01/11/2024 04:30

¿QUÉ ES LA CULTURA MILITAR?

Si repasamos los documentos del Ministerio de Defensa español, en ninguno encontramos la expresión “cultura militar”. Excepto, en el organigrama de las FAS, en el que aparecen en los cometidos del Instituto de Historia y Cultura Militar en el Ejército de Tierra, Instituto de Historia y Cultura Naval en la Armada, y el Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire. Pero, sin definir el concepto de “cultura militar”.

Sin embargo, la expresión “cultura de defensa”, que a veces se amplía con la de “cultura de seguridad”, es empleada de forma habitual y publicitada con asiduidad.

La ley de Seguridad Nacional (36/2015) entiende la cultura de defensa como “el conjunto de conocimientos que permite a las personas desarrollar juicios u opiniones sobre los instrumentos con que el Estado protege a los ciudadanos de determinados peligros, siendo las Fuerzas Armadas uno de los instrumentos más importantes”. Aunque, no señala su finalidad, ésta va implícita y es tratar de convencer a los ciudadanos que acepten los gastos de seguridad y defensa, en los presupuestos del estado. Es decir, es una acción de propaganda política.

Sucesivas disposiciones normativas (Directiva de Defensa Nacional 2000 y 2020, La ley de Seguridad Nacional 36/2015) especifican que la finalidad que el gobierno, y el ministerio, persiguen es: “la obtención del máximo respaldo parlamentario y social con la política de defensa del estado”.

Cultura se seguridad y defensa versus cultura militar

La Estrategia de Seguridad Nacional (ESN 2013) identificaba como amenazas y riesgos: los conflictos armados, el terrorismo, el crimen organizado, la inseguridad económica y financiera, la vulnerabilidad energética, la proliferación de armas de destrucción masiva, las ciberamenazas, los flujos migratorios no controlados y, por último, las emergencias y catástrofes. La finalidad de la seguridad nacional supera el marco de lo exclusivamente militar y se concreta en la política de defensa, mediante la cual el gobierno establece los objetivos de la defensa nacional, así como la asignación de recursos y las acciones necesarias para lograrlos.

Es destacable que, de 11 amenazas y riesgos, solamente una tiene carácter puramente militar. Además, todas son muy genéricas y vagas. Es de suponer que habrá estudios más pormenorizados y concretos sobre los mismos y, en particular, sobre los conflictos armados. Porque, la preparación (armamento, equipos y adiestramiento) tiene que ser muy diferente según sea el adversario, área geográfica y tipo de conflicto.

La desaparición forzada y vergonzosa de uniformes militares en las vías públicas de toda España, con el interesado pretexto de la amenaza terrorista, que sólo era un riesgo en algunas provincias; y el inconstitucional y acelerado final del servicio militar obligatorio en España, tuvieron efectos desastrosos sobre la cultura de defensa

Es decir, la cultura de seguridad y defensa y la cultura militar son dos asuntos diferentes: porque la primera es un acto político, y la segunda es militar, valga la redundancia. A igual, que la guerra es una responsabilidad y acción política (“la continuación de la política por otros medios”, siguiendo a Clausewitz) las operaciones militares del combate son la misión principal y de responsabilidad de los ejércitos.

Definición de cultura militar

Tampoco en los documentos oficiales consultados he encontrado la definición del concepto de “cultura” militar. Pero, ésta se puede definir como el: “Conjunto de valores tradicionales e inherentes a la institución militar que, por el monopolio de la defensa armada de la Nación, la conforman y hacen singular, y que constituyen un mandato histórico digno de guardarse y de observar”.

Consecuentemente la cultura de seguridad y defensa es responsabilidad de la política, mientras que la cultura de militar es responsabilidad de los militares. Porque, el que no haya ejercido alguna vez la profesión de las armas, difícilmente puede conocerla y entenderla en sus verdaderas dimensiones.

La cultura militar es tan fundamental para los ejércitos que la forma más sutil y eficaz para destruirlos es desactivar sus tradiciones seculares, como hemos visto a lo largo de la historia.

El gobierno del Frente Popular para sustituir el Ejército de España por un Ejército Popular de la República, al estilo y modelo del Ejército Rojo de la URSS, suprimió de un plumazo todas las tradiciones de los ejércitos españoles: abolió los patronazgos, cambió los símbolos más visibles (banderas, divisas de empleo y forma de saludo), himnos, canciones, condecoraciones, nombres ancestrales de los regimientos y sus historiales, etc. Sin embargo, paradójica y significativamente el ejército sublevado se autodenominó Nacional, y quiso y supo conservar la tradicional cultura militar.

Más recientemente, también ha habido, y hay, acciones subrepticias para debilitar y anular los ejércitos. Por ejemplo, cambiar la uniformidad y las divisas de empleo militar del Ejército de Tierra, en 1986, que databan de épocas anteriores a la Guerra de Cuba. Además, no fue una medida práctica, al no ser fácilmente visibles los empleos militares, por tener las nuevas divisas de empleo sólo en las hombreras (a vista de pájaro), y no frontalmente en la prenda de cabeza y lateralmente en las mangas. Se suprimió los galones de sargento en la bocamanga, la divisa más bonita de los ejércitos españoles. Cosa que, casual o causalmente, no ocurrió en la Armada ni en el Ejército del Aire.

El sobrio escudo del Ejército de Tierra, en vigor desde hace más de 80 años, se trata de sustituir por un logotipo, nada edificante, con una gallina medio desplumada (que no encarna precisamente el modelo de valentía) que más que águila parece “el gallo de Morón”. Bajo el pretexto, o ingenuidad, de promocionar la “Marca Ejército”. Se define marca, en ese contexto, como: “un nombre, término, diseño, símbolo o una combinación de alguno de ellos que identifica productos y servicios de una empresa y los diferencian de sus competidores. Además, una marca se puede definir como un conjunto de valores que los consumidores asocian a una empresa o producto”.

La finalidad de las marcas es ser la cara visible de una empresa (comercial o industrial) y ser la primera impresión reciben los presuntos consumidores. El concepto de marca está diseñado para empresas comerciales y no para naciones o instituciones, sea España o el Ejército. Además, de una banalidad, la del Ejército ha sido desafortunada, porque la gallina no es icónica de marcialidad, e innecesariamente costosa. Asimismo, y “casualmente” se ha sustituido la cruz de la corona por una bolita, que nada representa ni simboliza.

España no es una marca, es una gran nación con una historia envidiable, como sus ejércitos. Y nuestras señales de identidad son nuestros símbolos seculares. No necesitan marcas espurias, reservadas a la industria y al comercio, para darse a conocer.

Tampoco ayuda a la cultura militar la incongruente orden ministerial de quitar el lema “A España servir hasta morir”, que dominaba la Academia de Suboficiales de Talarn (Lérida). No solamente no ha sido repuesta, con posterioridad, por alguna autoridad competente, sino que en la portada de la Agenda del Ejército de Tierra, está grabada el mismo lema mutilado: “Servir hasta morir”. ¿Servir a quién? ¿Por qué extraña razón no se nombra a España?

También, recientemente, se ha tratado de borrar y falsificar páginas memorables y heroicas de nuestra historia militar y de nuestros héroes. Por ejemplo, el Ministerio de Defensa acaba de editar un libro de viñetas titulado “Más de 500 años de historia del Ejército Español”, en el que no hace referencia a la Guerra Civil, de 1936 – 1939, División de Voluntarios para combatir contra el comunismo (División Azul) ni a las campañas de Ifni ni del Sahara (1957 – 1975). Los cuales no tienen derecho a amnistía alguna, a pesar de estar repletas de acciones heroicas y de héroes.

Es bien conocido, sobre todo, por los que nos dedicamos a estos menesteres que no autorizan las presentaciones de libros ni conferencias que traten sobre los periodos anteriormente citado, en los centros de instituciones oficiales de cultura militar y, por extensión, en los privados que reciban subvenciones del correspondiente ministerio.

FUNDAMENTOS DE LA CULTURA MILITAR

La cultura militar es amplia y compleja. Se fundamenta principalmente de un factor espiritual (moral) y de otro material, complementario y sustentador del primero. Se puede dividir en los siguientes componentes:

  • El patriotismo.

  • Las tradiciones.

  • La disciplina.

  • Las ordenanzas militares.

  • El honor militar.

  • El compañerismo.

  • Los símbolos.

  • La historia militar como ejemplo

  • El espíritu de unidad.

Patriotismo

El vocablo “virtud” procede etimológicamente del latín “virtutem”, literalmente valor físico y moral.

Las virtudes militares de patriotismo, lealtad, valor y abnegación se presentan unidas porque están íntimamente ligadas, son inherentes a la profesión militar, y todas están sabiamente recogidas en la fórmula del juramento a la Bandera, y para cumplirlo es necesario contar con el valor y abnegación suficiente para arrostrar los riesgos y sacrificios necesarios.

El patriotismo es “amor a la Patria”. Sin Patria no hay ejército nacional, sino mercenario o pretoriano, y la historia ha demostrado y demuestra, como ha ocurrido recientemente, los riesgos que conlleva. Lo más importante, en esta vida, es la libertad y sin nación ni voluntad de defenderla no es posible tenerla.

Las tradiciones

La cultura militar española arranca sus raíces en tiempos inmemoriales. Pongamos, no exhaustivamente, algunos ejemplos.

El Cantar del Mío Cid ya atestiguaba que las huestes castellanas invocaban la protección del apóstol Santiago en las batallas. El característico grito y grita de guerra de “¡Santiago! Y cierra España”, está documentado desde la batalla de las Navas de Tolosa (1212), y preconizaba su patronazgo de España y del Arma de la Caballería española.

La advocación de los artilleros españoles a Santa Bárbara data, al menos, del año 1489, en la reconquista Baza. La Virgen del Pilar de la Guardia Civil desde 1913. El patrón de Ingenieros es, desde 1805, el rey guerrero de Castilla San Fernando.

La Inmaculada Concepción es la patrona oficial de la Infantería desde de 1892. Aunque, su fervor entre los guerreros de Castilla hay que remontarla, al menos, hasta el reinado de Alfonso X, dónde está representada en los estandartes de la hueste castellana en una miniatura de Cántigas (siglo XIII): “Cómo unos almogávares que en sus algaradas contra los moros de Jerez nunca ganaban nada… tuvieron vigilia en la hermosa capilla de la Virgen María del Alcázar… como desbarataron a la hueste de moros… la Virgen fue muy loada” (Cántiga a la Virgen María). Devoción reforzada en el “milagro” de Empel, en 1585.

El toque de oración, en respeto y memoria de los caídos en combate (de ambos bandos), fue un mandato del Gran Capitán, a consecuencia de la cruenta y victoriosa batalla de Ceriñola (1503) contra los franceses. Tradición que se ha extendidos a muchos otros ejércitos.

La cruz de San Andrés o de Borgoña está incluida en los escudos de armas y banderas militares españolas, desde el año 1506. La actual Bandera de España fue el pabellón de la Armada desde 1785, declarada bandera nacional en las cortes de Cádiz (1812), en plena Guerra de la Independencia y oficialmente de la nación desde 1843.

La Pascua Militar se celebra el 6 de enero, fue implantada por el rey Carlos III, el año 1782, para conmemorar la recuperación de Menorca que estaba en poder de los ingleses. Ha sido tradicionalmente un acto estrictamente militar, en el que el rey como jefe supremo de las Fuerzas Armadas felicita a los ejércitos. Pero, últimamente se ha ido desmilitarizando y falsificando, con la participación activa de civiles y, en particular, del ministro de defensa de turno, que es el que contesta al rey en nombre de los militares, que se convierten en meros espectadores y como decorado, al igual que las cortinas del palacio real.

Las músicas militares y las bandas de guerra, además de formar parte de los actos y paradas y honores militares, tocan los himnos y canciones militares. Fueron, desde tiempos inmemoriales hasta bien entrado el siglo XX, elementos de transmisiones para impartir órdenes en el campo de batalla, para regular los horarios y los actos castrenses. El Himno Nacional o Marcha Real es del siglo XVIII y el de Infantería de 1908.

La bomba que distingue a los artilleros data de principios del siglo XIX. El emblema de la Caballería (lanzas y sables cruzados) es de 1913, con antecedentes en 1849, y el emblema del Ejército del Aire de 1913.

Dentro de las tradiciones militares están, también, los nombres de las grandes y pequeñas unidades militares, sobre lo que incidiremos posteriormente.

Las tradiciones militares, lógicamente, son compatibles con la continua evolución de los procedimientos de combate y de los equipos correspondientes. Porque siempre debe imperar la eficacia (el cumplimiento de la misión), en la que tanta importancia tiene los valores morales, fundamentados en las mejores tradiciones militares. La cultura militar no debe ser un lastre a la operatividad de los ejércitos, sino un acicate para su cohesión y moral y, por tanto, para su eficacia.

Tampoco hay que confundir tradiciones con malas costumbres que, en ocasiones y erróneamente confundidas con tradiciones, se deben de erradicar. Por ejemplo, Los actos militares deben ser austeros y sus expresiones lacónicas. Es, por tanto, un error, entre otros, condescender con el aplauso de militares en esos actos, porque no es una posición reglamentaria y, al no permitirse manifestaciones externas de disensión, se convierten en servilismo.

La disciplina

La disciplina es capital en la milicia y sin ella no hay ejército posible, sólo una banda de milicianos o una harca. El mejor ejemplo de disciplina militar nos lo dejó Calderón de la Barca (1650):

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Aquí la más principal

Hazaña es obedecer,

y el modo como ha de ser

es ni pedir ni rehusar

Es una evidente lección magistral, porque no se pueden expresar más conceptos, con menos palabras ni con tanto arte. Es factible percatarse del estado de moral, disciplina y adiestramiento de una unidad, con sólo observar algunos pequeños y sintomáticos detalles.

La sentencia calderoniana presentar una aparente contradicción con las ordenanzas militares y el decálogo del cadete, que rigen la norma de conducta de los oficiales y, por extensión, a toda la profesión militar.

Las ordenanzas de Carlos III (1769) “para el régimen, disciplina y subordinación de los ejércitos” dictaban que: “el único medio de hacerse acreedores al concepto y estimación de sus jefes es cumplir exactamente con las obligaciones de su grado, el acreditar mucho amor al servicio, honrada ambición y constante deseo de ser empleado en las ocasiones de mayor riesgo y fatiga, para dar a conocer su valor, talento y constancia”.

El decálogo del cadete es más contundente a exigir no sólo el pasivo de “desear” sino el activo de “solicitar”: “Ser voluntario para todo sacrificio, solicitando y deseando siempre el ser empleado en las ocasiones de mayor riesgo y fatiga”.

Esta aparente contradicción es debida, a que los conceptos de voluntariedad para las ocasiones de mayor riesgo y fatiga, recogidos en las ordenanzas y en el decálogo del cadete, están implícitos los citados versos de Calderón:

Y así, de modestia llenos,

a los más viejos verás,

tratando de ser lo más,

y de parecer lo menos.

Lo que, en realidad, no es ético es pedir prebendas, condecoraciones, ascensos, puestos más cómodos, menos arriesgados, más gratificantes, con más expectativas de ascenso, y simplemente, de abstenerse de pedir los destinos en las unidades tácticas, como ya se ha visto en ocasiones, desgraciadamente alentado por “príncipes de la milicia” que alardeaban que las unidades tácticas las podía mandar cualquiera y lo meritorio era estar destinado en los grandes cuarteles generales y similares. Además, es una mala costumbre que atenta contra la justicia y el compañerismo.

Las faltas a la disciplina deben ser corregidas con celeridad y ejemplaridad, para que sean eficaces, conforme con la cultura militar española. La disciplina de relaja de forma insidiosa, causadas principalmente por el buenismo y para evitar problemas de mando.

Reflejos materiales de la disciplina son el saludo, las divisas de empleo militar y la policía en la uniformidad. El primero debe ser pronto y marcial y los otros de rápida percepción.

Las ordenanzas militares

Las ordenanzas militares fueron un procedimiento legislativo, con disposiciones de obligado cumplimiento, que tuvieron sus antecedentes en la Segunda Partida de Alfonso X de 1265, en la organización del ejército permanente por los Reyes Católicos, en 1493, y alcanzaron su mayor desarrollo y difusión con las del rey Carlos III de 1768.

Lógicamente, las partes relacionadas con el régimen interior de los cuerpos, régimen disciplinario, justicia militar, etc., han ido, con el tempo, quedando desfasadas. Pero, la que contenían principios filosóficos, éticos y morales eran tan adelantadas a su época que lograron mantener su espíritu por un período de más de dos siglos.

No obstante, se volvió, en 1978, a editar unas nuevas ordenanzas militares para las Fuerzas Armadas que fueron aprobadas por las Cortes y sancionadas por el rey, para ser publicadas de forma solemne, con gran boato, lujosos tomos y seguidas de grandilocuentes discursos y panegíricos. Para que, en poco tiempo, fueron derogadas en gran parte y el resto degradadas a un real decreto, por su sucesora, en el 2009.

Esta incongruencia fue debida a que los nuevos redactores adanistas y aprendices de brujo que, ayunos en experiencias de mando de tropas y de operaciones bélicas, se atrevieron a enmendar unas ordenanzas militares repletas de sabiduría y experiencia. La nueva redacción fue demasiado extensa e imprecisa, sin concreción alguna, con remisión a leyes en vigor o sin hacer, y, ni siquiera, determinaba las limitaciones propias de la profesión militar.

Las sabias y seculares ordenanzas militares constituyen el código de conducta de los militares, definen los principios éticos y las reglas de comportamiento; como la disciplina, la obediencia al jefe, la fidelidad (ascendente, lateral y descendente) el culto al honor y el valor frente al enemigo. Aunque, su espíritu consigue formalmente sobrevivir gracias a los credos, decálogos, espíritus e himnos de las armas y de los cuerpos militares, y por nuestro historial militar, aunque traten de borrarlo parcialmente.

El honor militar

El honor es la “cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto al prójimo y de uno mismo”. El honor militar supone una fuerte preocupación por la reputación personal y de la unidad en la que sirve, y marca un estilo de vida.

Ya lo citó Calderón de la Barca las virtudes de los soldados españoles: “honor, lealtad, rectitud, valor, benevolencia, cortesía y honestidad”, que fueron las que impulsaron a los españoles de su época, y anteriores, a realizar las gestas más trascendentales de la Historia. Sin tener que recurrir al extemporáneo Bushido japonés.

Las ordenanzas de Carlos III son, una vez más, clarividentes: “el oficial (militar) cuyo propio honor y espíritu no le estimulen a obrar siempre bien, vale muy poco para el servicio; el llegar tarde a su obligación, aunque sea de minutos y el excusarse con males imaginarios o supuestos de las fatigas que le corresponden; contentarse regularmente con hacer lo preciso de su deber, sin que su propia voluntad adelante cosa alguna, son pruebas de gran desidia e ineptitud para la carrera de las armas

Su incumplimiento no está tipificado legalmente como delito o falta, y están prohibidos los tribunales de honor (aunque se reconocieron inicialmente en la Constitución de 1878). Sin embargo, en las actuales ordenanzas para las Fuerzas Armadas, se siguen incluyendo esta virtud en numerosas ocasiones, en un claro intento del legislador de orientar y formar a todos los militares.

La II República introdujo la fórmula de “prometo por mi honor” en la ceremonia de Jura de Bandera. También, presente en la actual es la de ¿Juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor? Sin olvidar que, en la Guardia Civil: «El honor es mi divisa» fue una frase pronunciada por su fundador, el duque de Ahumada, durante un discurso en 1844, reflejada en la cartilla del Cuerpo (1845) como “el honor ha de ser la primera divisa”.

El compañerismo

El compañerismo que, recogido en el Credo de la Legión y el Decálogo del Cadete de la Academia General Militar, proporciona cohesión a las unidades operativas y asegura el apoyo mutuo en todos los niveles.

El compañerismo está estrechamente relacionado con la lealtad omnidireccional, entre los compañeros, con los superiores y subordinados jerárquicos, conceptos que están recogidos cuatro veces en las ordenanzas de 2009.

Las acciones de compañerismo para licenciados corren a cargo de las asociaciones de veteranos, que se preocupan de atender a sus antiguos compañeros en situación de desamparo y desarraigo. Aunque, algunas sean un poco más de un grupo de amigos, con un pequeño bar, hacen su correspondiente acción social de camaradería.

Sus recursos suelen ser limitados, basados en las cuotas de los asociados. Algunas, con un esfuerzo encomiable, contribuyen a la cultura militar con conferencias y con la edición de una revista sobre la historia de sus respectivos cuerpos de procedencia. Pero, las que tienen un local cedido por el ministerio de Defensa, con carácter demanial (de titularidad pública, sometido a un régimen especial de utilización y protección) tienen coartadas sus libertades para tratar algunos períodos y personajes históricos.

El compañerismo transciende más allá de la vida terrenal, con el deber de cumplimentar la obra de misericordia de enterrar los muertos, dignificar su última morada y honrar su memoria. Todas las unidades militares españolas, además del toque de oración diario, rinden periódicamente honores a sus muertos, y el día de los difuntos, 2 de noviembre de cada año, lo hacen en las parcelas militares de cada guarnición.

Sin embargo, el interés de defensa y militar por sus caídos están muy lejos de las naciones de nuestro entorno que, menos estentóreos en sus manifestaciones externas, ha sido más pragmáticos. Para comprobarlo, no hace falta nada más que echar un ligero vistazo a sus cementerios militares, repartidos por todo el mundo, de Italia, Alemania, Gran Bretaña, Francia y los EEUU.

Independientemente, en España hay asociaciones privadas, generalmente formada por militares veteranos, que cumplen con esta parte de la cultura militar.

Los símbolos

La bandera, guiones y banderines son los símbolos vexilológicos que materialmente mejor representan esta faceta de la cultura militar. La Bandera Nacional de un país es el más moderno de los símbolos visibles de su soberanía. la Ley 28 oct 1981: “La Bandera de España simboliza la nación, es signo de la soberanía, independencia, unidad e integridad de la Patria y representa los valores superiores expresados en la Constitución”. La Bandera siempre nos recuerda el juramento que, en su día hicimos, compromiso de lealtad con la Patria, que nunca debe caducar.

Estar dispuesto a dar la vida por España es un acto de patriotismo, valor, lealtad y abnegación. Con la Bandera de España hemos enterrado a nuestros muertos, como nos recuerda el pasodoble de Banderita:

El día que yo me muera,

si estoy lejos de mi Patria,

sólo quiero que me cubran

con la Bandera de España

La vexilología representa, también, la lealtad al jefe. Indicaba, desde los primeros tiempos de la guerra, la posición del jefe, y la guía, bien visible, a seguir el combate. El desampararla era un deshonor. Cuando, cada unidad táctica de combate tenía su propia enseña, y no existía una nacional, aquella se mostraba a la fuerza formada, para que la identificaran y supieran su referencia a seguir en el combate. Es el antecedente primigenio de los actuales honores a la Bandera y a los guiones.

La fórmula del juramento fue introducida por el rey Carlos III en sus Reales Ordenanzas, del año 1768, que se ha mantenido prácticamente igual hasta tiempos recientes, y decía así. “¿Juráis a Dios y prometéis al Rey el seguir constantemente sus banderas y defenderlas hasta perder la última gota de vuestra sangre y no abandonar al que os esté mandando en acción de guerra o disposición para ella?”.

La Segunda República introdujo unos cambios a la esencia del anterior juramento: “Prometo por mi honor servir bien y fielmente a la República, obedecer sus leyes y defenderla con las armas”. Obsérvese que la promesa (sin testigo) y no juramento (con testigo) es para defender un régimen político y no a la nación.

El Ejército nacional recuperó en 1936, el espíritu de las ordenanzas tradicionales de Carlos III: “Soldados: ¿Juráis por Dios y prometéis a España, besando con unción su Bandera, respetar y obedecer siempre a vuestros jefes, no abandonarles nunca y derramar, si es preciso, en defensa del honor e independencia de la Patria, y del orden dentro de ella, hasta la última gota de vuestra sangre?”. La lealtad al jefe del estado está implícita en las de los jefes, al ser el jefe supremo de los ejércitos, y el derramar hasta la última gota de sangre está reforzado con el lema “Todo por la Patria” que preside la entrada de todos los cuarteles militares.

La fórmula actual es, desde 2007, “¿Juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor cumplir fielmente vuestras obligaciones militares, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarlos nunca y, su preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España?”. En la que desaparece misteriosamente el testigo del juramento, es redundante las lealtades al rey y a los jefes naturales y suprime incompresiblemente la figura de abnegación de “derramar hasta la última gota de sangre”, como lo hicieron Julián de Torres, Blas de Lezo, Millán Astray y otros muchos. También suprime la misión de la Constitución (art. 8) de la “defensa de la soberanía e independencia de la Patria, de su unidad e integridad territorial y del ordenamiento constitucional”, que constaba en la fórmula del año 1980, con el inconsistente y sospechoso pretexto que ya está incluido en guardar la constitución.

Sin embargo, a pesar de haber ya jurado o prometido la constitución en el juramento a la Bandera, los militares lo reiteran superfluamente al hacerse cargo de un mando de cierta significación.

La oración tradicional a los caídos tiene su origen en 1940 que, por obra del poeta Martín García Hernando, con algún cambio lexicográfico mantuvo su esencia, llena de alusiones a las virtudes militares y a su simbología: “Lo demandó el honor y obedecieron, lo requirió el deber y lo acataron. Con su sangre la empresa rubricaron, con su esfuerzo la Patria redimieron. Fueron grandes y fuertes, porque fueron fieles al juramento que empeñaron. Por eso como valientes lucharon y como héroes murieron. Por la Patria morir fue su destino. Querer a España, su pasión eterna, servir en los Ejércitos su vocación y sino. No quisieron servir a otra Bandera, no quisieron andar otro camino, no supieron morir de otra manera”.

Pero, el mismo ministro que quitó el lema de “España servir hasta morir”, con la osadía que da la ignorancia de la cultura militar, cambió frases sustanciales de esta bella oración. En lugar de «No quisieron querer a otra Bandera«, por no «no pudieron servir con más grandeza«. También, cambió la mención al juramento por «todos los que sirvieron a sus ideales con honor«, fueran los que fueran; y «no supieron morir de otra manera» por «no supieron vivir de otra manera«. Sin que a nadie se le haya ocurrido o atrevido a deshacer el entuerto ¿Por qué se escamotea la Bandera y a su juramento? ¿Por qué esa aversión o miedo a nombrar a la muerte? La muerte es transcendental y consustancial en la profesión militar. Así lo marcan el juramento a la Bandera y los espíritus e himnos de las armas, cuerpos y unidades, y los himnos militares.

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Himno de Infantería

Y por verte temida y honrada

contentos tus hijos irán a la muerte.

Si al caer en lucha fiera

ven flotar

victoriosa la Bandera

ante esa visión postrera

orgullosos morirán

Himno de Caballería

Ataca con valor
A caballo eres fuerte
Y lucha cuerpo a cuerpo con la muerte.

Que si mueres
De Dios recibirás la gloria
Y los clarines cantarán victoria.

La Patria espera
Que tus jinetes defiendan su Bandera.

Sables bizarros
Bravos lanceros
Que en el combate lucháis tercos y fieros.

Vas a la muerte
Con alegría,
Con el galope de la Caballería

Himno de Artillería

Tremolemos muy alto el Estandarte
Sus colores en la cumbre brillarán
Y al pensar que con él está la Muerte
Nuestras almas con más ansia latirán

Como la madre que al niño le canta
La canción de cuna que le dormirá
Al arrullo de una oración santa
En la tumba, nuestras flores crecerán

Marchemos unidos, marchemos dichosos
Seguros, contentos de nuestro valor
Y cuando luchando a morir lleguemos
Antes que rendidos, muertos con honor

Himno de Zapadores

Mi bandera es de Sangre y de Oro

vieja enseña de gloria y honor

para mí es un precioso tesoro

por el que mi sangre daré sin temor.

Himno de Infantería de Marina

Nuestros emblemas son:

no abandonar la Enseña

al ruido del cañón

porque morir por ella

es nuestra obligación.

Gloria a los valientes

que por mar y tierra

heroicamente murieron

defendiendo su Bandera.

Himno del Ejército del Aire.

La vida y la muerte cantan la belleza

de una España más clara y mejor.

´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´

A España ofrecida,

tengo muerte y vida

Todas las normativas militares hablan de morir, por la Patria, para cumplir la misión y por el compañero. Ningún reglamento ni instrucción militar expresa el concepto de matar, y es una de las principales diferencias entre un soldado y un terrorista. Sólo falta que, en la Canción del Legionario, suprima lo de “mi más leal compañera”.

La historia militar como ejemplo

Es bien conocida la sentencia que la historia hace a los hombres sabios y que la mejor forma de ejercer el mando es con el ejemplo, del que tantas muestras nos proporciona.

La historia militar tiene cuatro vertientes fundamentales:

  • Divulgación y entretenimiento, mediante la publicación de relatos sobre guerras, campañas, batallas, acciones heroicas y sus protagonistas.

  • Escuela de enseñanzas, mediante el análisis crítico y objetivo de errores y aciertos en campañas y batallas.

  • De estímulo con el ejemplo de todos los soldados que nos precedieron, con sus hazañas, heroísmos y sacrificios.

  • Es un elemento de cohesión nacional.

El principal enemigo es la Leyenda Negra, quintaesencia de la agresión indirecta, orientada esencialmente contra nuestra historia militar, y promovida principalmente por británicos, holandeses e, incluso, por historiadores españoles que, sin criterio y malintencionados, han hecho seguimiento servil de los divulgadores sajones.

El espíritu de unidad

Las unidades tienen cuerpo y alma. El cuerpo lo constituyen la organización, el armamento y el equipo. El espíritu de la unidad, el alma de la unidad, no es solamente la suma de la moral de cada uno de sus componentes, es mucho más. Cada unidad ha forjado su propio espíritu militar. El espíritu militar de las unidades orgánicas es el que proporciona la cohesión interna, fruto del conocimiento y confianza mutua.

El espíritu de unidades tiene también enemigos dentro de las Fuerzas Armadas, poco conocedores del alma del soldado. Pero, lo avala como necesario el art 48 de las Reales Ordenanzas: “todo militar se sentirá orgulloso de la unidad en que sirve”; y la Doctrina (DO-001) que reconoce que, al menos, la gran unidad división tiene personalidad y espíritu peculiares, al ser de composición fija. Circunstancia que no entorpece que otras unidades, de rango inferior, no solamente también los tengan, sino que contribuyen con sus respectivos espíritus propios a conformar el de la unidad superior.

Cuando una unidad militar es disuelta, se desintegra su organización y se dispersa su armamento y equipo. También, se dispersa su personal y por, tanto, desaparece también su espíritu militar y tradiciones. La unidad muere.

Cuando se crea una unidad nueva, aunque le den el nombre alguna unidad desaparecida, aquella no resucita milagrosamente. Por tanto, no hereda ni su espíritu militar ni sus tradiciones, ni sus méritos. Para que éstas se sobrevivan y se mantengan tiene que haber continuidad histórica.

Las unidades que mantienen y cuidan su historial, se las conocen enseguida porque mantienen y miman sus tradiciones, su historial y prestigio guerrero, sus héroes, la memoria de sus caídos, la uniformidad, etc. Las otras no consolidan sus tradiciones, y así hemos visto que, por mimetismo, proliferar boinas de todos los colores, la desaparición de los banderines de cola, la gorra montañera, el Lepanto de los carristas, etc. Si repasamos la continuidad de los historiales de las unidades españolas, comprobaremos que muy pocas superan los 100 años.

Las unidades con espíritu propio conocen y están orgullosas de su historial, de sus gestas y de sus héroes. Conservan sus tradiciones que las distinguen del resto, entre ellas el adiestramiento duro y riguroso, que contribuye a crear el espíritu de unidad y el correspondiente prestigio. El espíritu de unidad no debe ser absorbido por sus manifestaciones más folclóricas.

La permanencia de los cuadros de mando y soldados en una pequeña unidad es un elemento fundamental de cohesión, porque es el grupo social primario, donde el contacto entre sus componentes es más estrecho. La existencia de asociaciones de veteranos de las unidades son un índice del espíritu de su unidad de procedencia.

El espíritu de unidad debe de estar sobre el corporativismo de las Armas, porque el combate, finalidad última de las unidades militares, es interarmas y no específico.

La Academia General Militar se creó para inculcar a los futuros oficiales un mismo espíritu miliar y una comunidad de doctrina (no sólo táctica). Lo primero se consiguió con lo que se ha venido denominando Espíritu de la General, pero lo segundo no, porque han prevalecido las fuerzas centrífugas de las academias especiales como centros de formación y los intereses corporativos. Cuando la especialidad se obtiene por los destinos y la trayectoria profesional (unidades de combate, enseñanza, logística, helicópteros, grandes cuarteles generales, etc.) y no por la permanencia durante dos años en una academia especial. La creación del Cuerpo General no resolvió el problema, pues ha sido más teórica que real y ha sido más una cuestión administrativa de escalas.

LAS ORGANIZACIONES PARA LA CONSERVACIÓN Y DIFUSIÓN DE LA CULTURA MILITAR.

Las principales organizaciones que contribuyen a la conservación y difusión de la cultura militar se pueden dividir entre instituciones oficiales y las de iniciativas privadas. Haremos un repaso de las mismas, sin ser exhaustivos

Instituciones oficiales

Las instituciones oficiales son el IHCM (Instituto de Historia y Cultura Militar), IHCN (Instituto de Historia y Cultura Naval) y SHYCEA (Servicio de Historia y Cultura del Ejército del Aire). Todos estos organismos, dependientes de cada Ejército, tienen la misión de protección, conservación (incluye catalogación) investigación y divulgación de su patrimonio cultural (historia, inmuebles, museografía, documentación y bibliografía). Complementado con cursos y jornadas sobre historia militar, conferencias, presentaciones de libros, etc.

La Comisión Española del Historia Militar (CEHISM) del CESEDEN es la encargada de la coordinación de los centros anteriores.

La eficacia de estas instituciones es más que notable. Pero, por otro lado, la desamortización del ministerio de Defensa, que ha superado a la famosa de Mendizábal (1837) ha enajenado, dañado y desvirtuado numerosos bienes inmuebles de la cultura militar, merecedores de mejor suerte por su valor histórico, simbólico y artístico.

Si bien, los términos historia y cultura militar, como hemos visto, la primera va incluida en la segunda.

Se echa en falta un mayor esfuerzo de dar a conocer a los jóvenes la cultura militar, consustancial con el espíritu nacional, sobre todo, en colegios, institutos y universidades.

Organizaciones de iniciativa privada

La mayoría de estas asociaciones están conformadas a iniciativa de militares y compuestas mayoritariamente por militares, en la reserva o retirados, y las impulsadas por civiles.

Las organizadas por militares se pueden dividir entre las que están más orientadas a funciones de acción social y las que lo están a la de divulgación de la cultura y la historia militar, sin que ambas funciones sean incompatibles. Mientras que, las civiles, lógicamente, su función es exclusivamente de investigación y divulgación histórica.

Algunas organizaciones formadas por militares tienen el apoyo institucional de la cesión de un local, con carácter demanial y, en consecuencia, sujetos a su expulsión si no se ajustan a lo considerado políticamente correcto por el hospedador. La praxis demuestra que, actualmente, estas organizaciones no reciben subvenciones financieras de carácter institucional, reservadas a organizaciones civiles.

Algunas organizaciones formadas principalmente por militares dedicadas a funciones sociales son:

  • Fundación Indortes. Su finalidad es: “Fomentar la memoria, conservación, vigilancia y ornato de los cementerios y tumbas de combatientes españoles o bajo Bandera de España, caídos en lucha, sin distinción de época, lugar, credo o ideología”.

  • Fundación Tercios de Extranjeros. “Su finalidad principal, es la promoción social de aquellas personas que, habiendo servido en las filas de La Legión, se encuentran en la actualidad en situación de desamparo, desarraigo, sin familia, o simplemente sin techo”.

  • Asociación de Militares Españoles (AME). Los fines de la Asociación son: “Dar continuidad a los valores e ideales que constituyen la esencia de las Fuerzas Armadas, atendiendo a la mutua ayuda, protección y apoyo de sus miembros

  • Plataforma Patriótica Millán Astray, formada por antiguos legionarios.

Algunas organizaciones formadas principalmente por militares dedicadas a la función de divulgación de historia militar son:

  • Asociaciones de veteranos, generalmente centrada en la historia de sus respectivos cuerpos de procedencia. Algunas consiguen publicar, con gran mérito, revistas sobre el historial de sus unidades de procedencia. El número de asociaciones de veteranos es un buen indicador del grado de cohesión y prestigio las respectivas unidades de origen.

  • Asociación de Escritores Militares Españoles (AEME). Tiene por finalidad: “Fomentar las actividades literarias y científicas llevadas a cabo por militares españoles mediante publicaciones individuales o colectivas. Darles difusión para contribuir a la cultura y espíritu militar, fortalecimiento de la conciencia de la defensa nacional y de las misiones de las Fuerzas Armadas”

  • Academia de las Ciencias y Artes Militares (ACAMI). Según sus estatutos: “la finalidad primordial de la Academia es fomentar la cultura militar en el ámbito de la sociedad española” y está publicando, en libros, el catálogo del patrimonio histórico inmueble de Defensa.

  • Centro Cultural de los Ejércitos de Madrid, alberga conferencias y presentaciones de libros

Algunas organizaciones de carácter civil son:

  • UNED Ceuta. Universidad pública que organiza, junto con la Comandancia Militar de Ceuta, unas jornadas anuales sobre geopolítica y geoestrategia.

  • Universidad CEU San Pablo. Organiza master académicos y jornadas, y edita documentales sobre la historia militar de España. También, cede sus instalaciones para ciclos, conferencias y presentaciones de libro de temática militar.

  • Universidad Complutense, con una cátedra de historia militar y edita Militaria (revista de cultura militar).

  • Asociación Retógenes. “Sus principales cometidos son servir de apoyo a las unidades de las Fuerzas Armadas en todos aquellos aspectos relativos a la recuperación de su historia y tradiciones, así como colaborar en cuantas acciones vayan encaminadas a la defensa de la cultura de Defensa”,

  • Federación de Asociaciones y Entidades Hispánicas (FAEH), cuya finalidad es la difusión de la historia hispánica.

  • Editoriales especializadas en historia militar: Actas, Galland Books (edita la revista de historia bélica Ares) y Almena (edita la revista de historia militar Serga).

  • Fundación Don. Rodrigo. Su actividad más destacada, dentro del campo de la cultura militar, es la organización de dos ferias anuales en Madrid, de coleccionismo militar, con la participación de asociaciones de representaciones históricas.

  • Gran Peña de Madrid, alberga conferencias y presentaciones de libros y conmemora la Pascua Militar.

  • Museo de la Hermandad de la División Azul en Madrid.

 

Salvador Fontenla Ballesta

General de Brigada (R)

https://www.lavanguardia.com/libros/autores/salvador-fontenla-ballesta-124445

Autor

Salvador Fontenla Ballesta
Salvador Fontenla Ballesta (Huércal-Overa, Almería, 1946) es general de Brigada en la Reserva. Destinado como teniente en el Tercer Tercio de La Legión y en la III Bandera Paracaidista en el Sahara Español, participó en las operaciones con motivo de las agresiones del Frente Polisario y de la Marcha Verde.
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