(Basado en un trabajo publicado en la revista ARES-BÉLICA nº 95 y luego parcialmente como anexo en “Luz sobre la Guerra”)
“… El premio está en haberle merecido, y las honras consisten no en tenerlas, sino en sólo arribar a merecerlas”. Alonso de Ercilla y Zúñiga en “La Araucana” (poema épico en verso,1569).
“… Porque aquí a lo que sospecho, no adorna el vestido al pecho, que el pecho adorna al vestido”. Calderón de la Barca en “Para vencer amor, querer vencerle” (comedia, 1650).
“… Que cada palo aguante su vela” (refrán popular marinero). Para el diccionario de la Real Academia Española, es una locución coloquial que “indica que cada uno debe cargar con las consecuencias derivadas de sus actos”. Para el refranero virtual del Instituto Cervantes “manifiesta que cada uno ha de sufrir lo que se merece o lo que le corresponde”.
(Algo tendrá el agua cuando la bendicen)
Recompensas no concedidas (Baler, Krasny Bor) o proscritas (Edchera)
Uld Baba
Andrada
¿Saben ustedes que un español saharaui consiguió la Medalla Militar Individual por su actuación en el desastroso Combate de Edchera? Seguramente no, lo que no es de extrañar, pues incluso los propios miembros de la antigua Agrupación de Tropas Nómadas lo desconocen en su práctica totalidad. Hoy en día no se conserva ni una mala fotografía suya.
¿Conocen que el Capitán de Artillería D. José María de Andrada-Vanderwilde y Bachoue de Barraute 1, fue el único que aguantó el ataque soviético en Krasny Bor sin abandonar la posición que ocupaba su 9ª Batería en el extremo Este de la segunda línea del despliegue español? Pues no hubo Medalla Militar ni para él ni para su batería, a pesar de que solo abandonó el frente tras orden por escrito y previo relevo por una unidad Alemana; y eso tras haber destruido varios carros T-34 y KV-1, y perdido 43 hombres, de un total de 64, y abandonar solo dos piezas de 105 mm, previamente inutilizadas.
¿Estamos ante ejemplos de que las recompensas muchas veces se condicionan a la política o a intereses bastardos? Desgraciadamente, la Historia nos demuestra que sí.
Veamos, en el ámbito de la Guerra Hispano-Norteamericana, otros ejemplos de recompensas poco proporcionadas. Ello nos va a llevar, al final, a conocer mejor las circunstancias y actuación de algunos personajes del Ejército de Cuba, y al Gobierno de la época. Cuestión que considero obligada como complemento al libro de D. Ramón Auñón.
Nadie puede, por lo tanto, censurarnos de “parciales” como lo ha hecho la Armada en el IHCM (Instituto de Historia y Cultura Militar del Ejército de Tierra).
En relación con la Hazaña de Baler, protagonizada fundamentalmente por el Teniente Saturnino Martín Cerezo y el destacamento a su mando, quedó claro que el mando militar tardó en reconocer los méritos del oficial y sus subordinados, quienes habían resistieron durante más de 11 meses (337 días) todo tipo de ataques, asaltos y calamidades. El reconocimiento fue lento (ver cuadro), pasando la mayoría de la prensa, sometida en su mayoría al poder politico (¡qué modernidad!), y ante el clamor popular, de tratarlos como “amotinados” a compararlos con los defensores de Numancia. Al compás del mismo sinsentido se fueron premiando parcialmente los méritos aquellos heroes.
Baler. Recompensas y condecoraciones |
Observaciones |
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8-VII-
1899 |
El General Jaramillo, y los oficiales de Infantería de Manila, entregaron a los héroes una artística placa artesanal de oro y plata –oro y brillantes para los oficiales– | Jaramillo fue el último Gobernador español tras el fin de la guerra, en comisión liquidadora hasta 1900. |
28-IX- 1899 |
Concesión de ascensos, Cruces y pensiones. Martín Cerezo es ascendido a 1er Teniente y a Capitán (en reserva). Por dos periodos: hasta el 7 de agosto de 1898 y el final. |
La Tropa recibió dos Cruces de Plata del Mérito Militar con distintivo rojo y pensión vitalicia mensual de 7’50 pesetas. |
5- III- 1901 5-III- 1901 |
Concesión de la Laureada al Comandante de Infantería D. Enrique de Las Morenas y Fossi (muerto de capitán a mitad del sitio). |
Se puede apreciar el desfase a favor del Capitán De las Morenas (muerto el 22-XI-98), habiendo durado el sitio hasta el 2-VI-99).
Las pensiones concedidas por el Ministro, General Arsenio Linares (ver más adelante), excluían a los dos tenientes y el oficial médico, sostén de la hazaña. |
11-VII- 1901 |
Concesión de la Laureada al Capitán de Infantería D. Saturnino Martín Cerezo. |
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9-V-1904 |
Pensión a la viuda del ya Comandante De Las Morenas. |
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6-V-1908 |
Pensión concedida a la tropa del destacamento de Baler. |
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30-V- 1911 |
Proposición de Ley concediendo una pensión a Martín Cerezo, Alonso Zayas y Vigil de Quiñones; no prosperó por oponerse el Ministro de la Guerra, General Agustín de Luque y Coca (Ver más adelante) |
Luque ascendió de cadete a coronel en ¡ocho años! (1868 a 1876). Propuesto para la laureada en el 98. Progresista, republicano, y muy “politico” (cuatro veces ministro), etc. |
Martín Cerezo llegó a general en la reserva, en 1930, con 64 años y tras luchar administrativamente cada ascenso. Luchó también para que se cumplieran las promesas hechas a sus hombres, y a sus familiares, incluso denunciando “el ridículo regateo con los que a España dieron gloria”. Llegó hasta Alfonso XIII porfiando igual pensión que la viuda del Capitán De las Morenas, para él, el otro teniente y el médico, saliendo decepcionado de la actitud real. |
Dos de los defensores de Baler con la Placa (Canarias 1941)
Al mencionar los “incomprensibles” hechos posteriores al Desastre del 98, es obligado tratar de dar luz, al menos, a los relacionados con Baler. Se ha mencionado a los posteriores Ministros de la Guerra Linares y Luque, y sus “peculiares” negativas a conceder la misma pensión a los tenientes que se había concedido al Capitán de las Morenas. Hablemos pues de ellos, porque sus circunstancias son esclarecedoras y trascendentes para la historia del “Desastre” y de España.
Santiago de Cuba en 1898: situación y circunstancias 2
Arsenio Linares Pombo (22-X-1848, 7-VIII-1914) ingresó en el Colegio de Artillería de Segovia, pero causó baja por bajo rendimiento escolar, siéndole concedido, a instancias de su padre, el empleo de subteniente de infantería por el Subsecretario de la Guerra, General Joaquín Jovellar Soler. Su decantamiento a favor de la Revolución “Gloriosa” de 1868 le valió el empleo de teniente. Al respecto, es obligado decir que el entonces Brigadier Jovellar era Subsecretario del Ministerio de la Guerra desde 1863 y que en 1866 combatió resueltamente a la sangrienta sublevación progresista de “Los Sargentos de Artillería del Cuartel de San Gil”, promovida por el General Prim, pero, considerando que no era suficientemente premiado, se adhirió a la masónica Revolución de 1868.
Aunque Linares combatió a los carlistas, en 1871 era ayudante de campo del Brigadier Victoriano de Ameller, Subsecretario de la Guerra. Pasó a Cuba en varias ocasiones y volvió a la Península en otras, participando en la Tercera Guerra Carlista, pero alternando destinos en el Ministerio de la Guerra, como el de ayudante del Capitán General de Cuba, General Jovellar, que llegaría a ser Ministro de la Guerra y de quien volvió a ser ayudante de campo en el Ejército del Norte y, más tarde, de nuevo en la Capitanía General de Cuba. En 1876 realizó allí numerosas “misiones reservadas” (sic) para desactivar la insurrección, terminando el año de nuevo “en campaña”. Ascendió con 29 años a teniente coronel en 1877. Una carrera no precisamente lenta a la sombra de un poderoso padrino, con cuya, hija Mª Rosa Jovellar, se casó en 1878. Acompañó a su suegro a la Capitanía General de Filipinas entre 1883 y 1885, ascendiendo a general de brigada en 1889.
En 1895, Martínez Campos le nombró jefe de la Brigada de San Luis, con zona de operaciones próxima a Santiago de Cuba, donde combatió a Maceo en la Sierra Maestra, siendo recompensado con la Gran Cruz Roja del Mérito Militar, pensionada. También le combatió al año siguiente en la zona de La Habana, proponiéndole Weyler para general de división. Con ese empleo, su tío, el Teniente General Bargés, Jefe del Cuerpo de Ejército (C.E.) de Santiago de Cuba, le dio el mando de la 1ª División del mismo en 1897, con la que volvió a combatir a Maceo en Sierra Maestra y Baracoa. Reestructurado el citado cuerpo de ejército, mandó la División de Cuba y la Comandancia General de Santiago, logrando acabar con la vida de Maceo, fortificando los pasos de la sierra, y ejecutando una operación anfibia en Baracoa, consiguiendo otra Gran Cruz Roja, una igual del Mérito Naval y la Gran Cruz de María Cristina, similar y origen de la Medalla Militar.
Por entonces Estados Unidos arreció sus presiones a España para que le cediera Cuba y, tras el magnicidio de Cánovas a mediados de 1897, nunca explicado ni investigado seriamente, la Regente dio “inexplicablemente” el poder a los liberales progresistas encabezados por el masón Sagasta (había sido Gran Maestre y Grado 33º, Hermano .·. Paz), quien nombró Ministro de Ultramar a Segismundo Moret, también declarado masón “grado 33” (H.·. Cobden). El nuevo Gobierno cambió todos los Capitanes Generales de Ultramar y mandó a Cuba al Teniente General Ramón Blanco Erenas, masón (H.·. Barcelona), quien dos años antes había tenido que ser relevado en Filipinas por su inutilidad, o connivencia, con la sublevación tagala. Blanco, Marqués de Peña Plata, hasta entonces Jefe del Cuarto Militar de la Reina Regente, y quien se ofrecía reiteradamente para mandar la Capitanía General de Cuba, llevó como “Segundo Cabo” de la Capitanía al General González Parrado (H.·. Jesucristo), quien había ocupado igual puesto con él en Filipinas (F. Ferrari Biloch: La masonería al desnudo, 1939).
Una de las múltiples calificaciones del Capitán General Blanco
En abril de 1897 Weyler había organizado el Ejército de Cuba en ocho divisiones encuadradas en tres cuerpos de ejército: el de Occidente -I- (1ª División en las provincias de Pinar del Río, La Habana y Matanzas; 2ª División en Las Villas), el del Centro -II- (3ª División en Sancti Spíritus -Las Villas-; 4ª División en la Trocha Militar Júcaro-Morón; 5ª División en Puerto Príncipe -Camaguey-) y el de Oriente -III- (6ª División en Manzanillo, 7ª División en Holguín y 8ª División en Cuba -Santiago de Cuba-). El Capitán General Blanco, su successor, nombró a Linares Jefe de Estado Mayor del Cuerpo de Ejército Oriental del Sur, nombramiento que no gustó al segundo, quien pidió destino en la Península alegando paludismo. Ante ello, Blanco le propuso para el ascenso a teniente general, empleo que le fue concedido el 4 de mayo (ya perdido Cavite), aunque permaneciendo al mando de la a División de Cuba (Santiago de Cuba).
Inferioridad permanentemente buscada
Pero, precisamente por entonces, el Capitán General Blanco modificó la estructura de sus fuerzas, creando un nuevo III Cuerpo de Ejército (Puerto Príncipe), en base a parte del Central y la división de Holguín desgajada del de Santiago, quedando este último numerado como IV y solo con las divisiones de Manzanillo y Cuba -Santiago de Cuba- (Órdenes de 22 de abril de 1898, y modificaciones a la misma de 12 y 15 de mayo). Ninguna necesidad había para ello, al menos confesable, quedando muy mermada de fuerzas la provincia más infectada por la subversión mambí, y la que casualmente fue atacada por los norteamericanos siguiendo el ejemplo del malogrado ataque inglés tras la derrota de Vernon en Cartagena de Indias (1741), eludiendo como ellos la muy bien defendida Habana. Linares fue nombrado jefe de ese menguado IV C.E. (Santiago de Cuba).
“Rigodon” de la escuadra previo a Martinica
Derrotas de las escuadras y cables sumarinos.
La trampa de la “falsa batalla” estaba armada. Se completó el 19 de mayo cuando entró en Santiago de Cuba la Escuadra del Contralmirante Cervera, en lugar de haber ido a Puerto Rico según las órdenes formales que tenía; esto quedó demostrado por que el destructor Terror, que se quedó descolgado en Martinica por avería, llegó poco después a San Juan sin novedad. La excusa mayor de Cervera fue que no tenía carbon, a pesar de haber despreciado las 2.300 toneladas que le ofreció el trasatlántico-hospital-carbonero Alicante en Martinica; más tarde, en la bocana del puerto de Santiago de Cuba el día 24, se dejó arrebatar un barco carbonero por un débil crucero auxiliar. Además, en esa fecha prácticamente había repuesto sus niveles de combustible y abastecimientos. Para finalmente ser formalmente bloqueado el 30, pero solo por, en ese momento, los tres grandes buques del Comodoro Schley (él contaba con cuatro y los dos destructores). Por cierto, estando Cervera en Martinica, la mitad de la escuadra yanqui (Almirante Sampson) bombardeó los fuertes y la ciudad de San Juan de Puerto Rico, prácticamente con nulos efectos, retirándose luego al continente a reponer munición y reparar impactos de nuestra artillería. Dado que en Martinica había cable telegráfico submarino, es seguro que ello lo supo el cónsul español en la isla francesa; curiosamente Cervera “no se enteró” y salió para Curasao (isla holandesa; donde también había cable submarino) dejando al Terror con órdenes de ir a Puerto Rico. La distanci de Martinica a Puerto Rico (incluso de Curasao) es menor que la de ir a Santiago de Cuba. También pudo haber llegado a Cienfuegos, mejor puerto, más defendido y con enlace por ferrocarril con La Habana. Inexplicable, o algo muchísimo peor, a la vista de lo recogido en el libro de Auñón.
Según el Anuario Militar de 1898, en cifras oficiales que se pueden tomar como referencia, España contaba en Cuba con casi 250.000 soldados aclimatados, entrenados y aguerridos (248.457 exactamente, unos 82.000 de ellos “voluntaries”locales), pero solo 36.582 en la zona oriental (provincia de Santiago de Cuba). Y, de ellos, por obra de las reestructuraciones del General Blanco (descontados los 8.364 de la División de Holguín), “solo” 28.218 hombres estaban a las órdenes directas de Linares, quien disponía únicamente de 12.096 hombres en la ciudad de Santiago de Cuba (S.C.) y sus alrededores (9.430 en el campo atrincherado y avanzadas, más 2.666 en la población de San Luis al Norte, a los que luego se unieron unos 1.000 marinos e infantes desembarcados ¿con cañones de desembarco y ametralladoras?); el resto estaba distribuido entre las diferentes guarniciones (8.668 de la División de Manzanillo, 5.992 de la División de Guantánamo, 720 en Sagua y 742 en Baracoa).
Los oficialmente 16.888 yanquis del Cuerpo de Ejército del General Shafter contaron con el apoyo mambí (unos 2.000, además de partidas en el interior de la provincia ‘cercando’ las superiores guarniciones españolas), totalizando unos 20.000 hombres frente a los 28.000 que disponía orgánicamente Linares. Es decir, ninguna superioridad useña. Que hubiera sido mucho menor si, además de la Columna Escario que atravesó combatiendo 290 km por la dura Sierra Maestra, y se incorporó antes de la rendición a Santiago con unos 3.300 hombres, hubieran actuado otros tantos de la División de Guantánamo (General Pareja) atacando por retaguardia al invasor, y similar número de la de Holguín, mandada por el General Agustín de Luque y Coca (a 100 km de la posición de San Luis y por terreno casi llano), reforzando Santiago. Todo lo que se ha escrito justificando la inacción de Luque y Pareja, magnificando el cerco de las partidas cubanas, la falta de acémilas y la imposibilidad del enlace (ni siquiera por telegrafía óptica o por palomas mensajeras), e incluso falta de carácter en los generales, son más bien excusas que aparentemente encubren órdenes superiores de que no actuaran.
1 Revista Ares nº 40, noviembre 2014.
2 Los Misterios del 98, Rovira y Manrique, Galland Books, 2017.
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