El pasado 20 de diciembre de 2023, falleció Isabel María Chamorro Gómez, tenía 88 años. Había pasado la última etapa de su vida en una residencia de Jaén capital. Al día siguiente de su muerte recibió cristiana sepultura en Bélmez de la Moraleda. Años antes, en 2002, le había precedido en su marcha hacia la Casa del Padre, su hermana, Amparo.
Estas dos mujeres eran las únicas supervivientes de una familia numerosa que se refugió en el Santuario de la Virgen de la Cabeza en 1936, y la más castigada, sin ninguna duda, por el penoso Asedio al que fueron sometidas las fuerzas de la Guardia Civil de la Comandancia de Jaén. Dado lo sensibilizado que estoy con todo lo concerniente al Asedio al Santuario, así como el cariño inmenso que siempre profesé por las hermanas Chamorro, voy a escribir este artículo como sentido homenaje a estas dos mujeres ejemplares, que soportaron un cruel cerco en el Santuario, perdiendo allí a todos sus seres queridos, sufriendo posteriormente una dura posguerra, con carencias de todo tipo (tanto materiales, como afectivas), y que si se abrieron camino después en la vida fue gracias a su propio esfuerzo, a la ayuda de algunos miembros de la Guardia Civil y al amparo de Dios, en cuyo seno ya se encuentran.
Vayamos a la historia: el 18 de agosto de 1936, ya está el grueso de la Comandancia de la Guardia Civil de Jaén en el Santuario de la Virgen de la Cabeza, cerca de Andújar, en plena Sierra Morena. Una de las familias allí refugiadas es la formada por el guardia Miguel Chamorro Sánchez, su esposa, Isabel Gómez Cámara, y siete hijas: Juana, Ana, Carmen, Amparo, Remedios, Francisca e Isabel María. También estaba, junto a ellos, el guardia Francisco Gutiérrez Ulines, novio de la hija mayor de la familia Chamorro.
Sólo sobrevivieron al penoso Asedio al que fue sometido el Santuario dos hermanas: Amparo, que tenía quince años cuando cayó el Santuario, e Isabel María, de dos años. Los demás murieron de la siguiente forma: Francisco Gutiérrez Ulines intentó cruzar las líneas enemigas en los primeros días de la sublevación para, con el permiso del capitán Cortés, llegar hasta Córdoba para hacer saber a los nacionales, que ellos, los guardias civiles de Jaén, no se habían rendido, sino que seguían resistiendo en el Santuario. Gutiérrez Ulines no llegó a su destino y nunca más se supo de él. Creemos que entre Villa del Río y Montoro (Córdoba) fue descubierto por el enemigo, el cual, al conocer su propósito, le dio muerte; eran los primeros días de septiembre de 1936.
El guardia civil Miguel Chamorro Sánchez y dos de sus hijas, Juana y Carmen, murieron envenenados el 2 de febrero de 1937 cuando, agobiados por el hambre, salieron fuera del recinto del Santuario, al campo, y comieron unas hierbas que resultaron ser venenosas. Los cuatro miembros restantes de la familia, es decir, la madre, Isabel, y sus hijas Ana, Remedios y Francisca, murieron víctimas de la metralla enemiga.
El día 1 de mayo de 1937, cuando el Santuario de la Virgen de la Cabeza sucumbió tras el asalto final de las fuerzas del ejército republicano, dos desgraciadas, Amparo e Isabel, junto al pequeño hato de sus pocas pertenencias, lloraban desconsoladas en la explanada que hay en la parte delantera del Santuario, sin más cobijo que el del cielo, y sin más consuelo que el de una Virgen Morena a cuya protección se habían encomendado casi nueve meses antes.
Fueron trasladadas a su pueblo, Bélmez de la Moraleda, donde lo pasaron mal, muy mal. Amparo, como consecuencia de las penalidades sufridas durante el Asedio, padeció un problema que le afectó al habla, de por vida. Al terminar la guerra las dos hermanas quedaron bajo la tutela de una especie de “consejo de familia” en el que, entre otros supervivientes, estaba el cabo Jesús Millán Bracero, quien, a la postre, sería fundamental en sus vidas, pues les ayudó mucho a las pobres criaturas. Jesús Millán Bracero había sido comandante de puesto en el cuartel de la Guardia Civil de Cabra del Santo Cristo, donde estuvo destinado el padre de las hermanas Chamorro.
Cuando tuvo edad de hacerlo, Isabel María se fue a estudiar al Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil “El Juncarejo”, de Valdemoro, donde cursó el Bachillerato; después ingresó en el Colegio “San José”, de Getafe, en el que estudió Magisterio. Tras aprobar las oposiciones del Cuerpo de Maestros, y luego de un fugaz destino en una pedanía de Bélmez de la Moraleda, obtuvo su plaza en el propio pueblo, donde además de llevar a cabo una labor encomiable como maestra, fue alcaldesa de la localidad, siendo gobernador civil de Jaén, José Ruiz de Gordoa y Quintana, consiguiendo entre otras cosas, un colegio nuevo para su pueblo. Permaneció soltera, siempre pendiente de su hermana de la que nos vamos a ocupar a continuación, así como de sus tres sobrinos, según nos ha comentado nuestro buen amigo Pedro Fuentes Fuentes, comandante de la Guardia Civil, retirado, que tenía vínculos familiares con las hermanas Chamorro.
Amparo, con el paso del tiempo pudo conseguir un estanco, no sin dificultad (fue aquí providencial la ayuda del ya citado Jesús Millán Bracero), gracias a lo cual pudo vivir. Se casó con Andrés Martínez Morillas el 7 de abril de 1956, y tuvo tres hijos, dos hembras y un varón, todos ellos muy listos y con estudios pero, por desgracia, aquejados de graves problemas mentales, heredados, sin duda, de los padecimientos de su madre. Cuando escribo estas líneas, una de las hijas de Amparo también ha fallecido.
Y así transcurrieron los trabajos y los días de estas dos mujeres, con más pena que gloria, hasta que Dios en su infinita misericordia, las llamó a su presencia para, junto a sus padres y hermanas, gozar ya de la plenitud gozosa que Él tiene preparada en el cielo para los justos.
Sé que no debo extenderme más porque si lo hiciera podría herir algunas sensibilidades y con ello ensuciaría este artículo, cosa que yo no me puedo consentir, porque lo único que pretendo con estas pobres líneas es honrar la memoria de las hermanas Chamorro, que debe quedar limpia, como limpias fueron sus vidas.
Ahora bien, me parece de una tristeza infinita que cuando el cuerpo sin vida de Isabel María Chamorro Gómez fue llevado a su pueblo, hubiera muy poca gente en el tanatorio. Aunque más triste me parece aún que el Ayuntamiento de Bélmez de la Moraleda, no haya hecho ninguna referencia oficial al óbito de una mujer, Isabel Chamorro Gómez, cuya vida se caracterizó por el servicio a los demás, empezando por sus sobrinos y terminando por todos los niños del pueblo, dada su condición de maestra. Pero es que además fue alcaldesa, dándose la circunstancia desconocida para muchos, de que, cuando el gobernador civil de Jaén, el ya citado Ruiz de Gordoa, le propuso el cargo, Isabel María Chamorro Gómez puso dos condiciones para aceptarlo, a saber: no cobrar nada por el desempeño del mismo (porque ella ya tenía su paga de maestra) y que las reuniones oficiales en Jaén se las pusieran por la tarde, porque ella no quería faltar por la mañana a su trabajo de maestra. Igual que ahora, queridos lectores, igual que ahora.
En 1972, el que entonces era director general de la Guardia Civil, Carlos Iniesta Cano, de tan grato recuerdo para el Santuario, compuso un poema precioso, dedicado a la Gesta, que fue colocado, con letras de bronce, junto a la carretera de acceso al poblado del Santuario, en su margen derecha. El poema ya ha desaparecido, pues los políticos que nos gobiernan ahora lo han destrozado, para, en su lugar, colocar un monumento a Miguel Hernández.
Pero los políticos lo que no podrán conseguir nunca es destrozar mi memoria. Echo mano de ella y recuerdo que los últimos versos del poema dedicado a los caídos en la heroica defensa del Santuario, decían así: “Las almas nobles, al cielo se elevan, y allá en los luceros, por España velan”.
Y yo digo, ya para terminar: queridas Amparo e Isabel, vuestras almas nobles ya están en el cielo junto a los vuestros, a los que no dejasteis de recordar ni un solo día de vuestras vidas. Velad por España, nuestra patria, que tan mal se porta con sus mejores hijos, entre los que sin duda os encontráis vosotras. Yo os prometo que, mientras Dios me dé aliento, mantendré viva la llama de vuestro recuerdo.
Isabel María Chamorro Gómez, fallecida en 2023.
Amparo Chamorro Gómez, fallecida en 2002.
Santuario de la Virgen de la Cabeza. Cementerio. Fotografía: Blas Ruiz Carmona.
Acceso al cementerio del Santuario, donde está escrito el lema de la defensa: “La Guardia Civil muere, pero no se rinde”, que se debe al capitán Cortés. Fotografía: Blas Ruiz Carmona.
Santuario de la Virgen de la Cabeza. Cementerio. Aquí aparecen escritos los nombres de cuatro de las siete hijas del guardia civil Miguel Chamorro Sánchez, caídas durante el Asedio. Fotografía: Blas Ruiz Carmona.
Autor
- Blas Ruiz Carmona es de Jaén. Maestro de Educación Primaria y licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Tras haber ejercido la docencia durante casi cuarenta años, en diferentes niveles educativos, actualmente está jubilado. Es aficionado a la investigación histórica. Ha ejercido también el periodismo (sobre todo, el de opinión) en diversos medios.
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D.E.P.
Asedio al que por distintas razones se le ha prestado menos atención que al del Alcázar, aunque el heroísmo que de él se destila es reconocido por toda gente de bien.
«La Guardia Civil muere pero no se rinde». Madre mía. Ante tal afirmación y sus consecuencias, si tuvieran algo de decencia, vergüenza y honor, al menos el 50% del cuerpo actual debería devolver su uniforme con la cabeza gacha e irse a cultivar boniatos, ya que no le llegan a aquellos ni a la suela de los zapatos.