21/11/2024 11:41
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Sabino Fernández Campo

El hombre que salvó la Monarquía

el “23-F”

                   Y el que quiso acabar con las corrupciones

                             y “los amoríos” del Rey y la familia

En la Transición hubo dos personajes clave: Torcuato Fernández Miranda y Sabino Fernández Campo, los dos ¡qué casualidad¡ asturianos, uno nacido en Gijón y otro en Oviedo. Dos vidas paralelas. Los dos estudiaron Derecho en la misma Universidad, los dos lucharon en la Guerra al lado de los nacionales, (uno con 21 años y otro con 18), los dos triunfaron en Madrid (uno llegó a ser Ministro y Presidente de las Cortes y el otro subsecretario y Jefe de la Casa Real). Uno fue el cerebro que trajo la Democracia y el otro el que consolidó la Monarquía. Dos mentes privilegiadas y sibilinas. Ambos, estudiosos de Maquiavelo… y lo más curioso, que ambos sirvieron al Rey “con lealtad y desde la lealtad” y que ambos fueron despedidos por el Rey “con nocturnidad y alevosía”. (Los dos murieron con el alma llena de pena, y bien que me consta).

Pues, parafraseando a los soldados de Napoleón cuando decían, tras la batalla de los Emperadores, con orgullo infinito “Yo estuve en Austerlitz” yo puedo decir con fundamento: “Yo fui amigo de los dos”. Lo que para mí fue siempre un honor y una satisfacción personal. Porque con ellos aprendí lo que no está escrito y algo que me sirvió de mucho en mi carrera periodística: que en política es más importante lo que NO se ve que lo que se ve, lo que NO se dice que lo que se dice. Tal vez por ello ambos fueron maestros en el arte de manejar los silencios o dejar caer palabras aparentemente sin sentido (la trampa saducea asturiana).

En fin, hoy me toca hablar de Sabino Fernández Campo, “DON SABINO”. Pero no lo voy a hacer siguiendo su biografía superconocida, sino de mi amigo Sabino, del que yo traté a fondo en nuestros desayunos de la cafetería “Riofrío” (calle Marqués de la Ensenada esquina Génova), al pie de su domicilio particular en Madrid o en el club social de los “Apartamentos Colón” (sábados, años 93, 94 y siguientes). Porque fue allí donde yo conocí al verdadero Sabino Fernández Campo. Se ha dicho y escrito que Sabino era todo prudencia y diplomacia y que nunca decía ni una palabra más de las que debiera decir. Y eso es verdad, pero no toda la verdad. Porque Don Sabino cuando estaba a solas con alguien que le inspirara confianza abría su corazón y su mente a tumba abierta (y digo conscientemente a solas, pues es verdad que en cuanto había más de una persona sí que medía sus palabras). ¿Los “testigos incómodos” de Maquiavelo? Al menos así era conmigo y hasta le he visto llorar en más de una ocasión (¡y no sólo por lo de su nieta y sus hijos!).

Sabino fue cesado como jefe de la Casa Real el 8 de Enero de 1993 y fue cesado de una manera que le enfadó. Porque no esperaba que el Rey lo hiciese como lo hizo. Es cierto que Sabino le había pedido varias veces dejar el cargo por motivos familiares y humanos. Su Majestad le había rogado siempre que siguiera a su lado porque lo necesitaba. Hasta que la mañana de ese 8 de Enero le invitó a cenar con la Reina en “Horcher” y fue allí donde de pronto el Rey le dijo a la Reina: “¿Sabes, Sofía, que Sabino nos deja?”, “¿Y eso?, ¡Sabino no me habías dicho nada!”, “Bueno, en realidad lo que he hecho ha sido acceder a su reiterada petición y abandono del barco” (y según el propio interesado al Rey se le escapó una risita socarrona). Sabino se quedó helado, pero dominador siempre de sus reacciones, sólo dijo: “Señor, no sabe cómo se lo agradezco. Ya sabe que ha sido un honor servirle durante estos casi 17 años”.

Bueno, pero a Sabino aquella manera de despedirle, ciertamente no le cayó bien y ese año de 1993 estaba furioso (y eso a pesar de que un año antes Juan Carlos I le había concedido el título de Conde de Latores, con grandeza de España). Fue un año de confidencias, al menos conmigo. Fue el año que comenzó a escribir sus “Recuerdos”, a él no le gustaba llamarle “Memorias”. Algunos de esos “recuerdos” me los fue leyendo en “Riofrío” a medida que los iba escribiendo. Muchos me sorprendieron, pero el que más el que describía lo que pasó en la Zarzuela la tarde, noche y madrugada del día 23 de Febrero de 1981. Porque aquello era una ¡bomba!

– Pero, Sabino, esto lo cambia todo -le interrumpí yo con gran sorpresa.

– Pues sí. Pero es la pura verdad.

– Pero, Sabino, esto hay que publicarlo. Esto cambia la Historia del “23-F”.

– Pues no lo voy a publicar. Al menos mientras yo viva.

– ¿Y la Historia?

– ¿La Historia?… La Historia que la inventen ellos. A mí ahora mismo lo único que me preocupa es mi familia.

Aquel día no hablamos más. Pero, yo ya sabía lo que no supe ni pude averiguar cuando escribí “Jaque al Rey”, poco después del golpe de Armada y Tejero.

Tiempo después en una entrevista que le concedió a “El Mundo” le diría al periodista: “Escribo porque me gusta mucho y así alterno las conferencias con cosas menos serias, anecdóticas, recuerdos para que no se me olviden”.

– Don Sabino ¿se los ha leído a alguien?

– ¡A nadie, ni siquiera a nadie de mi familia! Sólo son para mí, leyéndolos descubro cosas que he olvidado. Espero morirme lentamente y con tiempo para destruirlo todo.

Pues no era toda la verdad como ya he dicho. Porque a mí sí me leyó muchos de aquellos “Recuerdos”. Sobre Sabino se creó una leyenda labrada en torno al silencio, el silencio del hombre que por saber tanto callaba. Pero, Sabino nunca ha callado del todo. Siempre fue dejando caer como “pequeños peces” para que picaran otros peces más grandes. Un día dijo: “Yo no me llevaré ningún secreto a la tumba. El silencio no está necesariamente reñido con la crítica. Yo no quiero presumir de silencio, de callarme porque no puedo decir las cosas gravísimas que sé”.

Sí, aquellos tres o cuatro años fueron “los años de la rebeldía”. Sabino no había entrado todavía en “los años del perdón”, en los que caería después de su boda con María Teresa Álvarez en 1997. Rebelde y hasta furioso se mostraba cuando hablaba de la conspiración urdida contra él por Mario Conde (bastante después conocería la verdad del banquero) y que le costó la salida de la Zarzuela. Sobre esa conspiración diría más tarde en la entrevista que citamos: “Hablando francamente, personas que me empujaron fuera de la Zarzuela porque les estorbaba, están en peor situación que yo, que ni estoy en el banquillo de los acusados ni en la cárcel ni pendiente de condena. Pero no quiero que les pase nada a quienes me agredieron y calumniaron, estoy en la época del perdón”.

Pero, pasaron unos años y sin quererlo nos fuimos distanciando, aunque nos seguimos mandando lo que ambos escribíamos. En una de sus conferencias, la que dio sobre las Fuerzas Armadas, hasta me cita ampliamente.

Hasta que el año 2005 me encargó la editorial “Espejo de Tinta” un libro sobre el 25 aniversario del “23-F” (se publicaría en 2006 con el título “Tejero 25 años después”) y entonces sí me fui a verle, con un índice provisional, y a decirle que aceptaba el encargo si él me ayudaba. Me dijo que sí, con condiciones, y acordamos que a medida que yo fuera escribiendo me fuera a su casa a leer lo escrito.

La tarde que le leí el capítulo 1 entero (“Hechos de entonces y novedades post “23-F””), de pronto me sorprendió y me entregó unos papeles y me dijo:

– Ten esto y úsalo como mejor te parezca, pero no me preguntes ni cómo, ni cuándo, ni dónde, ni quién me los hizo llegar a mí.

Era el “Plan de Operaciones” del General Armada para el 23 y el 24 de Febrero de 1981. Y como están publicados no me importa reproducirlos:

Punto 1: Entre las 5 y las 7 de la tarde el teniente coronel Tejero, con fuerzas de la Guardia Civil, entrará y tomará el Congreso de los Diputados y retendrá al Gobierno en pleno y a toda la clase política hasta la llegada de “una autoridad militar”. Sin sangre y con la mínima violencia.

Punto 2: Si este primer paso sale bien y sin problemas mayores el general Armada se trasladará a la Zarzuela para desde allí, y con el Rey al lado, coordinar la postura de los capitanes generales de las nueve Regiones y las de Baleares y Canarias.

Punto 3: Con el “OK” de los capitanes generales, que habrán actuado por orden: primero en Valencia, luego la división Acorazada Brunete en Madrid y después la II, la IV, la V, la VI, la IX, la VII, etc., y el control pacífico de la situación a nivel nacional, el general Armada se trasladará al Congreso de los Diputados, retirará del Hemiciclo a las fuerzas ocupantes y ofrecerá al Pleno la formación de un “Gobierno de Concentración” presidido por él e intervendrán los líderes políticos “consensuados” para ayudarlo y votarlo.

Punto 4: Una vez aceptada la “solución Armada” por la mayoría del Congreso, el presidente de las Cortes se dirigirá a la Zarzuela para informar a S.M. el Rey y S.M. dará por buena la decisión parlamentaria y constitucional y abrirá una rápida tanda de consultas con todos los líderes de los Partidos, que se irán trasladando a la Zarzuela sin pérdida de tiempo.

Punto 5: Evacuadas las consultas y con asentimiento de los líderes políticos, el Rey autoriza al presidente de las Cortes para que anuncie el nombramiento del general Armada como nuevo presidente del Gobierno… y con la aprobación y la presencia de todas las autoridades obligadas se trasladan a la Zarzuela y Armada jura su cargo.

Punto 6: Llegado el momento de la votación favorable al general Armada el teniente coronel Tejero se retira con sus fuerzas y queda a disposición del nuevo Gobierno.

Punto 7: Una vez resuelta la situación S.M. el Rey se dirige a la Nación por Televisión Española y da por concluido el “golpe”.

Aquí queda absolutamente claro que el “elefante blanco” era el general Armada y todo lo demás son elucubraciones, porque, según este “plan”, el Rey no acudiría al Congreso hasta la tarde siguiente.

Punto 8: A la mañana siguiente, ya día 24, aparece en el BOE el nombramiento de Armada, se produce el relevo en Presidencia y se hace público el nuevo Gobierno.

Punto 9: Ese mismo día 24 se celebra un Pleno extraordinario conjunto (Congreso y Senado) en el que el Rey resume la situación y pide la máxima colaboración de todos en bien de España.

– Bueno, Sabino, pues no te hago preguntas. Aunque te recuerdo que según se publicó entonces esa “Hoja de Ruta” habría sido entregada por Armada al Rey en la audiencia del día 13 de Febrero, 8 días antes del “golpe” y que fue el motivo por el que de cara al juicio de Campamento solicitó permiso a la Zarzuela para revelar parte de la conversación que mantuvo aquel día con el Rey. Luego el Rey sabía con antelación lo que iba a pasar el 23.

– Querido Merino -me dijo-, yo soy responsable de mis palabras y de mis silencios, pero no soy de las palabras y de los silencios de los demás.

Y seguimos leyendo el apartado 1.3, donde se explicaba la famosa frase dicha al General Juste: “Ni está ni se le espera” y cuanto sucedió a continuación en la Zarzuela hasta la intervención del Rey en TVE, incluyendo el brindis con champán.

Pero Don Sabino no me dejó terminar y con cara seria me dijo:

– Eso no puedes publicarlo. Imposible.

– Pero, si es lo que tú me leíste hace años.

– Tú lo has dicho, hace años… y en este tiempo transcurrido he triturado todo lo que escribí entonces. ¡Y además lo he borrado de mi cabeza!

– ¿Y la Historia, Sabino?

– Por favor, Merino, olvídate de la Historia. Para la Historia el “23-F” será ya para siempre lo que figura en la Historia.

Tampoco me autorizó a que publicase el “choque” que tuvo con el Rey cuando fue a devolverle el título de Conde de Latores.

Y ahí acabó la “Bomba”. Yo cogí mis folios y delante de él los rompí. Aunque bajando en el ascensor pensé que a veces la amistad es una rémora a la hora de contar la verdad.

Tal vez por ello a la segunda edición de mi libro le puse esta dedicatoria:

A MI BUEN AMIGO SABINO FERNÁNDEZ CAMPO, recientemente fallecido, por lo mucho que me ayudó y me contó acerca del 23 de febrero de 1981 (23-F). La Historia lamentará ya para siempre que se haya ido sin publicar todo lo que sabía de aquellas horas decisivas en el Palacio de la Zarzuela.”

Pero, Don Sabino siguió escribiendo y poco después publicó su gran obra “Escritos morales y políticos” y me dedicó un ejemplar con palabras muy cariñosas (“A mi amigo Julio Merino, gran periodista y gran escritor, a quien siempre agradeceré su respeto a mis silencios. Algo de lo que él me pedía va en este libro. Un abrazo muy fuerte, Sabino”). Cuando lo leí me impactaron los dos “pensamientos” que me había subrayado, sin decirme nada, en silencio.

Uno que dice: “Dime con quién andas y te diré quién eres. (Él cambia el sentido para decir): Dime quién eres y te diré con quién andas”.

Y el otro: “NO MÁS SERVIR A SEÑORES QUE EN GUSANOS SE CONVIERTEN… (Él dice lo mismo, pero cambiando el sentido para decir): NO MÁS SERVIR A GUSANOS QUE EN SEÑORES SE CONVIERTEN”.

¡Sibilinas palabras, maquiavélicas palabras, aunque para buen entendedor con pocas palabras basta! (Según me dijo él mismo cuando se las comenté).

Don Sabino murió el 26 de Octubre del 2009, a los 91 años de edad, y cuando, gracias a su segunda mujer, María Teresa Álvarez (27 años más joven) vivía quizás la etapa más feliz de su vida, la del perdón y el olvido.

No se puede llegar a la madurez irritado y lleno de odios, venganzas y rencores. Hay que hacer una selección, dejar bien grabadas las cosas buenas y olvidar las malas: Si logramos esto seremos felices”.

Sí, pero la Historia se quedó sin la Verdad del “23-F”.

El secretario de Juan Carlos I y el general Milans del Bosch se confesaron al periodista: «el Rey se hundió moralmente al oír los tiros en el Congreso»

La verdad de lo que pasó esa noche en ‘La Zarzuela’: El Conde de Barcelona y Sabino Fernández Campo pararon el 23-F

Juan Carlos I y Sabino Fernández Campo

Esta es la intrahistoria del golpe de estado fallido el 23 de febrero de 1981, contada por el periodista Julio Merino, por entonces director de ‘El Heraldo Español’ y antes mano derecha de Emilio Romero en el diario Pueblo. Merino desvela hoy en exclusiva en elcierredigital.com, casi 40 años después ,las conversaciones que mantuvo tiempo después con el secretario del Rey, Sabino Fernández Campos, donde explica cronológicamente los acontecimientos que se dieron aquella noche para frenar el golpe.

Antes de «repristinar» para contarles lo que de verdad pasó en la Zarzuela la tarde-noche del 23 de febrero de 1981 quiero decir que todo lo que voy a escribir lo supe directamente por Sabino Fernández Campo, antes y después de ser despedido de malas maneras por S.M. el Rey Juan Carlos de Borbón en 1993.

Con Sabino me unía una buena amistad desde su paso por la Subsecretaría de Información y Turismo, aumentada tras la publicación de «Jaque al Rey» (el libro que había escrito con Santiago Segura, el Defensor del Capitán General de Valencia Jaime Milans del Bosch, como coautor). Fueron principalmente, los años 1994 y 1995, o sea, cuando todavía le duraba el «cabreo» por haber sido despedido como lo fue. Y cuando Sabino Fernández Campo estaba furioso.

– ¿Por qué no escribes tus «Memorias», Sabino?, le dije un día mientras desayunábamos en la cafetería «Riofrío» de la calle Génova.

-Eso estoy haciendo, amigo Merino, pero yo no les llamo «Memorias», yo les llamo «Recuerdos» – contestó.

– ¿Y eso?

-Sí, unas «Memorias» son algo muy serio y muy documentado, y con datos y fechas exactos… y si se escriben es para decir toda la verdad.

– ¿Y no es eso lo que tú quieres?

– Sí, pero no quiero que me acusen de ser otro Antonio Pérez… y porque sé que todavía no puedo contar toda la verdad, o verdades. Los «Recuerdos» son otra cosa.

– Bueno, pues tus «Recuerdos».

-Eso es lo que estoy haciendo. Por cierto, me gustaría leerte algo de lo que llevo escrito, a ver qué te parece, si voy bien o no.

– Ah, por mí encantado.

Y así fue como acordamos vernos todos los sábados, o casi todos, en la cafetería que ya he citado. Y esto fue lo que me leyó el primer sábado:

«Sobre las nueve llamó de nuevo Alfonso Armada, era la cuarta o la quinta vez que lo hacía… y siempre para lo mismo, pidiendo permiso para ir a la Zarzuela y explicarle al Rey Juan Carlos la situación. Pero, el Rey, que, como yo, tras la conversación con el general Juste, ya estaba en guardia y no quería ni hablar con él en cuanto me vio entrar me pasó el teléfono al tiempo que cubriendo el auricular con la mano me decía:

-Ten, Sabino, es otra vez Armada. Insiste en verme, porque la situación, según él, se está agravando por momentos y puede pasar cualquier cosa… y me insiste que él puede resolverlo todo y evitar una tragedia.

Entonces cogí el teléfono y seco dije:

-Dime, Alfonso, soy Sabino.

-Sabino, por favor, escúchame. Esto se está poniendo mal, muy mal, y puede haber sangre. Yo puedo resolverlo. Si el Rey me autoriza a ir al Congreso yo paro a Tejero.

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-¡Eso ni hablar, Alfonso! ¡En nombre del Rey nada, si tú quieres ir al Congreso a título personal, ve… pero ni se te ocurra mencionar al Rey… Además ¿con qué apoyos cuentas para salvar la situación? – le respondí con cierto genio.

-Con los socialistas, con los del PC y con algunos de la UCD — contestó hasta con cierto orgullo.

– ¿Estás seguro? ¿Está Felipe González de acuerdo?

– Según me ha asegurado Enrique Mújica, sí.

-No me lo creo… y además lo que pretendes hacer es anticonstitucional.

-¡No!, es constitucional. La «Moción de Censura» lo permite.

-Sí, pero en situación de normalidad, pero no con la Guardia Civil apuntando con metralletas, con tiros y con los diputados escondidos bajo los escaños.

– Eso ha sido una tontería. Te aseguro que si hablo con Tejero se arregla.

-Mira, Alfonso, tú haz lo que quieras, pero a título personal…Ni se te ocurra mencionar al Rey.

Y colgué. «Señor  — le dije al Rey– lo de Armada no está claro. Me huele mal».

En ese momento sonó el teléfono y yo hice intención de salir.

-Espera, Sabino, es mi Padre -dijo tapando el auricular, y enseguida me dijo: Ten, quiere hablar contigo.

– Señor, soy Sabino  – dije en cuanto cogí el teléfono.

– Oye, Sabino ¿ qué opinas tú de lo que pretende Armada?

– Señor, si os digo la verdad yo no lo veo claro.

-¿Y tú te crees eso de los socialistas?

-Pues, Señor, yo a pesar de la certeza con la que habla el general Armada no acabo de creérmelo y dudo que Felipe González acepte formar parte de ninguna «Operación» teniendo a la Guardia Civil enfrente.

-A eso voy, Sabino, a eso voy… Ni Felipe González, ni ningún demócrata, puede apoyar una  «Moción de Censura» con armas de fuego de por medio. ¡Eso es un disparate!. ¡Eso hay que cortarlo en seco!. La «Moción de Censura» tenía sentido como estaba planificada, pero ese de los bigotes, con sus tiros y sus tricornios la ha hecho impresentable. El mundo entero se echaría sobre España.

-Señor, es justo lo que yo opino.

-Sabino, hay que acabar con eso ya, cuanto antes, hay que sacar a la Guardia Civil del Congreso y sobre todo hay que evitar que pueda producirse una tragedia… Sabino, como veo que el Rey está nervioso y con dudas te pido, te ruego, que le ayudes a salir de esta, porque nos estamos jugando la Monarquía. Por menos que esto se tuvo que marchar mi padre.

-Majestad, sabéis que la situación es difícil e incierta… y creo que Armada ha ido demasiado lejos.

-Sabino, dile al  Rey que se ponga.

Y tal como lo pedía le pasé el teléfono a SM, aunque no pude evitar escuchar lo que decía Don Juan, o gritaba, mejor dicho.

-¡Majestad!… no lo dudéis más, ponte el traje de faena y pon firmes a tus generales y echa de las Cortes a esos locos…¡Te estás jugando la Corona!…¡¡ Y la tele!…¡Háblale al pueblo español!…La Monarquía no puede caer por un simple guardia civil!…¡Ah, y no hagas nada sin Sabino!… ¡Te llamo luego!

Y el Rey colgó el teléfono. Fue entonces cuando se produjo algo totalmente inesperado para mí. Don Juan Carlos, nervioso, asustado, casi llorando, se vino hacia mí, me cogió las dos manos y casi sin voz me dijo:

-Sabino, ayúdame, hay que salvar la Monarquía… ¡¡ Sálvame !!

Y juro que ver al Rey así me afectó, hasta el punto de que se me puso un nudo en la garganta que me ahogaba. Así que sólo pude decirle mientras le apretaba por los codos.

-Señor, no os preocupéis… todo se arreglará. Ahora lo importante es hablar con los capitanes generales, como os ha dicho vuestro Padre.

-No, Sabino, yo no. Habla tú con ellos.

-No, Majestad, sois vos el que tiene que hablar con ellos. Vos sois el Jefe. Así que tranquilizaos y mostraos firme, sin dudas… y si os preguntan por Armada decidles que está actuando sin vuestro permiso… Ah, y por encima de todo la Constitución y España.

Y así lo hicimos, yo los saludaba y enseguida les pasaba a S.M. Aunque el Rey seguía y siguió toda la noche como ido, desmoralizado, como se pudo ver en las pantallas de televisión. Afortunadamente todos se pusieron de inmediato a sus órdenes, incluso dispuestos a actuar para resolver la situación.

 

Don Juan de Borbón, junto a los reyes Juan Carlos I y Sofía de Grecia

Aunque también es verdad que algunos le indicaron que era una oportunidad de oro para reconducir la Democracia al buen camino. Desde Merry (el de Sevilla) a González del Hierro (el de Canarias), Pascual Gálmez (el de Cataluña), Campano (el de Valladolid), Polanco (el de Burgos), Delgado Álvarez (el de Granada), Elícegui Prieto (el de Zaragoza), Fernando Posse (el de Galicia), De la Torre Pascual (el de Baleares) y Quintana Lacaci (el de Madrid)… Con Miláns no se pudo hablar en esa ronda. No aparecía.

(Ojo, antes de seguir tengo que decir que esta transcripción no es matemáticamente exacta, porque yo, mientras él leía, me limitaba a tomar notas para luego, en casa, tratar de rehacer lo que había escuchado. Eso sí. luego, a la cita siguiente, le enseñaba lo que había escrito y él aprobaba o rectificaba algo. Nunca le pedí, por supuesto, que firmara mis notas).

«Pero, en una de aquellas pausas, nerviosas y expectantes, –sigue Don Sabino– le pregunté:

-Señor, he creído entender que vuestro Padre, el Conde de Barcelona, estaba al tanto de la «Operación Armada» ¿me equivoco?

-No, no te equivocas. Mi Padre lo sabía y estaba de acuerdo en lo de la «Moción de Censura», ya sabes que él venía diciendo que no podíamos seguir así y coincidía con Tarradellas en que había que dar «un golpe de timón»… Lo que no sabía, lo que no aprueba, como habrás oído, es lo de Tejero y las metralletas… ¡¡ Tampoco yo sabía lo que iba a pasar, joder, tampoco yo sabía que la Guardia Civil iba a entrar en el Congreso… ¿Crees tú que yo habría autorizado semejante disparate?… esa ha sido la traición de Armada.– dijo SM algo recuperado de su «bajón emocional»… También yo he sido sorprendido… pero Armada insiste que todavía se puede arreglar todo.

-No, Majestad, así no. Así puede ser peor que lo de vuestro abuelo. Por cierto, Señor, que me duele que no tuvierais confianza conmigo para comentarme el Plan de Armada, en realidad todavía no sé cómo estaba planificado.

-Es verdad, Sabino. Sí, debí tenerte al corriente, (aunque entonces me dije eso de que no es bueno que tu mano derecha sepa lo que tu mano izquierda, o como sea), pero la cosa surgió en Baqueira y yo no le di demasiada importancia. Armada sólo hacía hablarme del malestar que había en el ejército por el terrorismo y lo de las Autonomías y que había que dar un golpe de timón legal y constitucional, si queríamos evitar males mayores. Yo y la Reina nos echamos a reír y le dijimos que no había golpes legales, que la Democracia son urnas y nada más. Votos y urnas. Y aquella primera vez ahí se quedó la cosa, pero Armada insistió no una sino cada vez que nos veíamos… hasta que en las Vacaciones del 90 se presentó con un «Plan de Operaciones», así le llamó él, en el que se detallaba todo.

El General Alfonso Armada

Según ese Plan la viabilidad legal y constitucional se conseguía a través de una moción de censura, que presentaría el PSOE con otros grupos, y tras debatirse en el Congreso, se aprobaba por mayoría absoluta y se despedía a Suárez. ¿Y el Gobierno? ¿y quién sería el nuevo Presidente del Gobierno? -dijo el Rey que le preguntó-. ¡El que digáis vos, Señor! Puede ser un civil o un militar…-respondió como muy convencido Armada, dijo el Rey.

Bueno, el hecho es que S.M. le dio el visto bueno al Plan Armada, según sus propias palabras, que en resumen quedaba planificado así: Armada seguiría reuniendo voluntades y compromisos con los socialistas y otras fuerzas del Congreso hasta que se tuviese la certeza de que la Moción de Censura salía adelante. En cuanto se tuviese esa certeza el PSOE presentaba la Moción con un militar a la cabeza (poco después, ya casi en las Navidades, se acordó que como Presidente figurase el propio Armada y como Vicepresidente Felipe González) lo cual tampoco le pareció mal a SM, según me dijo…y a partir de ahí todo como estaba previsto en el Plan de Operaciones.

Pero, ojo a lo más importante, como puede verse, hasta aquí no había aparecido para nada el Teniente Coronel Tejero, y mucho menos la toma del Congreso por la Guardia Civil. Todo estaba bien estudiado para que la «Operación» (nada de «Golpe») fuese legal y constitucional. Un Partido con representación parlamentaria presenta una «Moción de Censura» contra el Presidente del Gobierno y de acuerdo con la Constitución el que figure como candidato expone su programa, se debate y se vota…y si la votación le es favorable y obtiene mayoría absoluta (176) en ese momento cesa el censurado y queda como nuevo Presidente, eso sí, electo, el aspirante… y así hubiese sido si no ocurre algo de lo que sería «sujeto activo» el propio Rey, pues torpe o intencionadamente en una de las audiencias de finales de enero, ya de 1981, a SM se le escapó decirle a Suárez que se preparaba contra él una «Moción de Censura» y eso hizo que al de Ávila se le encendieran todas las alarmas, ya que todavía no había olvidado y digerido la «Moción» que el año anterior le puso Felipe González y que casi le cuesta la Presidencia.

¡Fue la gota que colmó el vaso!… porque Adolfo Suárez se dio cuenta rápidamente que al Rey no le disgustaba la Moción y sabiendo como sabía que ya no controlaba su Partido y que muchos de sus varones votarían en su contra, decidió dimitir. En el fondo dimitió para evitarse la “Moción de Censura” y salir de una manera humillante.

-¡Sabino, hoy mismo dimito!– me dijo aquel día al salir de la Audiencia y con cara de pocos amigos.

-Y, efectivamente, esa misma noche dimitió por TVE. Era el 29 de enero.

Y ahí tenía que haber terminado la «Operación Armada» (y así lo creyó el Rey), porque fuera del gobierno Suárez ya no tenía razón de ser, al menos de momento. Pero no terminó, porque Armada, tal vez ilusionado ya como estaba por ser Presidente del Gobierno (incluso los socialistas que ansiaban tocar Poder) se limitó a cambiar su «Plan de Operaciones» legal y constitucional por otro, que precipitadamente puso sobre la marcha con Miláns y Tejero, engañando a los dos y también al Rey, a quien ocultó lo que estaba preparando, quizás porque sabía que ese “Plan B” no lo iba a aprobar.

-Un momento, Sabino, — le dije interrumpiendo su relato-. Hay algo que no encaja. Dices que el Rey no sabía nada de lo de Tejero, pero en el «Plan de Operaciones» que me entregaste el otro día y que, según tú, te lo entregó el Rey esa noche del 23 figura en el Punto 1 que Tejero entraría y tomaría el Congreso entre las 5 y las 7 y que retendría al Gobierno. Luego el Rey si lo sabía.

– Sí, Merino, pero también eso tiene su explicación, aunque fue lo más grave de todo. Según me contó SM él no supo nada de ese segundo Plan hasta que el día 13 se presentó en la Zarzuela y le informó de lo que ya, prácticamente, estaba en marcha. El Rey, saltó como un relámpago, según su versión, se puso como una fiera y le ordenó tajantemente que parase aquello. ¡Fue una bronca en toda regla!

Pero, la sorpresa de SM fue cuando Armada le dijo, al parecer, algo increíble:

-Majestad, no puedo detener lo que ya está en marcha… porque si no lo hacemos nosotros, Milans y yo, para salvaros a vos y salvar la Monarquía, lo harán otros que traerán la República…

Y eso sí que fue una bomba para SM… una bomba que, según me confesó el mismo esa noche le «acojonó» (fueron sus palabras) y se hundió… tal vez por eso en lugar de mandarlo detener en ese momento se conformó con hacerle jurar que lo paralizaba todo, cosa que Armada hizo, pero no cumplió.

-¡Júramelo, júrame que lo harás!

-Señor, os lo juro.

Fue una traición, sí, pero también un gran error de SM. Como comprobaría al escuchar los tiros en el Congreso y hundirse.

Al llegar aquí entraron al despacho de SM la Reina doña Sofía, con el Príncipe Felipe y la Infanta Pilar, la hermana del Rey, y yo me volví a mi despacho, donde me esperaba el tema de la Televisión y la preparación del discurso del Rey. (Del que también tendremos que hablar).

Pero llegados aquí dejo el relato de mi buen amigo Sabino y me voy a la Prisión Naval del Ferrol del Caudillo, donde cumplía ya sentencia, el general Miláns del Bosch, porque me interesaba conocer su versión de aquella noche y en especial sus conversaciones o mensajes con el Rey. Afortunadamente mis relaciones con él eran muy buenas desde que Santiago Segura había asumido su defensa y ambos estábamos escribiendo «Jaque al Rey» (la obra que nos publicaría después «Planeta»). Miláns nos había prometido escribir el prólogo y a recogerlo íbamos cuando nos anunció que ya lo tenía escrito… y leyendo el prólogo, escrito de su puño y letra y firmado, comenzó nuestra charla de aquella veraniega tarde del mes de junio de 1983.

-Mi general –le dije nada más leer los folios que nos entregaba– está muy bien, mejor de lo que yo, y perdóneme, esperaba.  Se nota que se ha leído de pé a pá nuestro original. Pero… –y me quedé callado.

-Pero, ¿y qué? ¿Qué?

-Mi general, el apartado en el que menciona al Rey no lo veo claro.

-A ver, léelo en voz alta -dijo.

Y yo lo leí en voz alta.

» a) Porque en los sucesos del 23-F y proceso subsiguiente he sido y soy uno de los principales protagonistas. No digo el primero, porque no es cierto. Ese honor le correspondió por entero a Su Majestad el Rey».

-Pues está muy claro — respondió.

-Mi general, permítame que le diga una cosa, que fuera PROTAGONISTA no quiere decir que estuviese enterado. Naturalmente que fue PROTAGONISTA pero para salvar la situación y la democracia y detener el golpe.

Entonces arrugó la frente y sólo dijo.

-Más no puedo decir. Además creo que a buen entendedor con pocas palabras basta.

-No, mi general, en eso no estoy de acuerdo. O se dice toda la verdad o se calla uno como un muerto.

-Pues ni puedo decir toda la verdad ni estoy muerto.

Pero, dicho esto, se levantó y sin decir una palabra más se acercó a un pequeño escritorio que tenía en la salita de al lado y volvió con unos papeles en la mano.

-Ten –dijo entonces–, mírate estos papeles, míralos bien, con sus fechas, y toma las notas que quieras. Pero, te advierto, de nada de esto podrás hacer uso sin mi permiso o mientras yo viva. ¿De acuerdo?

-¿Ni en el libro que vamos a publicar?

-Ni en el libro.

¿Y qué o cuáles eran aquellos papeles? El primero la «Hoja de Ruta» o «Plan de Operaciones» de Armada para los días 23 y 24 (la misma que me entregaría más tarde Sabino).

-Eso me lo hizo llegar Armada el día 14 de febrero, tras su entrevista con el Rey y alertándome que SM le había dado el visto bueno. Lo cual me convenció del todo. Pero, sigue, sigue viendo esos papeles.

Y vi, en verdad, un tarjetón de color amarillo, con membrete de la Casa Real, que decía: «Querido Jaime, felicidades y gracias POR TODO. Juan Carlos R.» y varios telegramas que firmaban María Nicolás Mondéjar (Jefe de la Casa Real), Sabino Fernández Campo (Secretario General de SM el Rey), Almirante Manso Quijano (Jefe del Cuarto Militar) y Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona.

Luego estaba la «Lista del Gobierno Armada», que por entonces aún no se conocía y que reproduzco porque esos nombres indican mucho de lo que fue «aquello», como lo llamaba siempre Don Sabino:

-Presidente: general Alfonso Armada

-Vicepresidente para Asuntos Políticos: Felipe González (PSOE)

-Vicepresidente para Asuntos Económicos: J. M. López de Letona (Banca)

-Ministro de Asuntos Exteriores: José María de Areilza (Coalición Democrática)

-Ministro de Defensa: Manuel Fraga Iribarne (Alianza Popular)

-Ministro de Justicia: Gregorio Peces-Barba (PSOE)

-Ministro de Hacienda: Pío Cabanillas (UCD)

-Ministro del Interior: general Manuel Saavedra Palmeiro

-Ministro de Obras Públicas: José Luis Álvarez (UCD)

-Ministro de Educación y Ciencia: Miguel Herrero de Miñón (UCD)

-Ministro de Trabajo: Jordi Solé Tura (PCE)

-Ministro de Industria: Agustín Rodríguez Sahagún (UCD)

-Ministro de Comercio: Carlos Ferrer Salat (presidente de la CEOE)

-Ministro de Cultura: Antonio Garrigues Walker (empresario)

-Ministro de Economía: Ramón Tamames (PCE)

-Ministro de Transportes y Comunicaciones: Javier Solana (PSOE)

-Ministro de Autonomías y Regiones: general José Antonio Sáenz de Santamaría

-Ministro de Sanidad: Enrique Múgica Herzog (PSOE)

-Ministro de Información: Luis María Anson (presidente de la agencia Efe)

-¿Fue ésta la lista que rechazó Tejero aquella noche? — le pregunté.

-La misma.

-Lo siento, mi general, no entiendo nada.

-A ver ¿ qué no entiendes?

-¿Cuándo conoció usted esa lista? ¿La conocía ya Tejero cuando Armada se la enseñó en el Congreso?

-Yo la conocí el mismo día 23 sobre el mediodía y la tuve con Armada, porque aquello no era en absoluto lo pactado… y si al final la acepté es porque me aseguró que el Rey la había aprobado. Es más, intenté confirmarlo directamente con el Rey y no pude hacerlo, porque me dijeron que SM no estaba en la Zarzuela y él no me llamó. En cuanto a lo de Tejero, es verdad, ni se la enseñé ni le hablé de ella…

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-Pero, mi general, usted sabía que Tejero no iba a aceptar esa lista.

-Sí, y por eso se la oculté, porque ya estaban las cosas tan avanzadas que ya no podían detenerse…

– … y usted sabía que si la conocía antes no iba a entrar en el Congreso.

-Exacto.

-Pues, mi general, y permítame que se lo diga de corazón… Eso fue una traición… porque si hubiese informado a Tejero hoy el hombre no estaría en la cárcel ni habría habido «23-F».

– Sí, Merino, así es… y ese es mi pesar hoy, y lo será mientras viva. Yo tuve que informar a Tejero en cuanto lo supe… pero… creí que así lo quería SM y me perdió mi monarquismo.

-Bien, mi general, pero ahora lo que nos interesa es saber cómo fueron sus conversaciones con el Rey esa noche y sobre todo después de declarar el Estado de Guerra y sacar los carros a la calle.

-Pues abre ese sobre que tienes ahí y lee lo que está dentro.

Y, naturalmente,, abrí un sobre tamaño folio en el que había un buen manojo y fui leyendo. No era un texto redactado, eran más bien unas notas recordatorias y escritas a mano.

Pero, como esto no es un libro, seguiré hablando otro día.

Sabino Fernández Campo con su «ni está ni se le espera» evitó la llegada de la Acorazada Brunete al Congreso que habría arrastrado a todo el Ejército

Cuarenta años del 23-F y sus protagonistas: Las conversaciones del Rey Juan Carlos con el General Milans del Bosch

Milans del Bosch y Juan Carlos I

El golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 se jugó en tres escenarios distintos con cuatro actores diferentes, pero todos con la misma importancia: En el palacio de la Zarzuela con el Rey Juan carlos, en Valencia con el general Jaime Milans del Bosch, en el Congreso de los Diputados con el coronel Tejero y en Madrid con el general Armada. En este artículo el periodista Julio Merino recuerda su entrevista con Milans del Bosch en prisión en 1983 y lo que el militar contó sobre aquella noche.

Ya sé que intentar cambiar la Historia sólo está al alcance de los del «agit-pro» y la «Memoria Histórica», pero eso no va a ser óbice para que este humilde periodista cuente lo que se vivió aquel fatídico 23 de febrero de 1981 y lo que le contaron los principales protagonistas de aquella noche: En la Zarzuela, el Congreso de los Diputados, en Madrid, y en la Capitanía General de la III Región Militar, o sea Valencia.

Del cuarto protagonista, el general Alfonso Armada, a pesar de las tres entrevistas que tuve con él no conseguí sacar ninguna razón, ni ningún argumento, válidos, pues en las tres ocasiones dijo cosas distintas: Sólo pude sacarle en claro que él todo lo que había hecho en su vida lo había hecho «en nombre del Rey».

Es necesario aclarar lo que fue de verdad la noche del 23-F de 1981, los papeles que jugaron don Sabino, el Secretario del Rey, aquel día, y luego Jefe de la Casa Real, y el del general Milans del Bosch, el único de los Capitanes Generales comprometidos con la «Operación Armada», en su doble versión: con la «Moción de Censura», legal, constitucional y apoyada por el Rey Don Juan Carlos, y la ilegal, anticonstitucional y no autorizada por el Rey, protagonizada por el teniente coronel Tejero y el «traidor» (así lo calificó el Rey) general Armada.

Los considerados cabecillas del golpe de Estado

Y hecha esta puntualización sigamos con el general Milans, en la Prisión Naval del Ferrol del Caudillo año 1983 y lo que entonces me contó:

«La primera llamada de la Zarzuela se produjo sobre las 9,15 horas. Cogió el teléfono el Coronel Ibáñez, que estaba, junto con el Teniente Coronel Mas, en mi despacho y me lo pasó en cuanto vio que era el Rey en persona. Yo me puse de pie rápido y hasta firme, casi con alegría, creyendo que Su Majestad me llamaba para felicitarme y darme ánimos. Y por ello exclamé con un tono alegre:

– A las órdenes de vuestra Majestad, Señor.

– ¡Jaime! déjate de formalismos y dime qué estás haciendo, respondió casi en un grito, que a mí me dejó de una pieza.

– Señor -y juro que no me salían las palabras- lo que estaba acordado.

– ¡Cómo acordado! ¿Con quién?, y su tono seguía desconocido para mí.

– Majestad, con el general Armada.

– ¿Cómo? ¿Con el general Armada?… Pero, ¿qué es lo que teníais acordado? ¡Locos!, estáis locos.

– Pero, Señor, vuestra Majestad ¿no está enterado del …?

– ¿Enterado de esa locura que se está cometiendo en el Congreso de los Diputados? -y gritó- ¡Yo no estoy enterado de nada!… ¡Y ahora mismo pones freno a todo lo que estás haciendo!

– Pero, Majestad, esta misma mañana Armada me confirmó que Vos le habíais dado el Visto Bueno y que incluso habíais aprobado el Gobierno que va a proponer.

– Eso es mentira, Jaime. Yo no he aprobado nada ni sé nada de ningún Gobierno. Jaime, te ordeno que pares todo, cojas un avión y te vengas a Madrid.

– Pero, Señor, yo no puedo hacer eso. Ya es tarde para frenar lo que hemos acordado entre todos.

– ¡Cómo entre todos! ¡Jaime, cuelga el teléfono y cumple mis órdenes!

Y sin más, ambos colgamos el teléfono. Eso sí, y no me importa reconocerlo, me temblaban las piernas y el corazón se me quería salir. ¡Dios, Dios, Dios!, comencé casi a gritar, con gran asombro del Coronel Ibáñez y el Teniente Coronel Mas.

 

El entonces príncipe Juan Carlos y Milans del Bosch durante unas maniobras militares

– O sea, que el general Armada nos ha traicionado, dejó caer Diego Ibáñez.

-¡Ponedme urgente con Armada!, exclamé.

Conversación con Alfonso Armada.

Y en dos minutos tuve esta extraña conversación con él.

– ¡Alfonso! ¿Qué está pasando aquí? Me ha llamado el Rey.

– Jaime, ahora no puedo hablar contigo.

– ¡Cómo que no puedes hablar conmigo!

– No puedo, general, no puedo, y el muy cabrón me colgó.

– Mi general, esto se pone feo, dijo Mas. Creo que Diego tiene razón,  Armada nos está traicionando.

– Hay que hablar con los demás. Ponedme rápido con Campano y mientras yo hablo con él llamad a Merry, a Pascual Galmes, a Elísegui y a todos. Necesitamos saber qué está pasando en las Capitanías Generales.

– Ángel ¿Qué pasa por ahí? ¿Has visto ya el Bando que te he enviado?, le dije al general Campano en cuanto lo tuve al teléfono.

– Jaime, sí, lo he recibido, pero me tiene mosca Armada… ¿por qué no está en la Zarzuela como estaba programado?, respondió Campano, el Capitán General de la VII Región Militar.

– Eso quisiera saber yo, Armada, sí, está muy raro.

– Oye, Jaime  ¿Y el Rey? Me ha llamado varias veces, pero no me he querido poner. El Rey me da miedo, no puedo olvidar que es un Borbón.

– Ángel, y si se tuercen las cosas ¿qué hacemos?, y todavía me callé que yo sí había hablado con SM y lo que había hablado.

– ¿Has hablado ya, después de sacar el Bando, con Pascual y Merry?

– No, pero voy a hablar con ellos en cuanto te cuelgue. Oye, habla tú también con los que puedas.

– ¿Y Armada? ¿Qué hacemos con Armada?

– Yo sólo te puedo decir una cosa, ya no puedo dar marcha atrás.

-¿Y con «el Rubio»?, añadió muy serio, refiriéndose al Rey, que así le conocemos entre nosotros. ¿Estás seguro de él?

– Pues, si te digo la verdad ya no estoy tan seguro. Creo que Armada ha actuado muy a lo suyo.

– Y yo, sólo te digo otra: Con el Rey o sin el Rey, tenemos que echar a esta gente.

– ¡Por España!

– ¡Por España!

Y sí, fui hablando con ellos. Primero con Merry y después con Pascual. Merry estaba exultante, ansioso de sacar sus tropas y proclamar el Estado de Guerra, a la espera de que Armada le llamara desde la Zarzuela. Lo cual era lógico, porque esa era la «luz verde» para salir todos a la calle, la presencia de Armada junto al Rey.

– ¿Y no te basta que yo haya sacado ya los carros?, le dije, para ver cómo respiraba.

El general Alfonso Armada

– Jaime, yo haré lo que acordemos todos. Esta tiene que ser una Operación de todos.

– No, si al final me dejáis solo.

– Eso ni hablar… ¡y lo celebraremos juntos… Tengo los motores en marcha.

Y más o menos así fue con todos, menos con el de Canarias, Del Hierro no quería saber nada de nada. A esas horas la pelota todavía estaba en el tejado, por eso lo de Madrid iba a ser decisivo, si la Brunete asoma la gaita por la Castellana ya no hay quien lo pare y las llamadas del Rey y Sabino, yo diría mejor las de Sabino. Sabino con su «ni está ni se le espera» a Juste y la indecisión de Rojas para hacerse con la acorazada fueron la puntilla».

Segunda llamada del Rey

Pero, terminada mi lectura, Milans, y al ver que yo me quedaba callado, preguntó:

– Bueno ¿y qué?

– Mi general, hay muchas cosas que no veo claras.

– Mira, Merino, para entender todo lo que pasó aquella tarde noche hay que situarse en medio de la tormenta. En primer lugar tendrías que preguntarte por qué saqué yo los carros y lancé el Bando de Guerra antes que los demás, cuando lo hablado era hacerlo al mismo tiempo para que no hubiese capacidad de reacción, pues, tiene fácil respuesta, porque no estaba muy seguro de mis «compañeros» y pensé que si yo tiraba para adelante ellos, todos, ya no tendrían más remedio que seguir, pero, ni así lo hicieron. ¿Y por qué, te preguntarás?, pues porque unos no se fiaban de Armada ni de que el Rey estuviese, ciertamente, detrás y apoyando y reclamaban un gesto público del «Rubio» y otros ¿quieres que te diga la verdad? Porque en el fondo lo que querían era traer una República. O sea, nosotros, Armada y yo, o al menos yo, sólo pretendíamos cambiar de Gobierno y reconducir la penosa situación que estábamos viviendo, pero, otros querían mucho más.

– ¿Y lo del Rey? ¿Creyó de verdad que el Rey aprobaba el Plan B de Armada? ¿Y no se le ocurrió hablar con él para comprobarlo todo?

– Pues, claro que sí, no una sino varias veces le solicité audiencia y siempre lo dejaba para más adelante, eso sí, siempre con cariñosas palabras y la última vez unas semanas antes del 23, que estuvo en Cartagena y me acerqué a saludarle. No te puedes imaginar el abrazo que me dio en público y allí en un momento que pude se lo volví a decir: «Majestad, ya sabe que tengo mucho interés en hablar con Vos ¿cuándo me podríais recibir? Es verdad, Jaime, hace tiempo que no hablamos. Habla con Sabino, que lo tienes aquí mismo, y le dices de mi parte que te fije día y hora. Además, en esta ocasión tenemos mucho de qué hablar». Y hablé con Sabino, pero llegó el 23 y Sabino no me había llamado. La primera vez que hablé con él, con SM, fue cuando me llamó esa noche, que ya te he contado.

El coronel Tejero en el Congreso de los Diputados

– Y esa noche ¿no volvió a hablar con él?

– Sí, Sí… dos veces más. Pero, sigue leyendo, todo lo tienes ahí.

Y seguí revolviendo folios. Aunque enseguida me aparecieron los dos Bandos de Guerra que decretó el Capitán General de la III Región Militar con su firma original, Jaime Milans del Bosch.

– Sí, ahí los tienes, los dos Bandos que dicté aquella noche: El de las 9, declarando el Estado de Guerra, y el de las 4 de la madrugada que lo retiraba.

– Mi general, eso son 7 horas de diferencia ¿y qué pasó en ese tiempo?

– Muchas cosas, como te puedes imaginar.

– Mi general -exclamé sin pensarlo al terminar de leerlo-, el primer bando parece que acababan de entrar por los Pirineos las divisiones de Hitler y el segundo bando es como la Rendición de Breda.

– Pues, no andas descaminado. El primero lo redactó Diego (se refería al coronel Diego Ibáñez, su ayudante y hombre más fiel), aunque, eso sí, le indiqué que tuviese en cuenta el del general Mola del año 36, y el segundo me lo envió ya redactado Sabino, aunque yo le añadí algo para disimular la bajada de pantalones.

– ¿Y cómo fue la segunda llamada de SM y a qué hora?

– Pues dura, pero en otro tono de la primera. En cuanto me puse al teléfono ya lo noté. Pero sigue leyendo, esa segunda conversación si la escribí para mi Defensa en Campamento aunque luego, por consejo de Santiago (en este caso se refería a Santiago Segura Ferns, su abogado defensor y mi coautor de «Jaque al Rey», como ya he dicho en otra reportaje) no la presentamos.

– ¿Cómo van por ahí las cosas, Jaime?, me preguntó de entrada.

– Señor, ¿y cómo quiere que vayan?… Lo del Congreso va mal…

– Pero, no has retirado el Bando de Guerra, o sea, que no estás cumpliendo mis órdenes.

– Majestad, antes de eso tenía que hablar con mis compañeros.

– Sí, ya lo sé, ya sé que has hablado con todos, menos con González del Hierro que no ha querido saber nada.

– Señor, el honor.

– Por favor, Jaime, no hablemos de honor en estas circunstancias.

– Majestad, pero al menos me permitirá que hable de lo que está pasando, y mejor de lo que ha pasado.

– No creo que sea este el mejor momento para hablar del pasado.

– Señor, pero yo no puedo quedar como un bandido, cuando vos sabéis de mi lealtad, os puedo asegurar que todo lo que he hecho ha sido porque creí que Alfonso (se refería al general Armada) sólo era su mensajero.

– Y hasta cierto punto lo fue. Porque yo sí le acepté lo de la «Moción de Censura», y con el apoyo del PSOE, como modo de apartar a Suárez del Gobierno y reconducir la horrible situación que vivíamos, pero, la dimisión de Suárez lo cambió todo y cuando me propuso el otro Plan se lo negué en redondo.

– Pues él me aseguró -y perdone Majestad que le interrumpa- el día 14 que lo de Tejero seguía e incluso me hizo llegar la lista de un Gobierno que, según él, SM le había aprobado el día anterior.

– Pero, por lo que veo, te ocultó que le obligué a jurarme que no haría nada, pero nada ¡y lo juró! Eso es una traición. ¿Y por qué no me llamaste directamente para confirmarlo?

– Señor, intenté hablar con vos en varias ocasiones, la última el día 22, y no pudo ser.

– Bueno, Jaime, ahora lo más importante es que esto acabe y que acabe bien. Por eso te pido que hables con Tejero y le convenzas de que abandone. Hay que evitar males mayores para todos y tú retira tus tanques y el Bando de Guerra. Después te llamará Sabino y os ponéis de acuerdo para hacer las cosas bien. Quiero que salves tu honor.

 

– Majestad, yo creo que lo deberíais pensar mejor.

– Jaime, no hay que pensar nada, todo está ya pensado.

– Señor, sé que Vos también habéis hablado con los demás Capitanes y sé lo que os han dicho, pero…

– Pero ¿qué? Jaime, habla claro.

– Majestad, hay algunos que no son muy monárquicos…

– ¡Eso no es verdad, Jaime!

– Señor, a Vos no os lo dirán, pero a mí sí y sé que esto podría tomar otros derroteros.

– ¡Jaime, cuelga, te volveré a llamar!

Y yo quedé anonadado. En ese momento, en verdad, no sabía cómo podía terminar todo.

– ¿Y qué pasó?, le pregunté yo asombrado y con toda la curiosidad del mundo.

– Sigue leyendo, Merino… Sí, hubo otra tercera conversación y hasta una cuarta.

Pero aquí lo dejo por razones de espacio. Aunque queda mucha tela que cortar. Sobre todo repasar bien lo que estaba «programado» si Tejero dejaba pasar a Armada al Hemiciclo y se aprueba el “Gobierno Armada” pues no hubiera sido constitucional y hubiera sido necesario cambiar la Constitución del 78 y empezar de nuevo. De todo eso y de la «Trama Civil» habrá que hablar, aunque sólo sea para que el»23-F» no pase a la Historia como algunos han querido que pase.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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Geppetto

«Sabino Fernández Campo salvó la Corona el 23F.»NO
De ninguna manera
Casi todo lo quese cuenta que sucedio en la Zarzuela la tarde-noche del dia 23 de Febrero es inventado
Y ademas inventado deprisa y corriendo, por eso el cuentito no resiste un somero analisis

Josh García

Estoy de acuerdo con la relación de Palacios, no con este artículo.

Ignacio Fernández Candela

Por si le sirviera, Geppetto: mi padre fue Jefe de Gobierno de la Casa Real y estuvo con el Rey aquella noche. Era amigo de Sabino y caballero como él que jamás propaló asuntos de Estado, pero lo relatado por D. Julio Merino, tal cual es verdad.

Ramón

¿Jefe de Gobierno de la Casa Real…?
Primera noticia que tengo de la existencia de ese cargo, aunque no dude de su palabra, obviamente.
¿Podría decirnos cómo se llamaba su padre, por favor, pues creo ha fallecido?
Gracias anticipadas.

Ignacio Fernández Candela

Pedro Fernández Labrador. Existía el cargo militar de directiva interna. En los documentales del 23 F es la persona, de civil, que da la mano a Adolfo Suárez al entrar en el despacho del Rey después del 23F.

Geppetto

Que es ser Jefe de gobierno de la Casa Real
¿Ser el general que esta al mando del Cuarto?
¿Del Regimiento de la Guardia?
¿De protocolo?
Sabino hablaba mas bien poco del 23 F

Geppetto

Eso es parte del protocolo civil y generalmente esta cubierto por miembros de Asuntos Exteriores.
Los militares de Protocolo raramente vestían de civiles y desde P.M. a el Duque de… iban siempre de uniforme
En cuanto al capitán de Caballeria que era el que introducía las audiencias J L no creo que tenga hijos, hijas si.
La oficina de Prensa estaba llevada por F. G. y por J.O.
Hablo de esa epoca.
Por cierto, quien estaba jugando al tenis con SM cuando salto la liebre era N.C.

Ramón

Gracias, señor.
No dudo de su palabra, pero era por confirmar el dato.
Puede estar usted muy orgulloso de su padre, pues pasó momentos muy duros, al servicio del Estado español.
DEP.

Ramón

Debido a mi ignorancia, soy incapaz de poner nombre y dos apellidos a las personas que usted identifica por su siglas.

Carlos

Estye artículo PELOTILLERO confirma que he hecho bien dejando de colaborar con Ntvespana.

Carlos

Yo más bien le veo como un edecán, o ayuda de cámara, con todo respeto hacia su señor padre, por supuesto, que en el Cielo esté.
Había dos Jefes, el de la Casa Civil y el de la Casa Militar, s. e. u o.
También un coronel jefe del regimento de la Guardia Real, y segundos jefes de ambas casas.
Pero nada más, salvo error mío, repito.
Sí hab´ñia abundante personal civil, ayudantes, administrativos, telefonistas, chóferes, pelotas varios y diversos, y hasta puede que algún mamporrero o palanganero, dadas las «aficiones» de Juan Carlos I.

Ignacio Fernández Candela

Pues no caballero, no era un edecán, sino un oficial Arquitecto-Ingeniero del Ejército con múltiples funciones directivas. Mano derecha en asuntos de Seguridad, entre otros, incluidos.

Ignacio Fernández Candela

Ha hecho muy bien si es su decisión.

Ignacio Fernández Candela

Muchas gracias, Ramón.

Geppetto

Si las identifico con nombres y apellidos me borran el comentario
Me ha sucedido mas veces

Geppetto

No tengo la menor intencion de polemizar o desagradar a nadie, pero en Zarzuela no paso ni pasa momentos duras NADIE

Geppetto

O sea que andaba por el bunker
Pero que yo sepa en seguridad en esa epoca estaban el coronel Eduardo B.V. el teniente coronel de la G.C Jesus F. y el teniente coronel P. y capitanes y tenientes varios
B como sargento con mas experiencia y desde el dia siguiente, que se cambio todo el sistema de seguridad dandoselo a la G.C y mandando al CNP a la Comisaria del Palacio de Oriente.
Y el Intendente era un teniente coronel de la promo de SM

Geppetto

O sea Armamento y construccion

Carlos

¿Puedo saber su graduación militar…?
Gracias.
No he hecho el comentario en forma despectivo, sino porque su nombre no me sonaba como uno de los participantes principales en la asonada…, aunque estoy seguro de que la Historia nos ocula muchas cosas.

Carlos

Sin duda alguna.
No creo que duren ustedes mucho…
No se puede NO SER DE NADA. En la vida, y con fuerza, hay que tener ideología, principios, Y COHERENCIA.

Carlos

Gracias.
Es una pena que disfrutemos de tan reducida «libertad de expresión»…

Carlos

EL EDITOR DE ESTE DIARIO ES UN FANTASMA, Y PRETENDE HACERNOS CREER QUE SU PADRE, QEPD, ERA POCO MENOS QUE EL ALTER EGO DE JUAN CARLOS I.
Me temo que la realidad es que sólo le conocían en su casa, y a la hora de comer, o en el Ejército a la hoa de cobrar la nómina.
Y poco más.

Pedro

PALACIOS es quien más sabe del 23 F, y es un historiador serio y digno…
Los demás son casi todos cantamañanas.

Geppetto

Buenoooo
Es el que mas ha escrito y el que, en términos generales a investigado mas.
Es un escritor serio y un buen historiador, pero del «23 F no lo sabe todo
Aunque reconozco que el mas potable historiador que ha escrito sobre el 23 F

Pedro

Y si usted cree saber más, y es posible que así sea, ¿porqué no lo escribe y publica…?

Geppeto

No sea tan educado Don Carlos

Geppeto

Ese Geppetto no sabe ni como se llama

Pedro

¿Pero no es usted…?

Carlos

Es decir, era un Ayudante o Edecán de Su Majestad, o de la Casa Real, ¿no…?

Carlos

Pero por probar, no se pierde nada, y nos ayudaría mucho a entender su sagudo comentario.
Gracias anticipadas.

Ignacio Fernández Candela

No, un Jefe de Gobierno de la Casa Real tenía otras competencias, incluida la Seguridad de la Zarzuela.

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