Aunque por desgracia se encuentra normalizado aquello del “haz lo que digo y no lo que hago”, y sea habitual excusar la propia incoherencia acudiendo al tópico de que “el ser humano es naturalmente contradictorio”, lo cierto es que contradecirse desacredita y, si las contradicciones son habituales o flagrantes, no pueden “cabalgarse” sin daño.
Por descontado, un ejemplo muy claro de esta desvergüenza o falta de escrúpulos lo encontramos en la política, y no sólo porque la mayoría de los políticos carezcan de principios o finjan defender lo contrario de lo que practican, sino porque la política genera un curioso efecto de adhesión y los afines a un partido, candidato o dirigente se convierten, con demasiada frecuencia, en copartícipes de sus engaños, delitos o crímenes, al asumirlos y justificarlos.
Ahora bien, ¿ cómo se llega a tal envilecimiento? ¿Qué conduce a aplicar por sistema la “ley del embudo”, a juzgar de forma diferente un mismo acto en función de quién lo protagonice, o “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”?
Y aquí, inevitablemente, tenemos que hablar de esos medios de comunicación, que, pudiendo ejercer un papel beneficioso para la sociedad, no lo hacen en absoluto y, por el contrario, se dedican a envenenar las mentes y tapar la realidad. Porque, aunque en última instancia sólo uno mismo es responsable de sus actos, y sin duda son las organizaciones políticas mafiosas las que inducen y alimentan las bajas pasiones de la gente, no debe pasarse por alto la labor destructiva de quienes, en definitiva, difunden y amplifican los mensajes de los partidos mientras ocultan intencionadamente los datos o hechos que puedan incomodarles. Esos mal llamados “medios de comunicación”, encargados, precisamente, de engañar, tergiversar, adoctrinar, confundir y envilecer a aquellos incautos que todavía acuden a ellos para “mantenerse informados” y que, ya sea por dinero o convicción, o por la suma de ambas, son agentes decisivos, como apéndices y corifeos del Poder Político, de la alienación, perversión y encanallamiento de la población.
Pongamos por ejemplo de lo apuntado las elecciones de octubre en los Estados Unidos. Un asunto que por su lejanía permitiría un análisis sereno y objetivo, y, sin embargo, viene a retratar como pocos la responsabilidad de los Medios de Propaganda y Desinformación del Sistema en el engaño masivo e intencionado del personal y en la imposición descarada de un “pensamiento único”.
Así, el reciente 23 agosto el candidato independiente Robert F. Kennedy Jr., sobrino del ex presidente John Fitzgerald Kennedy, anunciaba su retirada de la carrera presidencial y, sorprendentemente, declaraba su apoyo al candidato republicano Donald Trump1. Una noticia relevante por el pedigrí demócrata del sobrino de Kennedy, y llamativa, sobre todo, por las razones que le habrían llevado a tomar tal decisión: “Entonces (cuando su tío alcanzó la presidencia de los EEUU), los demócratas eran los defensores de la Constitución, de los derechos civiles. Lucharon contra el autoritarismo, contra la censura, contra las guerras injustas. Éramos el partido de la clase trabajadora. Los demócratas eran el partido de la transparencia. Trabajábamos en contra de los grandes intereses de las corporaciones. Dejé el partido el pasado octubre porque ya no era el partido de los valores con los que crecí. Ahora se ha convertido en el partido de la guerra, la censura y la corrupción; de las grandes tecnológicas; del dinero”.
Unas palabras que, por supuesto, ni La1, ni La2, ni ninguno de los apéndices del duopolio formado por Mediaset (Cuatro y Tele5) y Atresmedia (Antena3, LaSexta) quisieron reproducir, siquiera parcialmente, y que dejó en evidencia una vez más la uniformidad de todas ellas. Es más, ¿ cómo abordó la noticia Antena3, presunta pata derecha del citado contubernio mediático, para no sólo hurtar a sus espectadores las palabras de Kennedy Jr., sino evitar incluso la más leve mención a sus razones? Pues mediante un sucio ataque ad hominem y ridiculizando el valor de su apoyo. Y es que el enviado especial de la cadena en Washington, José Ángel Abad, intentó restar impacto a sus declaraciones tratando de desacreditarle en la misma presentación de la noticia: “Toda la familia reniega de él”, para, a continuación, rematar la faena indicando que “no dejaba de tener importancia para Trump recabar todos los apoyos posibles, por pequeños que fueran”. Es decir, adoptando una actitud condescendiente y empleando una formulación retorcida e insidiosa para, bajo una apariencia de falsa ecuanimidad, convertir un presunto elogio en una concesión envenenada. Un planteamiento antiperiodístico que, aparte de retratar la calaña del periodista, no sólo transformaba un apoyo inesperado al candidato Donald Trump en una nueva oportunidad para despreciarlo, sino que ocultaba a los espectadores el verdadero alcance de la noticia: el certero retrato de Kennedy de un Partido Demócrata absolutamente corrupto y sostenido por las grandes corporaciones globalistas.
Tres días después, el 26 de agosto, Mark Zuckerberg, director general de la colosal empresa tecnológica Meta Platforms –que agrupa nada menos que WhatsApp, Facebook e Instagram–, denunciaba públicamente y por escrito, en una carta dirigida al presidente del Comité Judicial de la Cámara de Representantes de los EE.UU., las presiones recibidas por parte de la Administración del presidente Joe Biden para censurar los contenidos relacionados con la pandemia de COVID-19: “En 2021, altos funcionarios de la Administración Biden, incluida la Casa Blanca, presionaron repetidamente a nuestros equipos durante meses para censurar cierto contenido sobre el Covid-19, incluidos el humor y la sátira […]”. Además, reconocía haberse plegado a tales presiones y haber participado activamente en la censura: “Somos dueños de nuestras decisiones, incluidos los cambios que, relacionados con el Covid-19, hicimos en nuestra aplicación a raíz de esta presión”.
Algo que era un secreto a voces, pero que ha sido ocultado con ahínco por toda esa inmensa constelación de medios cómplices de la censura globalista hasta hoy; porque, naturalmente, la noticia del “arrepentimiento” de Zuckerberg ni siquiera ha sido mencionada hasta la fecha por ninguno de los grandes medios ni por su miríada de satélites.
Es más, pocos días después, el 29 de agosto, el informativo de Antena3 volvía a caricaturizar a Trump como una especie de detestable lanzador de espumarajos y recopilaba las invectivas del candidato republicano contra Kamala Harris. Pero, intentando atacar también al republicano por sus presuntas dificultades para financiar su campaña, la cadena se dedicaba a hacer mofa de sus ridículos productos de merchandising para conseguir fondos. Simultáneamente, queriendo demostrar la popularidad de la candidata del Partido Demócrata, la cadena recalcaba con entusiasmo que ésta había logrado recaudar 500 millones de dólares en muy poco tiempo… y terminaba subrayando que esta cantidad suponía más del doble que la obtenida por Trump. Lo que venía a confirmar, sin quererlo, las palabras de Kennedy Jr. afirmando que el Partido Demócrata había dejado de ser el partido que fue para convertirse en el partido del dinero. Pequeñas contradicciones de esos medios que, de forma descaradamente hipócrita, mientras ejercen de lacayos de las grandes corporaciones, alimentan los complejos de sus espectadores con la vieja cantinela populista de que los republicanos son malos porque son ricos y poderosos, mientras los demócratas son buenos porque defienden a las minorías. Ver para creer.
Filípides
Declaración completa (en inglés):
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