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12/12/2019 El personaje 'SustainaClaus' junto a un cartel de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. SOCIEDAD ESPAÑA EUROPA ISLAS BALEARES AUTONOMÍAS EXTINCTION REBELLION

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En España, hoy, el NOM se asienta y familiariza a través de la Banca, las multinacionales, los especuladores plutócratas, verdaderos dueños del país, y, sobre todo, mediante la información venal, propagandas y publicidades varias, en general, y mediante la televisión, en particular. Y se ejecuta por medio del PP y del PSOE, y de sus filiales, partidos políticos todos ellos comprados por los amos para destruir a la patria, concepto éste que odian o que traicionan cegados por la ambición.

Y, más allá de España, el NOM está promovido y sostenido por los señores financieros globalistas, las corporaciones trasnacionales, el Banco Mundial, y por el socialismo y el estatismo inspirados en los proyectos de las sociedades secretas que manejan el mundo, regidas por elites privilegiadas. Es decir, la izquierda más deleznable aliada con la plutocracia más siniestra, decididas a acabar con los Derechos Humanos y con el Derecho Natural.

Un proyecto represor -policíaco y militar- para el control social, político, económico, cultural, educativo y religioso del individuo. O lo que es lo mismo, una ingeniería diabólica para variar el comportamiento humano en beneficio de los Grandes Señores del Poder y de sus sicarios. Y para consumar estos delirios han desglosado sus libretos en cinco categorías, como mínimo: Agenda demográfica (aborto, inmigración fraudulenta, etc.); Agenda Sanitaria (Control de la OMS, control de la industria química -laboratorios-, pandemias, virus, etc.); Agenda de ideología de género (LGTBI, homosexismo, pornografía, pedofilia, pederastia, prostitución, etc.); Agenda social (propaganda, publicidad, consumismo, etc.); Agenda económica…

Estos plutócratas colectivistas han hecho su diagnóstico ecuménico y han llegado a la conclusión de que las gigantescas prerrogativas de que disfrutan, su enorme fortuna, corren el riesgo de decrecer o incluso de desaparecer si no se toman medidas drásticas contra la población mundial. Lo que quiere decir que el mantenimiento de su impúdico bienestar pasa por el desmantelamiento de la prosperidad plebeya y por el exterminio de esa población sobrante e incómoda.

Por ejemplo: «Los ancianos viven demasiado, y eso es un riesgo para la economía mundial. Tenemos que hacer algo, ¡y ya!». (Christine Legarde, presidenta del BCE, exdirectora del Fondo Monetario Internacional-FMI). «Necesitamos reducir la población a dos mil millones y tener una política de un niño por familia durante cien años». (Ted Turner, Fundador de la cadena internacional de noticias CNN). «Sí, mucha gente va a morir cuando se establezca el NOM, pero será un mundo mejor para los que sobrevivan». (Henry Kissinger, consejero político, exsecretario de Estado de USA). Eso, más las granjas de insectos, las ciudades de quince minutos, la desaparición circulatoria, la sacralización climática y ecológica, etc.

Como ha venido ocurriendo a lo largo de la historia, los mayores capitalistas de nuestra época poseen ese espíritu especial que se caracteriza por perseguir el ilimitado desenvolvimiento de su poderío, por alentar una sed insaciable de ganancias. Sus mansiones, sus palacios, sus colecciones pictóricas, de orfebrería o de antigüedades, sus mecenazgos a los encauzadores o creadores de la opinión, son, ante todo, medios para sostener su crédito y ganar clientes y partidarios. Y su riqueza no sólo es considerada por la mayoría de estos plutócratas como un procedimiento para vivir mejor, también como un recurso esencial para dedicarse a organizar el destino de las multitudes. Lo cual explica que en su ritmo de actividad predomine más la tendencia hacia la dominación y el endiosamiento que hacia el gusto epicúreo del ocio.

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Tanto a estos pirómanos de la humanidad -que han olvidado que el dinero es sólo una herramienta, no un dios- como a sus esbirros, les atrae la magia fatalista y diabólica de lo malsano. Actúan por instinto de poder, son egocéntricos y buscan un objetivo grandioso en su locura, tan desmesurado como su maldad. Y como buenos incendiarios actúan por resentimiento, venganza y ansia de celebridad.

Como no podía ser menos, sus logros han sido y son a costa de minimizar la diferencia entre la verdad y la mentira o de equiparar ambas o, sobre todo, de negar aquella y hacer de esta la categoría. Para ellos, como para sus mandarines, la verdad y la sinceridad no son virtudes, son ideas irreales que obstaculizan el progreso y por ello deben ser extirpadas del inconsciente humano. Porque la convención que rige en la sociedad actual sólo admite la mentira. Y quien se siente incapaz de hablar sin decir nada, de usar el cantinfleo dialéctico, de manejar conceptos abstractos con el arte de un experto, como ellos hacen, se queda sin respuesta y sin futuro.

Un siglo o dos atrás, todavía se medía el limitado alcance de los instrumentos de la ciencia humana, y era más fácil resignarse a la ignorancia y mostrar humildad ante la excelencia del universo. Con lo cual no se sufría por no poder alcanzar el misterio, como tampoco se sufre por no poder tocar el cielo con las manos y coger una estrella. Pero desde hace unas cuantas décadas, los nuevos demiurgos, creyéndose en poder de ilimitados recursos científicos, han retado a la Providencia, y como nuevos dioses se han dispuesto a transformar el mundo y la humanidad a su capricho. Creen que sí pueden tocar el cielo, y esa credulidad suya nos traerá terribles y desconocidas catástrofes.

Esta modernidad de nuevo cuño o postmodernidad, tan despreciable, resulta también ruin por su falaz eclecticismo y por su ominosa hipocresía, porque, socapa de afán conciliador y ordenancista, lleva en sí la saturación de todo discurso razonable y de toda praxis veraz; es decir, la imposición del horror, las garras enmascaradas de lo infrahumano. Hoy, el NOM -el Sistema-, siendo como es en sí mismo un constructo de maldad y un omnipresente ejercicio de perversión, trata de convencernos de que el mal y la degeneración, que forman parte de su naturaleza, ya no existen como realidades oscuras.

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Los malvados nunca han logrado triunfos con la razón, la evidencia y el debate veraz, sino con dobleces, medias verdades y mentiras enteras. Habla el prudente de lo recto, lo real y lo posible; los otros se presentan ante el vulgo con su demagógica zanahoria prendida del palo o con sus tretas dialécticas, sus venerados códigos sofistas, sus marrullerías para coger el rábano por las hojas, obviando la esencia del asunto.

En la casa de lenocinio es el honesto quien desentona, y el pulcro en la pocilga. Unos y otros, prudentes y decentes, serán multados, calumniados, condenados y ejecutados. Más mañas saben los truhanes que los hombres de bien. Pero, éstos, aunque postergados o enterrados y, más allá, exhumados por el odio, siempre serán un orgullo para la humanidad, mientras en ésta existan caballeros.

Lo evidente es que éstos oligofrénicos orgullosos de serlo, estos calvatruenos multimillonarios, no bromean. Y de momento han conseguido marcar el paso a la civilización occidental. Van a por ti, amable lector, a por tus bienes y a por tu vida, y a por los bienes y la vida de tus hijos, de tus seres queridos. Y a destruir tus símbolos y tradiciones, los entrañables paisajes en los que arraigaste, los rincones donde soñaste y te formaste como persona, la patria toda. Y, si no se les frena, no van a detenerse hasta dejar una humanidad y un planeta irreconocibles.

Todos los animales tratan de conservar su especie, con la excepción en nuestros tiempos del ser humano, cuyos dirigentes, ejemplos de irracionalidad, se jactan hoy del orgullo gay, y, con él, de una filosofía de la perversión y de la muerte. Mas, a pesar de esta obviedad, en los comicios del próximo domingo muchos millones de votantes elegirán a esta nobleza negra, a esta pasarela de alimañas, y lo harán a través del PP y del PSOE, que son sus representantes en España. Votar al PP o al PSOE, o a cualquiera de sus excreciones políticas, significa, pues, votar a la perversión, a la maldad y a la muerte. Esos electores, aparte de insolidarios con la humanidad, serán votantes perversos, pervertidos y pervertidores, porque lo perverso es aquello que va contra el orden natural de las cosas.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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