23/11/2024 10:44

Me escribía esta semana un lector a propósito del artículo titulado “…Y trabajan de profesores”, apuntando que los casos descritos en él eran peccata minuta comparados con el adoctrinamiento diario en Cataluña y, concretamente, en lo que respecta a la educación sexual que se imparte en toda España. Una “formación”, esta última, que supone, cuanto menos, una banalización del acto sexual y una inducción a prácticas de riesgo. O dicho más duramente: una intromisión en las conciencias infantiles que a menudo traspasa la línea de la irresponsabilidad para entrar de lleno en el delito de perversión de menores. Aprovecho estas líneas para agradecerle a esta persona la puntualización e información aportada, que sin duda pone el foco en una de las vías de adoctrinamiento más eficaces y disolventes. Y, en relación con este mismo asunto, reproducimos aquí la imagen que me envía un profesor de Madrid, de la postal galardonada con el primer premio a la mejor tarjeta “navideña” en su instituto: Ni más ni menos que un Papá Noel ceñudo y travestido, enroscado en torno a una barra de “pole dance”. Es decir, un motivo ajeno por completo al espíritu navideño, nada edificante y contrario al mensaje de paz y amor que presuntamente debería impregnar esta celebración. Lo cual conduce, inevitablemente, a preguntarse por qué se premia –y fomenta– algo así, y qué clase de degenerados están al mando en ese instituto.

Por supuesto, hay casos más graves que otros y resultaría imposible abarcar los infinitos ejemplos de adoctrinamiento que se producen a diario en las aulas de España. Pero tampoco pretendemos agotar el tema y sería descabellado siquiera intentar recoger los casos que se producen diariamente sólo en Madrid. Pero sí creo que sería útil que cada cual, en la medida de sus posibilidades, pusiera en conocimiento público los casos que conozca. Porque siempre será más difícil tapar un clamor que unas pocas voces.

Por ejemplo, a propósito del mismo artículo, otro docente me refería una experiencia personal en su centro, que ilustra de forma muy elocuente el sectarismo de los de siempre. Por lo visto, una profesora le comentó muy preocupada a este “compañero” que “había que prestar mucha atención y controlar” a cierto alumno porque tenía una “actitud e indumentaria propias de la extrema derecha”. Sin embargo, un chico marroquí que defendía sin ambages el exterminio sistemático de los judíos en el siglo XX, lo dijo un día en su presencia y ¿ qué hizo ella? Le mandó “a reflexionar” un rato… y ya. Ni una amonestación por escrito, ni llamada a los padres. Eso fue todo. La profesora en cuestión no expresó su escándalo ni su preocupación ante el claustro de profesores, ni les transmitió personalmente a cada uno de ellos que estuviesen alerta. Al parecer, como el chico era marroquí, no era necesario ni urgente concienciar al resto de compañeros del peligro que entrañan ciertas actitudes y discursos, ni proponer ningún seguimiento o vigilancia especial de dichas “actitudes”. Hay quien llama a esto discriminación positiva.

Lo cual me lleva, por cierto, a relatarles brevemente otro caso “curioso” acaecido recientemente en otro instituto: un Jefe de Estudios le comenta al tutor de un curso de 1º de la ESO (12-13 años) que ha habido un “incidente” entre Z y J, y que sería deseable reunir al equipo docente para cambiarles de ubicación en clase, ya que estos chicos se sientan juntos. No hay pruebas de agresión, pero es seguro que sí hubo intimidación del primero al segundo. Para poner en contexto: el marroquí Z mide 1,70 y el español J apenas 1,40. Y por ampliar un poco el panorama, el citado chaval marroquí gozaba de antecedentes: primero, una agresión a un compañero, golpeándole el pómulo derecho, que provocó una queja formal de la familia; y, poco después, el mismo matón fue expulsado un mes por agredir a otro chico rompiéndole las gafas y luxándole la mandíbula. Dichas agresiones, sumadas a insultos y comentarios ofensivos hacia otros chavales y niñas, naturalmente, hacía que éstos le tuvieran miedo.

Pues ¡ojo! al correo del jefe de estudios, esto es, un “superior” administrativo, indicando la medida tomada y la sugerencia al tutor para resolver el mencionado conflicto entre Z y J: “Hemos hecho (sic) un encuentro entre ambos alumnos, y se ha firmado un acuerdo restaurativo (sic) para evitar más situaciones similares. De todas formas, sería importante revisar la situación de estos alumnos en el aula, que puedes consensuar con el equipo  docente”.

En consecuencia, se cambia de sitio a Z ese mismo día y, antes de que finalice la hora de clase, Z insulta gravemente en árabe a su nuevo compañero de pupitre. Traducidas por otro marroquí, las palabras exactas fueron: “sucio perro miserable”. Al día siguiente, los insultos en árabe –traducidos, “vete a la mierda”– van dirigidos al profesor.

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Ahora, ¡adivinen las medidas adoptadas por Jefatura de Estudios y el director! Esperar a que el alumno tenga tres amonestaciones similares más… para considerarlo ¡una falta grave!

Esto en el mismo centro educativo en que la Jefatura de Estudios retiró de una clase una bandera de España puesta por los alumnos… mientras los chicos marroquíes acuden al instituto vistiendo el chándal de Marruecos y decenas de chicas van cubiertas con hiyab. Un equipo directivo que considera a los alumnos de origen marroquí “tan españoles como tú y como yo” por haber nacido en España, pero “respeta” –es decir, permite y alienta– que no tengan las mismas obligaciones que el resto en virtud de “su” cultura.

En Madrid, sí; en Madrid. Ese “oasis de libertad”, según nos cuentan los palmeros del PSOE azul.

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Antonio

Estimado Filípides, corredor ateniense. Lo que pase en las aulas se queda en las aulas…Llevamos 9 programas educativos desde 1975 y no sirven «pa ná». Lo que comenta me suena mucho, pero a seguir caminando… Arrieritos semos.

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