21/11/2024 14:39
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El Demonio está desatado sobre la Tierra, tal cuál. Los dirigentes políticos son de su piel y parecen cumplir una maléfica voluntad de violencia y confusión. Millones de locos pululan en el manicomio mundial y dictan sus locuras sin freno ni vergüenza. Hasta los sexos son multiplicados y la estulticia manda como ley. Una mayor violencia se avecina y no tendrá freno.

La matanza de los terroristas de Hamás no va a ser un conflicto más que con el tiempo se pacificará. Estamos ante un punto de inflexión por el que el mundo jamás volverá a ser lo mismo. La Humanidad se dirige a una escalada bélica que se irá propagando hasta cubrir la totalidad geopolítica en equilibrio precario. El Armagedón que convulsionará el orbe e igualará la pesadilla de la guerra está en sus prolegómenos y paulatinamente se extenderá como un complejo entresijo de obligaciones defensivas que agravará las circunstancias y problemáticas concretas de los países. Es cuestión de tiempo si no se rectifica. En España, el destino está estrechamente ligado con el conflicto violento que ha procurado Pedro Sánchez con la alta traición, siendo España vulnerable frente a un  futuro enemigo desde el sur y, además, con el interior tomado por la inmigración ilegal, futuriblemente hostil a poco que se aproveche la inestabilidad sociopolítica.

El orbe es una línea continua de inexorable comunicación donde cualquier actuación bélica repercute de inmediato en consecuencias sociales, políticas y económicas. La gran división de las civilizaciones es aún más arriesgada por las vicisitudes que acontecen generadas desde el odio y la oscura intención de la violencia, en un mundo donde nada parece ser tal y como aparenta. España está en el ojo del huracán de esos riesgos de belicismo, con un ejército de insensibles hordas como el que se manifestó a favor de Hamás después de las salvajadas cometidas contra Israel. El enemigo de Occidente está en Europa gracias a las políticas de inmigración masiva.

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Al margen de cuestionamientos políticos o afinidades de países o territorios en conflicto, debería subsistir un atisbo de humanidad que a tenor de los manifestantes de la Puerta del Sol se ha perdido definitivamente, donde importó poco la masacre contra 40 bebés y el sadismo contra la población civil. Por conciencia tienen las vísceras del Demonio. Ante esa falta de misericordia, de sensibilidad o elemental decencia universal, es previsible que el gran polvorín mundial acabe por estallar incluso con una III Guerra, como ha advertido el pacificador denostado Donald Trump,  apartado por los líderes globalistas que mueven los hilos de esta Tierra saturada y cada vez más desquiciada.

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Editor ÑTV ESPAÑA
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José Luis Fernández

Tanto España como varios paises europeos (Francia, Bélgica, Holanda, Alemania, etc.) van a tener un gravísimo problema para garantizar su seguridad interior en el caso de que estalle una guerra contra los enemigos de nuestra civilización (desde Turquía hasta Marruecos); ese problema está provocado por los millones de inmigrantes musulmanes que han ido llegando a los paises europeos durante decenas de años debido a la cobardía de los Gobiernos europeos. Ayer se manifestaron, en la Plaza de la República de Paris, más de 100.000 musulmanes que portaban banderas del grupo terrorista Hamas, a pesar de que esa manifestación había sido prohibida por el Gobierno francés.

Última edición: 1 año hace por José Luis Fernández
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1) Dios, infinitamente bondadoso y misericordioso, además de infinitamente sabio y todopoderoso, quiere la salvación eterna de la humanidad. No quiere recurrir a la Justicia, sino a la Misericordia, incluso con los más abyectos seres humanos. Dios no desoye a nadie que se arrepienta sinceramente, Dios no desatiende un corazón arrepentido. Hasta tal punto ama Dios a sus criaturas, hombres y mujeres, que Él mismo, en la Persona del Verbo encarnado, se hizo Hombre para morir en la cruz por nuestra salvación y redención eternas. Si la humanidad pensase en esto todos los días un poco, unos pocos minutos con sencillez y humildad, cuanto bien vendría a esas personas y al mundo entero. La meditación de la Pasión del Señor, agrada a Dios más que ninguna otra práctica piadosa.

2) El demonio, el Maligno, satanás, la serpiente antigua, la Bestia y el Dragón, quiere la perdición eterna de las almas, quiere justo lo contrario a lo que Dios quiere. Pero Dios es Todopoderoso, y el demonio, siendo más poderoso que el hombre, a quien logra seducir para que cometa pecado con todo tipo de mentiras, no tiene ningún poder ante los designios inescrutables de Dios. La Santísima Voluntad de Dios acaba imponiéndose. Por eso Dios pide paciencia, aunque nos cueste mucho tenerla.

3) El demonio, domine a quien domine, NO quiere llenar el Cielo de santos y de mártires. No. Eso no lo quiere bajo ningún concepto, aunque la gente no crea que existe (peligrosísima suposición y soberbia). Tampoco quiere que los que se dirigen a la perdición, acaben en el Purgatorio (por muy durísimo que éste sea para las almas que allí se purifican, pasando en ese estado incluso siglos). El demonio quiere llenar el infierno de almas, pero nunca el Cielo.

4) Como consecuencia, el demonio NO logra la perdición de las almas con su asesinato masivo, no. En todo caso logrará la perdición del asesino o asesinos y los que con ellos colaboren activa o pasivamente (si no se arrepienten y acogen a tiempo a la Misericordia de Dios), pero no de las víctimas, como sí logró la perdición de los sumos sacerdotes y los escribas y fariseos, pero no de Cristo, ni del ladrón arrepentido ni de san Esteban, ni de Santiago, nuestro Santo Patrón, ni de los mártires y las víctimas de persecución, por ejemplo. La víctima no es reo de condenación por ser víctima.

5) Las guerras. La mismísima Santísima Virgen María reveló a la beata y en proceso de canonización, Jacinta, niña vidente de Fátima, que las guerras no son sino castigo de Dios por haberse alejado las almas de su Infinita bondad, misericordia y amor, por ofender a Dios con el pecado. Como los hombres y mujeres cometen pecado tras pecado, Dios los abandona a los descarríos de su mente insensata, como ya nos lo advierte Rm 1. Y así vienen las guerras, por querer vivir a espaldas de Dios y no guardar su Palabra con amor y adoración hacia Él, que es la Bondad y Misericordia Infinitas y por el cual vivimos y por quien nuestras vidas tiene razón de ser y sin el cual nada podemos hacer. Las guerras son un castigo a la maldad, pero también son redentoras en el sentido de que muchos se convierten precisamente no por una vida frívola, hedonista, placentera, acomodada y fácil, sino cuando conviven con la muerte en las guerras, precisamente, porque les hace ser cada vez más conscientes de nuestro carácter de simples mortales. Cuantos soldados y parientes de los soldados se vuelven a Dios ante tanto dolor clamando por su Misericordia y su Perdón. Desgraciadamente, se tiene que llegar a estos extremos no porque lo quiera Dios, que lo que Él quiere es misericordia y no sacrificios, sino por voluntad del hombre, empeñado en pecar y seguir pecando sin sensatez alguna. Por eso las guerras, que son un horror de muerte, sufrimiento y dolor persistente, también son redentoras y muestra de penitencia, de durísima penitencia de la humanidad ante su alejamiento de Dios y sus continuos pecados y transgresiones a la Santísima Voluntad de Dios Nuestro Señor. Y la Penitencia no es precisamente querida por el demonio.

6) El mismísimo Señor Jesucristo enseñó que no debíamos temer a los que matan el cuerpo pero nada pueden hacer con el alma, que temiésemos más bien a aquel (demonio) que puede llevar cuerpo y alma a la gehenna de fuego (infierno). Por eso afirmó que si nuestro ojo era ocasión de pecado, que nos lo arrancásemos, pues más valía entrar en la vida eterna tuerto que con los dos ojos ser arrojado a la gehenna de fuego o infierno. Es decir, que renunciásemos a todo, incluso la vida misma, con tal de alcanzar la verdadera vida, la vida eterna, donde ya no habrá más llanto, ni fatiga, y donde podremos vivir eternamente con gozo junto a Dios mismo. Además, el mismo Señor Jesús nos invita a vivir en el abandono en la divina providencia, en que no tengamos miedo, aunque nos lo quieran meter desde todos los ángulos y opiniones y opciones políticas, mercantiles, financieras, económicas y de todo jaez. El católico, que es el único que puede reconocerse como de Cristo, cristiano, NO tiene miedo, vive confiado en Dios. A Él y solo a Él confía su salud, su casa, sus bienes, su fe, su salvación eterna, sus cruces, su dolor y su gozo, su alegría. El católico confía en Dios y solo en Dios. Dice el católico, con toda la fuerza de su alma: Jesús, confío en Tí. Los santos y santas afirmaban que había que confiar plenamente en el Señor. Santa Teresa de Jesús escribía aquello de que aunque por todo el infierno se viere acosado, el que a Dios ama, de todo ello será librado. Desgraciadamente hay ateos por todos los rincones. Y testarudos que no se quieren convertir. Las vírgenes negligentes.

7) Jesucristo Nuestro Señor nos advirtió contra la figura del falso profeta, de los falsos doctores, imagen de la bestia. Insistió en que nos alejásemos de la levadura de los falsos profetas, es decir, de los que hacen del pecado un «derecho» o algo bueno y deseable. Los falsos profetas trabajan para satanás, dirigiéndose a su perdición y arrastrando con ellos a los que les siguen. Por eso, la perdición está en no escuchar la Palabra de Dios, que es el Camino, la Verdad y la Vida, escuchando en su lugar los engaños del demonio y sus vástagos. No se condena un alma salvo que de consentimiento rechazando a Dios. Si se rechaza a Dios, entonces la condenación es segura, pero no porque Dios lo quiere, sino porque el alma no acepta el amor de Dios y prefiere los engaños y mentiras del Maligno. Y no se condena un alma porque le caiga en su casa un misil y acabe con todos los miembros de una familia. No. Así no se condena a un alma. Un alma se condena si rechaza a Dios, a la Verdad, al Amor Infinito con el que Dios quiere salvarla y redimirla. Y no hay otro Dios que el que es Padre, Hijo Jesucristo y Espíritu Santo Paráclito.

8) Los falsos profetas se caracterizan por una falsa «humildad» y por una soberbia incorregible. Suelen tener una habilidad extraordinaria para seducir con argumentos mundanos de todo tipo, vanos y falsos como su mismo amo, el demonio. Mienten y son falsos y vanos. Buscan su propio protagonismo robándoselo a Dios. Son ególatras y narcisistas como el demonio se mostró en la tercera tentación del desierto: «Todo esto te daré, si postrándote ante mí, me adoras». Aparentan ser buenos, simpáticos, agradables, educados, sensatos ante los hombres, pero no son más que lobos con piel de cordero, auténticos asesinos de almas. Suelen convencer a la muchedumbre para que rechace la cruz, imprescindible para la salvación del alma. El que rechaza la cruz no tiene salvación posible. Es duro, pero es así. Todo el mundo sabe que no hay amor sin dolor y sufrimiento, pues cuando se ama, se sufre por la persona amada, no hay alternativa. El padre sufre por el hijo y la hija, incluso mucho. La madre idem. El esposo sufre por la esposa y viceversa. El buen amigo nuestro sufre por nosotros y nuestros dolores. Aceptar el amor es aceptar la cruz. Y los que prometen hedonismo y placeres en esta vida, un paraíso terrenal, esos falsos profetas, sean del signo que sean y vendan la «medicina» que venda, trabajan para alejar a la humanidad de Dios, el único que verdaderamente puede ayudarnos. Reniegan esos falsos profetas de la verdadera caridad porque rechazan la humildad y la humillación. Incluso consideran que todos somos «iguales» y que nadie tiene que humillarse ante nadie, cuando Dios mismo se humilló para salvarnos haciéndose Hombre, pobre y célibe, la Santísima Virgen María se humilló ante el designo que sobre ella puso Dios y los fieles a Cristo se han humillado hasta el martirio, el desprecio, la persecución y todo tipo de males. Quien reniega de la humildad no es de Dios, sino de satanás, así de claro, pues los santos y santas afirman que la humildad es imprescindible para acercarse a Dios y ser agradable a Él. Suelen excluir estos falsos profetas de su vocabulario la caridad y suelen sustituirla por mera y mundana materialista solidaridad o «filantropía», que implica rechazo a la humildad y la humillación, propia de los que sirven a Dios y a su Santísima Voluntad. Procuran evitar hablar de Dios, pues no lo conocen verdaderamente, y cuando intentan hablar de Dios, sus mentiras quedan bien patentes a los que tienen fe y han meditado los Evangelios y las Sagradas Escrituras (escúchese, por ejemplo, y sin ir más lejos, el reciente discurso de Nicolás Maduro, el tirano socialista anticristo caribeño que afirma que Jesucristo fue crucificado por el imperio español y que Jesucristo fue un antiimperialista). Y los que mienten trabajan para satanás, se les de apoyo insensatamente o se les rechace.

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