La joven Germaine Cousin entró en el cielo como un relámpago. Su cuerpo apareció incorrupto, excepcionalmente conservado, 43 años después, en 1644, cuando se abrió su sepultura ante el altar de la iglesia de Pibrac, cerca de Toulouse (Francia), para dejar sitio a una mujer noble de la región.
La santa nació en 1579 en Pibrac, en una familia de granjeros. Desde pequeña, padeció de una tuberculosis crónica de los ganglios linfáticos del cuello, enfermedad originada por una subnutrición, la cual perjudicaba su visión y movimientos faciales. Su mano derecha estaba deformada. Su madre murió cuando ella tenía 3 años y su padre se volvió a casar con otra mujer que quería a la niña lejos, por vergüenza y por evitar el contagio. Sufrió tal abandono que se puso a gatear para comer del mismo plato que el perro. En una ocasión, fue abandonada por su madrastra tres días en el corral y en otra, le echó por encima agua hirviendo. Para no verla, le encargaron cuidar de las ovejas como pastora, en el monte. A partir de los 9 años, (cuando nacieron sus hermanastras) empezó a dormir debajo de la escalera del establo. Por la noche, servía como sirvienta mientras tenía prohibido hablar con sus hermanastras, las cuales le ponían ceniza en la comida y ensuciaban su ropa con brea. Todos se burlaban de ella en el pueblo, la insultaban y la maltrataban. Por esta razón, es patrona de los niños abandonados y de las víctimas de cualquier abuso y maltrato, especialmente niños. Además, es la verdadera Cenicienta.
El cortesano napolitano, poeta de los nobles, Giambattista Basile, nacido en 1583, cuatro años más tarde que nuestra santa, la conoció directa o indirectamente puesto que recopilando diversos cuentos orales europeos, escribió el de La Cenicienta. El cuento fue publicado de manera póstuma por su hermana en 1635, fue adaptado por Charles Perrault en 1697 y luego por los alemanes Hermanos Grimm en el siglo XIX. Esta versión inspiró finalmente a Walt Disney que lanzó la secuela directa de la película en 1950 por medio de Walt Disney Animation Studios. El encantador príncipe con el que baila Cenicienta no es otra persona que NSJC.
El alma de Germaine fue un desierto de miseria y soledad. El único amigo que pudo encontrar en sus paseos silenciosos por el monte fue Dios. Su padre y su madrastra solo le permitían salir de casa para ir a la iglesia, sin acompañarla. Ella intentó convertirlos pero todo fue en vano. El cura de Pibrac notó como, todas las mañanas acudía con fervor a la celebración de la misa, sin poder comulgar ni asistir a la catequesis. Muchos se sorprendieron de que durante esos ratos en el templo, ninguna de sus ovejas causara daños en los campos vecinos, sufriera un ataque de los lobos o se perdiera. En realidad, el ángel de la guardia de la niña cuidaba los animales en su ausencia, pues Dios le había otorgado uno de sus 7 arcángeles para acompañarla. Años después, una anciana del pueblo atestiguó haber visto detenerse el río cuando un día Germaine lo cruzó para ir a la iglesia. En el monte, como no sabía leer, se habituó al rezo de oraciones sencillas, del ángelus y del rosario, habiendo elegido a la Virgen como madre. «Querido Dios, por favor, no me dejes tener demasiada hambre o demasiada sed. Ayúdame a complacer a mi madre. Y ayúdame a complacerte», pronunciaba mirando al cielo. Con los mendigos compartía su poca comida y a los niños que la cruzaban por la calle les hablaba de Dios. Su bondad y su piedad fueron cada vez más conocidas, lo cual, lejos de apaciguar a su madrastra, más bien la enfureció. Un día, vio salir del granero a un mendigo al que Germaine había dejado dormir. “¿Qué llevas ahí?”, espetó la madrastra, pensando que había robado comida para dársela al pobre. Cuando Germaine abrió su delantal, de él cayeron un montón de flores. La joven cogió una de ellas y le dijo: “Por favor, acepta esta flor, madre. Dios te la envía en señal de su perdón”. Aquello debió de conmover a su madrastra, que poco después invitó a la joven a volver a vivir con ellos en casa. Sin embargo, ella ya se había acostumbrado a su colchón relleno de sarmientos y a sus soledades con Dios. Además, al final de su corta vida, Dios permitió a Lucifer probar su fe, hasta hacerla desaparecer completamente. Ella conoció entonces la noche oscura del alma, llegando a decirle al Señor: “Acepto ir al infierno para siempre. Me lo merezco y allí, te amaré”.
En junio de 1601, su padre la encontró muerta en el suelo. Santa Blandina, habiendo entrado suavemente, la había despertado sin ruido, llenando de luz el establo y susurrándole: “Germaine, levántate, es la hora del Señor”. Ella reconoció a la santa y pudo ver la totalidad de su martirio, ocurrido en Lyon (Lugdunum) en el año 177. Contempló como, atrapada en una red, fue lanzada ante un toro bravo que la arrojó al aire en varias ocasiones. Le preguntó a Blandine “¿entonces tú también, en este momento, perdiste la fe?”. A continuación, Blandine llevó a Germaine hasta la Santa Virgen y luego pudo ver a Jesucristo en Su gloria.
Su fama de santidad hizo que el cura de Pibrac la enterrara con un vestido de novia y una corona hecha de flores y espigas doradas de centeno, pero desgraciadamente, pronto desapareció de la memoria de la gente. En 1793, durante la Revolución francesa, su sepulcro fue profanado por los revolucionarios anticristianos. Echaron cal encima aunque el sepulcro sólo se dañó en las partes alcanzadas por la cal y el resto quedó intacto. En total, más de 400 milagros se le atribuyen a Germaine Cousin, ejemplo de humildad, de sufrimiento ofrecido, modelo para los débiles, enfermos y desheredados, catequista espontánea de los pobres en un contexto de guerras de religión entre católicos y calvinistas. En 1867, fue declarada santa en Roma por el papa Pío IX. Es la actual patrona de la diócesis de Toulouse.
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