó porque se hizo en ‘estado de gracia’”.

Y eso, también, puede explicar lo del “milagro”, porque, contrariamente a lo que ha sucedido con casi todos los films, por no decir todos, que se han hecho sobre el tema en los últimos 60 años (piénsese solo, por ejemplo, en los “dolores de parto” con que se ha mostrado el nacimiento de Cristo, o las deformaciones de la figura de Cristo, como en el mamarracho de Scorsese “La última tentación de Cristo”), es el primero en donde se puede afirmar, sin temor a equivocarnos, que se ha mostrado de una manera contundente y plena la doctrina revelada tal como la ha enseñado la Iglesia Católica secularmente. De todos modos, hay que advertir que jamás la película pretendió ser una especie de “versión canónica” de los Evangelios, sino que es la manera en que Gibson de manera artística y con una enorme belleza, plasmó su mirada católica de esas últimas horas que cambiaron la historia del mundo.

Hemos quedado en deuda imperecedera con el señor Mel Gibson por esta enorme obra de arte que nos ha obsequiado, que es “católica hasta la médula”, y que tanto bien ha hecho a tantas personas en todo el mundo. Solo espero que los lectores puedan comprobar que el libro Redimidos haya estado a la altura y termine siendo un digno intérprete de lo que Gibson ha logrado. El tiempo lo dirá.

Pedidos a: Librería y Editorial Santiago Apóstol.

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Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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