23/11/2024 10:59

 

Según parece el PP ha ganado las elecciones europeas, creciendo dos escaños y superando a Sánchez en cuatro puntos. En contrapartida, el partido de Sánchez ha perdido 700.000 votos, pero consigue veinte eurodiputados. De inicio la conclusión sería: el PP tiene cuesta arriba cualquier victoria, mientras que Sánchez tiene un suelo sembrado de fieles sumamente firme. Las restantes circunstancias son una pura anécdota. Sumar lleva el mismo camino de Ciudadanos, aunque la Yolanda se empeñe en negarlo. Sus misma cúpula le restriega por la cara que han fracasado y que hay que meditar, en profundidad, la estrategia seguida hasta el momento. Estrategia que en el Consejo de Ministros se contempla sumamente difícil de mantener. Su presencia y actuación gubernamental no parece que le vayan siendo de utilidad al presidente Sánchez.

Y puestos a recapacitar, varias cuestiones aparecen producto de los resultados electorales, siendo principal que España no ha seguido la senda de la mayoría de las naciones europeas. Francia, Italia, Países Bajos, Alemania, Polonia, Austria…, le han dado un revolcón a la Agenda 2030 y al NOM. Francia convoca elecciones, Bélgica no tiene primer ministro y en Alemania el canciller socialista y los verdes se restriegan las heridas. Aunque, a fin de cuentas, la U. E. no es sino un gran pacto en el cual todos desean salir contentos y lo logran, a base de cesiones, concesiones y trueques. La actual Unión Europea es la contrarreforma de aquel Mercado Común de los Adenauer, Monnet, junto con los venerables Schuman y De Gasperi. Ahora lo que impera es la ideología de género y la promulgación de normas que menoscaben la soberanía de los Estados miembros, con una inmensa catarata de burocracia. Y son los partidos que se tildan de ultraderecha quienes proclaman que este no es el camino que debe seguir Europa, sino que, por el contrario debe volver a sus raíces y recuperar el sentido histórico de su supervivencia.

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Obviamente, se acabó la fiesta, pero ello no significa que se acabe el baile. En España proseguirá con más intensidad.

En nuestro país el ciudadano no se ha inmutado ante los múltiples casos de corrupción, de nepotismo, de ocupación de las instituciones, de descalificaciones a la judicatura, de manipulación del derecho a la información, de la creciente deuda pública, de la alta presión fiscal, del uso progubernamental de la fiscalía, y, para acabar, del uso y abuso de instituciones públicas que debieran ser neutrales, imparciales, como la presidencia del Congreso o el impresentable CIS.

No, a demasiados millones de españoles todo ello no les interesa ni les afecta en modo alguno; para ellos impera la lealtad inquebrantable a unas siglas, aunque tengan que votar con las entrañas.

Debido a ello, España por ser diferente, no tiene ningún resquemor ni empacho en votar una ideología que la aparta completamente de sus raíces históricas, sociales, cristianas, y que la lleva de la mano hacia una sociedad completamente domesticada mediante el subsidio, el adoctrinamiento, la mentira y la fabulación de la verdad. España es tan diferente que su presidente Sánchez y la vicepresidente Díaz, la okupa de su ministerio, son objeto de mofa por parte de un ministro de Asuntos Exteriores, mientras el pueblo español sigue paseando a su perro, ocupando las terrazas, sumiso a la idea única, ajeno a la contradicción y, por descontado, conforme con seguir manteniendo un enorme despilfarro público. Nada de todo ello le ha sido juzgado ni recriminado a Sánchez, sino, por el contrario, completamente obviado. Cabe preguntarse qué estaríamos viviendo si en lugar de Begoña Gómez o David Sánchez, los protagonistas fuesen Ana Botella o Manuel Aznar. El motín de Esquilache o el 2 mayo serían simples juegos de niños ante las algaradas callejeras montadas por los comegambas y los guardias de asalto de Ferraz, con las diligencias raudas de los fiscales adscritos al ideario NOM.

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No, sin duda alguna España es diferente, pues aun perdiendo el socialismo siempre gana y, aun ganando, los “otros” nunca merecen vencer. Aunque quizás les convendría meditar por qué sufren tal paradoja; igual es un problema de discurso, de valentía y de liderazgo. Tres características que se van echando en falta.

Francisco Gilet

Colaborador de Enraizados.

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