24/11/2024 03:06

No dejo de escuchar a personas aparentemente sensatas y preocupadas por la verdad su estupefacción ante las malevolencias y engaños de los poderosos y de sus secuaces. Llevan años y años sufriéndolas y aún se preguntan por su causa y su finalidad. No entienden nada. «¿Es posible?», se interrogan a sí mismos o a su interlocutor. Pero la cuestión hay que enfocarla desde otro ángulo. ¿Cómo es que, a estas alturas de la película, esta gente sigue sin entender malevolencias y codicias, oportunismos y psicopatías?

Probablemente, el error de esas preguntas y lamentaciones estriba en que les gustaría recibir del exterior un regalo que sólo pueden conseguir ellos mismos, con su propio esfuerzo. Nos empeñamos en encontrar una solución milagrosa y gratuita; y, más acá, en hallar un sentido a las cosas y a las actuaciones de nuestros semejantes a pesar de su reincidencia, pero lo cierto es que, llegado el caso, cuando los hechos no son casuales, sino motivados por la propia naturaleza del prójimo, de la sociedad o de la época, las causas y las finalidades están harto esclarecidas. Por lo tanto, tienen el sentido de su realidad, es decir, de su valor intrínseco; otra cosa es que nosotros queramos o seamos capaces de dárselo.

 Ahora bien, dado que el individuo no puede interpretar los hechos sino de forma imperfecta, si su deseo es obtener una respuesta consoladora y tiene una mínima inquietud intelectual, ha de acudir a la religión, a la filosofía, al arte o a la poesía. Lo terrible en ciertos períodos de la historia, como el que nos ocupa, es que dicho individuo que se afana por poner orden en el desorden y armonía en el desconcierto, se encuentra con que no existe religión, filosofía, arte, ni poesía, o si existen no están en el escaparate o circuito comercial correspondiente, pues sólo se dan en minorías, marginadas además por los cauces oficiales.

Desde luego, el camino de la justicia, de la dignidad y de la excelencia no será nunca el camino de todos, y menos aún el de aquellos que imponen la historia del hombre desde las tribunas de sus imperios y potestades. Por consiguiente, la Tierra jamás será un paraíso ni la humanidad se reconciliará con la armonía de la naturaleza. Los malvados gobernarán casi siempre y alimentarán su maldad y su baja ambición; los indiferentes les seguirán, obsequiosos o ceñudos, y algunos pocos, al margen, se enfrentarán a la iniquidad y a la fuerza arbitraria buscando la utopía de la salvación, porque lo incuestionable es que la lucha frente al mal debe permanecer eternamente.

Por supuesto, quien se empeñe en buscar la verdad nunca acumulará riquezas, sino ultrajes; será odiado, provocado y perseguido; sacrificado mediante intrigas y calumnias; humillado con destierros, juicios falsos y demás soledades. La deshonra pública es el premio que suelen dar los indignos a quienes luchan por enaltecer la vida del ser humano. Ninguna virtud del hombre independiente será reconocida por la muchedumbre ni por sus dirigentes. Las trampas de los amos, las mentiras de sus sicarios, la miseria e injusticia causada por ambos, siempre serán aceptadas por la sociedad como algo normal e incluso consideradas adecuadas en muchas ocasiones. Por el contrario, la abnegación del hombre libre, su rebeldía y su lucha social, serán vistos por unos y otros como argucia y pretexto de una ambición oculta. Y se llegará al extremo de maltratarlo, lapidarlo y crucificarlo.

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No obstante, a pesar de lo antedicho y paradójicamente, los descontentos son incalculables, incluso los propiamente rebeldes son muchos en apariencia. Por su suma tendría que ser normal la imagen de una humanidad sin injusticia. Pero uno tiene un partido por la tele y no acude a la reunión emancipadora prevista. El otro está agotado tras su duro trabajo y se ha dormido. Aquél sufre de romadizo y no está para charlas. Éste tiene que cuidar de la abuela o recoger las patatas de la huerta. El vecino se ha quedado en el paro y no sabe cómo hará frente a la hipoteca de su casa en el futuro. Ése ha tenido una discusión con el jefe y se halla confuso con su porvenir laboral. El de enfrente, sin voluntad ni criterio, se muestra desdeñoso a todo lo que no sea complacer su hedonismo. El de más atrás, tibio y voluble, se ha dejado convencer por los esbirros del sátrapa. Y el de delante tiene que llevar al niño al médico y después hacer la compra, porque su mujer trabaja. Por todas estas cosas goza de tranquilidad el poderoso.

El caso es que detrás de cada ley injusta hay una hueste armada o una policía política al servicio del abuso. Detrás de cada decreto socialcomunista y de sus cómplices, la sombra de un verdugo. Cada editorial mediático de los apesebrados, cada fiesta anual de los pervertidos, cada homilía de los obispos progres, cada sentencia de los jueces venales, cada adoctrinamiento LGTBI a tus hijos y nietos, cada manifestación educativa de los políticamente correctos, cada patera arribada a tus costas, cada firma de tu rey desleal, te costará buena parte de tu salario, de tu dignidad como persona, de tu familia, de tu patria y de tu vida. Piensa si te conviene permanecer así, humillado ante la tiranía de los bandidos, de rodillas bajo los bates de beisbol de los asaltantes.

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Si aspiras a comer de las migajas que te arrojan los malhechores, si tu deseo es adular a los poderes áulicos y pasear a sus perros por los jardines del alcázar, si tu afán consiste en dormir confortable en los establos palaciegos, entre el calor de las bostas de sus rocines; si tu fin es alabar las decisiones del déspota; si te propones sobrevivir siempre en tal esclavitud, ética y mentalmente tullido, nadie podrá hacer nada por ti, darte ningún consejo.

Pero, disculpa mi insistencia: medita responsable y cabalmente si te conviene mantenerte humillado ante el abuso y la perversión de los gobernantes, de rodillas bajo las hachas exterminadoras de los salteadores.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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