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Estamos en vísperas de que muy probablemente España, con numerosas bases OTAN en su territorio entre en guerra con Rusia, es decir, en una Tercera Guerra Mundial. Una contienda en la que será muy probable el empleo generalizado de armas nucleares, ya que la Doctrina Militar Rusa 2014 así lo contempla, pues acepta hacer el “primer uso” de las mismas para contestar a cualquier agresión que ponga en riesgo la supervivencia del Estado, especialmente si se utilizan contra países OTAN que no dispongan de medios de lanzamiento de armas nucleares, porque piensan es poco probable que Washington responda a estos ataques de forma similar, por temor a represalias contra Estados Unidos (IEEE, Doc. Opinión 22/2023).

Además, pertenecemos al bando liderado por los “estados profundos” sajones (Usa e Inglaterra), impulsores del NOM y de sus aberraciones incluso contra la Ley Natural, además de nuestros más seculares enemigos y los mismos que mantienen como colonias Gibraltar, Puerto Rico, Guantánamo, Guam y Las Marianas, además de apoyar, junto con Israel, a un Marruecos que ocupa como colonia el Sáhara Español, del que según la legalidad de la ONU seguimos siendo potencia administradora, y nos hace la guerra económica, subversivo-terrorista (migraciones, droga, inseguridad ciudadana), con apropiación/explotación de aguas y fondos canarios y de Ceuta-Melilla, así como permanentes amenazas de ocupación de las citadas Plazas y Peñones.

Y lo grave, gravísimo, además de que entraremos, si Dios no lo remedia, en el oscuro “bando LGTBQ+”, es que ni siquiera estando en la OTAN (esa organización que no defiende Ceuta y Melilla … ni Canarias), estamos obligados a ello. Hungría es miembro de pleno derecho de la OTAN, pero ante la guerra en Ucrania ha optado por condenar diplomáticamente la invasión rusa, pero sin acoger a desplazados ucranianos y sin entregar armas a Ucrania. Nosotros, en cambio, estamos desangrándonos militar 1 y económicamente, además de acoger a miles de ucranianos, instruir a su ejército, amenazar con nuestros barcos, aviones y carros las fronteras rusas, enviar comandos submarinos a la base rusa de Kaliningrado (próxima a Gdansk-Dantzig, en enero de 2023), hacer guerra subversiva con las emisiones radioeléctricas del campo de antenas de RTVE en Noblejas (Toledo), y negar ayuda humanitaria (agua, alimentos) al Shtandart, un barco civil réplica de uno de madera del s. XVII (hecho en Rusia y con bandera de las Islas Cook). Si con la caída de la URSS alguna vez dejaron de ser objetivos nucleares Rota, Gibraltar, Morón, Torrejón y Zaragoza, ahora pueden jurar que la lista ha aumentado.

Pero, ¿es que no ha sido empujada Rusia a la guerra con Ucrania por activa y por pasiva desde la caída del Muro? ¿Tiene o ha tenido Rusia alguna causa pendiente con España, salvo cuando, no siendo Rusia sino la URSS, apoyó la Revolución del Frente Popular Español?

A la primera pregunta hay que contestar firmemente que sí, por Usa y su apenas disimulado ejército cipayo, la OTAN. La respuesta a la segunda es NO, veámoslo.

Los tres grandes imperios cristianos: Hispánico, Austríaco y Ruso

La primera consideración es que tras la rotura de la Cristiandad, tras el Cisma de Oriente (Ortodoxos de Bizancio) y el de Occidente (Lutero), esta quedó dividida en los imperios católicos de España y Austria por un lado, y la Rusia ortodoxa por otro (Zar es la corrupción de César/Caesar, al considerarse herederos del Imperio de Oriente). Los estados protestantes, e incluso Francia aliada del Turco y preñada de hugonotes, cayeron en el lado de los movidos por los oscuros hilos de lo que, desde la Biblia, se ha llamado Sinagoga de Satanás. Los imperios ruso y austríaco debieron sen nuestros permanentes aliados.

El Imperio Austrohúngaro, el otro Carlos III (pretendiente al trono), perdió su oportunidad en la Guerra de Sucesión, de la mano de los Borbones franceses y la acción encubierta de la Pérfida Albión (aliada de Austria).

En cuanto a la Rusia ortodoxa, además de la casi inexistente Guerra Hispano-Rusa (1799-1801, motivada por la alianza “contra-natura” de la “católica” España borbónica con el revolucionario y genocida Directorio Francés –souvenons nous de La Vandée-), fuimos relativamente amistosos vecinos suyos en Alaska, llegándose en 1806 incluso a concertar la boda del noble Nikolái Rezánov y María Concepción Argüello, hija del gobernador español de California. En 1812, en la resaca de la Guerra de Independencia, Rusia fundó Fuerte Ross en la Alta California. La agresión “indirecta” sajona, a través de los masónicos “Libertadores”, y la no menos masónico-gibraltareña Sublevación de Riego (1820), sentenció la presencia española allí.

En 1867 Usa compró Alaska a Rusia.

España y Rusia en la Guerra de Independencia

Pero la monarquía liberal borbónica del s. XVIII fue infectada poco a poco por la causa de “La Revolución”, por las masonerías inglesa y francesa. Como consecuencia, la España borbónica, que había expulsado a los jesuitas tras una pantomima masónica, inició el s. XIX combatiendo a la Francia Revolucionaria que había masacrado a sus súbditos católicos en La Vandée. E, inmediatamente, nos convertimos en subordinarnos suyos (lo que acarreó la citada “No Guerra” con Rusia), abjurando de nuestros principios espirituales y nacionales. Una Francia que nos vendió La Luisiana y acabó invadiéndonos a sangre y fuego; no sin que “los afrancesados” colaboraran abierta e importantemente con el agresor anticatólico.

Algo más de 5.000 soldados de la División del Marqués de la Romana, enviada a Dinamarca, no pudieron huir a España y quedaron prisioneros de los franceses en agosto de 1808. Con muchos de ellos se formó el Regimiento “José Napoleón”; contó inicialmente dos batallones, 900 hombres, ampliados posteriormente a unos 4.000, que actuaron encuadrados en la Brigada Dufour, 2ª División del General Friant, 1er Cuerpo de Ejército del Mariscal Davout que luchó en Rusia con la Grande Armeé. Concretamente participó en la Batalla de Borodinó (conquistando el Gran Reducto, la principal posición rusa, pero también pasándose muchos al enemigo), en la ocupación de Moscú y en la Gran Retirada, ocasión en la que se entregaron a los rusos. No fueron los únicos y en la primavera de 1813 se formó en San Petersburgo el Regimiento Imperial Alejandro, compuesto por casi 3.000 españoles, el cual fue estacionado en la Corte como escolta de la Emperatriz Madre. El 13 de mayo juró fidelidad a Fernando VII en presencia del Zar y el embajador español. En agosto se incorporó a España, donde se le conoció como “El Moscovita”.

España y Rusia fueron las principales opositoras a la Francia revolucionaria de Napoleón.

Los navíos rusos

Como consecuencia de la Guerra de la Independencia, el poder naval español quedó muy reducido, tanto por la pérdida de marinos en muchos frentes, como por la falta de mantenimiento de barcos, astilleros y arsenales; a las bajas de marinos en combate se sumaron tanto la de los “afrancesados” que huyeron a la vuelta de Fernando VII, como las de las diversas sanciones impuestas a muchos liberales/masones opuestos al rey. Como consecuencia, y posteriormente, en 1817 la Rusia del Alejandro I fue el mayor proveedor de barcos de guerra a España, ante el veto inglés que utilizaba los suyos para hacernos la guerra casi a las claras; Francia solo nos vendió solo tres corbetas de 24 cañones, una goleta de 10 y un bergantín-goleta de 16.

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La compra a Rusia se hizo muy secretamente, tanto por el peligro de que interfiriese Inglaterra como que fuera echada a pique por los numerosos masones que aún había en España, especialmente en el ámbito militar y, sobre todo, en la Armada. En parte porque prácticamente la compra se hizo ocultándola de los marinos, de quienes desconfiaba el equipo de gobierno del rey, oficialmente los barcos rusos no dieron buen resultado y, sobre todo, cayó sobre ellos la “leyenda negra” anglo-masónica: los informes navales sentenciaron que estaban en muy mal estado, las maderas de pino nórdico se pudrían en las aguas cálidas de Cádiz (¡no digamos en las del Trópico!), estaban desprovistos de muchos accesorios y todo fue una estafa. Inicialmente fueron cinco navíos de 74 cañones (los Velasco, Fernando VII, Alejando I, Numancia y España, todos en servicio a partir de 1912) y tres fragatas de 40 (Reina María Isabel, Mercurio y Astrolabio), los cuales llegaron a Cádiz en febrero de 1818. Algo de cierto debió suceder, pues el Zar Alejandro I accedió a enviar gratis otras tres fragatas (Pronta, Ligera y Viva), las cuales llegaron en octubre supuestamente en el mismo estado. Seguramente hubo de todo, estado regular de algunos barcos y la mano negra inglesa actuando a través de los marinos masones, los cuales, como haría gran parte del Ejército (Revolución del Teniente Coronel Riego en 1820, Trienio Liberal 1820-1823) hicieron lo imposible para que triunfaran las secesiones de los criollos anglófilos; en este contexto, que incluye el abrazo de Morillo y Bolívar (1820), y la posterior pantomima masónica de la Batalla de Ayacucho (1824), hay que interpretar la radical y exagerada oposición de los marinos a los barcos rusos, relegando a muchos a pasar tardías revisiones (otras nunca se hicieron), y terminaron en el desguace (hubo excusas de falta de fondos para repararlos), aunque otros cruzaron el Atlántico (el Alejandro I llegó casi a Brasil en 1817 con la expedición de Porlier, dándose luego la vuelta; el Reina María Isabel fue apresado por los rebeldes en 1818 y pasó por las Marinas de Chile y Argentina hasta 1826). Ocurrieron no solo oposiciones pasivas sino incluso motines y entregas al enemigo, como el de la fragata Santísima Trinidad en Buenos Aires (1818). En este oscuro trasfondo, cuando la flota iba a transportar 23.000 hombres de Cádiz a América sucedió el levantamiento revolucionario-masónico de Riego.

Santa Alianza y los 100.000 Hijos de S. Luis

Los avances de La Revolución “contra El Trono (las monarquías) y “El Altar” (imposición del liberalismo y el secularismo), que se habían extendido aceleradamente a partir de la Revolución Francesa, origen de las Guerras Napoleónicas, impulsó al Zar Alejandro I a crear La Santa Alianza (Sviashchenny Soyuz, ó Heilige Allianz) entre Austria, Prusia y Rusia, el 26 de septiembre de 1815, en París, tras la Batalla de Waterloo y tres meses más tarde de la conclusión del Congreso de Viena, para defender el orden cristiano y unir a los tres pueblos contra el enemigo común, defendiendo la legitimidad monárquica y los principios del absolutismo, y sofocar cualquier movimiento revolucionario manteniendo en sus relaciones políticas los “preceptos de justicia, de caridad y de paz”, dejando deliberadamente fuera a potencias como Inglaterra y Francia, que tanto habían tenido que ver con La Revolución y al mahometano Imperio Otomano. Más tarde se incorporaron Inglaterra (Cuádruple Alianza, medio año después) y Francia (Quíntuple Alianza, en 1818).

La Santa Alianza intervino con tropas austríacas para restituir el absolutismo en el Reino de las Dos Sicilias (Nápoles y Sicilia, en 1821), y con los Cien Mil Hijos de San Luis franceses en España (fin del Trienio Liberal/Revolucionario, en 1823. Se dio la circunstancia de que en esta ocasión el pueblo español, que se había lanzado a la guerra sin cuartel contra los soldados franceses de Napoleón, recibió con gran júbilo a los que ahora venían a restaurar el Trono y el Altar, pero ya se habían perdido Las Españas Americanas de mano de las revoluciones impulsadas por la masonería e Inglaterra.

La Alianza desapareció en 1825, tras la muerte del su principal valedor, el Zar Alejandro I de Rusia, pero ya había sido socavada por Inglaterra y Francia con sus actuaciones para proteger sus intereses comerciales y geopolíticos en el Mediterráneo oriental.

Relevantes españoles en Rusia

Varios españoles se hicieron notar en Rusia: José de Ribas y Boyons, o Iósif (Ósip) Mijáilovich Deribás (1751, Nápoles – 1800, San Petersburgo) llegó a almirante de la armada imperial rusa en el reinado de Catalina II de Rusia y en 1794 fundó la ciudad de Odesa (hoy Ucrania), la cual alcanzaría a ser la tercera del Imperio ruso en el siglo XIX. Agustín Betancourt y Molina (1758, Tenerife – 1824, San Petersburgo), afrancesado ingeniero militar canario de renombre que fue llamado por el Zar Alejandro I en 1807 para que se trasladase a San Petersburgo. Fue precursor de la radio, telegrafía y la termodinámica. Mariscal del Ejército Imperial Ruso, pasó luego a dirigir centros académicos y grandes obras militares y civiles. Su hijo fue oficial de la Guardia Imperial rusa. Juan Van Halen y Sartí (1778 -1864), militar afrancesado, liberal y masón, en 1818 fue nombrado por Alejandro I mayor general de caballería nombrado jefe de un regimiento de Dragones del Cáucaso, en cuya guerra participó. Por sus ideas liberales, tras el triunfo de la masónica Revolución de Riego, volvió a España. José Antonio Saravia (1790-1871, Polonia) Oficial durante la Guerra de Independencia, en 1815 se alistó en un regimiento ruso que estaba de operaciones de Francia. En año 1843 ascendió a general, luego a mariscal, participando en la Guerra Ruso-Turca (1828-1829). Juan Valera y Alcalá-Galiano (1824 – 1905), que residió en Rusia entre 1856 y 1857) como miembro de la misión diplomática española, y otros muchos españoles, y lo mismo dijeron los viajeros rusos en España, subrayaron la semejanza entre los caracteres nacionales de ambos pueblos.

La Casa Real Carlista en el Ejército Ruso

El conservador Zar Nicolás I nunca reconoció a la Isabel II como reina de España, no así su hijo, el liberal Alejando II. Tras la Tercera Guerra Carlista (1872-76), el derrotado Carlos VII solicitó al nuevo zar participar en la Guerra Ruso-Turca de 1877 y éste lo agregó, inicialmente, al Estado Mayor del XIII Cuerpo de Ejército y después al 34º Regimiento de Caballería Cosaca. En la batalla de Plevna Carlos VII cargó contra el enemigo, acompañado de José de Suelves y de Montagut, Marqués de Tamarit y Vizconde de Montserrat, además de sus ayudantes, siendo galardonados con la Medalla de Oro al Valor Militar. Montserrat volvería a entrar en combate en otras ocasiones.

Jaime de Borbón y Borbón-Parma, primogénito y heredero de Carlos VII, se formó militarmente en la Academia Militar Austrohúngara y, posteriormente, solicitó al Zar Nicolás II formar parte de su ejército, en el que ingresó en 1896 como alférez de un regimiento de dragones y luego en el Regimiento de Húsares de Grodno de la Caballería de la Guardia Imperial. En los 13 años que sirvió en el ejército ruso estovo desplegado en Afganistán, Persia y Varsovia, entrando valerosamente en combate en Pekín durante la Guerra de los Boxers (1900). Posteriormente participó, ya como capitán y pretendiente oficial al trono español, en la Guerra Ruso-Japonesa de 1904, haciéndose notar en la Batalla de Vafangón, en la que su general (Aleksandr Samsónov) le dijo: “¡Capitán Borbón, vuestra vida no os pertenece, puede ser necesaria a España!”, respondiendo el capitán: “si yo mostrara miedo no sería digno de mi Patria”, y se lanzó a la carga, siendo ascendido a comandante por esta acción.

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Poco después, en 1908, Rusia nombró al rey Alfonso XIII, coronel honorario del Regimiento de Caballería de Olviopol, 7º de Ulanos, y España a Nicolás II Coronel Honorario del Regimiento de Caballería Farnesio, 5º de Lanceros, quien conserva de aquella época la famosa “Charoska” de plata. La aproximación entre ambos monarcas fue por medio de sus mujeres, nietas ambas de la inglesa reina Victoria. Ninguna aproximación, digamos, política, aunque quedó el poso del que surgió el que el Zar nombrara a nuestro rey, en 1914, protector de sus súbditos e intereses en Alemania y Austria-Hungría. A. XIII se empeñó personalmente en salvar a los Romanov de su asesinato por los soviets.

Tras la muerte de su padre en 1909 el zar autorizó al pretendiente Jaime a marcharse para hacer política en España, aunque lo nombró Coronel del Regimiento de Húsares de Grodno. Murió en 1931 siendo jefe de la casa de Borbón y, consecuentemente de la casa real de Francia.

El 98 y Rusia.

De Rusia nos ha llegado una magnífica recopilación de documentos y noticias por parte de su agregado militar en Cuba, el Coronel Yakov G. Zhilinsky, del Estado Mayor del Imperio Ruso (Ispano-amerikanskaya voyna, San Petersburgo, 1899). También libros sobre el tema muy detallados (La Guerra Hispano-Americana de 1898, Испано-американская война 1898 г., de Kondratenko Robert Vladimirovich.

En todo caso, el tópico de que en aquella circunstancia “estábamos solos”, que no teníamos aliados, es falso. Nuestros aliados tradicionales de aquel siglo XIX fueron Francia y, sobre todo, Inglaterra, de la que fuimos durante la mayor parte de la centuria “un protectorado”. Para subrayarlo solo hay que considerar que nuestros navíos de guerra eran, en grandísima medida, de patentes y fabricación inglesa y, en menor proporción, francesa. Y que nuestros próceres, como Sagasta y Moret, pero también los liberales conservadores, y gran parte de las personas reales (Alfonso XII se educó en la Royal Military Academy de Sandhurst), eran anglófilos y mayoritariamente masones de obediencia sajona, con otros pocos de dependencia gala. Esos aliados fueron los que nos fallaron. Los que de verdad hubieran podido serlo fácilmente, como Austria (además, la reina regente, María Cristina, era austríaca) y Rusia, nunca buscamos que lo fueran.

Revolución Rusa … y Española. Y la Blau.

«Los bolcheviques que tomaron el poder en Rusia no eran rusos, odiaban a los rusos, odiaban a los cristianos; empujados por odio étnico torturaron y masacraron a millones de rusos sin un átomo de humano remordimiento; la Revolución de Octubre no fue lo que se llama en Estados Unidos la “Revolución Rusa”, fue la invasión y la conquista del pueblo ruso». Lo dijo el escritor y filósofo ruso Aleksander Solzhenitsyn, capitán de artillería durante la 2ªGM, encarcelado entre 1945-53 (por criticar en una carta privada la guerra de exterminio contra la población civil alemana), autor del libro Archipielago Gulag y premio nobel de literatura, al escritor norteamericano David Duke (El Secreto del Comunismo, 2019; y similares conceptos en Doscientos años juntos: 1795–1995 (2001), resaltando el liderazgo judío revolucionario de Trotski, Kamenev, Zinoviev y muchísimos otros, y culpándolos del hundimiento de la URSS). Y También: “En el Archipiélago Gulag, en el sistema de prisiones y campos de concentración, se calcula que perecieron 44 millones de personas (66 millones en toda la URRSS) … yo me he limitado a dar los nombres de las personas que dirigían entonces los destinos del Gulag, de los jefes de la NKVD, de los directivos de la construcción del Canal del Mar Báltico; aquí están los principales (Frenkel, Finn, Uspensky, Aron Solts, Jacobo Rappoport, Matvei Berman, Lazar Kogan, Genrikh Yagoda), yo no tengo la culpa de que todos ellos sean de procedencia judía; no se trata de una selección artificial, la separación la ha hecho la historia…” (Solzhenitsyn en la TV francesa y recogido en Alerta a Occidente, Pag. 256, Ed. Acervo).

Hay muchos documentados trabajos de la fundamental labor de la banca sionista-sajona y de los Gobiernos de Inglaterra y EE.UU. en el impulso y apoyo de “La Revolución Rusa”, pero el de un ruso es más revelador de la destrucción de Rusia y el nacimiento de un ente distinto llamado URSS, y no siendo Rusia sino la URSS quién apoyó la Revolución del Frente Popular Español, no cabe acusar a la nueva Rusia de aquel terrible y peligroso acontecimiento. Por lo tanto, la 2ªGM, tanto por parte de la División Azul como de los comunistas españoles enrolados en el Ejército Rojo, no hacen al caso de este trabajo; aunque los de la Blau rápidamente valoraron y conectaron con el alma del pueblo ruso, y este apreció a nuestros compatriotas.

¿Y hoy?

Por mucho que se empeñen los terminales mediáticos atlantistas, Rusia no tiene nada contra España, si no son las heridas que las acciones de nuestro Gobierno le producen. Nada tuvieron que ver con el “Procés” separatista, se pongan como se pongan; antes bien, son nuestros socios de la OTAN quienes mal meten Cataluña (especialmente Israel) y han sido causantes antaño de grandes dramas (guerras, atentados, separatismos, subversión y un largo etcétera). Es más, Rusia sería hoy un contrapeso muy bienvenido en el caso de que España se decidiera a, como debe, abandonar la OTAN… cosa que es imperativo que haga si queremos salvarnos de ver hongos atómicos sobre Rota, Gibraltar, Morón, Torrejón, etc, etc. En este sentido, es muy recomendable leer y divulgar el “Manifiesto por la Neutralidad de España”, de Pío Moa.

Además, como dijo el Arzobispo Viganó en su alocución a los miembros del Comité Liberi in veritate con ocasión de la Semana de la Victoria de Lepanto:Rusia es la única entidad que combate la ramera mundialista”, y precisamente por eso es blanco de los ataques y provocaciones del Estado Profundo internacional, de la ira ideológica del Foro Económico Mundial, que ya casi ha culminado el golpe de estado subversivo con el que pretende instalar la dictadura sinárquica.

José María Manrique García. 25 de julio 2024

1: Equipos de visión nocturna, vestuario NQB, radiocomunicaciones, drones, sistemas de control remoto de armas y guiado de munición, cañones, ametralladoras, lanzagranadas, minas anticarro, munición de infantería y artillería, misiles antiaéreos (Hawk, Aspide. Mistral y Patriot) y antibuque (Harpoon); decenas de carros Leopard 2A4 y TOAs; y ocho patrulleras.

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Jose Maria Manrique Garcia
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